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L A F L O R E R I A D E L A C U A D R A
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L A F L O R E R I A D E L A C U A D R A
LA FLORERÍA DE LA CUADRA
1. INQUIETUD.
1. INQUIETUD.
Cada centímetro de mi cuerpo pesaba.
Mis manos estaban húmedas, no lograba enfocar las siluetas a mi alrededor y no me había dado cuenta de que me estaba costando respirar hasta que se me escapó un jadeo de los labios.
—¡May!
Alguien gritó mi nombre con preocupación y angustia.
Levanté la cara para reconocer a la persona que me hablaba, pero no lo logré, solo pude percibir el sonido de unas pisadas en el pasto seco.
¿Lo estaba imaginando? Quizás se trataba de una ilusión.
—No corres peligro May, tranquila, respira conmigo.
Unas manos me sujetaron los hombros con suavidad, aquella figura comenzó a inhalar y exhalar lentamente así que me esforcé por imitarlo y hacer lo que me pedía.
—Eso es, lo estás haciendo muy bien — Me animó.
Luego de un rato, fui capaz de concentrarme en nuestras respiraciones, mi ritmo cardiaco se estabilizó y poco a poco disminuyó el hormigueo de mi cuerpo, sentí con alivio, como recuperaba el control de mis piernas y mis manos.
Enfoqué la vista alrededor, para saber en dónde me encontraba.
Mi espalda descansaba en el tronco de un árbol, pude sentir la tela de mi blusa incrustarse en la corteza.
Reconocía ese lugar, estaba en el parque, quizás una sección más adentro, ya que había muchos árboles en comparación de la zona de juegos.
Alcé la vista para que la luz que se colaba por la copa de los árboles me obligara a reaccionar más rápido, quería saber quién era mi salvador.
—Lo hiciste muy bien — Me dijo aquella figura, esbozando una sonrisa.
Sentí que los ojos se me llenaron de lágrimas.
—Max — Balbuceé.
Apreté los labios, conteniendo un sollozo.
Pasé de la tristeza a la furia en un dos por tres, la sangre me hervía, mordí mi boca para contener las ganas de gritar.
Me sentía patética, hacía mucho tiempo que creía haber dominado ese sentimiento de impotencia.
Mi hermano me sobó la espalda, tranquilizándome, él me conocía muy bien, estaba segura de que entendería mi situación y que no me forzaría a hablar.
—Hey, tranquila — Me dijo, después, amplió su sonrisa y utilizó un tono de voz juguetón — ¿Crees que vine solo a saludarte? Me muero de hambre, ¿Tú no?
Me ayudó a incorporarme y me tomó de la mano para comenzar a andar.
Durante el camino, me mantuve en silencio, agradecida de que me hablara con normalidad, no tenía ganas de que me tratara como si fuera de papel y su esfuerzo me ayudó a terminar de espabilarme.
Max me habló sobre la Universidad, de su rutina en la tienda de videojuegos dónde trabajaba medio tiempo y de lo feliz que estaba por decidir estudiar programación, dijo que era muy enriquecedor para él y que sus profesores lo animaban a seguir sus metas, también me enlistó ideas sobre los juegos que quería presentar como proyectos finales y de los cuales, todavía faltaba pulir detalles.
Yo lo escuché atenta y solo hice comentarios cuándo lo creí oportuno, además, me permití soltar algunas bromas para aligerar la tensión que, hasta ese momento todavía sentía.
Lo mejor, era simplemente disfrutar de nuestra salida.
Cerca de mi departamento, había una pizzería a la que Max le gustaba frecuentar, le encantaba lo rústico que lucía el lugar y que las pizzas las sirvieran en sartenes de teflón pequeños, de esa manera, no se sentía tan culpable al darse cuenta de que se había comido tres órdenes él solo.
El fin de su periodo de exámenes era la principal razón de habernos encontrado para salir y celebrar.
—Esto está delicioso — Dijo mi hermano dándole una gran mordida a su clásica pizza de salami.
—Sí que lo es — Le di la razón, levanté mi pizza de pan de pita y albahaca y la olfateé antes de morderla, una costumbre que tenía antes de probar la comida.
El sabor me hizo sentir con energía.
—¿Crees que si decidimos llevar algunas con nuestros padres se mantengan en buen estado? — Preguntó mi hermano.
Sabía que realmente él no estaba pensando en hacer eso, solo trataba de distraerme lo más que pudiera, aún si eso significaba hacer comentarios tontos.
—Podemos intentarlo, si sucede algo en el camino, siempre podemos sacrificarnos y comérnoslas — Contesté
Max sonrió con mi respuesta.
Mi hermano me conocía mejor que nadie, se notaba preocupado pero con cierto matiz de alivio, pues sabía que la comida era un deleite para mí y que era la mejor manera de levantarme la moral.
No me dejó pagar, pero le hice prometerme que yo sería la próxima en invitar la comida en nuestra siguiente salida.
El local estaba ubicado a media cuadra de mi edificio, el color blanco de la fachada lucía deslavado pero solo si lo mirabas con mucha atención, además, para lo que pagaba de renta estaba bien ubicado.
— Me dio gusto verte hoy, May — Dijo mi hermano cuándo estuvimos en el portón negro.
Le dediqué una sonrisa sincera.
—A mí también Max, ¿No quieres que te acompañe? Aunque sea a la estación.
Negó con la cabeza.
—El campus está cerca, puedo hacerlo solo.
Su fachada serena se desvaneció, me lanzó una mirada de preocupación y angustia, su silencio era más que nada por cortesía, intentaba no incomodarme.
—Estoy bien — Dije, necesitaba tranquilizarlo.
Mi hermano cerró los ojos y suspiró.
Sabía que no iba a hacerme hablar.
—Entonces, nos vemos luego May.
Me dio un suave abrazo y comenzó a caminar hacia el otro lado de la calle, no aparté mi mirada hasta que lo vi desaparecer en camino al subterráneo.
Saqué de mi mochila las llaves de la entrada principal y entré, necesitaba descansar y despejar mi mente.
Mi complejo habitacional era (A mi parecer) bastante bonito, había cuatro edificios acomodados de tres departamentos cada uno, así que había doce en total, el lugar daba la impresión de estar en una torre con mucha luz solar, por lo que no era necesario tener las luces encendidas hasta bien entrada la noche.
Las escaleras eran de concreto y se entrelazaban de tal forma que era necesario toparse con la puerta de otro vecino antes de seguir subiendo al siguiente piso, yo tenía que subir al último para llegar a mi departamento.
Mi piso todavía lucía un poco vacío, era evidente que mis cosas eran pocas en comparación de lugar, pero me invadía una sensación de protección y satisfacción con lo que había logrado, ya me encargaría de llenarlo de más muebles y quizás algunos cuadros de mi familia.
En mi mundo ideal, hubiera sido fantástico poder tener ese espacio como un lugar fijo, pero por ahora, solo podía permitirme rentarlo.
Dejé las llaves en la mesa de la entrada y caminé a la derecha para entrar a mi cocina, me serví un vaso de agua que dejé después en la mesita de cristal de mi sala, un mueble que había encontrado en remate.
Pasé por el comedor hasta llegar a un cuartito al lado de mi balcón, una habitación compacta en la que logré acomodar una vieja lavadora, la ubicación me permitía aprovechar las corrientes de aire de mi terraza para secar la ropa.
Recorrí la cortina del balcón y me senté en una silla de madera, levanté mis manos y me recargué sobre los codos en el barandal.
Ya era costumbre dedicar el final del día a admirar la calle desde ahí, a veces había mucho movimiento, pero otras (Cómo ese día) ya casi todo estaba vacío, los locales ya estaban cerrando para comenzar descansados la semana laboral y se distinguían a algunas personas apurando el paso para llegar a sus destinos.
Decidí que, al igual que ellos, era momento de descansar y me dirigí a la habitación.
No prendí la luz y tampoco me molesté en cambiarme de ropa, me dejé caer boca abajo en la cama y me saqué los zapatos a patadas, me sentía agotada y desanimada, las ganas de llorar al recordar lo que había pasado en el parque seguían latentes.
Qué patética.
Cerré los ojos y me concentré en mi respiración, dejé que mis extremidades se relajaran hasta quedarme completamente dormida.
Mis manos estaban húmedas, no lograba enfocar las siluetas a mi alrededor y no me había dado cuenta de que me estaba costando respirar hasta que se me escapó un jadeo de los labios.
—¡May!
Alguien gritó mi nombre con preocupación y angustia.
Levanté la cara para reconocer a la persona que me hablaba, pero no lo logré, solo pude percibir el sonido de unas pisadas en el pasto seco.
¿Lo estaba imaginando? Quizás se trataba de una ilusión.
—No corres peligro May, tranquila, respira conmigo.
Unas manos me sujetaron los hombros con suavidad, aquella figura comenzó a inhalar y exhalar lentamente así que me esforcé por imitarlo y hacer lo que me pedía.
—Eso es, lo estás haciendo muy bien — Me animó.
Luego de un rato, fui capaz de concentrarme en nuestras respiraciones, mi ritmo cardiaco se estabilizó y poco a poco disminuyó el hormigueo de mi cuerpo, sentí con alivio, como recuperaba el control de mis piernas y mis manos.
Enfoqué la vista alrededor, para saber en dónde me encontraba.
Mi espalda descansaba en el tronco de un árbol, pude sentir la tela de mi blusa incrustarse en la corteza.
Reconocía ese lugar, estaba en el parque, quizás una sección más adentro, ya que había muchos árboles en comparación de la zona de juegos.
Alcé la vista para que la luz que se colaba por la copa de los árboles me obligara a reaccionar más rápido, quería saber quién era mi salvador.
—Lo hiciste muy bien — Me dijo aquella figura, esbozando una sonrisa.
Sentí que los ojos se me llenaron de lágrimas.
—Max — Balbuceé.
Apreté los labios, conteniendo un sollozo.
Pasé de la tristeza a la furia en un dos por tres, la sangre me hervía, mordí mi boca para contener las ganas de gritar.
Me sentía patética, hacía mucho tiempo que creía haber dominado ese sentimiento de impotencia.
Mi hermano me sobó la espalda, tranquilizándome, él me conocía muy bien, estaba segura de que entendería mi situación y que no me forzaría a hablar.
—Hey, tranquila — Me dijo, después, amplió su sonrisa y utilizó un tono de voz juguetón — ¿Crees que vine solo a saludarte? Me muero de hambre, ¿Tú no?
Me ayudó a incorporarme y me tomó de la mano para comenzar a andar.
Durante el camino, me mantuve en silencio, agradecida de que me hablara con normalidad, no tenía ganas de que me tratara como si fuera de papel y su esfuerzo me ayudó a terminar de espabilarme.
Max me habló sobre la Universidad, de su rutina en la tienda de videojuegos dónde trabajaba medio tiempo y de lo feliz que estaba por decidir estudiar programación, dijo que era muy enriquecedor para él y que sus profesores lo animaban a seguir sus metas, también me enlistó ideas sobre los juegos que quería presentar como proyectos finales y de los cuales, todavía faltaba pulir detalles.
Yo lo escuché atenta y solo hice comentarios cuándo lo creí oportuno, además, me permití soltar algunas bromas para aligerar la tensión que, hasta ese momento todavía sentía.
Lo mejor, era simplemente disfrutar de nuestra salida.
Cerca de mi departamento, había una pizzería a la que Max le gustaba frecuentar, le encantaba lo rústico que lucía el lugar y que las pizzas las sirvieran en sartenes de teflón pequeños, de esa manera, no se sentía tan culpable al darse cuenta de que se había comido tres órdenes él solo.
El fin de su periodo de exámenes era la principal razón de habernos encontrado para salir y celebrar.
—Esto está delicioso — Dijo mi hermano dándole una gran mordida a su clásica pizza de salami.
—Sí que lo es — Le di la razón, levanté mi pizza de pan de pita y albahaca y la olfateé antes de morderla, una costumbre que tenía antes de probar la comida.
El sabor me hizo sentir con energía.
—¿Crees que si decidimos llevar algunas con nuestros padres se mantengan en buen estado? — Preguntó mi hermano.
Sabía que realmente él no estaba pensando en hacer eso, solo trataba de distraerme lo más que pudiera, aún si eso significaba hacer comentarios tontos.
—Podemos intentarlo, si sucede algo en el camino, siempre podemos sacrificarnos y comérnoslas — Contesté
Max sonrió con mi respuesta.
Mi hermano me conocía mejor que nadie, se notaba preocupado pero con cierto matiz de alivio, pues sabía que la comida era un deleite para mí y que era la mejor manera de levantarme la moral.
No me dejó pagar, pero le hice prometerme que yo sería la próxima en invitar la comida en nuestra siguiente salida.
El local estaba ubicado a media cuadra de mi edificio, el color blanco de la fachada lucía deslavado pero solo si lo mirabas con mucha atención, además, para lo que pagaba de renta estaba bien ubicado.
— Me dio gusto verte hoy, May — Dijo mi hermano cuándo estuvimos en el portón negro.
Le dediqué una sonrisa sincera.
—A mí también Max, ¿No quieres que te acompañe? Aunque sea a la estación.
Negó con la cabeza.
—El campus está cerca, puedo hacerlo solo.
Su fachada serena se desvaneció, me lanzó una mirada de preocupación y angustia, su silencio era más que nada por cortesía, intentaba no incomodarme.
—Estoy bien — Dije, necesitaba tranquilizarlo.
Mi hermano cerró los ojos y suspiró.
Sabía que no iba a hacerme hablar.
—Entonces, nos vemos luego May.
Me dio un suave abrazo y comenzó a caminar hacia el otro lado de la calle, no aparté mi mirada hasta que lo vi desaparecer en camino al subterráneo.
Saqué de mi mochila las llaves de la entrada principal y entré, necesitaba descansar y despejar mi mente.
Mi complejo habitacional era (A mi parecer) bastante bonito, había cuatro edificios acomodados de tres departamentos cada uno, así que había doce en total, el lugar daba la impresión de estar en una torre con mucha luz solar, por lo que no era necesario tener las luces encendidas hasta bien entrada la noche.
Las escaleras eran de concreto y se entrelazaban de tal forma que era necesario toparse con la puerta de otro vecino antes de seguir subiendo al siguiente piso, yo tenía que subir al último para llegar a mi departamento.
Mi piso todavía lucía un poco vacío, era evidente que mis cosas eran pocas en comparación de lugar, pero me invadía una sensación de protección y satisfacción con lo que había logrado, ya me encargaría de llenarlo de más muebles y quizás algunos cuadros de mi familia.
En mi mundo ideal, hubiera sido fantástico poder tener ese espacio como un lugar fijo, pero por ahora, solo podía permitirme rentarlo.
Dejé las llaves en la mesa de la entrada y caminé a la derecha para entrar a mi cocina, me serví un vaso de agua que dejé después en la mesita de cristal de mi sala, un mueble que había encontrado en remate.
Pasé por el comedor hasta llegar a un cuartito al lado de mi balcón, una habitación compacta en la que logré acomodar una vieja lavadora, la ubicación me permitía aprovechar las corrientes de aire de mi terraza para secar la ropa.
Recorrí la cortina del balcón y me senté en una silla de madera, levanté mis manos y me recargué sobre los codos en el barandal.
Ya era costumbre dedicar el final del día a admirar la calle desde ahí, a veces había mucho movimiento, pero otras (Cómo ese día) ya casi todo estaba vacío, los locales ya estaban cerrando para comenzar descansados la semana laboral y se distinguían a algunas personas apurando el paso para llegar a sus destinos.
Decidí que, al igual que ellos, era momento de descansar y me dirigí a la habitación.
No prendí la luz y tampoco me molesté en cambiarme de ropa, me dejé caer boca abajo en la cama y me saqué los zapatos a patadas, me sentía agotada y desanimada, las ganas de llorar al recordar lo que había pasado en el parque seguían latentes.
Qué patética.
Cerré los ojos y me concentré en mi respiración, dejé que mis extremidades se relajaran hasta quedarme completamente dormida.
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¡Hola!
Si de casualidad hay alguien aquí que se topó en su momento con esta historia, agradecería mucho que no spoilearan a otros lectores. Mi intención es publicarlo con las faltas de ortografía correspondientes para hacer la historia mucho más disfrutable.
Son 20 capítulos y todos están finalizados, así que las actualizaciones serán constantes.
Xanath.
Xanath- **Miembro*Contest**
-
Edad : 24
Cumpleaños!! : 20/05/2000
Mi llegada : 15/05/2024
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3 17
A Mihrimoonx le gusta esta publicación
Re: L A F L O R E R I A D E L A C U A D R A
Estoy muy feliz por leer un nuevo fic contest! Me encanta la temática de los AU's porque son recursos explotables
Tengo mucha ganas de leer más de esto; creo que por ser el primer capítulo mi comentario no es muy largo. Esperaré por la actualización.
Tengo mucha ganas de leer más de esto; creo que por ser el primer capítulo mi comentario no es muy largo. Esperaré por la actualización.
Mihrimoonx- **Fan*Contest**
-
Edad : 25
Cumpleaños!! : 01/09/1999
Mi llegada : 04/03/2013
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A Xanath le gusta esta publicación
2. CONFORT.
LA FLORERÍA DE LA CUADRA
2. CONFORT.
Me costó trabajo aprender a levantarme temprano, todavía necesitaba de al menos cuatro alarmas con cinco minutos de diferencia entre cada una para terminar de despertar completamente.
Tomar una ducha por la mañana ayudaba un montón, el agua tibia recorriendo mi cuerpo resultaba revitalizante y el cambio de clima al salir de la regadera era una sensación agradable.
Busqué entre la ropa que tenía en mi armario unos pantalones negros entallados a la altura de la cadera, una camisa roja con detalles de encaje y unas botas negras.
Mi maquillaje era mínimo, solo base con protector solar, un poco de lápiz de ojos y un bálsamo con color.
Mi cabello llegaba un poco más debajo de los hombros, durante mucho tiempo estuve acostumbrada a llevarlo dividido en dos partes y cuándo quería moverlo terminaba con una fea marca en medio, como si lo hubiera tenido amarrado todo el día, ahora lo dejaba caer por mis hombros, permitiéndole tomar su propia forma.
Mientras me dedicaba a arreglarme, aprovechaba para comer, mi dieta se basaba mayormente en algunos platillos con avena, había descubierto que era muy económica y aprendiendo a administrarla, podía llegar a rendirme varías semanas, además, había gran variedad de platillos dulces y salados para preparar, así que nunca me aburría a la hora de desayunar.
Metí el uniforme (Qué había preparado una noche anterior) en mi mochila y salí de mi departamento, bajé las escaleras en saltitos, caminé directo a la estación y en cuestión de minutos ya estaba sentada en el autobús camino al trabajo.
No era necesario caminar demasiado desde la estación a la panadería, unas dos cuadras desde las cuáles podía distinguir a Saúl, Rod, Phoebe (Mis compañeros de trabajo) y Miranda, la gerente y dueña del local.
Todos me hacían señas, invitándome a acercarme a ellos.
— Justo a tiempo, May — Dijo Phoebe.
La chica llevaba puesto un pantalón y sudadera de mezclilla, su cabello corto y negro se amoldaba perfectamente a su rostro ovalado, colocó un mechón de cabello detrás de su oreja derecha, un gesto que se había vuelto su sello personal.
— Buenos días, Phoebe — La saludé con una sonrisa.
Me giré para saludar a los demás.
— Y a todos, por su puesto — Dije — ¿Cómo estuvo su fin de semana? ¿La pasaron bien?
Miranda caminó hacía el local con las llaves en la mano.
— Divertido, pero hubiera sido aún mejor si el calor no estropeara mi maquillaje — Levantó sus lentes sobre su cabeza y los colocó como si fuera una diadema sobre su melena rubia.
A mi lado, Rod abrió la boca para bostezar.
— Quería ser productivo, pero me la pasé durmiendo — Frotó su ojo por debajo de su lentes y sujetó la puerta con una mano cuándo Miranda la abrió.
—Un día la procrastinación te dará problemas — Comentó Saúl, quién reemplazó a Rod para asegurar la puerta y dejarnos pasar a Phoebe y a mi.
—Déjalo, no aprenderá hasta que las cosas no le salgan como quiere — Lo regañó Phoebe.
Rod le sacó la lengua.
—Como sea — Dijo mi amiga — Yo estuve fuera todo el tiempo que pude, encontré un lugar nuevo para patinar, así que podemos ir la próxima vez, ¿Qué dices, May?
Phoebe se colgó de mi codo y me sonrió, con simpatía.
Ella se convirtió en mi salvación cuándo recién llegué, de no ser por Phoebe (Qué procuraba junto a Rod y Saúl a incluirme) me hubiera sentido bastante sola, estaba muy agradecida de tenerlos conmigo en un lugar desconocido.
—Claro, pongámonos de acuerdo para ir — Contesté.
— ¿Estamos invitados? — Pregunto Rod de forma pícara, sujetó a Saúl del codo, qué estaba amarrando su cabello en una coleta baja, y lo acercó hacía nosotras.
—Obviamente — Respondió Phoebe — Pero, es solo para patinar, no es una reunión como las que tenemos cada mes ¿Entendiste Rod? Y por si no te queda claro, si, eso significa que nada de alcohol.
La última vez que nos habíamos reunido en el departamento de Phoebe, Rod había terminado tan ebrio que el escándalo que montó le ganó a nuestra amiga su enemistad con los vecinos, uno de ellos amenazó con llamar a la policía si continuábamos haciendo desorden, Saúl terminó por llevárselo a su casa.
Nuestro compañero se puso rojo de vergüenza y se escondió detrás de Saúl, se aferró a su codo y salió corriendo entre el pequeño pasillo de bandejas de pan vacías, después, se escabulló detrás de la barra, lugar que era su área de trabajo en compañía de Saúl, ambos se encargaban de la preparación de bebidas calientes y de atender las cinco mesas del lugar.
—Hasta mis cachorros son menos infantiles — Comentó Miranda, quién ya había ocupado su lugar detrás de la caja, se dispuso a mirarse por última vez los labios en su espejo y se alborotó el cabello.
—Son peor que eso — Afirmó mi amiga.
Phoebe y yo caminamos al fondo de la panadería, pasando entre las mesas directo a la cocina.
El solo hecho de poner un pie dentro me ponía de buenas: El olor de la levadura, el café, la fruta, la vainilla, el chocolate, el pan recién horneado La mezcla de aromas era reconfortante y sin duda, de las mejores cosas del trabajo.
Amaba los postres y poder vivir de prepararlos era aún mejor.
— ¿Qué hay de ti, May? ¿Qué tal tu fin de semana? — Me preguntó la pelinegra.
Saqué la filipina negra de mi mochila y amarré mi cabello con una red.
— Estuvo bien, vi a mi hermano y salimos a comer.
— ¿Fueron a la pizzería?
Su pregunta me conmovió.
Phoebe hablaba la mayor parte del tiempo, eso no me molestaba, prefería escucharla hablar sobre su color favorito y su música preferida, sin embargo, cuándo yo lo hacía, notaba de ella la mejor de las atenciones y que recordara el detalle que me encantaba esa pizzería, fue lindo.
— Exactamente — Le dije con una sonrisa, coloqué las manos en mi cintura y observé la mesa frente a nosotras — ¿Comenzamos?
Ella terminó de esconder sus cabellos en la red y asintió.
— Primero hay que comenzar con los bolillos, son lo que tardan más tiempo en hacerse, yo puedo con eso, creo que sería mejor que comenzaras con las conchas de chocolate y de fresa, esas son más demandadas y hacer la corteza es más complicado, luego de eso, sería bueno comenzar con el relleno de los rollitos de piña y melocotón, aprovechemos para hacer el relleno para los pastelitos, en cuanto al glaseado de plátano...
La escuche, maravillada.
Phoebe y yo llevábamos medio año trabajando juntas, sabía de sobra lo que debíamos hacer, pero ella acostumbraba a repasar en voz alta los pendientes del día, el discurso se había vuelto una especie de mantra para nosotras, sentía que era de buena suerte dejarla recitarlo antes de comenzar a trabajar.
Aunque teníamos la misma edad, ella tenía más experiencia, yo debía acoplarme a sus indicaciones.
Laborar con ella era muy relajante, no se ponía exigente y si teníamos problemas buscaba soluciones rápidas, además, era muy entretenido escucharla canturrear alguna canción inventada de acuerdo a lo que estuviéramos preparando: Una melodía dulce cuándo hacíamos pastelillos o pan de melocotón, una un poco más rápida cuándo estábamos decorando o algo parecido a beat box cuándo era momento de batir a mano.
El trabajo, es todo lo que estaba bien en mi vida.
No me cansaba de ver a la gente entrar al establecimiento: Por las mañanas era bien solicitado el pan de dulce, por las tardes a Phoebe y a mi nos gustaba imaginar historias de amor con las parejas que degustaban café y pastelitos de plátano caramelizado y por la tarde/noche se acababan los panqués de mármol y de nuez, en ese horario era cuándo la exitosa mezcla de chocolate en polvo de Saúl ya estaba agotada.
Disfrutaba tanto de mi trabajo que en ocasiones me olvidaba de comer, Rod me llevaba algún bocadillo por indicación de Phoebe, o a veces, Saúl nos llamaba para que probáramos sus nuevas bebidas calientes y terminaba preparándonos algún aperitivo, hasta ahora, mi favorita era la espumosa leche de chocobanana, una bebida que Saúl había logrado luego de experimentar libremente con el permiso de Miranda, quien no se jactaba de dejarlo usar su creatividad.
No tenía mucho para lograr nuevas mezclas, pero sus chocolates, cafés y tés se sentían como un cálido abrazo de mi abuela directo al corazón.
El local era pequeño pero muy concurrido, había fila casi todo el tiempo para el pan y para poder entrar a las mesas, sorprendentemente, a la gente le encantaba nuestro trabajo y para nosotros, no había nada más hermoso que verlos disfrutar de nuestro empeño.
El día continuó sin contratiempos y con pequeños momentos cómicos, un cliente tuvo que regresarle las gafas a Rod porque se había llevado por accidente las suyas, mi amigo no había desaprovechado la oportunidad para usar su carisma y persuadirlo de llevarse una bolsa de galletas y dos paquetes de pastelillos miniatura.
Rod era todo lo contrario a Saúl, quien parecía una piedra desde su lugar, de vez en cuándo me levantaba el pulgar para saludarme cuándo cruzábamos la mirada, solo hablaba cuándo lo creía necesario y era, casi siempre, la voz de la razón de nuestro grupo.
En el cierre, Phoebe y yo nos turnábamos para las labores de la cocina, ella se encargaba de lavar trastes y utensilios por una semana y yo me las arreglaba para barrer, trapear y lavar los trapos de cocina, era un pequeño truco que habíamos aprendido de Saúl y Rod que también se turnaban para lavar las cafeteras, limpiar las mesas y estantes dónde colocábamos las charolas de pan, un trabajo que apoyaba la jefa mientras se encargaba de hacer el corte del día.
Una vez finalizada nuestra labor de dejar limpio el establecimiento, nos juntábamos todos en la puerta principal para escuchar a Miranda, una costumbre que de vez en cuándo se encargaba de cumplir para felicitarnos por el trabajo del día.
— Este fue un inicio de semana movido, esperemos que todo se mantenga así en la semana — Dijo.
Celebramos silenciosamente y se dio paso al silencio, era el momento de las observaciones.
—Debo admitir que el chocolate espumoso de hoy estuvo delicioso, Saúl, pero recuerda que una sonrisa para los clientes no viene mal, sé que te esfuerzas, no dejes de hacerlo, y en cuanto a ti Rod, por favor no dejes tus mesas tanto tiempo solas, eres ágil, pero no te distraigas demasiado.
— Si, jefa — Respondieron ambos.
— Por otro lado, May, no hagas tanto ruido con las charolas, a veces se escuchan hasta acá afuera y la gente no puede evitar preguntarse si no están asesinando a alguien allá atrás.
Rod soltó una risa.
— Y Phoebe, hablar en el trabajo no está mal, esta vez lo hiciste más de lo normal, fuera de eso el volcán de cajeta sigue siendo el favorito de aquí, no se priven de experimentar.
— Si, jefa — Dijimos ambas
— Qué niños tan lindos — Susurró Miranda, palmeó al cielo y caminó hacía la salida — Entonces, vamos a descansar.
Una vez que Miranda comprobó que no había seguros flojos en la cortina del aparador nos permitimos desplazarnos hacía la calle, nos lanzó un beso en forma de despedida y desapareció tan despampanante como siempre en su coche rojo.
— Me duele el cuello — Comentó Saúl, moviendo la cabeza con suavidad.
Rod bufó.
— ¿De qué? — Preguntó — ¿De tanto asomarte a la cocina para ver Phoe...?
—¡Cht! ¡No digas esas cosas! — Siseó Saúl mientras sujetaba a su amigo por el cuello, aplicándole una llave de forma amigable.
Era cierto que había notado desde hace un tiempo cierto interés de Saúl en Phoebe, en realidad, todos lo notábamos a excepción de ella, quién pareció no escuchar lo que estaba diciendo, ya que se encontraba atendiendo una llamada.
— Si, lo sé madre, no te preocupes, estoy comiendo bien, si, tranquila, me divierto mucho — Phoebe nos miraba un poco avergonzada, me había dicho que su relación con su madre estaba mejorando un montón desde que había decidido vivir sola, pero no terminaba de acostumbrarse a tener ese trato con ella
Le guiñé el ojo para hacerle saber que no tenía nada de que preocuparse, ella asintió y aceleró el paso para sentirse menos invadida.
Cuándo estuvimos solos, Rod le habló a Saúl en un tono de voz mucho más moderado.
— ¿Has tenido una conversación real con ella? — Preguntó el chico de lentes.
— No realmente — Admitió Saúl, rascándose la cabeza.
— Sé que es difícil, pero deberías hacerlo — Aconsejé
Saúl suspiró y se soltó el cabello, aunque no era demasiado largo, prefería tenerlo amarrado en horario laboral para que no molestara con su trabajo, él era de las pocas personas que conocía a las que se les veía bien ese tipo de estilo rockero.
Rod y yo lo miramos, esperando su respuesta.
— Eso es imposible — Dijo con un tono de voz tan monótono e inexpresivo, que provocó en Rod una carcajada.
Saúl se presentó como una persona demasiado seria al comienzo, pocas veces hablaba y parecía estar en su mundo, por el contrario, Rod, era perfectamente el amigo que definiría como el alma de la fiesta, de vez en cuando andaba por el local dando vueltas y siempre estaba preguntando por sus anteojos ya que no recordaba dónde los había puesto.
— Pienso que deberías intentarlo – Insistí — Ella no sabrá el tipo de persona que eres si no le permites conocerte.
—Uhm.
La conversación tuvo que detenerse ahí.
Phoebe se acercó a nosotros para reanudar la marcha, intercambiamos palabras de despedida antes de que Rod y Saúl se dirigieran al subterráneo mientras que ella y yo nos acompañamos hacía la parada para tomar nuestros respectivos camiones.
Una vez cómoda en mi asiento, hice un repaso mental de mi día.
Me sentía agradecida por tener un trabajo estable, por tener buenos compañeros y por vivir en un lugar bonito.
Me sentía conforme con este estilo de vida que llevaba desde hace medio año y la verdad, es que nada podía ser más perfecto para mi.
Tomar una ducha por la mañana ayudaba un montón, el agua tibia recorriendo mi cuerpo resultaba revitalizante y el cambio de clima al salir de la regadera era una sensación agradable.
Busqué entre la ropa que tenía en mi armario unos pantalones negros entallados a la altura de la cadera, una camisa roja con detalles de encaje y unas botas negras.
Mi maquillaje era mínimo, solo base con protector solar, un poco de lápiz de ojos y un bálsamo con color.
Mi cabello llegaba un poco más debajo de los hombros, durante mucho tiempo estuve acostumbrada a llevarlo dividido en dos partes y cuándo quería moverlo terminaba con una fea marca en medio, como si lo hubiera tenido amarrado todo el día, ahora lo dejaba caer por mis hombros, permitiéndole tomar su propia forma.
Mientras me dedicaba a arreglarme, aprovechaba para comer, mi dieta se basaba mayormente en algunos platillos con avena, había descubierto que era muy económica y aprendiendo a administrarla, podía llegar a rendirme varías semanas, además, había gran variedad de platillos dulces y salados para preparar, así que nunca me aburría a la hora de desayunar.
Metí el uniforme (Qué había preparado una noche anterior) en mi mochila y salí de mi departamento, bajé las escaleras en saltitos, caminé directo a la estación y en cuestión de minutos ya estaba sentada en el autobús camino al trabajo.
No era necesario caminar demasiado desde la estación a la panadería, unas dos cuadras desde las cuáles podía distinguir a Saúl, Rod, Phoebe (Mis compañeros de trabajo) y Miranda, la gerente y dueña del local.
Todos me hacían señas, invitándome a acercarme a ellos.
— Justo a tiempo, May — Dijo Phoebe.
La chica llevaba puesto un pantalón y sudadera de mezclilla, su cabello corto y negro se amoldaba perfectamente a su rostro ovalado, colocó un mechón de cabello detrás de su oreja derecha, un gesto que se había vuelto su sello personal.
— Buenos días, Phoebe — La saludé con una sonrisa.
Me giré para saludar a los demás.
— Y a todos, por su puesto — Dije — ¿Cómo estuvo su fin de semana? ¿La pasaron bien?
Miranda caminó hacía el local con las llaves en la mano.
— Divertido, pero hubiera sido aún mejor si el calor no estropeara mi maquillaje — Levantó sus lentes sobre su cabeza y los colocó como si fuera una diadema sobre su melena rubia.
A mi lado, Rod abrió la boca para bostezar.
— Quería ser productivo, pero me la pasé durmiendo — Frotó su ojo por debajo de su lentes y sujetó la puerta con una mano cuándo Miranda la abrió.
—Un día la procrastinación te dará problemas — Comentó Saúl, quién reemplazó a Rod para asegurar la puerta y dejarnos pasar a Phoebe y a mi.
—Déjalo, no aprenderá hasta que las cosas no le salgan como quiere — Lo regañó Phoebe.
Rod le sacó la lengua.
—Como sea — Dijo mi amiga — Yo estuve fuera todo el tiempo que pude, encontré un lugar nuevo para patinar, así que podemos ir la próxima vez, ¿Qué dices, May?
Phoebe se colgó de mi codo y me sonrió, con simpatía.
Ella se convirtió en mi salvación cuándo recién llegué, de no ser por Phoebe (Qué procuraba junto a Rod y Saúl a incluirme) me hubiera sentido bastante sola, estaba muy agradecida de tenerlos conmigo en un lugar desconocido.
—Claro, pongámonos de acuerdo para ir — Contesté.
— ¿Estamos invitados? — Pregunto Rod de forma pícara, sujetó a Saúl del codo, qué estaba amarrando su cabello en una coleta baja, y lo acercó hacía nosotras.
—Obviamente — Respondió Phoebe — Pero, es solo para patinar, no es una reunión como las que tenemos cada mes ¿Entendiste Rod? Y por si no te queda claro, si, eso significa que nada de alcohol.
La última vez que nos habíamos reunido en el departamento de Phoebe, Rod había terminado tan ebrio que el escándalo que montó le ganó a nuestra amiga su enemistad con los vecinos, uno de ellos amenazó con llamar a la policía si continuábamos haciendo desorden, Saúl terminó por llevárselo a su casa.
Nuestro compañero se puso rojo de vergüenza y se escondió detrás de Saúl, se aferró a su codo y salió corriendo entre el pequeño pasillo de bandejas de pan vacías, después, se escabulló detrás de la barra, lugar que era su área de trabajo en compañía de Saúl, ambos se encargaban de la preparación de bebidas calientes y de atender las cinco mesas del lugar.
—Hasta mis cachorros son menos infantiles — Comentó Miranda, quién ya había ocupado su lugar detrás de la caja, se dispuso a mirarse por última vez los labios en su espejo y se alborotó el cabello.
—Son peor que eso — Afirmó mi amiga.
Phoebe y yo caminamos al fondo de la panadería, pasando entre las mesas directo a la cocina.
El solo hecho de poner un pie dentro me ponía de buenas: El olor de la levadura, el café, la fruta, la vainilla, el chocolate, el pan recién horneado La mezcla de aromas era reconfortante y sin duda, de las mejores cosas del trabajo.
Amaba los postres y poder vivir de prepararlos era aún mejor.
— ¿Qué hay de ti, May? ¿Qué tal tu fin de semana? — Me preguntó la pelinegra.
Saqué la filipina negra de mi mochila y amarré mi cabello con una red.
— Estuvo bien, vi a mi hermano y salimos a comer.
— ¿Fueron a la pizzería?
Su pregunta me conmovió.
Phoebe hablaba la mayor parte del tiempo, eso no me molestaba, prefería escucharla hablar sobre su color favorito y su música preferida, sin embargo, cuándo yo lo hacía, notaba de ella la mejor de las atenciones y que recordara el detalle que me encantaba esa pizzería, fue lindo.
— Exactamente — Le dije con una sonrisa, coloqué las manos en mi cintura y observé la mesa frente a nosotras — ¿Comenzamos?
Ella terminó de esconder sus cabellos en la red y asintió.
— Primero hay que comenzar con los bolillos, son lo que tardan más tiempo en hacerse, yo puedo con eso, creo que sería mejor que comenzaras con las conchas de chocolate y de fresa, esas son más demandadas y hacer la corteza es más complicado, luego de eso, sería bueno comenzar con el relleno de los rollitos de piña y melocotón, aprovechemos para hacer el relleno para los pastelitos, en cuanto al glaseado de plátano...
La escuche, maravillada.
Phoebe y yo llevábamos medio año trabajando juntas, sabía de sobra lo que debíamos hacer, pero ella acostumbraba a repasar en voz alta los pendientes del día, el discurso se había vuelto una especie de mantra para nosotras, sentía que era de buena suerte dejarla recitarlo antes de comenzar a trabajar.
Aunque teníamos la misma edad, ella tenía más experiencia, yo debía acoplarme a sus indicaciones.
Laborar con ella era muy relajante, no se ponía exigente y si teníamos problemas buscaba soluciones rápidas, además, era muy entretenido escucharla canturrear alguna canción inventada de acuerdo a lo que estuviéramos preparando: Una melodía dulce cuándo hacíamos pastelillos o pan de melocotón, una un poco más rápida cuándo estábamos decorando o algo parecido a beat box cuándo era momento de batir a mano.
El trabajo, es todo lo que estaba bien en mi vida.
No me cansaba de ver a la gente entrar al establecimiento: Por las mañanas era bien solicitado el pan de dulce, por las tardes a Phoebe y a mi nos gustaba imaginar historias de amor con las parejas que degustaban café y pastelitos de plátano caramelizado y por la tarde/noche se acababan los panqués de mármol y de nuez, en ese horario era cuándo la exitosa mezcla de chocolate en polvo de Saúl ya estaba agotada.
Disfrutaba tanto de mi trabajo que en ocasiones me olvidaba de comer, Rod me llevaba algún bocadillo por indicación de Phoebe, o a veces, Saúl nos llamaba para que probáramos sus nuevas bebidas calientes y terminaba preparándonos algún aperitivo, hasta ahora, mi favorita era la espumosa leche de chocobanana, una bebida que Saúl había logrado luego de experimentar libremente con el permiso de Miranda, quien no se jactaba de dejarlo usar su creatividad.
No tenía mucho para lograr nuevas mezclas, pero sus chocolates, cafés y tés se sentían como un cálido abrazo de mi abuela directo al corazón.
El local era pequeño pero muy concurrido, había fila casi todo el tiempo para el pan y para poder entrar a las mesas, sorprendentemente, a la gente le encantaba nuestro trabajo y para nosotros, no había nada más hermoso que verlos disfrutar de nuestro empeño.
El día continuó sin contratiempos y con pequeños momentos cómicos, un cliente tuvo que regresarle las gafas a Rod porque se había llevado por accidente las suyas, mi amigo no había desaprovechado la oportunidad para usar su carisma y persuadirlo de llevarse una bolsa de galletas y dos paquetes de pastelillos miniatura.
Rod era todo lo contrario a Saúl, quien parecía una piedra desde su lugar, de vez en cuándo me levantaba el pulgar para saludarme cuándo cruzábamos la mirada, solo hablaba cuándo lo creía necesario y era, casi siempre, la voz de la razón de nuestro grupo.
En el cierre, Phoebe y yo nos turnábamos para las labores de la cocina, ella se encargaba de lavar trastes y utensilios por una semana y yo me las arreglaba para barrer, trapear y lavar los trapos de cocina, era un pequeño truco que habíamos aprendido de Saúl y Rod que también se turnaban para lavar las cafeteras, limpiar las mesas y estantes dónde colocábamos las charolas de pan, un trabajo que apoyaba la jefa mientras se encargaba de hacer el corte del día.
Una vez finalizada nuestra labor de dejar limpio el establecimiento, nos juntábamos todos en la puerta principal para escuchar a Miranda, una costumbre que de vez en cuándo se encargaba de cumplir para felicitarnos por el trabajo del día.
— Este fue un inicio de semana movido, esperemos que todo se mantenga así en la semana — Dijo.
Celebramos silenciosamente y se dio paso al silencio, era el momento de las observaciones.
—Debo admitir que el chocolate espumoso de hoy estuvo delicioso, Saúl, pero recuerda que una sonrisa para los clientes no viene mal, sé que te esfuerzas, no dejes de hacerlo, y en cuanto a ti Rod, por favor no dejes tus mesas tanto tiempo solas, eres ágil, pero no te distraigas demasiado.
— Si, jefa — Respondieron ambos.
— Por otro lado, May, no hagas tanto ruido con las charolas, a veces se escuchan hasta acá afuera y la gente no puede evitar preguntarse si no están asesinando a alguien allá atrás.
Rod soltó una risa.
— Y Phoebe, hablar en el trabajo no está mal, esta vez lo hiciste más de lo normal, fuera de eso el volcán de cajeta sigue siendo el favorito de aquí, no se priven de experimentar.
— Si, jefa — Dijimos ambas
— Qué niños tan lindos — Susurró Miranda, palmeó al cielo y caminó hacía la salida — Entonces, vamos a descansar.
Una vez que Miranda comprobó que no había seguros flojos en la cortina del aparador nos permitimos desplazarnos hacía la calle, nos lanzó un beso en forma de despedida y desapareció tan despampanante como siempre en su coche rojo.
— Me duele el cuello — Comentó Saúl, moviendo la cabeza con suavidad.
Rod bufó.
— ¿De qué? — Preguntó — ¿De tanto asomarte a la cocina para ver Phoe...?
—¡Cht! ¡No digas esas cosas! — Siseó Saúl mientras sujetaba a su amigo por el cuello, aplicándole una llave de forma amigable.
Era cierto que había notado desde hace un tiempo cierto interés de Saúl en Phoebe, en realidad, todos lo notábamos a excepción de ella, quién pareció no escuchar lo que estaba diciendo, ya que se encontraba atendiendo una llamada.
— Si, lo sé madre, no te preocupes, estoy comiendo bien, si, tranquila, me divierto mucho — Phoebe nos miraba un poco avergonzada, me había dicho que su relación con su madre estaba mejorando un montón desde que había decidido vivir sola, pero no terminaba de acostumbrarse a tener ese trato con ella
Le guiñé el ojo para hacerle saber que no tenía nada de que preocuparse, ella asintió y aceleró el paso para sentirse menos invadida.
Cuándo estuvimos solos, Rod le habló a Saúl en un tono de voz mucho más moderado.
— ¿Has tenido una conversación real con ella? — Preguntó el chico de lentes.
— No realmente — Admitió Saúl, rascándose la cabeza.
— Sé que es difícil, pero deberías hacerlo — Aconsejé
Saúl suspiró y se soltó el cabello, aunque no era demasiado largo, prefería tenerlo amarrado en horario laboral para que no molestara con su trabajo, él era de las pocas personas que conocía a las que se les veía bien ese tipo de estilo rockero.
Rod y yo lo miramos, esperando su respuesta.
— Eso es imposible — Dijo con un tono de voz tan monótono e inexpresivo, que provocó en Rod una carcajada.
Saúl se presentó como una persona demasiado seria al comienzo, pocas veces hablaba y parecía estar en su mundo, por el contrario, Rod, era perfectamente el amigo que definiría como el alma de la fiesta, de vez en cuando andaba por el local dando vueltas y siempre estaba preguntando por sus anteojos ya que no recordaba dónde los había puesto.
— Pienso que deberías intentarlo – Insistí — Ella no sabrá el tipo de persona que eres si no le permites conocerte.
—Uhm.
La conversación tuvo que detenerse ahí.
Phoebe se acercó a nosotros para reanudar la marcha, intercambiamos palabras de despedida antes de que Rod y Saúl se dirigieran al subterráneo mientras que ella y yo nos acompañamos hacía la parada para tomar nuestros respectivos camiones.
Una vez cómoda en mi asiento, hice un repaso mental de mi día.
Me sentía agradecida por tener un trabajo estable, por tener buenos compañeros y por vivir en un lugar bonito.
Me sentía conforme con este estilo de vida que llevaba desde hace medio año y la verdad, es que nada podía ser más perfecto para mi.
Última edición por Xanath el Miér 26 Jun - 19:42, editado 3 veces
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3. CONMOCIÓN.
LA FLORERÍA DE LA CUADRA
3. CONMOCIÓN.
—¿Jugo de mango o refresco? — Me pregunté en voz baja.
Pese a lo caluroso del día, la corriente de aire del refrigerador me mantenía fresca.
De forma muy conveniente, tenía un supermercado a la vuelta de la cuadra, justo en dirección a la estación de autobús que debía tomar para ir al trabajo.
Era pequeño, tenía cuatro pasillos de color crema con materia prima indispensable y una sección de verduras, carnes y bebidas en refrigeradores rojos, el lugar estaba muy bien surtido y se había vuelto mi lugar predilecto para la despensa semanal.
—Jugo — Decidí.
Mis amigos tenían las ideas más creativas para preparar bebidas y por eso siempre procuraba tener jugo en mi departamento.
Abrí el refrigerador y tomé dos botes de un litro, los metí en mi cesta y comencé a caminar hacía la caja.
Era una costumbre desde que había comenzado a trabajar en la panadería que nos viéramos al menos una vez cada cuatro semanas en el departamento de Phoebe, Rod, Saúl o el mío para pasarla bien.
Por esta ocasión yo sería la anfitriona.
Salir de fiesta o quedar en la casa de mis amigos era algo que solía hacer con Misty, Ash y Dawn cuándo todavía vivíamos cerca, así que la idea me pareció magnífica cuándo Phoebe me la propuso.
Según Rod, la relación entre ellos se limitaba a ser meramente laboral y mi llegada, los unió para una causa en común.
Desde entonces, nuestras fiestas me habían permitido conocerlos mejor.
Rod estudiaba turismo los fines de semana, no podía permitirse del tiempo para ir al campus por lo que tomaba clases en linea, se consideraba más bien una persona autodidacta y esa modalidad le venía bien. La primera vez que lo vi, recuerdo haberlo juzgado como un nerd, porque tenía toda la pinta, las gafas solo podía asociarlas con mi hermano, pero Rod era un poco más alocado, vivía sin miedo sus emociones, perfectamente el amigo con el que podía juntarme para poner de los nervios a Phoebe.
El cabello amarrado le daba una apariencia extrovertida a Saúl, pero lo cierto es que era la única persona capaz de mantener a raya a Rod, su aprendiz. Saúl comenzó desde joven a trabajar como coctelero en bares, se pagó un curso como Barista durante dos años aún cuando su familia se lo prohibió, no lo veían como algo de lo que pudiera vivir y en tres años había demostrado que no solo era posible, si no que, además, podía dedicarse a eso de manera profesional, en la panadería destacaba un montón por su trabajo con arte del latte, Saúl era el tipo de persona que hubiera querido tener como hermano mayor, paciente y protector.
Nunca creí ver una cabellera tan negra como la de Ash, hasta que conocí a Phoebe, al igual que yo, estudió repostería, su carácter me recordaba un poco a Misty, aunque Phoebe, había demostrado ser un poco menos explosiva.
Sobre Miranda no conocía mucho, solo llegaba en su automóvil al trabajo, con las uñas limadas y un bolso brillante, de vez en cuando nos hablaba de sus mascotas, pero no sabíamos realmente si estaba casada o si tenía pareja, nadie se atrevía a preguntarlo porque en realidad, no era de nuestra incumbencia y ella parecía muy feliz y plena.
Salí del supermercado silbando, emocionada por los planes de ese día, llevaba un poco de comida chatarra e insumos para preparar una botana fuerte.
Cuándo llegué a la esquina de la cuadra, me di cuenta de que del otro lado de la calle, justo en la esquina, había un grupo de gente cubriendo la entrada de ese local que llevaba al menos un mes en remodelación.
Max y yo habíamos apostado para adivinar qué es lo que venderían ahí: Yo intuía que sería una tienda de dulces, ya que los muebles estaban acomodados de tal forma que creaban el espacio ideal para colocar tarros de caramelos, por el contrario, Max decía que sería una tienda de zapatos, ya que el diseño del local parecía bastante elegante para ser una dulcería.
Me asomé desde mi esquina un poco, el local no parecía tan grande, la gente no me dejaba ver por la estrecha entrada dónde estaban acumulados. Como no pude estirar mi cuello demasiado, me conformé con agudizar el oído, quizá podría captar algo.
—¡Qué delicia! — Exclamó alguien
—Es justo lo que le faltaba a la colonia— Respondió alguien más
Max, me debes un helado doble con caramelo de sandía, pensé para mis adentros.
Lo único que hacía falta, era confirmar que efectivamente se trataba de una tienda de dulces, quizá si me estiraba un poco más a la derecha podía distinguir que era lo que...
El corazón se me detuvo.
No
No, no, no
¿Es una broma?
Retrocedí dos pasos largos, como si de pronto una nube de aire caliente me hubiera golpeado, me recargué en un poste de luz y el recuerdo del fin de semana, cuando estuve esperando a Max sentada en el parque me golpeó como un rayo.
Ese día, una mujer mayor se me acercó amablemente por la espalda, ofreciéndome comprar algo que colocó justo frente a mis narices: Un girasol del tamaño de mi cara.
Un horrible girasol lleno de extraños relieves obscuros y cafés en el centro, con huecos en los que fácilmente podría hundirme si fuera del tamaño de una pulga, y los pétalos... ¡Los pétalos! Casi pude sentirlo rozarme la cara, cubrían el centro del girasol como si se trataran de enormes dientes que podrían arrancarme la cara de un mordisco si me atrevía a moverme.
Sin embargo, la peor parte para mí, era el tallo... Ese tallo con hojas igual de grandes que los dientes amarillos de la flor, pude imaginarme aquella fina capa de pelitos que lo cubrían, dándole un aspecto aterciopelado y desagradable que pude sentir en mi piel.
Ese día me levanté de golpe del asiento, la mujer me preguntaba si estaba bien y yo solo me escondí cerca de un árbol, pidiéndole que se alejara.
Lo demás es historia.
Mientras más recordaba la escena, la sensación del parque regresaba a mí, mi pecho se agitaba cada vez más.
Tuve que sujetarme de la bolsa de mandado, como si mi equilibrio dependiera de ello.
Aquello tan absurdo que me había causado tan malas experiencias en el pasado, desde mi niñez y adolescencia de pronto estaba solo a unos cuantos metros de la calle dónde vivía y para empeorarlo todo, de la peor forma posible: Una florería.
Dos candelabros con enredaderas colgaban de la entrada, parecía tan lúgubre que se sentía como entrar en un bosque en el que me perdería para siempre, distinguí rosas rojas depositadas en el marco de la puerta, desde esa distancia, parecían orzuelos repugnantes.
Había un letrero adornado con ramas y flores más pequeñas que, en conjunto, formaban la palabra "LaRousse".
Vi el interior, lleno de flores de todas las formas y colores, algunas tenían dientes más pequeños y coloridos que otros, se balanceaban bruscamente por el aire que entraba por la puerta creando formas horribles en las paredes blancas.
En cualquier momento sacarían las raíces de las macetas y se abalanzarían sobre mí, estaba segura.
Tienes que moverte.
Mi propia advertencia me hizo reaccionar, me sujeté del poste, avancé a la pared tratando de mantenerme erguida y con todas mis fuerzas comencé a caminar al portón de mi edificio, que ahora parecía estar más lejos de lo que recordaba.
No lo mires, no lo mires, ya estás cerca.
Mantuve la vista en la pared, busqué desesperadamente mis llaves y traté de abrir el portón, cuándo lo logré, corrí directamente a mi departamento.
No me importó dejar la entrada abierta.
Cerré de un portazo la puerta de mi departamento y me recargué en la pared, con la respiración agitada y el pecho subiendo y bajando por la adrenalina.
No, no de nuevo.
Me deslicé lentamente, escondí la cara en mis rodillas y sin poder evitarlo lloré, lloré por sentirme patética, lloré por sentirme enojada, por sentirme (una vez más) impotente.
¡Era imposible que esto me sucediera a mí! De todos los malditos lugares de la ciudad, era en mi propia calle dónde justo alguien se había dispuesto a abrir una florería.
Me había esforzado en buscar un lugar que me mantuviera alejada de las flores, y aunque existiera la posibilidad, la ubicación de las calles me daba la oportunidad de trazar una ruta para evitarlas.
Maldita sea...
No sé por cuánto tiempo estuve en esa posición, pero sé que no pasó mucho tiempo porque, aunque el sol por mi ventana se veía un poco más abajo, no estaba obscureciendo.
Se suponía que me reuniría con los chicos a las seis.
Tomé mi celular para revisar la hora, eran casi las cuatro de la tarde, abrí la cámara frontal y me observé con la luz de la pantalla, no me veía bien y tampoco me sentía bien.
Las ganas que tenía de reunirme con mis amigos se habían esfumado, no me sentía con ánimo.
Abrí mis mensajes, busqué nuestro grupo y tecleé unas cuantas veces.
"Chicos, lo siento, me ha caído un compromiso de imprevisto y no podré recibirlos hoy ¿Les parece si lo posponemos para la otra semana? Que mi casa siga siendo el punto de reunión".
No tuve que esperar mucho, Phoebe fue la primera en responder.
"No pasa nada, podemos reunirnos la semana siguiente sin falta".
Después, respondió Rod.
"Pero nos debes de esa cerveza de raíz que venden cerca de tu casa".
Saúl se limitó a mandar un emoji sonriente.
Recargué la cabeza en la pared y suspiré pesadamente, no se merecían que les mintiera, pero... Prefería eso a ser sincera, estaba segura de que se burlarían y había aceptado desde hace mucho que simplemente tenía que aprender a vivir evitando el tema.
Ring, ring, ring.
El nombre de Phoebe en la pantalla hizo que mis neuronas reaccionaran, no quería responder, pero tampoco quería preocuparla, estaba segura que evitar su llamada era justo el tipo de cosas que provocaría su insistencia.
Tomé una bocanada de aire y me preparé para dar una de mis mejores actuaciones de voz.
—Phoebe, ¿Qué ocurre? — Me sorprendí de lo bien que sonaba, creía que no iba a salirme algún sonido de la garganta.
Me levanté de un golpe, ignorando el dolor de mis piernas entumidas y me serví un vaso de agua.
—May, ¿Estás bien? — Escuché algunos golpes a lo lejos, seguramente estaba en el gimnasio, me había contado que solía practicar karate en su tiempo libre desde que era pequeña.
—Sí, todo bien — Contesté, me tomé el agua de un golpe y dejé salir el aire de mis pulmones — ¿Por?
Levanté una a una las bolsas de mis compras y las puse en la barra de la cocina, una especie de mesa que sobresalía de uno de los pilares de separación con la sala principal. En esa misma mesa había una estufa integrada de cuatro parrillas.
El refrigerador y alacena estaban pegados a la pared de la puerta de la entrada, así que coloqué ahí algunos condimentos y bolsas de legumbres.
Esperaba que se escucharan los ruidos de las botellas chocar, para que ella notara que estaba ocupada.
—No sé, tuve un presentimiento — Se sinceró conmigo.
—Todo está bien —Mentí — acaba de llamarme Max, al parecer necesita que-
—Está bien, está bien, no tienes que decirlo — Me interrumpió, escuché su respiración un poco acelerada, había dejado de moverse — Es solo que, tuve un mal presentimiento, no sé cómo explicarlo.
—Todo está bien — Le aseguré, esta vez conmovida.
Casi pude imaginarla torcer la boca.
—Voy a creerte, pero, necesito que me prometas algo.
Cerré la puerta del refrigerador y caminé hacía la sala.
—¿Qué es?
—Quiero que me digas si algo te preocupa, por mínimo que sea — Lo dijo de forma tan seria que pude sentir sus ojos grises observándome, me recorrió un escalofrío.
—Lo intentaré — Le dije, tratando de convencerme a mi misma.
Para ser honesta sabía que ella no me creía del todo, pero estaba tratando de prometerle que haría mi esfuerzo por decirle si algo estaba ocurriendo.
—Más te vale — Respondió finalmente — En ese caso, nos vemos el lunes.
—Claro, suerte en tu entrenamiento — Le dije
—Gracias.
Colgamos después de ese breve intercambio de palabras, me deje caer sobre el sofá y cerré los ojos.
¿Y ahora?
¿Qué se supone que debía hacer?
¿Cambiarme de departamento?
Si decidía mudarme, definitivamente tendría que ser cerca de mi trabajo, no podía permitirme alejarme demasiado.
Si lograba encontrar un espacio tan bueno como este, ¿Cómo iba a lograr transportar todo? No podía gastar mucho para la mudanza, tendría que pedir ayuda a alguien, pero hasta dónde yo sabía, ninguno de mis amigos tenía carro, y pedirle ayuda a mis vecinos estaba descartado, no los conocía lo suficiente.
A lo mejor... Si hablaba con la jefa podía llevar lo más indispensable, pero, ¿Qué sucedería con los muebles? Tendría que buscar algún servicio de transporte de todos modos, pero entonces... ¿Qué haría con el dinero? Quizá podía poner algunos artículos en venta para la mudanza.
Acaricié el sofá cama y me tiré en él.
Diablos, me había costado tan barato, a veces la usaban mis amigos para quedarse si nuestras reuniones eran muy prolongadas o si Max decidía que tenía demasiada pereza para ir al campus.
Suspiré.
Lo mejor era darme una vuelta por la colonia para encontrar algo, pero por el momento, debía re organizar mi ruta para evitar el local.
Daría toda la vuelta a la calle si era necesario, podía hacer ese sacrificio hasta encontrar una solución a esta absurda situación.
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4. ELUSIÓN.
LA FLORERÍA DE LA CUADRA
4. ELUSIÓN.
—Esta semana has estado más distraída de lo normal — Comentó Phoebe.
Moví el cuello a los lados.
—No he podido dormir bien — Me sinceré con ella — Y creo que me torcí.
—Busca sonidos de lluvia en internet, a mí me ayuda a dormir, son muy relajantes — Aconsejó — Y una buena almohada y colchón, por supuesto.
No había pensado en sus propuestas como una opción evidente, últimamente no tenía cabeza para muchas cosas.
En las noches, me la pasaba rodando por la cama esperando que me diera sueño, si se me ocurría tomar el celular, terminaba viendo videos sobre repostería, lo cual era bueno, ya que se me olvidaba por un momento de que estaba durmiendo tan cerca de la florería, pero consumía horas que podía aprovechar para dormir.
—Creo que lo intentaré — Le dije — Para ser honesta, pierdo la noción del tiempo cuándo me pongo a tontear en el celular.
Me di la vuelta para abrir el horno y deslicé la rejilla, tomé un palillo de madera y lo metí en el centro de los panques para comprobar si estaban cocidos. Cuando estuve segura de que estaban firmes, saqué una a una las dos charolas de panquecitos.
Los coloqué en la mesa de acero para que se enfriaran un poco y me dispuse a comenzar a meter en el horno las conchas ya infladitas, puse también un poco de la masa para galletas y el pan de hojaldra en forma de oreja, más o menos terminaban su cocción al mismo tiempo, sería el tiempo suficiente para que se terminaran de templar los panques.
No había podido dormir bien a lo largo de la semana, evitaba a toda costa pasar por la florería en las mañanas.
Había comprobado desde mi balcón que a las ocho de la mañana ya estaba abierta, eso significaba levantarme más temprano para darle la vuelta completa a la cuadra y tomar el autobús, a mi regreso (Y para mi buena suerte), el local ya estaba cerrado.
No tenía realmente una idea de mi aspecto físico, pero no debía ser nada grave ya que no recibí comentarios al respecto, más bien, daba la impresión de que solo lucía un poco desaliñada.
Phoebe y yo terminamos de adornar y rellenar los panquecitos con frambuesas, le habíamos agregado un poco de limón al betún y trocitos de almendra por encima, decoramos con chocolate derretido las orejas, llenamos de nuez y glaseado el pan de hojaldra y colocamos las galletas en bolsitas de celofán que cerramos con un pedazo de listón rojo.
Rod y Saúl nos ayudaron a colocar las charolas en la vitrina, Phoebe dejó las bolsas de galletas en la barra y ambas nos dispusimos a limpiar bowls, palas, el horno y charolas. Nosotras debíamos ser las primeras en terminar nuestras labores para que lo que restaba del día la gente pudiera comprar con tiempo, limpiar la cocina consumía unas cuantas horas así que terminábamos casi al mismo tiempo que los demás.
Todavía no había abandonado la idea de mudarme de departamento, solo que... No podía darme el tiempo de rondar por la colonia en busca de algún edificio.
Cuándo me mudé, aproveché mi papel como hermana mayor al acompañar a Max para matricularse en la Universidad, busqué opciones de renta que me permitieran tener un comienzo nuevo, uno que me permitiera demostrar que podía cuidarme y vivir perfectamente sola.
"Es justo lo que le faltaba a la colonia".
Recordé las palabras de esa mujer con desagrado, hasta una zapatería hubiera sido mejor idea y quizás, en ese momento, estaría estrenando nuevo calzado y no pensando en venderlo para tener dinero para la mudanza.
A pesar de sentirme agotada, mis compañeros me arrastraron a su aura, llena de felicidad y despreocupaciones cuándo llegó el fin de semana, porque eso significaba retomar la fiesta que había cancelado la última vez.
— ¿Te importa que me vaya un poco antes? — Preguntó Phoebe mientras se soltaba el cabello de aquella molesta red.
Alcé las cejas, un poco sorprendida.
—No — Dije extrañada — No, no, ¿A qué se debe?
—Saúl quiere un videojuego que yo tengo en casa, voy a prestárselo y así no tendrá que comprarlo hasta estar seguro de que realmente le gusta.
Sonreí tontamente, de sobra sabía que Phoebe no lo veía de la misma forma que él a ella, pero que Saúl se hubiera animado a tratar de acercarse me ponía contenta, había decidido dar un gran salto al menos desde el tiempo que llevaba de conocerlo y eso representaba un gran desafío para su personalidad.
—Claro, adelante — Le dije — No veo porque tendría que haber problema.
—Es que se siente extraño irse antes que todos.
—No pasa nada.
Me sonrió cálidamente y me dio un abrazo antes de desaparecer por la puerta de la cocina.
—¡Te veré mañana! — Me dijo.
Me asomé por la ventanilla de la cocina y pude ver que se retiraba con Saúl del establecimiento, ambos se despidieron con la mano en el aire de Rod y Miranda antes de perderse a través de la vitrina.
Ya solo faltaba lavar los trapos de cocina, algo muy sencillo en vista de lo que ya había hecho durante el día.
—Oye, May, ¿Puedo preparar la comida? — Me preguntó Rod una vez que cerramos el lugar y nos despedimos de Miranda.
—Hazlo, por favor, hazlo — Le dije esperanzada.
Siempre preparábamos comida reunidos, pero las habilidades culinarias de Rod sobrepasaban lo que normalmente podíamos hacer, además, casi nunca se animaba a hacerlo porque decía que consumía demasiado tiempo y esfuerzo.
—¿Necesitas que compre algo? — Ofrecí
—Nah, solo necesitaré tu cocina.
— Bueno, entonces te esperaré con esa cerveza que tanto te gusta, porque las que tenía… Ya me las acabé.
Soltó una carcajada ante mi sinceridad.
—Hecho.
Cuando llegué a la estación, fui directo al supermercado, sorprendida de que estuviera un poco más lleno de lo normal, quería comprar todo lo necesario para nuestra fiesta aprovechando por supuesto, que la florería ya estaba cerrada.
No correría ese riesgo por la mañana.
Elegí de la estantería una caja de huevos, puse encima una bolsa de nachos, frijoles y un paquete de tocino, lo demás ya lo tenía en casa.
Caminé hacia la fila con las cosas en las manos, tenía todo listo para preparar mi súper botana: Unos nachos con frijoles, tocino y chorizo salteado, una capa de una mezcla de quesos por encima y algunos chiles para darle sabor a mi obra, además unos huevos tibios por arriba terminarían de darle un mejor sabor.
Además, tenía en casa carne que cortaría en trozos, el acompañamiento perfecto para la espumosa cerveza de raíz que...
No es posible, May, me regañé.
¡Había olvidado comprar la cerveza!
Comprobé que tan lejos estaba de la caja, había una viejecita con su carrito hasta la mitad de lleno, después era mi turno.
Diablos.
Para moverme de la fila tenía que dejar mis cosas en alguna estantería cerca, ir por una cesta (Que estaban bastante lejos de la entrada) o ponerlas en mi mochila, cosa que sería demasiado extraña teniendo en cuenta que no había pagado por ellas.
Perfectamente podía cargar con las cosas y estar de vuelta, no quería tener que formarme nuevamente en la fila, había al menos cinco personas atrás así que tuve que recurrir a mi última opción: Pedir ayuda.
— Disculpa — Llamé tímidamente al chico que estaba a mi espalda.
El muchacho llevaba consigo una canasta con un jugo de uva y otras cosas que no alcancé a distinguir.
No fueron sus ojos verdes los que llamaron mi atención, o el hecho de que era sorprendentemente alto, fue su cabello, de un inusual color verde.
¿Era genéticamente posible que alguien tuviera el cabello de ese color?
Desvié mis ojos a los suyos y tragué saliva, me miraba de manera severa y con gesto inexpresivo, me sentí un poco culpable por haberme quedado mirando su cabellera.
—¿Qué necesitas? — Me preguntó.
El tono de su voz, me hizo arrepentirme inmediatamente de haberle dirigido la palabra.
No hay vuelta atrás, pensé
—¿Puedo pedirte un favor?
La señora frente a mi comenzó a sacar las cosas de su carrito y las depositó una a una en la plancha.
El chico carraspeó, me apresuré a hablar.
— Olvidé tomar algo del refrigerador, no me tomará mucho tiempo, ¿Puedes cuidar mi lugar? — Expliqué
El chico me miró de arriba a abajo, evaluándome, después, chasqueó la lengua.
— ¿Vas a ir con todo eso en la mano? — Señaló mis brazos.
—Puedo sujetarlo bien, no tardaré mucho — Respondí, tratando de ser amable
No dijo nada, cerró los ojos y suspiró.
La forma en la que lo hizo comenzó a tocarme los nervios, me hacía sentir que pensaba un montón de cosas negativas sobre mí.
No quería regresar mañana, no quería tener que caminar de más para evitar la florería.
No señor.
El sonido de los productos de la señora pasando por la caja me hizo volver a insistir.
—¿Puedes? — Forcé una sonrisa.
Vamos May, sé amable.
—No tardaré mucho— Comencé a exasperarme.
Él seguía con los ojos cerrados y sin responder.
—El refrigerador está en este pasillo, será rápido — Continué hablando, sintiendo la presión del sonido de la caja registradora.
Suspiró, irritado.
—Déjame pensar — me interrumpió.
Parpadeé, desconcertada por su actitud.
—Es solo un tonto favor — Respondí.
El joven desvió la mirada.
—Bueno, entonces no importa ¿No? — Alzó los hombros.
Sentí como el enojo aumentaba progresivamente en mi cuerpo.
—¿Cuántos años tienes? — Pregunté irritada — ¿De verdad estás haciendo una escena solo porque no quieres ayudarme?
—¿Quién está haciendo una escena? — Ladeó la cabeza y me clavó los ojos, indiferente.
Me puse roja de vergüenza y observé a la gente de la fila, aunque parecían estar en sus propios asuntos cualquier persona pondría atención a una chica alzando la voz en medio del supermercado.
Aquel desconocido sonrió con sorna al ver mi expresión, sabiendo que tenía razón
—Siguiente — Llamó la cajera.
Me giré sorprendida.
¿Tan rápido había terminado la viejecita de guardar sus cosas?
—Bien, no necesito tu ayuda — Siseé mientras dejaba mis cosas en la plancha.
Si el hecho de toparme con él de nuevo significaba tener que entrar otra vez, entonces prefería no hacerlo.
Metí mis cosas en la mochila cuándo terminé de pagar y salí tan rápido como pude.
Todavía podía sentir su estúpida cara burlona mirándome cuando estuve en mi departamento.
— Genial May, vas a tener que volver por esa cerveza mañana — Me regañé.
No había puesto atención respecto a los horarios de la florería los fines de semana, pero ya podría verificarlo después desde mi alcoba.
Comencé el día con la limpieza, había aprendido a ahorrarme el hecho de pasar un día entero limpiando dejando las cosas en su lugar, evitando que se juntara la ropa o barriendo diario. Ese tipo de acciones pequeñas que impedían que el polvo se acumulara en lugares pequeños.
Moví el cuello en círculos, apenas había hecho parte de mis labores rutinarias y ya sentía una ligera molestia en mis hombros, junté mi ropa sucia y mi uniforme para ponerlos en la lavadora, aprovechando mi andar para hacer algunos ejercicios básicos para aliviar la pesadez y recuperar la movilidad en mi cuello.
Me preparé un poco de comida con algunas verduras y carne que tenía en el refrigerador, pero no quise abusar porque estaba segura de que me llenaría por la noche.
Me puse unos pantalones de mezclilla gris, un suéter negro y mis fieles botas negras.
Había comprobado que la florería estaba cerrada, no estaban los feos candelabros en la entrada y solo podía verse el pequeño letrero con la palabra "LaRousse".
Solo faltaba comenzar a preparar mi mezcla de totopos para que estuviera lista para después.
Primero dejé que el tocino y el chorizo se doraran y soltaran su jugo, puse el paquete de frijoles y un poco de agua para dejarlos espesar, cuándo estuvieron hirviendo, revolví el tocino y el chorizo rápidamente, no quería que quedaran demasiado aguados.
Cuándo estuvo medio mezclado guardé todo en el refrigerador.
Mi celular vibró aproximadamente a las siete de la noche, anunciándome la llegada de Rod a mi portón, cuándo bajé a abrir, Phoebe y Saúl ya se encontraban ahí.
Subimos las escaleras riendo y contando bromas tontas sobre lo que Rod podría hacer para lograr que mis vecinos trataran de reportarme con la policía, tal como había logrado con Phoebe.
—Romper una ventana sería una opción — Decía Rod entre risas
—Ni lo sueñes — Le amenacé.
Entramos de forma ruidosa a mi departamento uno tras otro, con el sonido de las bolsas inundando el silencio de mi pequeño espacio.
—Oh — Exclamó Rod, dejó la bolsa con cosas que llevaba en la cocina y dejándose caer directamente al sofá — Como me encanta este sillón, es demasiado cómodo.
—Te lo vendo — Le dije, y aunque todos lo tomaron como broma, en vista de los acontecimientos de mi última semana yo estaba hablando muy en serio.
—May, pondré lo que traje en el refrigerador — Anunció Phoebe mientras Saúl y ella se habían acomodado en mi cocina, poniendo en su lugar lo que habían llevado: Frituras, cerveza, una botella de vino y fruta picada en mi refrigerador.
—Ugh, esa lasaña no se va hacer sola — Masculló Rod.
Se levantó del sillón y caminó a mi cocina, sacó las cosas de la bola que llevaba y colocó una olla con agua en la estufa. La extraña ubicación de las parrillas, permitía a quien estuviera en la cocina platicar de frente con las personas que estaban en la sala sin necesidad de desocupar su labor.
Saúl y Phoebe habían puesto un poco de frituras en un bowl que colocaron en mi pequeña mesa de cristal, justo frente a la pared dónde se encontraba colgada mi televisión, una pantalla que había encontrado en remate.
—No encontré nada bueno para ver esta vez — Dijo Saúl — Creo que lo más prometedor es... Nada
—Podemos ver de nuevo Raw — Convino Phoebe — Aunque igual no es tan necesario, traje un micrófono, así que más les vale estar listos para privar del sueño a los vecinos de May.
—Yo no canto, pero puedo hacerles coro — Dijo Rod desde la cocina — ¡Oye! ¿Y la cerveza de raíz? No la veo por ningún lado.
—¡De hecho voy a comprarla ahora mismo! — Le dije mientras tomaba las llaves de mi improvisado llavero; Un trozo de madera que había pegado a un costado del refrigerador, por su cercanía a la puerta.
— No tardaré, ¿Hace falta algo?
—¿Quieres que te acompañe? — Se ofreció Saúl.
—No tardaré mucho — Le sonreí — No destruyan mi casa en mi ausencia.
—¡No te prometo nada! — Vocearon a coro mis amigos desde el otro lado de la puerta.
Ya habían llevado un montón de cosas para comer, pero la cerveza que vendían en el supermercado era espumosa, ligera y dulce, desde el primer momento en que la había probado y compartido, se había vuelto de nuestras bebidas favoritas.
Caminé directamente al refrigerador cuándo pisé el local, al comienzo iba a comprar un paquete de seis cervezas, pero luego lo pensé mejor.
Rod era capaz de tomarse mínimo unas tres y eso nos dejaba con una sola para los demás, tres paquetes me parecían excesivos para todo lo que habían llevado así que finalmente, mi mejor opción era comprar dos paquetes.
—¿Piensas comprar algo o no?
Me giré sorprendida, estaba tan ensimismada en mis cálculos que no me había dado cuenta de que había alguien a mis espaldas
Era el chico de la noche anterior, estaba ahí, mirándome con el mismo semblante serio.
—¿Puedes apurarte? —Inquirió, alzando una ceja.
Le lacé una mirada asesina, me limité a tomar los dos paquetes de cerveza que ya había decidido comprar, cerré la puerta del refrigerador y comencé a avanzar.
¿Vas a dejarlo pasar?
Recordé la mala forma en la que me había hablado, y como una especie de furia contenida que comenzó a brotar de mi pecho, el calor se extendió por mi cuello hasta cubrirme la cara. En un arrebato de valentía giré sobre mis talones en su dirección.
Esto no se va a quedar así.
—¿Somos lo suficientemente cercanos como para sientas que puedes hablarme así? — Le pregunté, ni siquiera me miró, me puse roja de vergüenza.
No esperé réplica de su parte, caminé directamente a la caja y esperé pacientemente mi turno, con dignidad.
Por supuesto, él estaba justo detrás.
Esa situación no hacía más que ponerme más incómoda, casi podía sentir sus ojos verdes taladrándome la espalda, analizando todos los movimientos que estaba haciendo mientras estaba entregando el monto de mi compra, pensar que estaba juzgándome me puso los pelos de punta.
Observé por el rabillo del ojo para comprobarlo, pero, de hecho, él estaba mirando hacia otro lado, de forma tan indiferente que no logró más que hacerme rabiar aún más.
—Qué molesto — Susurré para mí.
—Te escuché — Me miró por el rabillo del ojo.
Tomé el cambio en tiempo récord y salí corriendo hacía mi departamento, sintiéndome como una niña que fue descubierta por decirle "Pelón" al profesor calvo de la clase de inglés o como si hubiera hecho una broma absurda a mi madre.
Cerré la puerta de mi departamento un portazo y dejé la cerveza en la barra.
—¿Todo bien May? — Preguntó Rod desde la sala, Phoebe estaba a medio masticar de un pedazo de chicharrón, Saúl tenía el control en la mano y Rod me miraba sujetando un vaso de refresco.
—Solo un encuentro desafortunado en el supermercado — Dije mientras me acercaba a la estufa, les lancé una mirada de enojo — Tu cerveza casi me cuesta la paciencia.
Mis amigos se acercaron a la cocina, Rod había dejado la carne en el horno y yo me dispuse a recalentar mi botana para servirla al mismo tiempo que la lasaña.
Phoebe y Saúl se colocaron del otro lado de la barra para escuchar atentamente mi relato, incluyendo por supuesto, mi encuentro con el chico el día anterior.
Mientras hablaba, puse los trozos de carne, el queso, los chiles y los huevos encima de los frijoles, Rod iba formando una cama de salsa de jitomate, carne y láminas de pasta para darle forma a la lasaña, ambos metimos nuestros platillos al horno para que se terminara de dorar el queso y en mi caso, la carne y los huevos.
—¿Por qué no le pediste a la señora frente a ti que te pasara una canasta? — Preguntó Phoebe después de haberse reído buena parte de mi historia.
Rod había sacado la lasaña y mi preparación del horno, los colocó cuidadosamente en la mesita y comencé a poner uno a uno los totopos por todo el perímetro del sartén.
—No sé, no pensé — Troné con los dedos un totopo, me lo metí a la boca de un bocado antes de seguir acomodando los demás, ignorando que estaba bastante caliente — Y no me gusta que a ustedes les parece demasiado graciosa mi historia.
Ellos soltaron una carcajada
—Admito que la situación es bastante cómica — Dijo Saúl
—Y además ¿Encontrártelo de nuevo? Muy mala suerte — Comentó Rod.
El jugo de la carne y el queso por encima de la lasaña lograron hacerme salivar, Rod había hecho una mezcla con hierbas que inundaron mi cocina de su agradable aroma.
Tomé mi botana y caminamos hacía el sofá, colocando todo en mi pequeña mesa de cristal.
—Bueno, olvidémonos de ese chico de cabello verde y hagamos que la noche valga le pena — Dijo Rod.
Fue así, como sentí que mis amargos días por fin me habían devuelto algo bueno.
Al principio parecía buena idea ver Raw mientras comíamos, pero después de la escena de la novatada decidimos abortar, en su lugar, nos dedicamos a poner música en la televisión y platicar un rato antes de comenzar con el karaoke.
Por primera vez en vi a Saúl muy ebrio, se quedó mirando la esquina de la pared, como si fuera la cosa más interesante del mundo, Phoebe picó sus mejillas con los dedos, pero no parecía reaccionar, estuvo prácticamente toda la velada así y no se movía más que para ir al sanitario y seguir comiendo.
Phoebe estaba muy animada junto conmigo, tarareamos canciones sin conocerlas y bailamos (Si es que se puede llamar baile a revolotear por todos lados) hasta el cansancio, Rod se había convertido en el presentador de nuestro concierto imaginario, y trató inútilmente de que Saúl hiciera algo más que solo mirar a la nada.
Recuerdo haberme mensajeado torpemente con Ash que estaba bastante contento de que estuviera divirtiéndome, le envié una selfie con mis amigos de fondo para comprobarle que me la estaba pasando muy bien.
Sin estar lo suficientemente sobrios, y ya entrada la noche, decidimos ponernos a limpiar un poco, a ninguno le gustaba dejar la casa del otro hecha un desastre e intentábamos dejar todo relativamente limpio.
A nuestra lista de música se sumaron otros grupos más conocidos como The Rolling Stones, The Who, Radiohead, Nirvana, The Police, R.E.M, Joy División, Franz Ferdinand y hasta Ska, un género de música con el que Rod casi salé volando por mi balcón por haberse aventado fuerte con Saúl, que solo lo miró extrañado ya que lo había interrumpido a mitad de camino al sanitario.
Phoebe, Rod y yo alzamos un poco de basura, sin dejar de bailar y cantar, Phoebe lavó los platos y los dejó remojando para que yo pudiera terminar después.
Había tratado de barrer inútilmente la sala, recuerdo haberme quedado platicando con Saúl en el sofá mientras que Rod me regañaba y terminaba mi labor.
Finalmente, Rod se llevó a Saul y Phoebe pidió un taxi para los tres.
Cuándo estuve sola apagué la televisión y las luces que habíamos dejado prendidas, revisé que todo estuviera más o menos en su lugar y me dejé caer en la cama, agotada y con la garganta seca de tanto cantar y gritar.
Para mi sorpresa, desperté con bastante energía, no estaba mareada, pero sí que me dolía todo el cuerpo, me lavé los dientes para quitarme el sabor amargo de la cerveza y el vino.
Salí hacía la sala y aunque no estaba echo un desastre (producto de nuestra limpieza a media velada) no estaba tan bien hecho como yo había recordado que lo habíamos dejado.
Mis amigos me confirmaron por mensaje que seguían vivos a excepción de Saúl, que juró no volver a tomar de esa manera de nuevo en nuestra próxima reunión.
Phoebe me había propuesto ir a patinar por la tarde, pero yo ya tenía otros planes: Ir a buscar por la colonia y lugares cercanos algún lugar de renta, además, tenía ganas de hacerle una llamada a Ash, no lo había escuchado en llamada desde hace ya un mes y los mensajes no eran suficientes para tener una conversación real.
Me dediqué a guardar la comida en platos limpios para lavar las ollas, los platos que se habían quedado remojando hacían más sencilla la limpieza.
Recordaba haber tomado la escoba mientras Rod y Phoebe limpiaban la cocina. Me reí mentalmente cuándo la imagen de mi abandonando mi tarea y acercándome a Saúl para tener una plática existencialista (Quién parecía haber encontrado el sentido de la vida en su bebida) llegó a mis recuerdos.
Comprobé que la florería estaba cerrada y solté un gritito de emoción al confirmar de forma definitiva que sábados y domingos no había servicio.
—Bien — Me dije con una sonrisa.
Conecté por bluetooth mi celular a una bocina redonda con luces azules, busqué en mi lista de reproducción el álbum de Art Angels de Grimes y me dispuse a lavar los platos, me tomé mi tiempo para barrer y trapear de forma casi exhaustiva, cambié las sábanas de mi cama y la junté con mi ropa sucia para ponerla en la lavadora. Después, tomé mi bocina y la llevé conmigo al baño para tomarme una ducha al ritmo de Flesh Without Blood.
Me puse una falda negra, un suéter y tenis rosados, revisé por última vez si llevaba todo lo necesario en mi mochila y salí de mi edificio, lista para comenzar mi búsqueda.
Descarté por completo la posibilidad de compartir habitación, no sabía que atenerme de ellos y si alguno era especial adorador de flores entonces yo iba a terminar por morir, así que no había más opción que buscar un departamento.
No quería alejarme totalmente de la colonia, tenía claro que quería encontrar un departamento que me permitiera conservar mi cercanía con el trabajo y de ser posible, igual de barato para poder pagar la renta.
Encontré unos cuantos anuncios en la colonia vecina, el problema es que era demasiado caro y había motivos para ello: Dos habitaciones, dos baños, una sala, un comedor, un cuarto de baño y patio, algo bastante ostentoso en comparación de mi modesto lugar, que parecía haber sido construido por un niño de preescolar, con proporciones dudosas y como si hubieran tratado acomodar todo en el mismo lugar. Aunque para mi seguía siendo bastante decente teniendo en cuenta que no tenía que pagar mucho.
Además, los edificios estaban mucho mejor ubicados y sin duda alguna, costaban lo que ofrecían.
No sé cuánto tiempo estuve dando vueltas y llamando a cualquier número que encontraba por ahí para tratar de concretar cita con algún propietario que me confirmaba en llamada que ese anuncio ya estaba descontinuado.
Eran ya las cuatro de la tarde y tenía mucha hambre, así que decidí ponerme en marcha a mi departamento, bastante desilusionada con mi búsqueda, no quedaba más opción que seguir buscando.
Cuándo estuve cerca, busqué el contacto de Ash en mi teléfono y le llamé, no tuve que esperar mucho para que me contestara, con su habitual simpatía.
—¡May! Qué gusto me da saber de ti ¿Cómo estás? Teníamos mucho sin hablar por llamada.
—¿Mensajearnos diario no cuenta? — Le contesté en forma de burla.
—Pues sí, pero no es lo mismo — Me dijo riendo — Cuéntame, ¿Cómo estuvo tu fiesta? En tu foto todos parecían bastante ambientados, especialmente tu amiga, cada vez que me platicas de ella, me convenzo de que sería el tipo de persona con la que Misty se llevaría de maravilla.
—No tengo dudas sobre eso — Concedí —¿Te llamé en mal momento?
—No, estoy tomándome un descanso, ¿Qué estás haciendo tú?
—Salí a dar una vuelta — Mentí — ¿Cómo se encuentran Dawn y Misty?
—Están bien, Misty y yo visitamos ayer a tus padres porque estuvimos de compras, quería conseguir aparatos para el gimnasio y ella estaba buscando flotadores para niños, ahora si está convencida de abrir una sección de natación para niños.
—¿En serio? Es bueno saber que al fin se decidió a intentarlo
—Todavía cree que no está preparada para enseñar, pero ¿Te acuerdas de Tracey? Jugo parte importante en todo esto, la animó a intentarlo y ahora ella se siente mucho más confiada.
—¿Aún se está viendo con aquel muchacho? — Pregunté.
Antes de irme, Misty me había contado despreocupadamente que estaba saliendo con un chico que estudiaba para ser veterinario. No tuve ni siquiera tiempo de sorprenderme porque soltó la bomba cuándo ya estaba en la estación de autobús, lista para llegar a mi nueva ciudad.
—Sí, son buenos amigos, pero no parecen realmente amigos amigos, ¿Sabes lo que te digo? — Me preguntó confundido
—Sí, creo que lo entiendo — Me reí ante la torpeza de Ash — Dile a Misty de mi parte que sé que lo hará genial
—Lo haré — Me aseguró — Antes de que se me olvide, tus padres dicen que les gustaría que hicieras videollamada con ellos, y no hagas esa cara, casi puedo verla desde aquí, solo quería que lo supieras.
Arrugué la nariz
—Lo haré, es solo que he estado muy ocupada — Le dije — En la semana voy a tratar de hablarles para saber cómo se encuentran, aunque les envío mensajes con la misma frecuencia que a ti.
—Bueno, no me hagas molestarte para que lo hagas
—Lo prometo — Dije — ¿Cómo está Dawn? ¿Todavía sigue con Paul?
Se quedó callado un momento, parecía no encontrar las palabras adecuadas para hablar
—Si.
Me reí
—Ella es tan alegra y él tan serio.
—Para ser franco estoy sorprendido, no son muy similares que digamos, no creí que tuvieran tantas cosas en común.
—Bueno, yo no estoy sorprendida — Le dije — Después de todo ustedes se volvieron buenos amigos.
—En realidad no— Se apresuró a responder — Pero aprendimos a sobrellevarnos, supongo que somos buenos compañeros.
—Son buenos amigos, aunque lo niegues — Me burlé
—Como sea — Respondió como tratando de restarle importancia al asunto.
—¿Y tú Ash? — Pregunté — ¿Qué tal está tu amiga? ¿Cómo se llamaba? ¿Serena?
—Hemos salido de vez en cuando, es una gran amiga — Dijo con seguridad
Yo suspiré, a veces me sorprendía la lentitud de mi amigo para captar las cosas, solo pude verlos juntos cuándo se despidieron de mí en la estación antes de mudarme, pero no había duda alguna que ella trataba de ser más atenta con Ash.
Estaba interesada en él e irónicamente la única persona que parecía no notarlo era el mismo Ash.
—Bueno, me alegró por eso — Le dije de forma sincera, después de todo no me correspondía a mi intervenir en ello, tarde o temprano se daría cuenta y Serena me había parecido bastante decidida respecto a sus sentimientos — ¿Cómo va el gimnasio?
—Muy bien, tan bien que Misty y yo por fin logramos el dinero para rentar otro espacio, será mucho más grandes y tendrá dos pisos.
En ese momento dejé de escuchar lo que mi amigo me decía desde el otro lado del teléfono, una mancha verde y borrosa pasó rápidamente frente a mí, era el chico del supermercado, estaba justo frente a mí, esperando el semáforo.
El nerviosismo comenzó a apoderarse de mí, avancé con cautela y me quedé unos cuantos pasos detrás, con suerte él no me notaría y seguiría con lo suyo.
—¿Sigues ahí May?
Me di un pellizco mental.
—Perdón, es que estaba revisando la calle antes de cruzar — Le respondí —¿Puedo llamarte luego? Estoy a punto de llegar a casa.
—Claro — Me dijo con un matiz dudoso — Eh... Llámame después.
—Gracias Ash, saluda a todos de mi parte.
Contuve la respiración hasta que el semáforo cambió de color, lo seguí sigilosamente con la mirada cuándo empezamos a cruzar la calle, avanzó unos cuantos metros, siguiendo la misma dirección que yo, cruzó la calle a mitad de la cuadra y se detuvo en el edificio azul de enfrente (Casi a la misma altura que el mío) sacó una llave y entró tranquilamente.
Fantástico, pensé, es tu vecino.
Tenía todo el sentido del mundo que me lo hubiera encontrado en el supermercado, que fuese mi vecino de alguna forma me hizo sentir que era un problema más en la lista, porque significaba que no solo tenía que cuidarme de la florería, sino que tenía que tratar de evitar a ese extraño que parecía tener el mismo nivel de desagrado que yo por él.
Llegué a casa arrastrando los pies, me calenté un poco de la lasaña que había sobrado, tomé un vaso de jugo y comí mientras respondía mensajes en mi celular.
Rod y Saúl trataban de decidir quién tenía el mejor cabello de los dos, Phoebe decía que Saúl y lastimosamente tuve que ponerme de su lado, cuándo se soltaba el cabello le caía como dos cortinas castañas alrededor de la cara, tan liso y brillante que parecía a punto de tener una sesión de fotos para una famosa marca de acondicionador.
Mis padres preguntaban cómo había terminado mi semana y les hablé brevemente de mis amigos, no los conocían, pero les guardaban especial afecto por no haberme dejado sola al llegar a la ciudad.
Max por otra parte, había ignorado mi mensaje para proponerle salir a comer una pizza cuándo tuviera tiempo.
Estuve en cama lo que restó de mi día, escuché mi podcast favorito sobre historias de terror y con eso me quedé dormida, el consejo de Phoebe había funcionado, pero no con sonidos de lluvia, si no con historias de terror.
Realmente no escuchaba las historias, pero la voz del narrador era tan relajante que, dejando solo el volumen necesario en mi bocina, se escuchaba un leve susurro que terminaba por arrullarme.
Los inicios de semana no eran demasiado diferentes a lo que ya estaba acostumbrada, las bromas de parte de Rod hacia un avergonzado Saúl que seguía repitiendo que no volvería a tomar como el fin de semana y de Phoebe entregándole un pan hecho especialmente para él esperando ayudarle a superar su culpa, aportaban un ambiente dinámico al trabajo.
Entre semana, tuve que detenerme en el supermercado para comprar avena, la que tenía ya se me estaba acabando y quería hacerme algunas crepas dulces para la cena, con mango o fresas.
Llevé además leche y me formé en la fila, esperando mi turno.
—Voy a terminar por creer que me estás siguiendo
Sabía perfectamente quien era, no iba a caer en su juego y sin embargo...
—No te estoy siguiendo — Me giré, mirándolo de forma desafiante
—¿Creíste que no me daría cuenta de que me pisabas los talones en el semáforo?
Abrí la boca para protestar.
—No te estaba siguiendo — Me defendí, no le debía explicaciones, pero me ví en la necesidad de responderle, no quería quedar como una acosadora — Da la casualidad de que somos vecinos.
—Lo sé, te vi entrar al edificio de enfrente — Me dijo.
El tono burlón con el que hablaba me sacaba de quicio.
Pagué por mis cosas en la caja, las acomodé en mi mochila y salí del supermercado, sus pisadas se sumaron a las mías y eso resultaba molesto ya que, por su puesto, él tenía que seguir el mismo camino si quería llegar a su casa.
—Vives del otro lado de la calle — Me quejé.
—Puedo caminar por donde quiera — Lo escuché replicar.
Me rebasó en unos cuantos pasos, caminó tranquilamente frente a mí y después abrió el portón de su edificio, sin dirigirme una mirada, como si no existiera.
Dios, la situación no era nada agradable, y ciertamente me estaba poniendo cada vez más de los nervios.
Cuando llegué a casa saqué mi celular para hacer una llamada rápida a mis padres, necesitaba sacarme el mal sabor de boca después de cruzarme con ese chico.
—Mi adorable hija — Escuché a mi madre — ¿Cómo estás?
—Hola mamá, tengo un poco de tiempo libre ¿Cómo están tú y papá?
Abrí la bolsa de avena y coloqué una taza en la licuadora, le puse un plátano y dos huevos.
—Todos estamos bien, Ash y Misty se dieron una vuelta para comprar cosas para su gimnasio, hace como... ¿Una semana?
—Ash me lo dijo — Le respondí, puse dos tazas de agua en mi licuadora y la encendí — Me contó que Misty al fin va a dar clases para niños.
—Si, me da gusto, pronto se dará cuenta de que su miedo era injustificado.
—Bueno, ella tiene miedo de no enseñarles bien, después de todo son niños — La defendí, puse un poco de mantequilla en mi sartén de teflón y coloqué un poco de la mezcla — Pero sé que le irá de maravilla.
—Así será — Contestó ella
—¿Y mi padre? — Pregunté, moví el sartén en círculos suaves hasta que se formó una delgada capa, en cosa de segundos tenía una crepa de avena.
—Está bien, acaba de salir a comprar algo para comer, ninguno de los dos quería cocinar, todo el día estuvimos ocupados con los niños de la guardería.
Casi no hablaba con mi padre, era un hombre de pocas palabras y unos cuantos mensajes lo dejaban bastante tranquilo. Ella y mi padre se habían conocido siendo profesores, todavía ejercían y convivir con niños les hacía recordar con nostalgia a Max y a mí.
Aunque mi madre no estaba todo el tiempo sobre mí, me escribía para saber cómo estaba, casi podría jurar que Ash se preocupaba más por mí que mis propios padres.
—Entiendo— Le respondí — Siento tener que irme mamá, pero yo también estoy a punto de cenar
—Me da gusto escucharte hija, salúdame a tus amigos y cuídate — Me dijo en tono fraternal.
Me sentí un poco culpable por no haberle tomado la palabra a Ash de hacerles una videollamada, pero una conversación así bastaba por ahora, no tenía ganas de que vieran mi aspecto, además, no quería que de alguna forma se diera cuenta de que algo me estaba pasando y no iba a sentirme bien con mentirles.
Una cosa era hacer mis labores diarias en presencia de mis amigos de trabajo, gente que finalmente no tenía mucho tiempo de conocerme a hablar con mis padres y los amigos que me conocían de un poco más de tiempo, seguramente notarían algo raro en mí.
—Lo haré mamá, los quiero.
—Y nosotros a ti.
Corté el mango, batí la crema fría que tenía en el refrigerador y me preparé tres crepas con la fruta en medio, las puse cuidadosamente en un plato y les agregué jarabe de chocolate.
Cuando terminé de cenar, dejé el plato en el fregadero y me recosté en la cama. El cuello todavía me estaba doliendo, pero la posición me permitía descansar la espalda, de tal modo que la molestia era bastante soportable.
Busqué mi podcast favorito y lo puse en mi bocina, a un volumen mucho más bajo de lo habitual, al menos merecía esos momentos de paz en la soledad de mi cuarto.
A mitad de semana, Miranda nos había anunciado que por ese día tendría que cerrar un poco más temprano.
La noticia me cayó de maravilla, porque había estado procrastinando y no me había dedicado lo suficiente a emprender mi búsqueda de renta por internet, era mucho más fácil que tener que perderme por la ciudad buscando inútilmente, estaba un poco acostumbrada a llegar y ver una película, escuchar música o perderme en los lares de internet, había dejado la búsqueda de lado de forma intencional por pura pereza.
Salí del trabajo con paso decidido, me concentré tanto en la idea de llegar y aprovechar mi tiempo que olvidé por completo la posibilidad de que la florería estuviera abierta (Lo cuál era obvio, ya que había salido temprano de trabajar), casi se me va el alma cuándo vi los candelabros a fuera del local.
Intenté que pareciera que sabía a dónde me dirigía cuándo cambié rápidamente de dirección y fui a la otra esquina.
Me obligué a llegar al departamento, se sentía como si fuera a tener un ataque de asma, con la mano en el pecho, traté de regular mi respiración, era increíble la forma en la que mi cuerpo reaccionaba solo al ver ese local abierto.
Me preparé un poco de atún y verduras, saqué unas galletas saladas que tenía para acompañar me acomodé en el sillón y mi vieja laptop en mis rodillas.
Encontré anuncios prometedores, me puse en contacto con algunos dueños por llamada y mensaje, pero debido a mis tiempos esas citas no se pudieron concretar, además, parecían personas bastante groseras y pocas ganas me quedaban de hablar con ellos, el dueño de este departamento ni siquiera se comunicaba conmigo para saber si estaba bien, nuestras conversaciones se limitaban a un chat lleno de imágenes del pago de renta y para preguntar sobre cosas como servicios de agua, luz y gas, algo que corría por mi cuenta.
Después de un rato de navegar por ahí, cerré la laptop con especial fuerza: Otra vez nada.
Observé a mi alrededor.
Desde que habían abierto la florería no había podido descansar bien, mi pequeño hogar (A pesar de no estar sucio) estaba cada vez más obscuro, no prendía las luces a menos que fuera necesario y se notaba un ambiente bastante sombrío, era como si de un momento a otro la felicidad que me inundaba hace unas semanas se hubiera esfumado.
Miré mi plato vacío, y me gruño el estómago, ahora sí que tenía hambre.
Me levanté para ver lo que tenía en mi refrigerador: Un poco de carne y jitomates, algo de queso y algunas legumbres para cocinar
—Un espagueti me sentará bien — Me dije.
Comprobé la hora, eran las nueve de la noche, definitivamente la florería ya estaba cerrada.
Cuándo estuve en el supermercado, busqué con la mirada entre los pasillos lo que quería comprar y se me escapó una exclamación cuándo me encontré con aquella cabellera verde, paseando entre los estantes.
Su mirada iba del estante de pasta al de harinas, analizando ambos lugares con seriedad, luego de unos segundos levantó la vista en mi dirección y puso los ojos en blanco.
—¿Es una broma? — Escuché que dijo.
A esas alturas había decidido pasar de él, de todas formas, pronto me iría de ahí (Si es que encontraba otro lugar disponible).
—Hola para ti también — Refunfuñé mientras caminaba hacia él estaba justo en el estante dónde quería comprar y tomé dos paquetes de pasta con un poco más de fuerza de la necesaria, lo hice tan rápido que uno de los paquetes se me resbaló de los dedos y cayó al suelo con un sonido sordo.
—Brillante — Le escuché decir, se agachó suspirando, tomó el paquete y me lo extendió — Ojalá no se haya roto, sería una pena y un desperdicio si lo dejas aquí y te llevas uno nuevo.
—¿Por quién me tomas? — Respondí ofendida, tomé el paquete y lo examiné cuidadosamente, la pasta seguía intacta, de igual forma iba a llevármelos si se habían roto un poco, después de todo si había sido mi culpa.
Le escuché tomar algo del estante y pasar a mi lado rápidamente, cuándo levanté la cara, él ya estaba formado, caminé para ocupar mi lugar y me debatí internamente entre agradecerle o dejarlo pasar.
Él pagó sus cosas y salió del local, cuándo me entregaron mi cambio salí para ver su cabellera verde perderse en la esquina, troté un poco para caminar justo detrás.
Mi moralidad me obligaba a decir algo, pero a la vez, no quería hacerlo.
—¿Te puedo ayudar en algo? — Se detuvo de golpe.
Recordé nuestro primer encuentro, había sido bastante grosero y nada me obligaba a ser amable con él, además, no se lo merecía, no se merecía que fuera educada, me miraba y hablaba como si fuera tonta, pero... Definitivamente yo no era como él
—Gracias — Le dije, sentí como se me quemaba la boca, pero ya no podía echarme para atrás— Por la pasta, lo del pasillo, ya sabes
El misterioso chico se dio la vuelta y me miró directamente a los ojos
—¿Me seguiste para darme las gracias? Estoy gratamente sorprendido — Me dijo
—No te seguí —Le corregí — De todas formas, vivimos a lado.
Pude verlo sonreír de forma socarrona.
—Qué molesto — Susurré.
—Te escuché.
—Bueno, no me importa.
Como ya había cumplido con mi meta, comencé a caminar, pasando de largo y dejándolo atrás.
—El otro día noté algo curioso — Lo escuché decir — ¿Quieres decirme porqué das tanta vuelta para llegar a tu edificio? Es una costumbre muy extraña.
No esperaba para nada que dijera algo así, de entre todas las personas, era justo él quien tuvo que haberse dado cuenta.
—¿Acostumbras observar a tus vecinos desde tu departamento? — Le respondí.
Entré al edificio y cerré la puerta, visiblemente afectada.
Bien, era mi vecino, tenía sentido que me hubiera visto de vez en cuando, pero, ¿Qué tanto me había visto como para notar algo así en mí? ¿Acaso era de los que pasaban horas y horas en su ventaba viendo a los demás?
Arrugué la nariz de imaginarlo.
Qué molesto.
Xanath- **Miembro*Contest**
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Re: L A F L O R E R I A D E L A C U A D R A
Que encuentro tan desafortunado para ser la primera impresión ha sido terrible. Y me recordó mucho a su primer encuentro en el anime
Espero ver más capítulos pronto. Saludos.
Espero ver más capítulos pronto. Saludos.
Mihrimoonx- **Fan*Contest**
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