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Mensaje por Nya Lun 8 Feb - 15:49

Cada cierto tiempo y con un movimiento al que ya había dominado la maestría, Liv insertaba en el suelo una vara de madera con un lazo rojo de tela atado en el extremo que daba al cielo. Su objetivo no era otro que indicar la ruta que estaban tomando, por si tenían que volver por donde habían venido o para quien quiera que estuviese buscándolos. De una forma u otra, poco le importaba a la chica, pues esta vez tenía la oportunidad de quedarse junto a su hermana y por una vez lejos de los peligros de ser la primera en dar con cualquier problema. Y era gratificante porque salvo quienes compartían su misma tarea, nadie era capaz de comprender lo que era aquella responsabilidad, la de mantener al grupo vivo estando alerta a cualquier peligro. Si ella fallaba en explorar el horizonte antes de que los demás llegasen, si hubiera algún soldado caído, sería su culpa.
Pero lo que Liv no sabía, es que era Lucina quien en secreto la había apartado temporalmente de aquel puesto intercambiando su tarea con otra mucho mas simple, hasta casi insignificante. Como hermana mayor, consideraba muy importante cuidar a la menor y no solo por afecto, porque si algo le pasaba, no estaba segura si viviría para contarlo cuando tuviera que pasar la noticia a sus padres.
Mientras continuaban aún hacia ninguna parte, de vez en cuando las hermanas Ruth y Tali rompían el aburrimiento con alguna que otra conversación no importante. Aunque en el ejército había mujeres, normalmente no se aventuraban en algo así puesto que requería una gran estamina y aun teniendolo, no todos acababan por aceptar a una mujer entre sus filas. Siempre había una parte de la plantilla que recelaba ante aquello. También estaban a quienes no les importaba, quienes aprovechaban como si aquello fuera una taberna para buscar una futura familia y también quienes las denigraba bastante con un pensamiento muy cerrado fruto del escaso conocimiento general. Y todo aquello sucedía a pesar de que el ejército de Syl se consideraba bastante moderno. Además, como mujeres que eran, había cosas que solo entre ellas podían discutir.
- ¿Crees que está bien? Llevamos días avanzando sin problemas. - Dijo Liv clavando otra estaca en el suelo. Una de cientos ya.
- ¿No es positivo que haya paz? - Respondió Lucina.
- Siento que estamos acumulando la mala suerte para que estalle de golpe enfrente nuestra. -
- Es inevitable. Sucederá algo tarde o temprano pero no por ello tiene que ser horrible. Es solo percepción, parecerá una tragedia porque nos hemos acostumbrado a la tranquilidad. -
- Aun así, me incomoda. -
Liv miró al cielo, despejado y soleado. El Sol daba calor pero la ligera brisa refrescaba lo suficiente para crear un ambiente perfecto. Tenía ganas de echarse un rato sobre la hierba, al igual que hacía en Syl. Casi hasta echaba de menos aquellas tardes de pereza pero por lo menos, tenía lo mas importante para ella así que todo estaba bien.
De pronto como si el mismísimo cielo hubiera escuchado sus "plegarias", uno de los tantos exploradores apareció de la nada falto de aire por las prisas que llevaba. Buscó al superior mas cercano y para desgracia de Lucina, como había aparecido junto a ella (casi provocándole un susto de muerte), se dirigió a esta para comenzar su reporte tras un breve saludo.
- ¡Hay humo en el horizonte! - Dijo mientras caminaba a su lado ya que no por ello, todo el batallón iba a detenerse sin más.
- ¿Como? -
- Sí, humo. - Repitió. Lucina negó con la cabeza.
- Quiero decir, cantidad, humo negro, blanco... -
- Ah... - El joven se rascó la nuca nervioso de verguenza. - Es humo negro como la noche misma y bastante... Si continuamos, diría que llegaríamos para la noche. - Lucina asintió satisfecha.
- Ve y díselo al mayor. - El hombre asintió antes de dar otro saludo y salir corriendo. Verlo correr cansado de aquella forma era hasta divertido. - La próxima vez es mejor no quejarse. -
- No es mi culpa. - Se defendió.


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Su cabeza ya había curado lo suficiente como para no necesitar un vendaje o un tratamiento especial pero eso no quería decir que un leve dolor soportable no estuviera ahí recordándole que ahí se encontraba, como castigado cual perro mal adiestrado porque Lucina así había insistido en que se quedara bien resguardado en la retaguardia junto a Ryan. Muchas veces se salía con la suya pero cuando se ponía realmente seria, apenas era capaz de decir que no. Decían que uno de los instintos mas primitivos era el miedo; hombre o animal, ambos reconocerían cuando una amenaza era mucho mas fuerte que ellos y aunque estaba seguro de que era mucho mas fuerte físicamente que Lucina, no pudo ganar la discusión. Lo que Caesar no sabía, es que el afecto que tenía era la perdición de todo hombre: entrar era fácil, pero salir ya no tanto. Tampoco sabía que Lucina lo había hecho secretamente para librarse de él por un tiempo con la excusa de estar preocupada por su bienestar y es que a veces el chico era demasiado insoportable a su lado aunque le tuviese estima.
- Si lo llego a saber, no salgo de casa. -
- Eres tonto por unirte. -
- ¡Prometían tierras y títulos! Por muy insignificante que sea, salvaría a mi familia de la pobreza. -
- ¿De verdad crees que iba a ser tan fácil? -
- Promesa del rey. -
La repentina conversación entre el sonido de los cascotes de caballos trajo a Caesar de regreso al mundo. No tenía derecho a meterse en conversaciones ajenas pero es que tampoco tenía mucho que hacer salvo mirar al cielo y si le daba por ser muy extremo, intentar hacer una competición de miraditas al Sol.
- Por lo menos no todo es malo... No me esperé encontrar chicas guapas en una expedición. - Dijo lo último con una sonrisa y en un tono mas bajo que no pasó desapercibido por Caesar. Este intentó autoengañarse con cualquier otra cosa porque las probabilidades de que estuvieran hablando de ella eran ínfimas.
- Cierto cierto, hemos sido bendecidos. No tienen nada que envidiar a las chicas de la taberna. -
- Mi ídola es la líder, no solo es bella, también tiene carácter y sabe manejar una espada... aunque me da miedo cuando pasa... -
- Pffffft, ¿que eres una nena? Solo es una mujer. Yo soy mas de "aventureras" como la pelirroja que siempre va a su lado. -
- Te digo, al final te aburrirás, es mejor alguien con carácter... -
- No, no. - Dijo negando con la mano despreocupadamente. - La otra de pelos azules tampoco está mal. - Puso una sonrisa socarrona. - En la cama, día y noche. Una auténtica aventura si sabes a lo que me refiero. -
- Oye, no está bien hablar así... - Dijo dudoso, intentando no ofender a su compañero veterano por edad.
- Ni que tuvieras cinco años chico. - Le atacó con el dedo índice en el pecho. - Nadie se va a enterar además, uno se amarga después de tantos años en la misma mierda. No soy tú chico nuevo. -
- Esa es mi línea. - Se unió otro. - ¿Cuando se ha visto una mujer al mando? -
- Compañeros tal vez, ¿pero como líder? Mejor en la cocina. - Añadió otro.
La conversación tampoco pasó oculta por Ryan quien iba junto a Caesar. No necesitaba calcular demasiado para saber de que hablaban y de quien hablaban pero antes de que pudiese reaccionar apropiadamente, por algún motivo decidió robar un solo instante, una mirada hacia Caesar por el rabillo del ojo. Enseguida palideció de terror porque su compañero estaba rojo de furia, casi echando humo. Un movimiento en falso, y habría una catástrofe.
- Señor Caesar... - Dijo temeroso de que estallase. - No lo- -
La frase quedó ahí porque en menos de un instante, el puño del rubio y el rostro del soldado mayor ya se estaban besando y no de forma romántica.


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Todos estaban sentados en el suelo incapaces de levantar la mirada ante la figura amenazante que estaba delante suya. Detrás de ella, se situaban Liv con un rostro de desaprobación y Tali y Ryan un tanto incómodos por la situación. Además de ellos, mas lejos se formaba un coro de otros tantos guerreros, todos bajo el liderazgo de Lucina ya que aquello era un problema entre escuadrones y no era algo que tuviera que ser elevado más de lo necesario. Aun así, provocó que el batallón entero se detuviese, que tampoco fue tan grave debido a las noticias que había traído anteriormente el explorador y el mayor había aprovechado de paso para detener el avance y formular un plan de seguimiento.
- Caesar. - Dijo Lucina. Era la primera palabra tras el largo silencio desde el principio, desde que habían detenido aquella querella. - Tendrás una explicación espero. -
- ¡Empezaron ellos! -
- ¿¡Como te atreves!? ¡Tú eres el bruto que ha recurrido a la violencia sin más! -
- Basta. - Ordenó Lucina. - Ninguno tiene excusa para lo que ha hecho. Ninguno de vosotros cenará esta noche como castigo. No quiero mas problemas de este tipo, sobretodo de tí, Caesar. -
- ¿Que? - Dijo atónito.
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Mensaje por Shiba Miér 10 Feb - 2:26


Llegó otra noche helada para la brigada, y con ella los soldados sintieron los primeros atisbos del avecindado Otoño. Si poseían algo de suerte, el mínimo de hojas se caerían de los árboles y podrían mantener escondites de los entes voladores. Pero por el momento, aún poseían el frondor del bosque, al cual ingresaron, limpiando el camino de bestias menores y consiguiendo una zona, aunque abandonada, llana en su mayoría, para instalar el campamento celebrando especialmente la buena postura que podrían adaptar al dormir esa noche.

Los relevados de la cena, veían a sus compañeros regodearse con la repetitiva comida provisionada. Siendo lo peor del caso, el hecho de que todos pudieron obtener un poco más gracias a que el estúpido de Caesar los dejó sin parte a ellos.

- El que no debería de probar bocado alguno es ricitos. - Habló el más longevo. - Mira que venir a golpear a alguien de la nada.
- Mejor no decir nada. - Le pidió el otro. - Te está mirando muy feo… - Observó al rubio matando con la mirada al hombre.
- ¿Le tienes miedo a todo, o qué? El imbécil solo tiene tamaño, es un milagro que continúe vivo con esa cabeza vacía...- El sonido de hojas secas siendo removidas les llamó la atención, Caesar se había levantado y  contrario a los que las expresiones de terror intuyeron, el rubio solo se alejó de ahí perdiéndose en la oscuridad de los árboles y queriendo romper todo solo porque así mismo se imagina dándole su merecido a ese tipo.

Caminó unos metros, solo hasta los límites marcados, era peligroso ir más allá, y no era por él, sino por el equipo. Además, algún vigilante le llamaría la atención, era casi imposible que alguno no lo hubiese visto. Se acostó en el suelo sin pensarlo mucho, había una fina capa de hierba, por la que sabía no iba a ensuciarse de más. Usó sus manos de almohada, cerró los ojos con fuerza e inhaló toda la furia que había contenido hasta el momento, para luego expulsarla como queriendo alcanzar las hojas de los altos árboles.

- Este no es el mejor lugar para lamentarse. - La suave voz de Lucina lo regresó al mundo de manera inesperada. No es que no hubiese escuchado a alguien acercarse, pero quería engañarse a sí mismo, pensando que no era ella. Después de los acontecimientos de la tarde, no se sentía con el ánimo, ni agallas para enfrentarla.
- Lo siento. - Él se sentó inmediatamente y diferente a lo que normalmente hacía, distrajo la mirada hacia un costado, que además de troncos de árboles antiguos y el rastro a penas luminoso del campamento, no iba a encontrar más. Una vista aburrida, según él.
- ¿Por qué te estás disculpando? - Inquirió Lucina en un tono de aparente seriedad, y se acuclilló frente a Caesar, observando cómo ni siquiera levantaba cabeza.
- Porque has venido hasta acá. - Dijo simplemente. - No me pienso disculpar por lo de la tarde. - Aseguró mirándola por fin a la cara. - Se lo merecían.
- ¿Y eso qué?
- ¿Cómo qué "y qué"? - Frustrado, el rubio llevó el puño a la tierra. - Lucina, no te respetan… - Volvió a respirar fuerte. - Y no haces nada por ello.
- ¿Y crees que me respeten más a base de golpes? - Preguntó con cansancio, no era algo indiferente para nadie, pero tampoco era algo que se pudiese evitar. Caesar volvió a desviar el rostro. - El castigo no se trata de mí, Caesar, es por la pelea. - Le aclaró. El hombre tuvo que apretar los dientes resignado pero aun molesto. - Pelear con tus propios compañeros solo nos llevará a una crisis de confianza ¿Entiendes?
- Lo sé… pero me molesta. - Aceptó el marcial sin más. Lucina sonrió por ello y colocó una mano en el hombro del hombre. - Si no le rompí los huesos ha sido solo por ti.
- No digas cosas que me hagan arrepentir… - Pidió la peliazul al darle un golpecito en la frente con su palma libre.
- No lo haré. - Respondió él con un quejido falso. Luego, ambos escucharon un ronquido de parte del estómago del rubio, provocando que el hombre se volviera a tirar al suelo y Lucina tuviese que aguantar la risa. El cuerpo de Caesar tenía esa desventaja, no solo la cantidad de esfuerzo que se notaba que hacía, su altura, también era principal razón por la que su alimentación no debía reducirse. Lucina tomó una bolsa de cuero que había amarrado a su armadura y le llamó:
- Levantate.
Caesar hizo lo dicho y recibió un poco de comida en sus manos, la que no podía dejar de mirar como un regalo enviado de los dioses. Pero la volvió a guardar.
- No necesito comida.
- ¿En serio?
Él negó enérgicamente solo para demostrar que podía aguantar, le devolvió el contenedor con todo, y aprovechó a tomar su mano.
- Te tengo a ti. - Sonrió demasiado relajado, costándole un empujón de parte de Lucina que lo regresó al suelo. Ni eso, ni la estupidez que dijo eran necesarias. Pero Caesar era bueno arruinando cosas.
- Ahora sí, dime la verdad. - Pidió una vez él se reincorporó del penoso espectáculo anterior.
- Si como, sería como aceptar lo que dijeron los imbéciles, no lo haré. - Explicó tranquilo. Lucina se levantó entonces.
- Como gustes. - Fue lo último que dijo la espadachina antes de salir de ahí seguida por un Caesar con mejor humor que antes. Aunque claro, por mucho que haya dicho lo que haya dicho, esa noche apenas y pudo descansar al sonar de sus propias tripas, pero nada que el desayuno del día siguiente no fuese capaz de arreglar.
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Mensaje por Nya Jue 4 Mar - 17:02

El ambiente era mas calmado y tranquilo con una mezcla de desánimo tras una noche de sueño y un consistente desayuno a la mañana. El no haber cenado la noche anterior, provocó que el ritual matutino fuera mas ansiado que nunca para los que estaban castigados desde ayer y hasta parecía que la comida era mas deliciosa que antes, siendo este reflejos de sus deseos pues tal y como mejorar, nada había cambiado; el desayuno seguía siendo el mismo de siempre.

Mientras la compañía daba mimos a sus prioridades matutinas tales como la comida, el aseo y entre otras actividades, Lucina y el resto de líderes se reunían para debatir su próximo movimiento aunque no había mucho que discutir salvo ponerse de acuerdo a donde irían y por cuanto tiempo y por donde, típicas discusiones de logística que se convertían en aburridísimas conversaciones diarias. Por suerte, no duraba mas de una hora.
No pasó mucho hasta que Lucina pasó la noticia a su escuadrón, concretamente a unos pocos miembros quien a su vez pasaron el anuncio a los demás. El destino había decido que ellos y el grupo de Nazhcar serían quienes investigasen aquella columna de humo que habían visto ayer antes de que fuera todo el grupo adelante. No querían volver a cometer el mismo error de caer en una trampa y poner en riesgo la misión y a todos.

Como su grupo era el más variado y equilibrado en todas las disciplinas (aunque nada destacable), prefirieron mandarlos primero a ellos a investigar solo para ir seguro sobre el terreno por si sucedía algo. Si se encontraban con un problema y en su lugar hubiesen mandado un grupo muy especializado en una materia pero su obstáculo justo era su punto débil, tendrían que preparar un funeral muy grande. Tampoco es que tuviesen mano de obra infinita por lo que había que ser eficientes haciendo la cosas.

- Siempre nos toca el trabajo sucio. - Se quejó Liv.
- Ya te avisé que no te gustaría. - Contestó su hermana provocando que Liv se pegara mas a ella tomándola del brazo.
- No. - Dijo con un enfado claramente simulado.
- ¿No que? -
- No y ya. -
Liv apoyó su cabeza en el hombro de su hermana, quería aprovechar el tiempo mientras durase su descanso hasta su turno y agradecía que hubiesen traido varios carruajes también por si acaso los cuales podía aprovechar para sentarse un rato. Mientras, Lucina no evitaba preguntase si tal vez estaba consintiendo demasiado a la menor. No es que estuviera mal pero la triste realidad es que no siempre estaría ahí para ella y cuando llegase ese momento, sería un gran problema.
Lo que más le sorprendía era lo silencioso que estaba Caesar. En todo el día no la había molestado ni una pizca y eso ya era raro en él. Empezaba a preocuparse de que la falta de cena lo hubiera dejado mal de la cabeza, más de lo que ya estaba.
- Liv. - Dijo despegándose de ella. - Ya es hora. -
Quería ver con sus propios ojos lo que se encontraría aunque se arriesgase a ello. Además, tampoco quedaba bien que Nazhcar si estuviera allí y ella no y tampoco quería llegar tarde a ello.

No tardó mucho en llegar al frente donde tal y como se temía, Nazhcar ya estaba y presidía con confianza. Saludó asintiendo levemente con la cabeza, lo suficiente para ser susceptible y Lucina imitó el gesto como cortesía. Devolvió a vista al frente y notó que el bosque comenzaba a dispersarse poco a poco hasta que apareció un claro en la vegetación salpicado con varias construcciones de piedra y madera ennegrecidas o derruídas, además de un muro que las rodeaba o por lo menos lo que quedaba de él. Era tan vasto y grande que era dificil de clasificar aquella calvicie en un bosque tan abundante como ese.
Lucina se preguntó por qué Nazhcar no había mandado algunos exploradores por delante, no era seguro llegar de golpe a un pueblecillo como ese así sin mas. Hubiera preferido quedarse en la sombra esperando a ver si aparecía alguna pista de su verdadera naturaleza, cualquier ventaja que les pudiera dar si tenían que entrar en combate de nuevo. No pudo evitar culparse por no haber estado atenta a su deberes pero ahora no era el momento de sentir remordimientos.
- Parece ser la fuente de nuestro problema. - Dijo Nazhcar. Por el aspecto de aquel asentamiento, era definitivamente aquel humo negro que habían visto ayer. Aún olía a hollín y la tierra todavía tenía un tono negro de quemado; si no estaba maldito el suelo, poca explicación alternativa había.
- Y no va a ser sencillo. - Dijo observando como asomaban de la ruinas varias siluetas con forma humanoide pero lejos de poder llamarse humanos. Ya era tarde para esconderse, los estaban viendo y muy atentamente.

La consternación y el murmullo que estaba provocando todos, solo aumentó mas la curiosidad de Tali, sobretodo cuando le había preguntado a Liv, quien estaba subida en Caesar para un mejor reconocimiento (?) pero aun así se había quedado sin habla porque no sabía como contarselo. Aquello le extrañaba porque después de todo lo que habían pasado, pocas cosas eran innombrables.
Aún así Tali con su mejor esfuerzo y de algún modo, logró robar una mirada de la situación y no pudo evitar que su corazón casi diese un vuelco de la emoción. Sabía que estaba mal emocionarse por ello pero no podía evitarlo, era algo que solo había leído entre libros y textos antiguos y nunca imaginaba que fueran reales. Lo que se encontraba delante de todos y provocaba aquella congestión no era otra cosa que hombres lobo.
- ¿Que estás viendo lerda? - Reclamó Caesar. Incluso con su estatura le era difícil fijarse en algo. No es que tuviera los ojos de lince como los Grulla, su especialidad era mas bien golpear y luego preguntar.
- ¿Como quieres que te describa algo indescriptible? - Respondió molesta.
- Al menos inténtalo. -
- Que. Es. In-des-crip-ti-ble. - Caesar suspiró.
- Te tiro. -
- Y te clavo una de mis flechas. -
- Pero Liv tiene razón. - Defendió Tali. - No esperarías encontrarte en persona una criatura confinada en los libros de historia. - Caesar no respondió. No quería entrometerse mas en la forma tan indescifrable y poco clara con el que hablaban sus compañeras.
- ¡Caesar! - Gritó uno de los tantos soldados acercándose al nominado. - Lady Lucina requiere tu presencia. - Caesar se apuntó a sí mismo y el hombre volvió a asentir indiferente.
- Detente. - Interrumpió Liv.
- ¿Que me detenga que? -
- Estás haciendo una sonrisa siniestra. Para, das grima. -
- ¿Estás celosa porque me ha llamado a mi y no a tí? - Dijo con un todo de superioridad.
- No se de qué tendría que tener celos. -
- Tipico de lo que diría alguien celoso. -
Liv puso los ojos en blanco y de un salto descendió de los hombros del rubio quedando al lado de Tali. Sin mediar mas palabra, Caesar echó a andar mientras Liv y Tali lo veía desaparecer de la multitud aunque con lo alto que era el chico, iba a tardar un buen rato en dejar de asomar su cabellera dorada por el horizonte como un Sol al amanecer. Cuanto mas miraba Liv su rubia melena, mas le irritaba.
- Vamos también. - Le dijo a Tali.
- ¿Eh? - Articuló confusa. - Pero Lucina no nos ha llamado... -
- No dijo que nadie mas pudiera ir a parte de Caesar. - Sonrió malévolamente. Tali dudó si se iba a meter en algún lío pero la arquera simplemente no aceptó un no por respuesta y la obligó a acompañarla. - Si algo pasa yo me hago responsable. - Dijo con confianza.

Sintió un toque en su hombro y se encontró con Liv detrás suya junto a Tali. Tan pronto como miró de nuevo al frente, volvió otra vez la vista hacia atrás.
- ¿Y Caesar? - Liv se encogió de hombros.
- Salió primero. -
- ¿Y no ha llegado aún? - Liv volvió a encogerse de hombros.
- Es poco confiable. - Lucina le pegó ligeramente en frente a modo de castigo.
- No hables así de tus compañeros. Un día te vas a meter en problemas. - Le regañó.
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Mensaje por Shiba Mar 27 Abr - 22:33

Cuando por fin apareció Caesar frente a los ojos de los demás, el suceso inevitable de su tardía presencia se dio a conocer a través de un coscorrón en la cabeza del soldado que había ido por él.

El rubio se acercó a la líder de su batallón, quien lo interrogó con una grácio mirada serie y de incomprensión ante el suceso. Caesar, mientras tanto, solo pudo rascarse la cabeza nervioso antes de señalar al soldado con todo el poder de su dolor. Sentía haberla decepcionado por haber fallado en algo que era tan sencillo, y aún así desde el día anterior parecía que solo hacía las cosas mal, pero que va, muy mal era en realidad todo lo que hacía al solo dar un paso o siquiera respirar. Pero la realidad es que Caesar no había captado el mensaje como era debido, había sido una simple pregunta de: ¿Por qué la tardanza? Que el contesto tan exagerado que Liv hizo una mueca al querer burlarse del hombre, cosa que Tali notó e intentó ocultar al sentirse contagiada.
- Se perdió. - Aseguró el rubio casi gritando, el guardia se acercó inmediatamente a un lado del hombre para disculparse como era debido.
- Mis disculpas Lady Lucina. El bosque es tan espeso que confundí la ruta.
- Está bien, solo es un pequeño retraso. - Intentó calmar al hombre, quien seguramente se había aterrado por la reacción de Caesar. El hombre asintió e hizo una reverencia corta para regresar a su puesto sin cuestionar la presencia de los demás miembros del equipo.
- ¿Para qué me requerías? - Preguntó el artista marcial al inclinarse tratando de quedar más bajo que Lucina, cosa que conseguía a medias siempre. Ella evitó dejar a la vista el chiste que le daba verlo intentar aquello y respiró profundo.
- Primero, baja la voz. - Pidió, Caesar asintió. - Segundo. ¿Ves eso? - Él volvió a asentir. - Ve con ellos.
- ¡¿Qué?!
- Tu familia te espera. - Dijo con firmeza, Caesar miró a su objetivo, luego a él mismo, y no rompió nada a su alrededor porque ver a Lucina aguantando el aire con su expresión de señoría era mucho mejor que una ducha matutina. Y poco le importó la risotada que se echó Liv tan pronto lo escuchó, pero no continuó por mucho al recordar que debían ser cautelosos.
Fuera de lo que haya dicho, las intenciones de Lucina al decirle aquello, Caesar las había captado, por lo quenuna vez erguido, más exagerado de lo normal, se acercó a paso fuerte hacia estas criaturas de aspecto humanoide.
Y aunque se notaba que compartían amturas similares a Caesar, sus cuerpos peludos, poseían extremidades, aunque marcadas, nada comparadas con las del robusto Caesar. Quien a penas alcanzó a tronarse los dedos y lanzar un puño que no llegó a su objetivo (Una vara atascada al suelo con una máscara moldeada en madera y pintura rústica, tan alta que le ganaba a Caesar por una cabeza.) cuando el mago sanador lo interrumpió con un tono de alarma.

- ¡Espera!
- ¿Qué quieres? - Preguntó Caesar cruzándose de brazos y regresando la mirada a sus compañeros, específicamente al que había hablado, acción repetida por casi toda la patrulla, cosa que cohibio al chico quedando congelado por unos segundos que se hicieron eternos para él, pero se compuso al aclarar su garganta y recordar el objetivo de todo eso.
- No nos van a hacer nada.
- ¿Y cómo sabes eso? - Se atrevió a dudar Liv con reproche, él nuevamente se quedó congelado, y Tali posó una mano en el hombro de la arquera.
- Podemos creerle, lo hizo antes con el guardián de la medicina. - Le explico a la menor de las Ruth, pero fue algo escuchado por todos, y comprobado por una parte.
- Puedo entender lo que quieren expresar ciertas criaturas, y ellos… bueno, antes parecian curiosos pero ahora mismo parecen asustados más bien.
- De Caesar, cualquiera. - Apoyó monótono Nazhcar.
- Me congratulas. - Le respondió al rodar los ojos el afectado emocionalmente (?.
- ¿Qué hacemos entonces? - Nazhcar miró a Lucina tras ignorar olimpicamente al rubio, cosa imitada por la mujer quien pensativa mantuvo su calma. Aunque hubiese querido tanto que el maestro fuese quien escogiese, no era una opción regresar y revelar la ubicación de todo el pabellón.
- ¿Puedes saber qué quieren? - Lucina observó a Fay, él, la observó pensativo, pero terminó asintiendo.
- Pero no sería algo literal. - Lucina asintió y Fay dio un paso al frente, Caesar fue detrás del mismo con el mismo objetivo de antes, excepto que sólo usaría su tamaño y mirada de ogro para mantener alejados al nuevo descubrimiento.
Fai intercambio unas cuantas "Palabras" con uno, al parecer un líder menor, único que se atrevió a acercarse a ellos y explicarles la situación: Estaban a media comida cuando escucharon pasos desconocidos. No muy cerca pero tampoco tan lejos, su desarrollado oído les permitía escuchar en un radio de hasta cincuenta palmas (Medida de su cultura (?) Y esto los obligó a salir de sus pequeñas chozas encontrándose con criaturas desconocidas y un mastodonte.
Fai se encargó de darle a conocer esto al grupo, omitiendo lo del mastodonte por la posible reacción que podría tener el aludido. Así mismo añadió lo que iba percibiendo de las intenciones de la misma criatura, lo que a diferencia de lo que hubiesen creído, no era más que dudas acerca de su procedencia y sus propia razón de haber llegado hasta ahí. Terminando en un acuerdo donde ellos, gracias a la amabilidad de sus ahora anfitriones, ahora tenían permiso de conocer el rústico pueblo, no sin antes pasar por el Líder del clan. Algo que todos dudaron pero a lo que no se negaron.
Si bien era una misión de reconocimiento, la posibilidad de lazos con especies desconocidas aptas a supervivencia en el exterior tampoco estaba descartada, aun cuando todavía no estaban todas las cartas sobre la mesa y estaban sin duda, metiéndose a la boca del lobo.

Muy literalmente.


Aquí yo es que no sé que he hecho xD
esto si lo debo corregir a huevo xDD
Shiba
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