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[Roll] La Edad Dorada
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Caesar hizo una mueca, ladeando los labios vacilante de si derecha o izquierda.
- Oh, vamos, son unos renacuajos. - Dijo, llamando la atención de todos, pero solo de oído, pues ni siquiera se voltearon a verlo, ni se relajaron ante aquel comentario.
- Caesar, no te fíes simplemente por eso. - Le pidió Lucina demandante. El rubio solo suspiró y con paso tranquilo, se adentró hasta los arbustos, de dónde tomó a uno de la calva y gris cabeza, y empezó a sacudirlo.
- ¿Ven? renacuajo. - Asintió confiado. Y luego observó a los otros dos pequeñines que osaban comenzar a trepar en él. - Hey.. - Dijo comenzando a dar pequeñas vueltas intentando verlos. Los demás quedaron impasibles ante la escena. En primera Tali y Ryan nunca supusieron lo poco precavido que sería alguien como Caesar, pues comportamiento siempre había sido algo pedido en el ejército. Mientras que Liv y Lucina, simplemente pensaban en lo idiota que llegaba a ser.
Pero entonces algo los hizo abrir los ojos en grande. Y fue la rápida y fuerte sacudida que dio el más alto, librándose de los duendes, y después acercarse nuevamente y colocar a lado de ellos en posición de pelea.
- Esas cosas asquerosas... - Masculló con molestia. Lucina alcanzó a oír, y le observó de reojo. - Lanzan un extraño líquido. - Explicó viendo su mano, y cómo humo desprendía de los guantes queriendo desintegrarse. Y, a pesar de no hacerlo gracias al material, en el interior, su mano quemaba. Era ácido pero tampoco lo podía clasificar como uno, no como uno que conociese. - Tengan cuidado con eso. - Aquello hizo meditar a Tali sobre si enviar a sus invocaciones o no, pues aunque fuese magia también resultarían heridas, y algo le decía que era aquel líquido del que hablaba Caesar no era tan sencillo como para derretir cualquier material, pues aun sus guantes se veían sanos, mas a él se lo veía incómodo.
- Gracias, conejillo de indias. - Se burló Liv, estaba claro que no era el mejor momento, pero tampoco era como si ella hubiera perdido el tiempo quedándose en un solo lugar. Estaba más alejada y apuntando con su arco, definitivamente les daría. Pero un pequeño movimiento de uno la hizo moverse a un lado.
Aun a esa distancia le había lanzado aquel ácido, y si se quedaba ahí solo por darles no tenía ganas de averiguar que hubiera pasado después.
Entonces bolas de fuego, provocadas por Ryan, atacaron a los tres duendes, los cuales comenzaron a saltar envueltos en aquella energía. Pero, a mas de comenzar a sentir pánico, ellos no parecían recibir quemaduras realmente.
Lucina aprovechó aquello y con rapidez blandió su espada en una pequeña carrera hacia los duendes cortando en horizontal a dos por la mitad, el otro había comenzado a huir pero fue alcanzado por la flecha de la menor de las Ruth. Haciendo que cayese, pues muy al parecer había asestado a una parte vital en el cráneo.
- Que problemático... - Dijo llevándose el arco al hombro nuevamente.
- A pesar del tamaño, dieron más de lo que esperaba. - Dijo Caesar en una pose de reflexión.
- Tu eres idiota. - Le recriminó Lucina mirándole mal.
- ¿Preocupada?
- Ya no. - Se alejó de él, y se acercó a los otros dos compañeros. - ¿Están bien?
- Sí. - Respondió Ryan. - En los libros nunca hablaron de cosas como esa.
- Por eso la experiencia le ganará siempre a la teoría. - Le sonrió, y después pasó a Tali, quien solo la miró apenada, sentía que no había hecho nada.
- Yo...
- Está bien, estamos recién comenzando. - La alivió. - Y algo me dice que esto no es nada.
Viva el saber qué hacer, pero al ir avanzando ya no saber (??
- Oh, vamos, son unos renacuajos. - Dijo, llamando la atención de todos, pero solo de oído, pues ni siquiera se voltearon a verlo, ni se relajaron ante aquel comentario.
- Caesar, no te fíes simplemente por eso. - Le pidió Lucina demandante. El rubio solo suspiró y con paso tranquilo, se adentró hasta los arbustos, de dónde tomó a uno de la calva y gris cabeza, y empezó a sacudirlo.
- ¿Ven? renacuajo. - Asintió confiado. Y luego observó a los otros dos pequeñines que osaban comenzar a trepar en él. - Hey.. - Dijo comenzando a dar pequeñas vueltas intentando verlos. Los demás quedaron impasibles ante la escena. En primera Tali y Ryan nunca supusieron lo poco precavido que sería alguien como Caesar, pues comportamiento siempre había sido algo pedido en el ejército. Mientras que Liv y Lucina, simplemente pensaban en lo idiota que llegaba a ser.
Pero entonces algo los hizo abrir los ojos en grande. Y fue la rápida y fuerte sacudida que dio el más alto, librándose de los duendes, y después acercarse nuevamente y colocar a lado de ellos en posición de pelea.
- Esas cosas asquerosas... - Masculló con molestia. Lucina alcanzó a oír, y le observó de reojo. - Lanzan un extraño líquido. - Explicó viendo su mano, y cómo humo desprendía de los guantes queriendo desintegrarse. Y, a pesar de no hacerlo gracias al material, en el interior, su mano quemaba. Era ácido pero tampoco lo podía clasificar como uno, no como uno que conociese. - Tengan cuidado con eso. - Aquello hizo meditar a Tali sobre si enviar a sus invocaciones o no, pues aunque fuese magia también resultarían heridas, y algo le decía que era aquel líquido del que hablaba Caesar no era tan sencillo como para derretir cualquier material, pues aun sus guantes se veían sanos, mas a él se lo veía incómodo.
- Gracias, conejillo de indias. - Se burló Liv, estaba claro que no era el mejor momento, pero tampoco era como si ella hubiera perdido el tiempo quedándose en un solo lugar. Estaba más alejada y apuntando con su arco, definitivamente les daría. Pero un pequeño movimiento de uno la hizo moverse a un lado.
Aun a esa distancia le había lanzado aquel ácido, y si se quedaba ahí solo por darles no tenía ganas de averiguar que hubiera pasado después.
Entonces bolas de fuego, provocadas por Ryan, atacaron a los tres duendes, los cuales comenzaron a saltar envueltos en aquella energía. Pero, a mas de comenzar a sentir pánico, ellos no parecían recibir quemaduras realmente.
Lucina aprovechó aquello y con rapidez blandió su espada en una pequeña carrera hacia los duendes cortando en horizontal a dos por la mitad, el otro había comenzado a huir pero fue alcanzado por la flecha de la menor de las Ruth. Haciendo que cayese, pues muy al parecer había asestado a una parte vital en el cráneo.
- Que problemático... - Dijo llevándose el arco al hombro nuevamente.
- A pesar del tamaño, dieron más de lo que esperaba. - Dijo Caesar en una pose de reflexión.
- Tu eres idiota. - Le recriminó Lucina mirándole mal.
- ¿Preocupada?
- Ya no. - Se alejó de él, y se acercó a los otros dos compañeros. - ¿Están bien?
- Sí. - Respondió Ryan. - En los libros nunca hablaron de cosas como esa.
- Por eso la experiencia le ganará siempre a la teoría. - Le sonrió, y después pasó a Tali, quien solo la miró apenada, sentía que no había hecho nada.
- Yo...
- Está bien, estamos recién comenzando. - La alivió. - Y algo me dice que esto no es nada.
Viva el saber qué hacer, pero al ir avanzando ya no saber (??
Shiba- .::♡.Moder*Contest.♡::.
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Edad : 28
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Se habían quedado junto al riachuelo a recargar un poco de energías, aún no era tiempo de volver al campamento por lo que aprovecharon aquel momento antes de seguir su patrullaje.
-Tss- Caesar se quejó mientras sacudía la mano en la que había recibido el ácido en su anterior enfrentamiento.
-Deja de quejarte, lo tienes merecido por idiota e irresponsable – habló con voz cancina la peli azul. Ambos se encontraban en la orilla junto a Tali, quién se había ofrecido a curar la mano del joven luego de que se quejase por quinta vez por la molestia. Caesar se encontraba sentado sobre una gran piedra mientras Tali sacaba algunas cosas de su bolso y las colocaba en las piedras.
-Eran unos renacuajos
-Renacuajos que te dañaron – refutó Lucina. El rubio la miró como si de un niño haciendo berrinche se tratase.
-Disculpa ¿podrías dejar de moverte? – Esta vez fue la pelirroja que habló con un poco de seriedad en su voz completamente concentrada en su labor. Caesar estiró su mano un poco sorprendido, hasta ahora y apenas había tratado con la joven pero le daba la impresión de ser alguien bastante frágil y tímida…Vaya que a veces las cosas no son lo que parecen. Lucina sonrío. Tali tomó la mano del joven atrayéndola para sí mientras la examinaba. Ciertamente no era algo muy serio pero al tener aquella reacción de sentir un ardor e incomodidad era suficiente como para preocuparse. Dejó de lado la mano mientras de su bolso sacaba un mortero de madera y unas vendas. Sacó un par de semillas y unas plantas y empezó la preparación junto a un poco de agua.
-¡La encontré! – La voz de Liv la sacó de su concentración para girar hacia dónde se acercaba la muchacha con unas hierbas en la mano, seguida por Ryan que llegaba con paso relajado.
-Qué bueno, muchas gracias – Tali recibió las plantas que traía la joven, sacó una pequeña navaja de su bolso y con ella recortó, vaciando su interior en el mortero. -¿Fue difícil encontrarlas? – preguntó con voz tranquila y amable sin desconcentrarse. La pelinegra negó.
-Ha decir verdad fue muy fácil de encontrar y más aun con los dibujos de tu cuaderno – la pelirroja sonrió ante el cumplido.
-Listo – los presentes se concentraron en aquel menjunje que había preparado la muchacha. Se volvió hacia el rubio y tomó nuevamente su mano, la cubrió con el ungüento y luego lo vendó.
-¿Mejor?- Caesar movió la mano abriendo y cerrando los puños. En realidad, había funcionado de maravilla, la molestia disminuía rápidamente.
-Sí, gracias. No sé qué hiciste pero gracias. – Tali sonrío, nada le daba más gusto que poder ser de ayuda.
-No fue nada. – empezó a guardar sus cosas en pequeños recipientes y bolsas.
-¿Qué era eso que trajo Liv? – preguntó Lucina acercándose a ella.
-Sábila, es una planta bastante común a decir verdad pero no muchos conocen su beneficio medicinal. Es muy útil para quemaduras o problemas en la piel. Además agregué un poco de menta para que se mantuviera fresco y no tuviera mucho malestar – explicó la joven, mientras se colocaba de pie con su bolso. Lucina sonrío con un dejo de orgullo.
-¡Bien! Volvamos al patrullaje. – saltó el rubio mientras empezaba a moverse sobre su sitio.
-Tú no cambias. Te acaban de curar y ya quieres que te golpeen otra vez. Tali se aburrirá y ya no querrá curarte – reprochó la menor.
-Calla enana.
-Y empezaron nuevamente – suspiró Lucina, Tali solo sonrío.
Volvieron a la marcha, habían optado por caminar por la orilla del riachuelo por prevención. Lucina iba delante guiando al grupo mientras que Caesar y Liv la seguían en discusiones. Y más atrás, rezagados, se encontraban los dos hechiceros.
-Parece que estás de mejor ánimo.
-¿Ah? – Tali volteó hacia el pelinegro que tenía en su rostro una sonrisa de amabilidad pero no la observaba, realmente le había sido difícil hablarle sin tanta formalidad y ella lo había notado, así que solo sonrío.
-Hace rato…- el joven dudó un segundo –te encontrabas algo triste ¿o me equivoco?
Ella observó hacia adelante, dónde sus compañeros parecían inmersos en una situación algo cómica y relajada. –No quiero ser una molestia, durante el pequeño enfrentamiento no he podido hacer la gran cosa y eso me afectó un poco.
-Entiendo. Sin embargo, tus habilidades fueron de ayuda de igual manera.
-Sí, eso es lo que me puso de mejor ánimo. De todas formas, gracias por notarlo – dijo risueña dedicándole una sonrisa a lo que el pelinegro respondió de igual forma. –También, agradezco la intención de hablarme sin formalismos. Me pone muy feliz.
-¿Por qué?- preguntó curioso.
-Pues, para empezar creo que es un paso para ser buenos amigos – respondió ella sincera con una hermosa sonrisa. Él solo a observó unos segundos antes de volver su vista hacia el frente nuevamente.
-----------------------------------
Bien, es todo lo que pude hacer luego de la pérdida~
-Tss- Caesar se quejó mientras sacudía la mano en la que había recibido el ácido en su anterior enfrentamiento.
-Deja de quejarte, lo tienes merecido por idiota e irresponsable – habló con voz cancina la peli azul. Ambos se encontraban en la orilla junto a Tali, quién se había ofrecido a curar la mano del joven luego de que se quejase por quinta vez por la molestia. Caesar se encontraba sentado sobre una gran piedra mientras Tali sacaba algunas cosas de su bolso y las colocaba en las piedras.
-Eran unos renacuajos
-Renacuajos que te dañaron – refutó Lucina. El rubio la miró como si de un niño haciendo berrinche se tratase.
-Disculpa ¿podrías dejar de moverte? – Esta vez fue la pelirroja que habló con un poco de seriedad en su voz completamente concentrada en su labor. Caesar estiró su mano un poco sorprendido, hasta ahora y apenas había tratado con la joven pero le daba la impresión de ser alguien bastante frágil y tímida…Vaya que a veces las cosas no son lo que parecen. Lucina sonrío. Tali tomó la mano del joven atrayéndola para sí mientras la examinaba. Ciertamente no era algo muy serio pero al tener aquella reacción de sentir un ardor e incomodidad era suficiente como para preocuparse. Dejó de lado la mano mientras de su bolso sacaba un mortero de madera y unas vendas. Sacó un par de semillas y unas plantas y empezó la preparación junto a un poco de agua.
-¡La encontré! – La voz de Liv la sacó de su concentración para girar hacia dónde se acercaba la muchacha con unas hierbas en la mano, seguida por Ryan que llegaba con paso relajado.
-Qué bueno, muchas gracias – Tali recibió las plantas que traía la joven, sacó una pequeña navaja de su bolso y con ella recortó, vaciando su interior en el mortero. -¿Fue difícil encontrarlas? – preguntó con voz tranquila y amable sin desconcentrarse. La pelinegra negó.
-Ha decir verdad fue muy fácil de encontrar y más aun con los dibujos de tu cuaderno – la pelirroja sonrió ante el cumplido.
-Listo – los presentes se concentraron en aquel menjunje que había preparado la muchacha. Se volvió hacia el rubio y tomó nuevamente su mano, la cubrió con el ungüento y luego lo vendó.
-¿Mejor?- Caesar movió la mano abriendo y cerrando los puños. En realidad, había funcionado de maravilla, la molestia disminuía rápidamente.
-Sí, gracias. No sé qué hiciste pero gracias. – Tali sonrío, nada le daba más gusto que poder ser de ayuda.
-No fue nada. – empezó a guardar sus cosas en pequeños recipientes y bolsas.
-¿Qué era eso que trajo Liv? – preguntó Lucina acercándose a ella.
-Sábila, es una planta bastante común a decir verdad pero no muchos conocen su beneficio medicinal. Es muy útil para quemaduras o problemas en la piel. Además agregué un poco de menta para que se mantuviera fresco y no tuviera mucho malestar – explicó la joven, mientras se colocaba de pie con su bolso. Lucina sonrío con un dejo de orgullo.
-¡Bien! Volvamos al patrullaje. – saltó el rubio mientras empezaba a moverse sobre su sitio.
-Tú no cambias. Te acaban de curar y ya quieres que te golpeen otra vez. Tali se aburrirá y ya no querrá curarte – reprochó la menor.
-Calla enana.
-Y empezaron nuevamente – suspiró Lucina, Tali solo sonrío.
Volvieron a la marcha, habían optado por caminar por la orilla del riachuelo por prevención. Lucina iba delante guiando al grupo mientras que Caesar y Liv la seguían en discusiones. Y más atrás, rezagados, se encontraban los dos hechiceros.
-Parece que estás de mejor ánimo.
-¿Ah? – Tali volteó hacia el pelinegro que tenía en su rostro una sonrisa de amabilidad pero no la observaba, realmente le había sido difícil hablarle sin tanta formalidad y ella lo había notado, así que solo sonrío.
-Hace rato…- el joven dudó un segundo –te encontrabas algo triste ¿o me equivoco?
Ella observó hacia adelante, dónde sus compañeros parecían inmersos en una situación algo cómica y relajada. –No quiero ser una molestia, durante el pequeño enfrentamiento no he podido hacer la gran cosa y eso me afectó un poco.
-Entiendo. Sin embargo, tus habilidades fueron de ayuda de igual manera.
-Sí, eso es lo que me puso de mejor ánimo. De todas formas, gracias por notarlo – dijo risueña dedicándole una sonrisa a lo que el pelinegro respondió de igual forma. –También, agradezco la intención de hablarme sin formalismos. Me pone muy feliz.
-¿Por qué?- preguntó curioso.
-Pues, para empezar creo que es un paso para ser buenos amigos – respondió ella sincera con una hermosa sonrisa. Él solo a observó unos segundos antes de volver su vista hacia el frente nuevamente.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
No era como si debiese de interesarle, tampoco creía que realmente le interesaba tanto, más que para chisme local, o molestar, pero cuando giró disimuladamente la cabeza, observó por el rabillo del ojo lo bien que se llevaban esos dos que se habían quedado atrás, hablaban con la normalidad y confianza que ella no podía en presencia del pelinegro, lo cual le incomodaba en medida.
En su interior algo golpeaba insistente, como el bandajo de una campana cuando ya ha recibido el golpe externo , y no comprendía. Después de todo solo estaban hablando. Lo sabía y aun así se hacía una loca obra teatral en su cabeza, donde ellos eran los enamorados y ella la bruja mala que quería separarlos.
Sacudió la cabeza y regreso la mirada al frente.
Caesar le dio un golpecito.
- ¿Qué? - Preguntó cortante, algo que extrañó al rubio, pues por mucho que le peleara, nunca antes había recibido una contestación como esa.
- ¿Estás escuchando? - Preguntó simplemente, señalando a Lucina, la que se la quedó mirando; pues no había pronunciado palabra en un buen rato.
- Ah... Sí... - Mintió. - Pero... Si me lo repiten, seguro que lo comprendo mejor. - Sonrió nerviosa.
- Vaya que eres idiota. - Se burló el chico. Lucina suspiró ante el golpe que recibió Caesar, tras la rodilla, de parte de Liv. - Y una bestia.
- Déjame.
- Bueno. - La tranquilizó su hermana. - Decía que regresemos un momento al lugar de campaña. - Sonrió, estaba tranquila; pero quería ser precavida.
- ¿Para avisarle al mayor?
- No solo eso. Quiero asegurarme si otros grupos han corrido con la misma suerte.
- Comprendo.
- Por tanto... - Con una mirada, le pidió que le avisara a Tali y Ryan, quienes venían atrás. Liv, quedó pensativa un momento, y aprovechando que Caesar estaba callado, dijo:
- ¿Oíste? - Le preguntó. - Ve. - El rubio descolocó la mandíbula hacia al frente en molestia. - Por favor. - Pidió. A lo que él dejó de caminar, sorprendido, no solo de la palabra sino del tono bajo que usó para decirla. casi hasta sintió que se lo suplicó.
- Bien, bien... - Se dijo para sí, despeinándose por la duda.
▬
- Oigan. - Llamó, no caminó mucho en realidad, teniendo en cuenta las zancadas que era capaz de dar. - Regresamos con los demás, solo un momento.
- ¿Ocurrió algo? - Preguntó Tali.
- Simplemente un poco de precaución. A veces Lucina le da mucha importancia a cosas que no debe. - Agitó la mano recién curada, quitando importancia como si nada; Tali sonrió al notar que iba bien el tratamiento.
- Comprendo.
- Y... - Un momento miró hacia al frente. No sabía si preguntar, por eso solo saló como un vacilante murmullo que poco sabría silo oyeron o no.
- ¿Algo más? - Preguntó Ryan al notar que quería decir algo.
- No, imaginaciones mías serán. - Contestó adelantándose nuevamente. Los dos jóvenes pudieron observar que al llegar, le jugó una pequeña broma a la peliazul, rozando sus cabellos, lo que al parecer la tomó desprevenida, y a lo que él sonrió ampliamente en diversión, para después recibir otro golpe de parte de la menor de las Ruth.
- He estado preguntándome esto desde que los vimos... - Comentó Tali pensativa. - ¿Estarán saliendo? - Dijo inocente, con una sonrisa que más que incredulidad, denotaba expectación. Ryan solo giró levemente la cabeza, como para aclararse la pregunta a la que solo contestó con una sonrisa tranquila, que le decía a Tali un: "No sé" Que comprendió muy bien. A lo cual solo rió bajo.
No sé que he hecho. Mueran y ya (?
En su interior algo golpeaba insistente, como el bandajo de una campana cuando ya ha recibido el golpe externo , y no comprendía. Después de todo solo estaban hablando. Lo sabía y aun así se hacía una loca obra teatral en su cabeza, donde ellos eran los enamorados y ella la bruja mala que quería separarlos.
Sacudió la cabeza y regreso la mirada al frente.
Caesar le dio un golpecito.
- ¿Qué? - Preguntó cortante, algo que extrañó al rubio, pues por mucho que le peleara, nunca antes había recibido una contestación como esa.
- ¿Estás escuchando? - Preguntó simplemente, señalando a Lucina, la que se la quedó mirando; pues no había pronunciado palabra en un buen rato.
- Ah... Sí... - Mintió. - Pero... Si me lo repiten, seguro que lo comprendo mejor. - Sonrió nerviosa.
- Vaya que eres idiota. - Se burló el chico. Lucina suspiró ante el golpe que recibió Caesar, tras la rodilla, de parte de Liv. - Y una bestia.
- Déjame.
- Bueno. - La tranquilizó su hermana. - Decía que regresemos un momento al lugar de campaña. - Sonrió, estaba tranquila; pero quería ser precavida.
- ¿Para avisarle al mayor?
- No solo eso. Quiero asegurarme si otros grupos han corrido con la misma suerte.
- Comprendo.
- Por tanto... - Con una mirada, le pidió que le avisara a Tali y Ryan, quienes venían atrás. Liv, quedó pensativa un momento, y aprovechando que Caesar estaba callado, dijo:
- ¿Oíste? - Le preguntó. - Ve. - El rubio descolocó la mandíbula hacia al frente en molestia. - Por favor. - Pidió. A lo que él dejó de caminar, sorprendido, no solo de la palabra sino del tono bajo que usó para decirla. casi hasta sintió que se lo suplicó.
- Bien, bien... - Se dijo para sí, despeinándose por la duda.
▬
- Oigan. - Llamó, no caminó mucho en realidad, teniendo en cuenta las zancadas que era capaz de dar. - Regresamos con los demás, solo un momento.
- ¿Ocurrió algo? - Preguntó Tali.
- Simplemente un poco de precaución. A veces Lucina le da mucha importancia a cosas que no debe. - Agitó la mano recién curada, quitando importancia como si nada; Tali sonrió al notar que iba bien el tratamiento.
- Comprendo.
- Y... - Un momento miró hacia al frente. No sabía si preguntar, por eso solo saló como un vacilante murmullo que poco sabría silo oyeron o no.
- ¿Algo más? - Preguntó Ryan al notar que quería decir algo.
- No, imaginaciones mías serán. - Contestó adelantándose nuevamente. Los dos jóvenes pudieron observar que al llegar, le jugó una pequeña broma a la peliazul, rozando sus cabellos, lo que al parecer la tomó desprevenida, y a lo que él sonrió ampliamente en diversión, para después recibir otro golpe de parte de la menor de las Ruth.
- He estado preguntándome esto desde que los vimos... - Comentó Tali pensativa. - ¿Estarán saliendo? - Dijo inocente, con una sonrisa que más que incredulidad, denotaba expectación. Ryan solo giró levemente la cabeza, como para aclararse la pregunta a la que solo contestó con una sonrisa tranquila, que le decía a Tali un: "No sé" Que comprendió muy bien. A lo cual solo rió bajo.
No sé que he hecho. Mueran y ya (?
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Re: [Roll] La Edad Dorada
- Alto. - Se pronunció un guardia. Portentaba una vestimenta fuertemente mas armada que cualquiera de los otros soldados, solo de pensar la cantidad de peso que tenía que soportar era algo que estremecía a Tali.
- Necesitamos ver al mayor. - Respondió Lucina.
El guardia miró a su compañero al otro lado, quien asintió y entró tras la puerta de lona. Al cabo de un rato volvió a salir, sin mucho cambio en su rostro.
- Podéis pasar Milady. - La peliazul miró a sus compañeros.
- Volveré. -
- ¿Que? ¿Nos quedamos aquí y ya esta? ¿No quieres que te acompañemos? - Dijo Caesar.
- Ni que fuerais mis guardaespaldas. Solo será un momento, no creo que quieras estar dentro junto a un montón de altos rangos. - Caesar pensó.
- Tienes razón. - Susurró a su oido. - No tardes. -
Con un suspiro, Lucina entró en la tienda de lona, encontrandose al mayor y sus mayores subalternos alrededor de una mesa de madera que era mucho mas simple y alejada de las lujosas mesas de la nobleza y los clanes.
- Ah, Lucina. - Sonrió. - ¿Traes noticias para mi? -
- Mayor. - Hizo reverencia el cual el hombre levantó una mano en señal de queja, pero igualmente Lucina completó el saludo formal provocandole una sonrisa amarga pues nunca le habían gustado. - Nos hemos encontrado criaturas salvajes hostiles. -
- Eso era de esperar. ¿Es lo suficientemente grave para que vengas a decirmelo? - Aseveró y la chica meditó la respuesta.
- Menuda tontería. - Un subalterno con altos adornos decorativos hizo comentario. Una apariencia prepotente muy irritante. - Es normal. -
- Si ha venido, debe ser importante. - Dijo el Mayor a lo que recibió un "pfff" del joven arrogante.
Con mas tiempo para poder analizar las plantas, era obvio que aunque parecían ser idénticas a las que crecían tras los muros, un exhaustivo análisis delataba que no era así, y eso solo lo podía saber alguien con mínimo de conocimientos y con tiempo suficiente para poder detenerse a mirar.
Tali tuvo la tentación de examinar mas a fondo aquella flor hasta que le pareció moverse. Pocas plantas eran capaz de eso.
- Que... -
- ¿Pasa algo? - Preguntó Ryan.
- Creo que... -
La frase se dejó en el aire cuando un gran estruendo sorprendió a todos los presentes. Acto seguido, un grito de alarma delató su lugar de origen y no era otra cosa que un gran árbol levantándose y que por supuesto, ya se había cobrado al menos una vida.
- Los textos no mentían. - Dijo Tali.
- Yo me encargo. - Dijo Caesar en posición de defensa. Un gran pedazo de madera no era rival, ya había aplastado grandes tablas incluso a mano descubierta, así de cool era Caesar que hasta brillaba (?)
idk
- Necesitamos ver al mayor. - Respondió Lucina.
El guardia miró a su compañero al otro lado, quien asintió y entró tras la puerta de lona. Al cabo de un rato volvió a salir, sin mucho cambio en su rostro.
- Podéis pasar Milady. - La peliazul miró a sus compañeros.
- Volveré. -
- ¿Que? ¿Nos quedamos aquí y ya esta? ¿No quieres que te acompañemos? - Dijo Caesar.
- Ni que fuerais mis guardaespaldas. Solo será un momento, no creo que quieras estar dentro junto a un montón de altos rangos. - Caesar pensó.
- Tienes razón. - Susurró a su oido. - No tardes. -
Con un suspiro, Lucina entró en la tienda de lona, encontrandose al mayor y sus mayores subalternos alrededor de una mesa de madera que era mucho mas simple y alejada de las lujosas mesas de la nobleza y los clanes.
- Ah, Lucina. - Sonrió. - ¿Traes noticias para mi? -
- Mayor. - Hizo reverencia el cual el hombre levantó una mano en señal de queja, pero igualmente Lucina completó el saludo formal provocandole una sonrisa amarga pues nunca le habían gustado. - Nos hemos encontrado criaturas salvajes hostiles. -
- Eso era de esperar. ¿Es lo suficientemente grave para que vengas a decirmelo? - Aseveró y la chica meditó la respuesta.
- Menuda tontería. - Un subalterno con altos adornos decorativos hizo comentario. Una apariencia prepotente muy irritante. - Es normal. -
- Si ha venido, debe ser importante. - Dijo el Mayor a lo que recibió un "pfff" del joven arrogante.
Con mas tiempo para poder analizar las plantas, era obvio que aunque parecían ser idénticas a las que crecían tras los muros, un exhaustivo análisis delataba que no era así, y eso solo lo podía saber alguien con mínimo de conocimientos y con tiempo suficiente para poder detenerse a mirar.
Tali tuvo la tentación de examinar mas a fondo aquella flor hasta que le pareció moverse. Pocas plantas eran capaz de eso.
- Que... -
- ¿Pasa algo? - Preguntó Ryan.
- Creo que... -
La frase se dejó en el aire cuando un gran estruendo sorprendió a todos los presentes. Acto seguido, un grito de alarma delató su lugar de origen y no era otra cosa que un gran árbol levantándose y que por supuesto, ya se había cobrado al menos una vida.
- Los textos no mentían. - Dijo Tali.
- Yo me encargo. - Dijo Caesar en posición de defensa. Un gran pedazo de madera no era rival, ya había aplastado grandes tablas incluso a mano descubierta, así de cool era Caesar que hasta brillaba (?)
idk
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Re: [Roll] La Edad Dorada
- Si no van a hacer nada... - Caesar había tomado impulso y salido despedido en una maratón hacia aquel gran árbol pasando a unos cuantos caballeros que decidieron quedarse estancados como estatuas, observando cómo aquel coloso de madera hacia y deshacía por todo el terreno por el que pasaba. - ¡Quítense del medio! - Gritó haciendo que reaccionasen y de hecho se apartaron al notar de quien se trataba. Caesar no era gordo pero vaya que necesitaba espacio, que si no fuera conocido, lo confundirían con un monstruo(?.
Y sin pensárselo mucho, o nada, saltó hacia el árbol dando un golpe provisional a un lado del tronco, y lo supo, no bastaría con cortarlo en dos, pues al momento brotes ramales aparecían en ambas secciones para entrelazarse entre sí y volver a unirlo. Lo siguiente, fue ser golpeado por una rama lo suficientemente grande para compararse a su propio tamaño, y ser, casi, mandado a volar, de no ser que se sostuvo de ésta.
Observó que sus compañeros se acercaban pero al notar el suelo, mostró su molestia chasqueando la lengua.
- ¡No se acerquen! - Gritó, y ante ello las raíces empezaron a desencajar para empezar a desplazarse. Por suerte no habían ido más allá como para ser alcanzados por estas, lo que no fue el caso de otros.
- ¿Desde cuando los árboles caminan? - Preguntó Liv, se había subido en el árbol más alto que había encontrado en ese momento y apuntó. Pero se arrepintió al instante bajando el arma. Aunque le diera, no habría ninguna diferencia. Las señas de Caesar de "Yo lo distraeré, ustedes piensen en algo" No tardó en llegar, así que con las mismas señas y una cara de brabucon (? imitando la del rubio, les dijo lo mismo a sus otros dos compañeros que captaron aquello, dejando que la gracia que les haya causado solo quedara para sus adentros.
- Treans... - Murmuró Tali, Ryan la quedó mirando un momento, y ella se explicó. - Cuando comencé a aprender de las plantas, apareció el curioso nombre de los Treans... Pero... Mencionaban que solo atacaban cuando los árboles al rededor estuvieran en peligro.
- ¿Peligro? ¿Habrán intentado cortarlos? - Mencionó Ryan, enfocando la vista, el área en que se encontraban no intuía peligro, pero tampoco sabían cuando cambiaría el rumbo. Pero lo más importante era que al parecer habían combatientes de corto alcance, algo que parecía ser inmune contra aquel ser.
- No estoy segura, pero de lo que sí, es que en los libros afirmaban su generosidad.
- Esto no son los libros. - Lucina había salido de la tienda para acercarse a ellos, haciendo sobresaltar a la pelirroja. - Debemos pensar en algo rápido o se llevará en campamento por delante.
Tali observó de un lado a otro. Liv no parecía tener muchas esperanzas en lo que ella pudiera hacer, teniendo en cuenta que era la que poseía una mejor vista de todo lo que ocurría.
Mas no tardó en bajar.
- Se ha llevado por delante a algunos caballeros y unas cuantas tiendas. - Comentó sin ánimo alguno. - Pero toma rumbos demasiado liosos, pareciese estar ciego.
- Ahora sabemos que tienen poca o nula vista. - Lucina sonrió, y entonces, el sonido de arbustos moviendo y cosas cayendo los hizo esquivar salir de ahí con rapidez, aquel árbol había pasado abriendo pasado y dejando un gran hoyo tras este.
En eso notaron que Caesar aunque parecía estar pasando un mal rato con las ramas, evitando también que lastimaran a cercanos, no aparentaba estar en peligro como los que estaban en el suelo.
- ¡Las raíces! - Recordó Tali.
- Si se corta se une. - Explicó Liv al recordar lo que pasó cuando Caesar partió el tronco.
- ¿Y fuego? - Comentó Ryan, Lucina simplemente asintió y señaló el paso para perseguir al coloso.
Tali sacó su varita para invocar a uno de sus compañeros: Pyro, Mientras que Ryan transformó la suya, mientras se acercaban.
- ¡Pyro! - Pidió la invocadora, el gato montés se adelantó un poco para después expedir una llama dirigida a las raíces que no paraban su carrera, quemando unos cuantos arbustos. De los cuales Ryan utilizando la humedad del ambiente evitó que se propagara.
- Si no se queda quieto, las cosas no irán tan bien. - Lucina miró a su hermana y esta asintió. Y adelantaron su carrera, dejando a Tali y Ryan pendientes de cualquier cosa.
Se podría decir que tuvieron que improvisar, pues al no saber el siguiente camino que tomaría, debían de ser cautelosas y precisas.
Y definitivamente, no aplastaría a los otros árboles.
Liv escaló nuevamente uno, después de robarse unas de las cuerdas de equipaje, las cuales no solo eran largas sino que reforzadas por todo lo que debían de soportar. Amarró el extremo de tres cuerdas al árbol y amarró el otro extremo a una flecha por cuerda, apuntó por unos momentos esperando el momento indicado, y no fue hasta que Lucina apareció al lado contrario fue que soltó una por una dando en otro árbol, y con suerte se trataba de un roble.
El árbol que aún era montado por Caesar (?, llegó hasta una parte donde, al ser ciego y poseer tal tamaño, una cuerda a casi ras de suelo, seguida de otras dos a cierta altura, era imperceptible, haciendo que tropezara, y cayera, momento que Tali y Ryan aprovecharon para hacer uso de su magia. Pyro atacaba las centrales mientras que Ryan se ocupó de las externas. Dejándolo, en lo que empezaba el tronco.
- Oh... Mira, ahora tenemos madera para construir. - Comentó un caballero que se acercó, parecía ser de alto mando.
- ¿Construir con algo que le ha costado la vida a muchos? - Lucina se acercó rápidamente al escuchar esto, pues era indignante.
- Los recursos que se nos manda no pueden ser desaprovechados, es como una caza. - Se explicó el hombre cruzándose de brazos.
- Cállate. - Caesar salió con una cara de mala ostia de entre la ramada que por fin había dejado de moverse. - Ya vi suficiente para mi gusto. - Molesto y con su gran tamaño casi que espantó al caballero (?. Quien solo se alejó chasqueando la lengua. Después de todo, era verdad que todo lo que viniera fuera bueno o no, si servía debían de aprovecharlo. - Y tú. - Observó a Lucina. Quien solo lo quedó observando interrogante. - No desaparezcas cuando pasan estas cosas, soy muy malo decidiendo por mí. - Ella sonrió en sorna, y con delicadeza sacudió sobre su hombro, retirando algunas hojas que habían quedado adheridas a su ropa, y de hecho, también tenía en su cabello, pero no le diría nada por el momento porque se veía, para su gusto, gracioso.
No puedo más, no sé... hice lo que pude C:
Y sin pensárselo mucho, o nada, saltó hacia el árbol dando un golpe provisional a un lado del tronco, y lo supo, no bastaría con cortarlo en dos, pues al momento brotes ramales aparecían en ambas secciones para entrelazarse entre sí y volver a unirlo. Lo siguiente, fue ser golpeado por una rama lo suficientemente grande para compararse a su propio tamaño, y ser, casi, mandado a volar, de no ser que se sostuvo de ésta.
Observó que sus compañeros se acercaban pero al notar el suelo, mostró su molestia chasqueando la lengua.
- ¡No se acerquen! - Gritó, y ante ello las raíces empezaron a desencajar para empezar a desplazarse. Por suerte no habían ido más allá como para ser alcanzados por estas, lo que no fue el caso de otros.
- ¿Desde cuando los árboles caminan? - Preguntó Liv, se había subido en el árbol más alto que había encontrado en ese momento y apuntó. Pero se arrepintió al instante bajando el arma. Aunque le diera, no habría ninguna diferencia. Las señas de Caesar de "Yo lo distraeré, ustedes piensen en algo" No tardó en llegar, así que con las mismas señas y una cara de brabucon (? imitando la del rubio, les dijo lo mismo a sus otros dos compañeros que captaron aquello, dejando que la gracia que les haya causado solo quedara para sus adentros.
- Treans... - Murmuró Tali, Ryan la quedó mirando un momento, y ella se explicó. - Cuando comencé a aprender de las plantas, apareció el curioso nombre de los Treans... Pero... Mencionaban que solo atacaban cuando los árboles al rededor estuvieran en peligro.
- ¿Peligro? ¿Habrán intentado cortarlos? - Mencionó Ryan, enfocando la vista, el área en que se encontraban no intuía peligro, pero tampoco sabían cuando cambiaría el rumbo. Pero lo más importante era que al parecer habían combatientes de corto alcance, algo que parecía ser inmune contra aquel ser.
- No estoy segura, pero de lo que sí, es que en los libros afirmaban su generosidad.
- Esto no son los libros. - Lucina había salido de la tienda para acercarse a ellos, haciendo sobresaltar a la pelirroja. - Debemos pensar en algo rápido o se llevará en campamento por delante.
Tali observó de un lado a otro. Liv no parecía tener muchas esperanzas en lo que ella pudiera hacer, teniendo en cuenta que era la que poseía una mejor vista de todo lo que ocurría.
Mas no tardó en bajar.
- Se ha llevado por delante a algunos caballeros y unas cuantas tiendas. - Comentó sin ánimo alguno. - Pero toma rumbos demasiado liosos, pareciese estar ciego.
- Ahora sabemos que tienen poca o nula vista. - Lucina sonrió, y entonces, el sonido de arbustos moviendo y cosas cayendo los hizo esquivar salir de ahí con rapidez, aquel árbol había pasado abriendo pasado y dejando un gran hoyo tras este.
En eso notaron que Caesar aunque parecía estar pasando un mal rato con las ramas, evitando también que lastimaran a cercanos, no aparentaba estar en peligro como los que estaban en el suelo.
- ¡Las raíces! - Recordó Tali.
- Si se corta se une. - Explicó Liv al recordar lo que pasó cuando Caesar partió el tronco.
- ¿Y fuego? - Comentó Ryan, Lucina simplemente asintió y señaló el paso para perseguir al coloso.
Tali sacó su varita para invocar a uno de sus compañeros: Pyro, Mientras que Ryan transformó la suya, mientras se acercaban.
- ¡Pyro! - Pidió la invocadora, el gato montés se adelantó un poco para después expedir una llama dirigida a las raíces que no paraban su carrera, quemando unos cuantos arbustos. De los cuales Ryan utilizando la humedad del ambiente evitó que se propagara.
- Si no se queda quieto, las cosas no irán tan bien. - Lucina miró a su hermana y esta asintió. Y adelantaron su carrera, dejando a Tali y Ryan pendientes de cualquier cosa.
Se podría decir que tuvieron que improvisar, pues al no saber el siguiente camino que tomaría, debían de ser cautelosas y precisas.
Y definitivamente, no aplastaría a los otros árboles.
Liv escaló nuevamente uno, después de robarse unas de las cuerdas de equipaje, las cuales no solo eran largas sino que reforzadas por todo lo que debían de soportar. Amarró el extremo de tres cuerdas al árbol y amarró el otro extremo a una flecha por cuerda, apuntó por unos momentos esperando el momento indicado, y no fue hasta que Lucina apareció al lado contrario fue que soltó una por una dando en otro árbol, y con suerte se trataba de un roble.
El árbol que aún era montado por Caesar (?, llegó hasta una parte donde, al ser ciego y poseer tal tamaño, una cuerda a casi ras de suelo, seguida de otras dos a cierta altura, era imperceptible, haciendo que tropezara, y cayera, momento que Tali y Ryan aprovecharon para hacer uso de su magia. Pyro atacaba las centrales mientras que Ryan se ocupó de las externas. Dejándolo, en lo que empezaba el tronco.
- Oh... Mira, ahora tenemos madera para construir. - Comentó un caballero que se acercó, parecía ser de alto mando.
- ¿Construir con algo que le ha costado la vida a muchos? - Lucina se acercó rápidamente al escuchar esto, pues era indignante.
- Los recursos que se nos manda no pueden ser desaprovechados, es como una caza. - Se explicó el hombre cruzándose de brazos.
- Cállate. - Caesar salió con una cara de mala ostia de entre la ramada que por fin había dejado de moverse. - Ya vi suficiente para mi gusto. - Molesto y con su gran tamaño casi que espantó al caballero (?. Quien solo se alejó chasqueando la lengua. Después de todo, era verdad que todo lo que viniera fuera bueno o no, si servía debían de aprovecharlo. - Y tú. - Observó a Lucina. Quien solo lo quedó observando interrogante. - No desaparezcas cuando pasan estas cosas, soy muy malo decidiendo por mí. - Ella sonrió en sorna, y con delicadeza sacudió sobre su hombro, retirando algunas hojas que habían quedado adheridas a su ropa, y de hecho, también tenía en su cabello, pero no le diría nada por el momento porque se veía, para su gusto, gracioso.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
El grupo tuvo que tomar un pequeño "descanso", que más bien era un estilo de pausa para que algunos soldados recogieran los destrozos que había causado el árbol movible, así como los caídos en la batalla.
Los jóvenes se sentaron en círculo a unos metros de donde ocurría todo el movimiento.
-Qué triste... -Susurró Tali, siguiendo con la mirada a los soldados que llevaban a las víctimas del suceso.
-En una misión como esta, era de esperarse -Esta vez fue Caesar quien habló- Aunque nadie esperaría que fuese tan pronto.
-Debemos andar con máximo cuidado. Y no ser impertinentes -Dijo Lucina con calma, más hizo énfasis en la última palabra mirando al rubio.
-Oh, vamos, ya te dije que me pierdo si no estás tú para dar la orden -Respondió el chico tranquilamente, acercándose para quitarle las ramitas del cabello a la peliazul.
-¿Qué haces? -Preguntó ella con sorpresa.
-Tienes ramas en el cabello, my lady.
-¿En serio? -En su rostro se asomó cierta vergüenza e intentó quitárselas rápidamente, eso dañaba su pulida presentación personal, y no era como una líder debía verse.
-Mejor te lo quito yo, ese savaje te puede hacer daño -Dijo Liv entre preocupada y molesta, pero cuando iba a hacer el ademán de levantarse, ya el cabello de Lucina estaba como antes.
-A mí me parece que fue muy sutil -Comentó con una sonrisa dulce Tali.
Y la ojiverde tenía razón, Caesar había hecho su mejor esfuerzo al momento de quitar las hojas y ramitas que se habían enredado en el largo cabello de Lucina, tomándolas apenas con el dedo índice y pulgar, teniendo cuidado con los mechones. En el proceso se notaba que le había costado, pero la joven nunca se quejó de alguna brusquedad así que al parecer había hecho un buen trabajo.
-Gracias -Le sonrió Lucina a Caesar, quien se sintió realizado y sonrió ampliamente de vuelta.
-Ah... -Suspiró de repente Liv- Y pensar que nos esperan más encuentros cómo éste -Se estiró, su voz sonaba preocupada.
-Mientras nos mantengamos juntos, todo marchará bien -Aseguró su hermana.
-Lo sé... Oye -Se dirigió algo dubitativa a Ryan- ¿Qué te llevó a salir de las murallas? Digo, eres una persona bastante pacífica -Habló, más rápido de lo que le hubiese gustado, por los nervios.
-Oh, pues... -El joven le sonrió y dirigió sus ojos azules al atardecer que se formaba en el horizonte- Siempre he ansiado la libertad, aunque las murallas proporcionan protección, también un encierro -Ante ello, varios afirmaron, Liv más enérgicamente, sin quitarle la mirada de encima- Y más que todo, quería disfrutar de la naturaleza, conocerla más a fondo, poder estar en contacto directo con ella -Su mano acarició el suave césped que yacía debajo.
-Ya veo, entiendo -Liv esbozó una sonrisa suave, no era algo que se notara a simple vista pero estaba algo embelesada.
-Además... Quiero darle a mi tía la oportunidad de conocer un mundo más grande, nuevos lugares... Lo hago también por ella -Sonrió el chico mirando nuevamente a la pelinegra- Ella ha hecho mucho por mí.
-¿Es quién te ha cuidado? -Preguntó Liv, Ryan asintió. Ella prefirió no preguntar más, pues era obvio que si su tía lo había cuidado, es porque a sus padres les había sucedido algo.
En ese momento, la invocación de Tali, Pyro, pasó cerca de ellos, restregándose contra las piernas del pelinegro.
-Le agradas -Mencionó su dueña felizmente.
-Hola, pequeño... -Ryan acarició la cabeza del animal suavemente, aprovechó la pausa para mirar a Tali, ella entendió.
-Pyro, se llama Pyro -Dijo con una sonrisa amplia.
-Cierto. Pyro, lindo nombre -Siguió acariciando al felino. Tali se le unió en ello.
Liv miraba la escena, su semblante era algo difícil de definir. ¿Por qué justo cuando había podido hablar con Ryan, él había vuelto a caer en conversación con Tali? Una extraña sensación se formó en su interior, que no supo descifrar en el momento, pero que era conocida por muchos como 'celos'.
-Bueno, como te iba diciendo, tienes que tener más cuidado, aún más cuando yo no esté -Le recordó Lucina a Caesar- Te necesito en forma para...
-¿En forma para qué? -Le preguntó repentinamente el rubio, con una mirada y sonrisa tan pícaras que hicieron a la peliazul sobresaltarse.
-¡Para la misión! ¿Qué cara es esa? -Le reprochó, un sonrojo asomándose en sus mejillas.
Los jóvenes se sentaron en círculo a unos metros de donde ocurría todo el movimiento.
-Qué triste... -Susurró Tali, siguiendo con la mirada a los soldados que llevaban a las víctimas del suceso.
-En una misión como esta, era de esperarse -Esta vez fue Caesar quien habló- Aunque nadie esperaría que fuese tan pronto.
-Debemos andar con máximo cuidado. Y no ser impertinentes -Dijo Lucina con calma, más hizo énfasis en la última palabra mirando al rubio.
-Oh, vamos, ya te dije que me pierdo si no estás tú para dar la orden -Respondió el chico tranquilamente, acercándose para quitarle las ramitas del cabello a la peliazul.
-¿Qué haces? -Preguntó ella con sorpresa.
-Tienes ramas en el cabello, my lady.
-¿En serio? -En su rostro se asomó cierta vergüenza e intentó quitárselas rápidamente, eso dañaba su pulida presentación personal, y no era como una líder debía verse.
-Mejor te lo quito yo, ese savaje te puede hacer daño -Dijo Liv entre preocupada y molesta, pero cuando iba a hacer el ademán de levantarse, ya el cabello de Lucina estaba como antes.
-A mí me parece que fue muy sutil -Comentó con una sonrisa dulce Tali.
Y la ojiverde tenía razón, Caesar había hecho su mejor esfuerzo al momento de quitar las hojas y ramitas que se habían enredado en el largo cabello de Lucina, tomándolas apenas con el dedo índice y pulgar, teniendo cuidado con los mechones. En el proceso se notaba que le había costado, pero la joven nunca se quejó de alguna brusquedad así que al parecer había hecho un buen trabajo.
-Gracias -Le sonrió Lucina a Caesar, quien se sintió realizado y sonrió ampliamente de vuelta.
-Ah... -Suspiró de repente Liv- Y pensar que nos esperan más encuentros cómo éste -Se estiró, su voz sonaba preocupada.
-Mientras nos mantengamos juntos, todo marchará bien -Aseguró su hermana.
-Lo sé... Oye -Se dirigió algo dubitativa a Ryan- ¿Qué te llevó a salir de las murallas? Digo, eres una persona bastante pacífica -Habló, más rápido de lo que le hubiese gustado, por los nervios.
-Oh, pues... -El joven le sonrió y dirigió sus ojos azules al atardecer que se formaba en el horizonte- Siempre he ansiado la libertad, aunque las murallas proporcionan protección, también un encierro -Ante ello, varios afirmaron, Liv más enérgicamente, sin quitarle la mirada de encima- Y más que todo, quería disfrutar de la naturaleza, conocerla más a fondo, poder estar en contacto directo con ella -Su mano acarició el suave césped que yacía debajo.
-Ya veo, entiendo -Liv esbozó una sonrisa suave, no era algo que se notara a simple vista pero estaba algo embelesada.
-Además... Quiero darle a mi tía la oportunidad de conocer un mundo más grande, nuevos lugares... Lo hago también por ella -Sonrió el chico mirando nuevamente a la pelinegra- Ella ha hecho mucho por mí.
-¿Es quién te ha cuidado? -Preguntó Liv, Ryan asintió. Ella prefirió no preguntar más, pues era obvio que si su tía lo había cuidado, es porque a sus padres les había sucedido algo.
En ese momento, la invocación de Tali, Pyro, pasó cerca de ellos, restregándose contra las piernas del pelinegro.
-Le agradas -Mencionó su dueña felizmente.
-Hola, pequeño... -Ryan acarició la cabeza del animal suavemente, aprovechó la pausa para mirar a Tali, ella entendió.
-Pyro, se llama Pyro -Dijo con una sonrisa amplia.
-Cierto. Pyro, lindo nombre -Siguió acariciando al felino. Tali se le unió en ello.
Liv miraba la escena, su semblante era algo difícil de definir. ¿Por qué justo cuando había podido hablar con Ryan, él había vuelto a caer en conversación con Tali? Una extraña sensación se formó en su interior, que no supo descifrar en el momento, pero que era conocida por muchos como 'celos'.
-Bueno, como te iba diciendo, tienes que tener más cuidado, aún más cuando yo no esté -Le recordó Lucina a Caesar- Te necesito en forma para...
-¿En forma para qué? -Le preguntó repentinamente el rubio, con una mirada y sonrisa tan pícaras que hicieron a la peliazul sobresaltarse.
-¡Para la misión! ¿Qué cara es esa? -Le reprochó, un sonrojo asomándose en sus mejillas.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Él resopló con falsa decepción.
- Yo que estaba haciéndome a la idea...
- ¿De qué? - Preguntó su rostro no lograba calmar con esa respuesta.
- Pues... - Cuando iba a contestar fue interrumpido bruscamente por una voz de alto mando, que hizo girar a todos hacia su proveniencia.
- ¡Caesar! Ayúdanos con esto. - Pidió señalando una palas, no se necesitaba ser un genio para saber a qué se refería.
- ¡Voy en seguida! - Regresó el mismo tono de voz con cierta incomodidad, seguido de un suspiro ansioso.
- ¿No quieres ir? - Preguntó Lucina con preocupación, es verdad que Caesar era una montaña, pero no sabía que tan bien se le daban esos temas, pues era la primera vez que todos ellos enfrentaban cosas como esa.
- Estoy bien con ello. - Le quitó importancia. Pero después vio su ropa. - Solo no quiero ensuciarme. - la mujer de cabellos azules lo observó con cierta molestia, él sonrió, se quitó la chaqueta y estiró la mano con ella. Lucina volteó la mirada y solo extendió los brazos recibiendo la prenda que el rubio ahora dejaba a su cuidado. - No es bueno que una señorita como tú, se junte con alguien desaliñado, hay que cuidar la imagen. - Bromeó levantándose y con un movimiento de mano se alejó.
Cuando fue a mitad del camino recordó que no le contestó, pero ya estaba demasiado lejos como para atreverse a decir algo como eso en voz alta, por lo que simplemente continuó caminando hasta la zona que escogieron como panteón.
Liv sonrió levemente, al notar lo distraídos que estaban con el felino, por tanto, simplemente se puso en pie y sacudió levemente sus ropas.
- ¿No te gustaría acariciarlo también? - Preguntó Tali al notar el repentino cambio de posición de la pelinegra, quien la observó unos segundos taciturna, sin dejar de sonreír y negó.
- Para otra ocasión será, ahora, creo que debo de ocuparme de unas cosas. - Dijo y se acercó a Lucina para dejarle sus arcos y flechas.
- ¿Desde cuándo soy burro de carga? - Bromeó.
- Ah.. Lo siento. - Dijo con la intención de volverlos a recoger.
- No hay problema. - Le recordó con su habitual mirada de confianza. - ¿Qué ocurre? - Preguntó de manera maternal. - Desde hace un rato te veo distraída.
Liv rápidamente negó.
- Nada, será que me puse nerviosa a enfrentar algo más grande que yo. - Rió nerviosa. Lucina sabía que no quería hablar de ello, pues cuando algo era complicado de expresar para ella, prefería dejarlo para sí y ya. Por tanto no la presionó y dejó que resolviera aquello como siempre lo hacía, por ella misma, con mucho pensar.
- Si tu lo dices.
- Lo dejo aquí porque me harán estorbo.
- No me digas qué.. - Señaló a unos soldados con carga.
- Después de todo, es mi culpa lo de las cuerdas. - Rió levemente y después de caminar un poco, se regresó para dar un fuerte y sorpresivo abrazo a su hermana.
- ¿Y eso, por? - Preguntó atónita, es decir, no es raro que la abrazara pero sí que se regresara así de repente.
- Si te sigues juntando con ese gorila se te va a pegar el olor a miserable. No quiero. - Se excusó, su hermana le palmó la cabeza, seguía siendo infantil. Después se alejó de ella.
Lucina observó el arco y flechas de Liv, y aprovechó su estabilidad para colgar la chaqueta de Caesar, sabía que si Liv se molestaba era solo por hacer algo de drama, después de todo, siempre se habían llevado bien.
- Señorita Liv... Por favor no... - Uno de los guardias insistía a la pelinegra para que parase de ayudar con lo que aparentaba carga pesada, pero ella simplemente ignoraba, mientras ayudaba en un grupo a estirar y amarrar lo que habían podido rescatar de los objetos que habían caído con anterioridad, por toda la gracia de hacer caer aquel árbol.
- Estoy bien. - Respondió finalmente cuando ya no soportó tanta insistencia.
- Deje que los demás se encarguen, usted no necesita...
- Sí necesito. - Sonrió. - Además estoy un poco frustrada, esto me ayuda. - La amplió mostrando levemente los dientes. Algunos montaron una pequeña algarabía a su favor. Por lo cual la muchacha agradeció con un gesto de mano.
- Ya déjela. - Comentó uno de los caballeros, que estaban ayudando en ello. - No es como si se fuera a romper nada. Por algo está aquí ¿No? - Rió de manera sonora.
- Aunque digan eso... - Carraspeó con voz de mando, pero la joven había desaparecido para seguir con ello. Por tanto aquel guardia solo echó un suspiro de resignación.
La noche no tardó en caer. Y con ello también el ambiente del lugar logró tornarse más pesado que en la tarde. Quizá por lo ocurrido, y lo tenso que había dejado aquel acontecimiento en las almas de cada quien. O simplemente, se trataba del mal avecinándose cada vez más, de a poco, con paciencia, pero con todo su vivo peso.
Caesar abrió sus ojos al sentir una presencia tras suyo y por tanto, se levantó de su posición, hincado, y se acercó.
- ¿Qué ocurre? - Preguntó.
- Eres el único que se ha quedado, aun cuando los otros ya están de vuelta y relajándose del arduo trabajo.
- ¿Ah sí? - Indiferente, regresó una mirada a las tumbas y después a la oji azul, para sonreír. - Será costumbre.
- Luego dices que soy yo la que exagera. Pero a veces siento que oras no solo por lo que tienes en frente.
- ¿Cómo lo explico? - Se rascó levemente la mejilla con las mejillas encendidas. No quería aceptarlo así como así. Después de todo, aquello hacía que perdiera parte de su rudeza exterior. - Quizá, solo pido algo de compasión.
- Sabes que eso no llegará en un lugar como este ¿No? - Se agachó cerca de dónde había visto a Caesar rezando.
- Al menos por las almas que nos han abandonado.
- Quién te oyera nunca se lo creería. - Se volvió a levantar y palmó su espalda levemente continuando su camino hacia dónde estaban los demás. - Vamos, o te quedaras sin cena. Y sin ropa, Liv está que quiere incendiar lo que me dejaste. - Caesar no tardó en seguirla.
- ¿Sabes? También oro para que tengamos hijos sanos y fuertes. - Sonrió. Lucina abrió los ojos casi horrorizada. Pensar en eso a esas alturas no era algo que le viniera bien.
- Mejor cállate. - Pidió con las mejillas rosadas. Caesar no mencionó nada más solo mostró una sonrisa burlona, pero llena de tranquilidad.
Sí, Caesar es medio espiritual y eso lol.
No había más ideas. Así que... lo siento (?
- Yo que estaba haciéndome a la idea...
- ¿De qué? - Preguntó su rostro no lograba calmar con esa respuesta.
- Pues... - Cuando iba a contestar fue interrumpido bruscamente por una voz de alto mando, que hizo girar a todos hacia su proveniencia.
- ¡Caesar! Ayúdanos con esto. - Pidió señalando una palas, no se necesitaba ser un genio para saber a qué se refería.
- ¡Voy en seguida! - Regresó el mismo tono de voz con cierta incomodidad, seguido de un suspiro ansioso.
- ¿No quieres ir? - Preguntó Lucina con preocupación, es verdad que Caesar era una montaña, pero no sabía que tan bien se le daban esos temas, pues era la primera vez que todos ellos enfrentaban cosas como esa.
- Estoy bien con ello. - Le quitó importancia. Pero después vio su ropa. - Solo no quiero ensuciarme. - la mujer de cabellos azules lo observó con cierta molestia, él sonrió, se quitó la chaqueta y estiró la mano con ella. Lucina volteó la mirada y solo extendió los brazos recibiendo la prenda que el rubio ahora dejaba a su cuidado. - No es bueno que una señorita como tú, se junte con alguien desaliñado, hay que cuidar la imagen. - Bromeó levantándose y con un movimiento de mano se alejó.
Cuando fue a mitad del camino recordó que no le contestó, pero ya estaba demasiado lejos como para atreverse a decir algo como eso en voz alta, por lo que simplemente continuó caminando hasta la zona que escogieron como panteón.
Liv sonrió levemente, al notar lo distraídos que estaban con el felino, por tanto, simplemente se puso en pie y sacudió levemente sus ropas.
- ¿No te gustaría acariciarlo también? - Preguntó Tali al notar el repentino cambio de posición de la pelinegra, quien la observó unos segundos taciturna, sin dejar de sonreír y negó.
- Para otra ocasión será, ahora, creo que debo de ocuparme de unas cosas. - Dijo y se acercó a Lucina para dejarle sus arcos y flechas.
- ¿Desde cuándo soy burro de carga? - Bromeó.
- Ah.. Lo siento. - Dijo con la intención de volverlos a recoger.
- No hay problema. - Le recordó con su habitual mirada de confianza. - ¿Qué ocurre? - Preguntó de manera maternal. - Desde hace un rato te veo distraída.
Liv rápidamente negó.
- Nada, será que me puse nerviosa a enfrentar algo más grande que yo. - Rió nerviosa. Lucina sabía que no quería hablar de ello, pues cuando algo era complicado de expresar para ella, prefería dejarlo para sí y ya. Por tanto no la presionó y dejó que resolviera aquello como siempre lo hacía, por ella misma, con mucho pensar.
- Si tu lo dices.
- Lo dejo aquí porque me harán estorbo.
- No me digas qué.. - Señaló a unos soldados con carga.
- Después de todo, es mi culpa lo de las cuerdas. - Rió levemente y después de caminar un poco, se regresó para dar un fuerte y sorpresivo abrazo a su hermana.
- ¿Y eso, por? - Preguntó atónita, es decir, no es raro que la abrazara pero sí que se regresara así de repente.
- Si te sigues juntando con ese gorila se te va a pegar el olor a miserable. No quiero. - Se excusó, su hermana le palmó la cabeza, seguía siendo infantil. Después se alejó de ella.
Lucina observó el arco y flechas de Liv, y aprovechó su estabilidad para colgar la chaqueta de Caesar, sabía que si Liv se molestaba era solo por hacer algo de drama, después de todo, siempre se habían llevado bien.
- Señorita Liv... Por favor no... - Uno de los guardias insistía a la pelinegra para que parase de ayudar con lo que aparentaba carga pesada, pero ella simplemente ignoraba, mientras ayudaba en un grupo a estirar y amarrar lo que habían podido rescatar de los objetos que habían caído con anterioridad, por toda la gracia de hacer caer aquel árbol.
- Estoy bien. - Respondió finalmente cuando ya no soportó tanta insistencia.
- Deje que los demás se encarguen, usted no necesita...
- Sí necesito. - Sonrió. - Además estoy un poco frustrada, esto me ayuda. - La amplió mostrando levemente los dientes. Algunos montaron una pequeña algarabía a su favor. Por lo cual la muchacha agradeció con un gesto de mano.
- Ya déjela. - Comentó uno de los caballeros, que estaban ayudando en ello. - No es como si se fuera a romper nada. Por algo está aquí ¿No? - Rió de manera sonora.
- Aunque digan eso... - Carraspeó con voz de mando, pero la joven había desaparecido para seguir con ello. Por tanto aquel guardia solo echó un suspiro de resignación.
La noche no tardó en caer. Y con ello también el ambiente del lugar logró tornarse más pesado que en la tarde. Quizá por lo ocurrido, y lo tenso que había dejado aquel acontecimiento en las almas de cada quien. O simplemente, se trataba del mal avecinándose cada vez más, de a poco, con paciencia, pero con todo su vivo peso.
Caesar abrió sus ojos al sentir una presencia tras suyo y por tanto, se levantó de su posición, hincado, y se acercó.
- ¿Qué ocurre? - Preguntó.
- Eres el único que se ha quedado, aun cuando los otros ya están de vuelta y relajándose del arduo trabajo.
- ¿Ah sí? - Indiferente, regresó una mirada a las tumbas y después a la oji azul, para sonreír. - Será costumbre.
- Luego dices que soy yo la que exagera. Pero a veces siento que oras no solo por lo que tienes en frente.
- ¿Cómo lo explico? - Se rascó levemente la mejilla con las mejillas encendidas. No quería aceptarlo así como así. Después de todo, aquello hacía que perdiera parte de su rudeza exterior. - Quizá, solo pido algo de compasión.
- Sabes que eso no llegará en un lugar como este ¿No? - Se agachó cerca de dónde había visto a Caesar rezando.
- Al menos por las almas que nos han abandonado.
- Quién te oyera nunca se lo creería. - Se volvió a levantar y palmó su espalda levemente continuando su camino hacia dónde estaban los demás. - Vamos, o te quedaras sin cena. Y sin ropa, Liv está que quiere incendiar lo que me dejaste. - Caesar no tardó en seguirla.
- ¿Sabes? También oro para que tengamos hijos sanos y fuertes. - Sonrió. Lucina abrió los ojos casi horrorizada. Pensar en eso a esas alturas no era algo que le viniera bien.
- Mejor cállate. - Pidió con las mejillas rosadas. Caesar no mencionó nada más solo mostró una sonrisa burlona, pero llena de tranquilidad.
Sí, Caesar es medio espiritual y eso lol.
No había más ideas. Así que... lo siento (?
Shiba- .::♡.Moder*Contest.♡::.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Las palabras del joven médico, de quien realizaba la última oración para los muertos, se volvió un cántico de fondo que nadie se atrevió a interrumpir, prestando atención en cada palabra tanto como quienes estaban presente para llorar, como quienes no lo estaban. Tanto silencio había, que desde cualquier parte del campamento se podía escuchar su voz, profunda, monótona y... cansada.
Caesar deslizó la mirada hacia Lucina. Ella, sujetando ambas piernas con sus delicados brazos, solo prestaba atención a la Luna quien de momento, era el objeto que robaba sus pensamientos insondables.
- Te preocupa algo. - Dijo el rubio. En cuanto ella lo miró, se arrepintió de haber interrumpido tal escena. No le hubiera importado contemplar durante mas tiempo a la espadachina, no era algo que vía a menudo y desde tan cerca.
- Puede que no hayamos hecho la decisión correcta de venir. -
- ¿Y quedarnos tras esos chicos muros? - Lucina pensó antes de responder. Quizás hubiera sido mejor vivir simple. - No me importaría si quisieras formar familia. -
Lucina lo abofeteó pero tan suave que mas bien le había dado una acaricia. Si estaba sonrojada, la noche lo ocultaría pero la mirada severa fingida se veía perfectamente.
- Si te escuchara mi padre te manda al calabozo. -
Caesar deslizó la mirada hacia Lucina. Ella, sujetando ambas piernas con sus delicados brazos, solo prestaba atención a la Luna quien de momento, era el objeto que robaba sus pensamientos insondables.
- Te preocupa algo. - Dijo el rubio. En cuanto ella lo miró, se arrepintió de haber interrumpido tal escena. No le hubiera importado contemplar durante mas tiempo a la espadachina, no era algo que vía a menudo y desde tan cerca.
- Puede que no hayamos hecho la decisión correcta de venir. -
- ¿Y quedarnos tras esos chicos muros? - Lucina pensó antes de responder. Quizás hubiera sido mejor vivir simple. - No me importaría si quisieras formar familia. -
Lucina lo abofeteó pero tan suave que mas bien le había dado una acaricia. Si estaba sonrojada, la noche lo ocultaría pero la mirada severa fingida se veía perfectamente.
- Si te escuchara mi padre te manda al calabozo. -
- Pero no esta aquí. - Dijo acercándose para robar un beso. La mano cálida de Lucina fue obstáculo de ello.
- No eres consciente de que no es momento para esto. -
- Nadie esta mirando. -
E hizo uso de su fuerza bruta para lograr su cometido.
~*~*~*~
Un fondo tan blanco, que ni siquiera podía igualarse al papel sin brillar, sin deslumbrar, pero lo mas blanco que había visto en su vida.
De pronto, poco a poco, como si alguien dibujara, aparecieron sillas, paredes, lámparas... hasta que se dio cuenta de que el lugar donde estaba, empezaba a tomar forma de la gran capilla de la ciudad.
Miró a todos los lados y era exactamente como recordaba, hasta el mas ínfimo detalle y repentinamente, al girarse para mirar nuevamente a la izquierda, una mujer se sentaba en uno de los banquillos. Aquella mujer era su madre.
- ¿Mamá? -
Tardó en reaccionar, pero la miró. Su pelo azul era idéntica a la de ella y de por quien tenía como hermana mayor y entonces, la mujer negó con la cabeza.
- ¿Quien eres? ¿Donde estoy? -
- Liv. - Su voz era muy distinta a como la recordaba. - ¿Que buscas? -
- ¿Que? -
- Debes seguir adelante. He estado esperando durante mucho tiempo este día. -
- ¿Quien eres? - Se atrevió a preguntar de nuevo.
- Lo sabrás a su debido momento. Por ahora, debes seguir adelante. Pronto encontrarás tu camino junto a los demás. Devuelvele la luz a este mundo. -
Si aquello era un sueño, estaba teniendo control de su voluntad, era demasiado real, y la sensación que estaba obteniendo, la ponía nerviosa. A pesar de tener apariencia de su madre, no era así.
~*~*~*~
No me queda mas tiempo para seguir.
Nya- **Alma*Contest**
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Despertó de golpe cuando todo se desvaneció, dejando solo la oscuridad a su rededor.
Casi cae de la rama en la que había quedado dormida por el susto; le tocaba guardia esa noche, y al ser arquera, y reconocida por ello su vista destacaba entre muchos ante cualquier movimiento a un radio decente.
Pero, de pronto se había comenzado a sentir cansada, algo extraño en ella, para al final dejarse llevar por los brazos de Morfeo sin percatarse el momento ni cuánto tiempo duró.
Se levantó y enfocó la mirada, girando y percatándose de todos los detalles, nada había cambiado además de ciertas cosas movidas por los mismo compañeros del ejército.
Entonces, relajada de saber que no había metido la pata hasta el fondo, pudo suspirar en alivio y mirando al suelo preguntarse qué había sido aquello.
No era un sueño normal, nisiquiera había razón para soñar con ello... No en esa situación.
Observó el poco perímetro que rodeaba el árbol, no veía nada, sin embargo había algo, o eso sentía.
Miró hacía arriba, pero aquello era más desolado que el cielo que siempre observaba cada mañana desde su habitación en la ciudad.
¿Cuánto tiempo faltaría para el amanecer?
Según las estrellas mucho, y eso la desanimaba.
Por lo que se rindió y continuó con su trabajo de vigilar, y esta vez se prometió no despistarse por algo como el cansancio, así que agudizó sus sentidos.
Y no muy después, el crujir del monte llamó su atención, giró un poco el cuerpo, y regresó la mirada abajo, entonces una cabellera roja inconfundible llegó hasta ese apartado lugar.
- ¿Qué haces por aquí? - Preguntó, recibiendo una sonrisa algo confusa de su compañera.
▬
- Caesar. – Pronunció Lucina apartándolo delicadamente, él al fin había cedido, pero antes de apartarse por completo robó un último beso. Lucina solo sentía su rostro arder, y agradecía en medida que fuera de noche, no solo evitaba que Caesar lo notara, sino que estaban más seguros a los ojos ajenos.
Y de hecho le iba a reclamar pero fue interrumpida antes de que pudiera pronunciar palabra.
- ¿Cuándo serás tú la que tome la iniciativa?
- ¿Qué? – Su rostro cambió a confusión. En primer lugar ese no era momento para cosas como esa, y si él tenía tiempo para pensarlo, ella realmente prefería evitarlo. – Siempre soy yo.
- Porque eres un inmaduro que no se mide. – Le recordó. Caesar se llevó la mano a la nuca nervioso de hecho se había sonrosado por ello ¿Por qué preguntó eso? – Te preocupas por cosas que no deberías. – Trató de arreglar aquello, el rubio parecía estar pensándolo de más. Y aunque le costara aceptarlo prefería al idiota feliz, que al racional depresivo.
- Olvídalo… - Dijo sin más. Y sonrió. – Sé que no son cosas que debería de estar haciendo en una situación como esta pero… - La miró, ella achinó los ojos para identificar mejor la expresión que él había articulado. – Te veías demasiado linda así que no pude evitarlo. – Avergonzado se tapó el rostro. Siempre era así, directo, pero cuando trataba de decir cosas que no conllevaran la rudeza que estaba acostumbrado a mostrar, se volvía tímido, especialmente cuando tenía que ver con Lucina. A quien menos quería presionar.
Al no escucharla decir nada, ya se suponía que la había incomodado, la que no fue su intención en ese momento, por lo que se destapó el rostro y en lugar de encontrar a una Lucina avergonzada, o incómoda, encontró a una Lucina con las mejillas infladas, y con el ceño fruncido, cual niña pequeña. Lo que no solo le dio ternura, sino que lo dejó perplejo.
- ¿Q-Qué pasa? – Preguntó nervioso.
- Eres capaz de ir y besar a cualquiera que se vea linda ¿No?
- ¿Qué? – Quedó atónito, y además de eso atrapado, no era verdad, pero las palabras de la peliazul siempre lograban calar hasta lo más profundo de su ser(?. – No, espera. – Negó rápidamente con las manos. – No he dicho eso… Yo…
- Aja…
- Yo… ¡Solo tengo ojos para ti! – Entonces, supo que había gritado, y cuando Lucina lo notó también entró en pánico. Quizá no debió hacerle esa broma, no solo por lo vergonzoso que fue escuchar eso. Sino porque unos pasos no se hicieron esperar.
Y aunque Caesar no reaccionó tan rápido logró de alguna manera hacer que se ocultara con ella, tras unos arbustos, como era de noche, quizá hasta lo confundían con un árbol.
- ¿Qué fue eso? – Preguntó el que parecía un adolescente. Mirando de un lado a otro.
Y Lucina agradeció la falta de luz para los guardias, por precaución a desvelar su ubicación, cuando los demás estaban durmiendo.
- Habrá sido un animal. – Le dijo alguien que aparentaba la edad de Lucina y Caesar.
- Pero señor, me han dicho que aquí fuera todo es hostil y peligroso.
- Será uno tonto. - Al escuchar esto el rubio amenazó con levantarse molesto para reclamarle, pero un suave jalón de parte de Lucina lo detuvo. – Regresemos. – Le dijo al menor para salir del lugar.
Caesar salió con mala cara de las plantas.
- ¿Me estás jodiendo? Ese maldito de Nazhcar… - Masculló gruñendo, y de hecho se refería al mayor de los dos guardias. Y si podía pronunciar esas palabras con rabia era porque lo conocía de antes, y nunca tuvieron una buena relación.
- Seguramente ni te vio. – Le dijo Lucina con calma, saliendo mientras se limpiaba los restos de hojas. – Agáchate. – Le pidió, Caesar hizo caso sin sacar la mirada del camino por dónde se habían ido los otros dos.
- No es si me haya visto o no. Me dijo animal, y eso se paga con sangre. – No parecía calmarse aunque Lucina se tomó la molestia de quitarle la tierra que había quedado sobre su ropa.
- Cualquiera pensaría eso si va a un lugar donde escuchó un ruido y no hay nada. – Explicó como si se tratase de su hijo (??. Ahora el que infló las mejillas fue el rubio pero con impotencia al no poder desquitarse.
- Sabes que lo odio.
- Lo sé.
- Y él me odia.
- También lo sé.
- Pero me odia por algo bueno. – Sonrió, recordando que de hecho, Nazhcar lo odiaba más a él, de lo que él lo podría odiar.
- Chiquilladas. – Lucina suspiró agotada.
- No, porque al final de cuentas logré lo que él nunca. – La peliazul se vio obligada a voltear la mirada, ocultando una pequeña sonrisa. – Conquistarte. – Recalcó cerca de su oído. Ella hizo todo lo posible por no tensarse.
- ¿Cómo estás tan seguro? El que siempre está tras mío eres tú, no al revés. – Entonces quedó mudo.
- Pero… Pero…
- Regresemos. – Se adelantó tomando un camino diferente, precaviendo el posible encuentro con el otro grupo, y Caesar la alcanzó inmediatamente.
- ¿Es broma verdad?
Ella solo le miró y levantó los hombros.
- Lucina… ¿Es mentira, no? – Volvió a preguntar, hasta que ella comenzó a reír.
- Eres bobo. – Le dio un suave golpe en el brazo, él volvió a sonrosar.
▬
- ¿Qué ocurre? – Preguntó Liv acomodándose al lado de la pelirroja, sobre la gran raíz del árbol en el que antes había estado.
La muchacha la miró y poco a poco desapareció su sonrisa, para transformarse en una expresión vagamente apenada.
- Solo quiero saber si estás bien… - Dijo. Liv se extrañó ladeando la cabeza, sus cabellos no dudaron en correr a esa dirección.
- ¿Por? – Aunque de hecho estaba casi de más, y no es que Tali le cayera mal, no se sentía del mejor ánimo para conversar.
- B- bueno… Es que… ¿Cómo lo explico? Simplemente no te sentí igual, además el joven Caesar se acercó a preguntarnos si algo te ocurría y…
- Ese animal, siempre de metiche. – Liv bufó. Tali quedó muda ante tal interrupción, y quedó callada pensando que seguramente lo que menos quería la menor de las hermanas Ruth era que le preguntaran su estado. Pero anteriormente Ryan le preguntó a ella, y de hecho, se sintió mejor al poder tener a quien decirle.
Pero luego escuchó una pequeña risa de parte de su compañera.
- ¿Te preocupa? – Preguntó con una amplia sonrisa. Tali atinó a asentir. Liv, observó el cielo nocturno, haciendo que su propia mirada se perdiera en aquel estrellado panorama.
Tali también lo observaba, y de hecho extrañaba la presencia de la luna en la altura, pero un escenario de simplemente puntos brillantes no estaba mal. – Estoy bien. – Dijo Liv, la muchacha de ojos verdes quedó en silencio, no la quería interrumpir, pues se notaba que iba a seguir hablando. – Simplemente… ¿Cómo decirlo? – Quedó pensativa. - ¿Cómo puedes hablarle?
- ¿Eh? – Tali la miró con incertidumbre.
- A Ryan. – Dijo sin más. – A mí se me complica mucho.
- ¿Es eso? – Preguntó en una pequeña risa, Liv por fin decidió observarla. – La verdad… No es tan complicado, solo es hablar.
- Sí, entiendo lo que es hablar… - Sonrió. Tali gagueó un momento para después contestar.
- Igual y si es algo complicado, supongo, ya ves que normalmente es algo callado, y raramente dice algo de manera general... Y… - Un siseo de parte de Liv la detuvo. Ella quedó en silencio e inmóvil al igual que la arquera, quien solo movía la vista cada tanto hasta encontrar el lugar de procedencia del ruido de hojas siendo pisadas, y al cruzar miradas con Tali, compartieron una pequeña complicidad.
El muchacho no pudo reaccionar a tiempo para cuando una flecha en llamas cruzó rozando su mejilla, lo que lo hizo caer sentado y hacerse hacia atrás, rápidamente.
Entonces, al revisar que de hecho estaba sangrando, la huida no fue pensada a tiempo para cuando un arco con flechas estaba apuntando a la punta de su nariz.
- ¿Se puede saber qué haces aquí? – Preguntó Liv de manera hostil, él era la presencia que había sentido antes, y estaba completamente segura guardaba el mismo peso en el ambiente.
- E-Espere, señorita Liv… - Rogó, haciéndose hacia atrás y poniendo sus manos como interceptor entre él y el filo de esa flecha. – Yo…
- ¿Tú qué? ¿Qué derecho tienes de estar por mis alrededores? – Casi estaba furiosa, y ella entendía el porqué. Le recordaba a su sueño, ese sueño que la dejó descolocada. Y ese sueño que la hizo bajar la guardia sin previo aviso.
Tali al no comprender la reacción de la otra joven le topó el hombro, y trató de calmarla. Liv solo retiró el arco, pero su molestia continuaba intacta.
- Entonces… ¿Podrías explicarnos? – Preguntó Tali al joven.
- Por supuesto. – Se levantó, por suerte la mejilla no había sido la gran cosa, además del susto. Y las llamas habían logrado cerrar una parte para que no sangrara en medida. Y después de agradecer a Tali por su comprensión se dirigió a Liv. – Es sobre su sueño señorita Liv.
La nominada abrió los ojos grandes de sorpresa, pues por mucho que se lo recordara ¿Cómo él iba a saber lo que soñó?
▬
- Soy un mago santo, mi nombre es Fay. – Se presentó. – Desde que nací, poseo la habilidad de encontrar anomalías en el cuerpo, agregando también el psique de cada persona. – Hablaba con Tali, pues Liv solo quedó sentada algo apartada. Simplemente no le quería hablar. Y eso si no lo entendía por qué. – Desde la tarde pude percibir un extraño sentir en usted, señorita Liv. – Miró su espalda, pues seguía rechazando su presencia. - Se trataba de algo singular, podría apostar a que era…
- ¡Ni te atrevas a mencionarlo! – Dijo, regresando a verlo. – Primero quiero descubrirlo yo. – Tanto Fay como Tali sonrieron nerviosos ante esas palabras. Pues no sabían cómo más reaccionar.
- Bueno, se podría decir que eso me ha dado curiosidad de la señorita Liv. – Le continuó hablando a Tali, la que se notaba más tranquila, y por lo que se sentía más cómodo. – Y por eso, la he vigilado un poquito.
- Acoso… - Ella hizo cara de asco.
- No es eso… - Negó rápidamente. – Es simplemente que desde antes veía venir que algo se aproximaba. – Explicó. – Usted tuvo un sueño sobre una mujer conocida y le habló sobre un destino ¿No? – La de cabellos largos asintió. – Entonces déjeme ayudarla a descifrarlo. – Pidió.
- ¿Por qué debería?
- Sé que se siente curiosa a pesar de todo, y tengo los medios para encontrar la respuesta.
- ¿Medios? – Preguntó Tali. El muchacho asintió.
- Estudié Magia de santo por una simple razón y es porque nací para esto, los exorcismos y la rehabilitación. Esto me permite comunicarme mucho con la energía vital de cada quien. Y por tanto su camino a seguir.
- No creo en cosas como esa. – Liv torció los labios en desconfianza, y el muchacho suspiró con pesadez. – Pero… - Dijo, haciendo que Fay recobrara esperanzas. – Si realmente puedes hacer algo para que eso deje de preocuparme… Te daré una oportunidad. – Dijo con una corta sonrisa.
- Gracias. – Dijo animado. Tali le sonrió del mismo modo.
- Pero… Hazme un favor…
- Dígame.
- La próxima vez que me quede dormida, despiértame y no solo mires.
- Es que… - Al joven se le tiñeron las mejillas de rosa, y agradeció que fuera imperceptible para las dos damas. - Se veía tan tranquila durmiendo que no quise fastidiarla. – Explicó. Liv lo volvió a amenazar con una flecha. - ¡Lo siento! – Se disculpó nervioso.
No me arrepiento de naaaaaadaaaaaaa (???
Casi cae de la rama en la que había quedado dormida por el susto; le tocaba guardia esa noche, y al ser arquera, y reconocida por ello su vista destacaba entre muchos ante cualquier movimiento a un radio decente.
Pero, de pronto se había comenzado a sentir cansada, algo extraño en ella, para al final dejarse llevar por los brazos de Morfeo sin percatarse el momento ni cuánto tiempo duró.
Se levantó y enfocó la mirada, girando y percatándose de todos los detalles, nada había cambiado además de ciertas cosas movidas por los mismo compañeros del ejército.
Entonces, relajada de saber que no había metido la pata hasta el fondo, pudo suspirar en alivio y mirando al suelo preguntarse qué había sido aquello.
No era un sueño normal, nisiquiera había razón para soñar con ello... No en esa situación.
Observó el poco perímetro que rodeaba el árbol, no veía nada, sin embargo había algo, o eso sentía.
Miró hacía arriba, pero aquello era más desolado que el cielo que siempre observaba cada mañana desde su habitación en la ciudad.
¿Cuánto tiempo faltaría para el amanecer?
Según las estrellas mucho, y eso la desanimaba.
Por lo que se rindió y continuó con su trabajo de vigilar, y esta vez se prometió no despistarse por algo como el cansancio, así que agudizó sus sentidos.
Y no muy después, el crujir del monte llamó su atención, giró un poco el cuerpo, y regresó la mirada abajo, entonces una cabellera roja inconfundible llegó hasta ese apartado lugar.
- ¿Qué haces por aquí? - Preguntó, recibiendo una sonrisa algo confusa de su compañera.
▬
- Caesar. – Pronunció Lucina apartándolo delicadamente, él al fin había cedido, pero antes de apartarse por completo robó un último beso. Lucina solo sentía su rostro arder, y agradecía en medida que fuera de noche, no solo evitaba que Caesar lo notara, sino que estaban más seguros a los ojos ajenos.
Y de hecho le iba a reclamar pero fue interrumpida antes de que pudiera pronunciar palabra.
- ¿Cuándo serás tú la que tome la iniciativa?
- ¿Qué? – Su rostro cambió a confusión. En primer lugar ese no era momento para cosas como esa, y si él tenía tiempo para pensarlo, ella realmente prefería evitarlo. – Siempre soy yo.
- Porque eres un inmaduro que no se mide. – Le recordó. Caesar se llevó la mano a la nuca nervioso de hecho se había sonrosado por ello ¿Por qué preguntó eso? – Te preocupas por cosas que no deberías. – Trató de arreglar aquello, el rubio parecía estar pensándolo de más. Y aunque le costara aceptarlo prefería al idiota feliz, que al racional depresivo.
- Olvídalo… - Dijo sin más. Y sonrió. – Sé que no son cosas que debería de estar haciendo en una situación como esta pero… - La miró, ella achinó los ojos para identificar mejor la expresión que él había articulado. – Te veías demasiado linda así que no pude evitarlo. – Avergonzado se tapó el rostro. Siempre era así, directo, pero cuando trataba de decir cosas que no conllevaran la rudeza que estaba acostumbrado a mostrar, se volvía tímido, especialmente cuando tenía que ver con Lucina. A quien menos quería presionar.
Al no escucharla decir nada, ya se suponía que la había incomodado, la que no fue su intención en ese momento, por lo que se destapó el rostro y en lugar de encontrar a una Lucina avergonzada, o incómoda, encontró a una Lucina con las mejillas infladas, y con el ceño fruncido, cual niña pequeña. Lo que no solo le dio ternura, sino que lo dejó perplejo.
- ¿Q-Qué pasa? – Preguntó nervioso.
- Eres capaz de ir y besar a cualquiera que se vea linda ¿No?
- ¿Qué? – Quedó atónito, y además de eso atrapado, no era verdad, pero las palabras de la peliazul siempre lograban calar hasta lo más profundo de su ser(?. – No, espera. – Negó rápidamente con las manos. – No he dicho eso… Yo…
- Aja…
- Yo… ¡Solo tengo ojos para ti! – Entonces, supo que había gritado, y cuando Lucina lo notó también entró en pánico. Quizá no debió hacerle esa broma, no solo por lo vergonzoso que fue escuchar eso. Sino porque unos pasos no se hicieron esperar.
Y aunque Caesar no reaccionó tan rápido logró de alguna manera hacer que se ocultara con ella, tras unos arbustos, como era de noche, quizá hasta lo confundían con un árbol.
- ¿Qué fue eso? – Preguntó el que parecía un adolescente. Mirando de un lado a otro.
Y Lucina agradeció la falta de luz para los guardias, por precaución a desvelar su ubicación, cuando los demás estaban durmiendo.
- Habrá sido un animal. – Le dijo alguien que aparentaba la edad de Lucina y Caesar.
- Pero señor, me han dicho que aquí fuera todo es hostil y peligroso.
- Será uno tonto. - Al escuchar esto el rubio amenazó con levantarse molesto para reclamarle, pero un suave jalón de parte de Lucina lo detuvo. – Regresemos. – Le dijo al menor para salir del lugar.
Caesar salió con mala cara de las plantas.
- ¿Me estás jodiendo? Ese maldito de Nazhcar… - Masculló gruñendo, y de hecho se refería al mayor de los dos guardias. Y si podía pronunciar esas palabras con rabia era porque lo conocía de antes, y nunca tuvieron una buena relación.
- Seguramente ni te vio. – Le dijo Lucina con calma, saliendo mientras se limpiaba los restos de hojas. – Agáchate. – Le pidió, Caesar hizo caso sin sacar la mirada del camino por dónde se habían ido los otros dos.
- No es si me haya visto o no. Me dijo animal, y eso se paga con sangre. – No parecía calmarse aunque Lucina se tomó la molestia de quitarle la tierra que había quedado sobre su ropa.
- Cualquiera pensaría eso si va a un lugar donde escuchó un ruido y no hay nada. – Explicó como si se tratase de su hijo (??. Ahora el que infló las mejillas fue el rubio pero con impotencia al no poder desquitarse.
- Sabes que lo odio.
- Lo sé.
- Y él me odia.
- También lo sé.
- Pero me odia por algo bueno. – Sonrió, recordando que de hecho, Nazhcar lo odiaba más a él, de lo que él lo podría odiar.
- Chiquilladas. – Lucina suspiró agotada.
- No, porque al final de cuentas logré lo que él nunca. – La peliazul se vio obligada a voltear la mirada, ocultando una pequeña sonrisa. – Conquistarte. – Recalcó cerca de su oído. Ella hizo todo lo posible por no tensarse.
- ¿Cómo estás tan seguro? El que siempre está tras mío eres tú, no al revés. – Entonces quedó mudo.
- Pero… Pero…
- Regresemos. – Se adelantó tomando un camino diferente, precaviendo el posible encuentro con el otro grupo, y Caesar la alcanzó inmediatamente.
- ¿Es broma verdad?
Ella solo le miró y levantó los hombros.
- Lucina… ¿Es mentira, no? – Volvió a preguntar, hasta que ella comenzó a reír.
- Eres bobo. – Le dio un suave golpe en el brazo, él volvió a sonrosar.
▬
- ¿Qué ocurre? – Preguntó Liv acomodándose al lado de la pelirroja, sobre la gran raíz del árbol en el que antes había estado.
La muchacha la miró y poco a poco desapareció su sonrisa, para transformarse en una expresión vagamente apenada.
- Solo quiero saber si estás bien… - Dijo. Liv se extrañó ladeando la cabeza, sus cabellos no dudaron en correr a esa dirección.
- ¿Por? – Aunque de hecho estaba casi de más, y no es que Tali le cayera mal, no se sentía del mejor ánimo para conversar.
- B- bueno… Es que… ¿Cómo lo explico? Simplemente no te sentí igual, además el joven Caesar se acercó a preguntarnos si algo te ocurría y…
- Ese animal, siempre de metiche. – Liv bufó. Tali quedó muda ante tal interrupción, y quedó callada pensando que seguramente lo que menos quería la menor de las hermanas Ruth era que le preguntaran su estado. Pero anteriormente Ryan le preguntó a ella, y de hecho, se sintió mejor al poder tener a quien decirle.
Pero luego escuchó una pequeña risa de parte de su compañera.
- ¿Te preocupa? – Preguntó con una amplia sonrisa. Tali atinó a asentir. Liv, observó el cielo nocturno, haciendo que su propia mirada se perdiera en aquel estrellado panorama.
Tali también lo observaba, y de hecho extrañaba la presencia de la luna en la altura, pero un escenario de simplemente puntos brillantes no estaba mal. – Estoy bien. – Dijo Liv, la muchacha de ojos verdes quedó en silencio, no la quería interrumpir, pues se notaba que iba a seguir hablando. – Simplemente… ¿Cómo decirlo? – Quedó pensativa. - ¿Cómo puedes hablarle?
- ¿Eh? – Tali la miró con incertidumbre.
- A Ryan. – Dijo sin más. – A mí se me complica mucho.
- ¿Es eso? – Preguntó en una pequeña risa, Liv por fin decidió observarla. – La verdad… No es tan complicado, solo es hablar.
- Sí, entiendo lo que es hablar… - Sonrió. Tali gagueó un momento para después contestar.
- Igual y si es algo complicado, supongo, ya ves que normalmente es algo callado, y raramente dice algo de manera general... Y… - Un siseo de parte de Liv la detuvo. Ella quedó en silencio e inmóvil al igual que la arquera, quien solo movía la vista cada tanto hasta encontrar el lugar de procedencia del ruido de hojas siendo pisadas, y al cruzar miradas con Tali, compartieron una pequeña complicidad.
El muchacho no pudo reaccionar a tiempo para cuando una flecha en llamas cruzó rozando su mejilla, lo que lo hizo caer sentado y hacerse hacia atrás, rápidamente.
Entonces, al revisar que de hecho estaba sangrando, la huida no fue pensada a tiempo para cuando un arco con flechas estaba apuntando a la punta de su nariz.
- ¿Se puede saber qué haces aquí? – Preguntó Liv de manera hostil, él era la presencia que había sentido antes, y estaba completamente segura guardaba el mismo peso en el ambiente.
- E-Espere, señorita Liv… - Rogó, haciéndose hacia atrás y poniendo sus manos como interceptor entre él y el filo de esa flecha. – Yo…
- ¿Tú qué? ¿Qué derecho tienes de estar por mis alrededores? – Casi estaba furiosa, y ella entendía el porqué. Le recordaba a su sueño, ese sueño que la dejó descolocada. Y ese sueño que la hizo bajar la guardia sin previo aviso.
Tali al no comprender la reacción de la otra joven le topó el hombro, y trató de calmarla. Liv solo retiró el arco, pero su molestia continuaba intacta.
- Entonces… ¿Podrías explicarnos? – Preguntó Tali al joven.
- Por supuesto. – Se levantó, por suerte la mejilla no había sido la gran cosa, además del susto. Y las llamas habían logrado cerrar una parte para que no sangrara en medida. Y después de agradecer a Tali por su comprensión se dirigió a Liv. – Es sobre su sueño señorita Liv.
La nominada abrió los ojos grandes de sorpresa, pues por mucho que se lo recordara ¿Cómo él iba a saber lo que soñó?
▬
- Soy un mago santo, mi nombre es Fay. – Se presentó. – Desde que nací, poseo la habilidad de encontrar anomalías en el cuerpo, agregando también el psique de cada persona. – Hablaba con Tali, pues Liv solo quedó sentada algo apartada. Simplemente no le quería hablar. Y eso si no lo entendía por qué. – Desde la tarde pude percibir un extraño sentir en usted, señorita Liv. – Miró su espalda, pues seguía rechazando su presencia. - Se trataba de algo singular, podría apostar a que era…
- ¡Ni te atrevas a mencionarlo! – Dijo, regresando a verlo. – Primero quiero descubrirlo yo. – Tanto Fay como Tali sonrieron nerviosos ante esas palabras. Pues no sabían cómo más reaccionar.
- Bueno, se podría decir que eso me ha dado curiosidad de la señorita Liv. – Le continuó hablando a Tali, la que se notaba más tranquila, y por lo que se sentía más cómodo. – Y por eso, la he vigilado un poquito.
- Acoso… - Ella hizo cara de asco.
- No es eso… - Negó rápidamente. – Es simplemente que desde antes veía venir que algo se aproximaba. – Explicó. – Usted tuvo un sueño sobre una mujer conocida y le habló sobre un destino ¿No? – La de cabellos largos asintió. – Entonces déjeme ayudarla a descifrarlo. – Pidió.
- ¿Por qué debería?
- Sé que se siente curiosa a pesar de todo, y tengo los medios para encontrar la respuesta.
- ¿Medios? – Preguntó Tali. El muchacho asintió.
- Estudié Magia de santo por una simple razón y es porque nací para esto, los exorcismos y la rehabilitación. Esto me permite comunicarme mucho con la energía vital de cada quien. Y por tanto su camino a seguir.
- No creo en cosas como esa. – Liv torció los labios en desconfianza, y el muchacho suspiró con pesadez. – Pero… - Dijo, haciendo que Fay recobrara esperanzas. – Si realmente puedes hacer algo para que eso deje de preocuparme… Te daré una oportunidad. – Dijo con una corta sonrisa.
- Gracias. – Dijo animado. Tali le sonrió del mismo modo.
- Pero… Hazme un favor…
- Dígame.
- La próxima vez que me quede dormida, despiértame y no solo mires.
- Es que… - Al joven se le tiñeron las mejillas de rosa, y agradeció que fuera imperceptible para las dos damas. - Se veía tan tranquila durmiendo que no quise fastidiarla. – Explicó. Liv lo volvió a amenazar con una flecha. - ¡Lo siento! – Se disculpó nervioso.
No me arrepiento de naaaaaadaaaaaaa (???
Shiba- .::♡.Moder*Contest.♡::.
-
Edad : 28
Cumpleaños!! : 03/08/1996
Mi llegada : 30/06/2010
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Se había quedado en calma, observando y escuchando la ceremonia que hacían en honor a los caídos en la batalla contra la extraña criatura. Su mirada había adquirido un dejo de tristeza, de pesar. Se preguntaba el porqué del ataque tan repentino de ese ser, porqué tan pronto iniciado el viaje ya se habían cobrado víctimas. Una parte de su cerebro le recordaba, algo que ya el tenía presente mucho antes de iniciar la expedición: Parte del mundo exterior era desconocido, cruel, amenazante, y era obvio que se iban a cobrar vidas en el proceso de atravesarlo. Pero otra parte de él, seguía preguntándose porqué había sucedido, y más que todo, ¿Por qué tan pronto?. Si ese era sólo el inicio, y ante una sola amenaza, no quería imaginar lo que sucedería más adelante.
Pero para ello se había preparado y mentalizado por años, para entender que ese tipo de cosas pasaban, por injustas que fueran. Para estar preparado para defenderse a sí mismo y a los otros. Para buscar nuevos horizontes y la belleza oculta tras esa sombría descripción del exterior. Por esperanza.
Cerró los ojos suavemente ante el cierre de la ceremonia. Escuchó como las personas a su alrededor se levantaban de su sitio y se encaminaban hacia el campamento que habían levantado metros tras ellos.
Abrió los ojos mientras tomaba con su mano la superficie fría, con relieve, de un objeto que traía siempre consigo en un compartimiento de su ropa. Su bastón magico. Lo observó detenidamente, su brillante material plateado brillaba tenuemente gracias a la luz de las estrellas. La parte superior, un orbe de un hermoso color azul de donde emergían sus poderes cuando los invocaba, permanecía apagada, en reposo. Se reafirmó una vez más a sí mismo, que cuidaría de él y todos sus compañeros en ese viaje.
El recuerdo de su tía se cruzó en sus pensamientos, su sonrisa amable y todo su esfuerzo. Ryan sonrió para sí, encontraría nuevos mundos también para ella.
Se levantó del lugar que había estado ocupando hasta el momento y caminó en otra dirección, diferente a la de los demás, dedicándose a lo que más solía y le gustaba hacer: Observar la naturaleza, tocar el suave césped, la corteza de los árboles, el pétalo de una flor, respirar el refrescante aire del espacio abierto...
Luego de la caminata en la que decidió no alejarse más de lo prudente del campamento, retornó al mismo con paso calmado. Pasaba por fuera de unos arbustos que rodeaban el lugar donde se había celebrado la ceremonia, y pudo percibir dos siluetas, una bastante grande, y otra más delicada, sólo había podido vislumbrar una cercanía entre ambas y luego vio como se movían rápidamente tras los arbustos paralelos, es decir, al otro lado del campo donde había sido la ceremonia, pudo ver que dos guardias se acercaban a custodiar, pero no escuchó nada. Por las formas de las siluetas, eran inconfundiblemente dos de sus compañeros, Caesar y Lucina, más no lo meditó demasiado, en parte porque en ese preciso momento, una mariposa voló gentilmente a su lado, y eso distrajo la atención del ojiazul, que la observó con asombro y una sonrisa en el rostro.
Llegó al campamento y se extrañó al ver que ninguna de sus compañeras restantes estaban en el lugar que habían escogido para acampar, así que se encaminó un poco más y vio a unos metros una inconfundible y vibrante cabellera roja, a su lado, estaba la otra muchacha de largos cabellos oscuros, y alguien más a quien no lograba identificar. Al principio, dudó si debía acercarse o no, aún no tenía tanta confianza con ellos y él mismo estaba consciente de que no era bueno en eso de entablar conversaciones con los demás.
Mientras lo meditaba distraídamente, las chicas estaban manteniendo conversación con el otro joven. Ryan levantó la mirada de nuevo, y decidió acercarse para tratar de unirse a la conversación, o simplemente estar con ellas, en ese momento sentía que le iría bien un poco de compañía.
-¡Lo siento! ¡En serio! No lances -El peliblanco movía sus manos frente a su rostro, tratando de hacer recapacitar a la pelinegra.
-Tranquila, Liv, no ha dicho nada malo -La calmó su compañera Tali, quien sonreía en parte animada y también algo nerviosa.
-Ugh, te salvaste esta vez. Gracias a Tali, y a que me debes esa explicación del sueño -Hizo una mueca de cierta incomodidad ante lo último.
-Gracias al cielo... -Susurró Fay incorporándose- Uh, ¿Quién es...? -Musitó con cierta curiosidad, situando su mirada en un punto detrás de las chicas.
-¿Qué...? -Preguntó Tali, ambas se volvieron- ¡Ryan! -Habló alegremente- ¿Dónde habías estado? No llegaste a nuestro lugar en el campamento.
-Disculpen, me quedé hasta el final de la ceremonia, y luego tomé un paseo...
-¡¿Un paseo?! -Exclamó de repente Liv, más alto de lo que hubiese querido- ¿Qué tan lejos? Debes tener cuidado, es peligroso andar solo por ahí -Apuntó su flecha en varias direcciones mientras hablaba, en señal de defensa. Él esbozó una risa suave y bastante dulce.
-No te preocupes, señorita, no me alejé mucho -La voz del pelinegro y su anterior risa, captaron toda la atención de la muchacha- Tiene... es decir, tienes -se corrigió, tratando de evitar su costumbre de hablar con mucha formalidad- tienes algo en el cabello...
Ryan se acercó un poco a Liv y extendió su mano, removiendo de uno de sus largos mechones de cabello, una hoja de árbol. Retiró la mano, con la hoja agarrada entre su dedo índice y pulgar, y le sonrió cálidamente. En toda la escena, la muchacha se había quedado estática, con los ojos más abiertos de lo usual y un sonrojo en las mejillas.
-De... Debió ser de cuando estaba sobre la rama del árbol, haciendo guardia -Habló sin poder quitar la vista de los ojos azules del joven Dawson.
-Cierto, te tocaba hoy, debes tener muy buena vista siendo arquera -Volvió a sonreír él- En todo caso, creo que esto adornaría mejor tu cabello -Con su otra mano, le colocó una bonita flor a un lado de la cabeza. El sonrojo de ella aumentó violentamente.
-¿Una flor? -Alcanzó a preguntar.
-La tomé en el camino -Dijo manteniendo su semblante amable.
-Ya veo -Ella sonrió nerviosa, acomodándose un mechón de cabello del lado contrario al que estaba adornado por la flor.
Los otros dos observaban la escena en silencio. Veían que el muchacho pelinegro estaba tranquilo, pero ella, ella estaba actuando extraño. Se miraron entre sí.
-Creo que se le olvidó lo de ayudarle con su sueño... -Comentó Fay.
-Yo pienso que está cumpliendo uno -Analizó Tali, sonriendo algo perpleja.
Pero para ello se había preparado y mentalizado por años, para entender que ese tipo de cosas pasaban, por injustas que fueran. Para estar preparado para defenderse a sí mismo y a los otros. Para buscar nuevos horizontes y la belleza oculta tras esa sombría descripción del exterior. Por esperanza.
Cerró los ojos suavemente ante el cierre de la ceremonia. Escuchó como las personas a su alrededor se levantaban de su sitio y se encaminaban hacia el campamento que habían levantado metros tras ellos.
Abrió los ojos mientras tomaba con su mano la superficie fría, con relieve, de un objeto que traía siempre consigo en un compartimiento de su ropa. Su bastón magico. Lo observó detenidamente, su brillante material plateado brillaba tenuemente gracias a la luz de las estrellas. La parte superior, un orbe de un hermoso color azul de donde emergían sus poderes cuando los invocaba, permanecía apagada, en reposo. Se reafirmó una vez más a sí mismo, que cuidaría de él y todos sus compañeros en ese viaje.
El recuerdo de su tía se cruzó en sus pensamientos, su sonrisa amable y todo su esfuerzo. Ryan sonrió para sí, encontraría nuevos mundos también para ella.
Se levantó del lugar que había estado ocupando hasta el momento y caminó en otra dirección, diferente a la de los demás, dedicándose a lo que más solía y le gustaba hacer: Observar la naturaleza, tocar el suave césped, la corteza de los árboles, el pétalo de una flor, respirar el refrescante aire del espacio abierto...
...
Luego de la caminata en la que decidió no alejarse más de lo prudente del campamento, retornó al mismo con paso calmado. Pasaba por fuera de unos arbustos que rodeaban el lugar donde se había celebrado la ceremonia, y pudo percibir dos siluetas, una bastante grande, y otra más delicada, sólo había podido vislumbrar una cercanía entre ambas y luego vio como se movían rápidamente tras los arbustos paralelos, es decir, al otro lado del campo donde había sido la ceremonia, pudo ver que dos guardias se acercaban a custodiar, pero no escuchó nada. Por las formas de las siluetas, eran inconfundiblemente dos de sus compañeros, Caesar y Lucina, más no lo meditó demasiado, en parte porque en ese preciso momento, una mariposa voló gentilmente a su lado, y eso distrajo la atención del ojiazul, que la observó con asombro y una sonrisa en el rostro.
Llegó al campamento y se extrañó al ver que ninguna de sus compañeras restantes estaban en el lugar que habían escogido para acampar, así que se encaminó un poco más y vio a unos metros una inconfundible y vibrante cabellera roja, a su lado, estaba la otra muchacha de largos cabellos oscuros, y alguien más a quien no lograba identificar. Al principio, dudó si debía acercarse o no, aún no tenía tanta confianza con ellos y él mismo estaba consciente de que no era bueno en eso de entablar conversaciones con los demás.
Mientras lo meditaba distraídamente, las chicas estaban manteniendo conversación con el otro joven. Ryan levantó la mirada de nuevo, y decidió acercarse para tratar de unirse a la conversación, o simplemente estar con ellas, en ese momento sentía que le iría bien un poco de compañía.
-¡Lo siento! ¡En serio! No lances -El peliblanco movía sus manos frente a su rostro, tratando de hacer recapacitar a la pelinegra.
-Tranquila, Liv, no ha dicho nada malo -La calmó su compañera Tali, quien sonreía en parte animada y también algo nerviosa.
-Ugh, te salvaste esta vez. Gracias a Tali, y a que me debes esa explicación del sueño -Hizo una mueca de cierta incomodidad ante lo último.
-Gracias al cielo... -Susurró Fay incorporándose- Uh, ¿Quién es...? -Musitó con cierta curiosidad, situando su mirada en un punto detrás de las chicas.
-¿Qué...? -Preguntó Tali, ambas se volvieron- ¡Ryan! -Habló alegremente- ¿Dónde habías estado? No llegaste a nuestro lugar en el campamento.
-Disculpen, me quedé hasta el final de la ceremonia, y luego tomé un paseo...
-¡¿Un paseo?! -Exclamó de repente Liv, más alto de lo que hubiese querido- ¿Qué tan lejos? Debes tener cuidado, es peligroso andar solo por ahí -Apuntó su flecha en varias direcciones mientras hablaba, en señal de defensa. Él esbozó una risa suave y bastante dulce.
-No te preocupes, señorita, no me alejé mucho -La voz del pelinegro y su anterior risa, captaron toda la atención de la muchacha- Tiene... es decir, tienes -se corrigió, tratando de evitar su costumbre de hablar con mucha formalidad- tienes algo en el cabello...
Ryan se acercó un poco a Liv y extendió su mano, removiendo de uno de sus largos mechones de cabello, una hoja de árbol. Retiró la mano, con la hoja agarrada entre su dedo índice y pulgar, y le sonrió cálidamente. En toda la escena, la muchacha se había quedado estática, con los ojos más abiertos de lo usual y un sonrojo en las mejillas.
-De... Debió ser de cuando estaba sobre la rama del árbol, haciendo guardia -Habló sin poder quitar la vista de los ojos azules del joven Dawson.
-Cierto, te tocaba hoy, debes tener muy buena vista siendo arquera -Volvió a sonreír él- En todo caso, creo que esto adornaría mejor tu cabello -Con su otra mano, le colocó una bonita flor a un lado de la cabeza. El sonrojo de ella aumentó violentamente.
-¿Una flor? -Alcanzó a preguntar.
-La tomé en el camino -Dijo manteniendo su semblante amable.
-Ya veo -Ella sonrió nerviosa, acomodándose un mechón de cabello del lado contrario al que estaba adornado por la flor.
Los otros dos observaban la escena en silencio. Veían que el muchacho pelinegro estaba tranquilo, pero ella, ella estaba actuando extraño. Se miraron entre sí.
-Creo que se le olvidó lo de ayudarle con su sueño... -Comentó Fay.
-Yo pienso que está cumpliendo uno -Analizó Tali, sonriendo algo perpleja.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Bajó la mirada al suelo, estaba avergonzada, y cuando cayó en cuenta de ello no quiso delatarse más. Pero se reclamó a sí misma en la mente. Sinceramente... ¿Qué estaba haciendo? lo tenía al frente y aunque él se acercó a hablarle, ella a penas podía pronunciar palabra. ¿Por qué? Con Tali había sido tan fácil, simplemente decir: No sé de qué hablar.
Pero con Ryan... Con él era otra historia a veces creía que se iba a volcar si comenzaba a cantar algo como el abecedario. De hecho... ¿Cómo iba? ¿ABCF?
- E..e... - Tartamudeó comenzando a regresar la vista a él, sin conseguirlo del todo. - ¡Gracias! - Dijo en voz alta, casi gritando.
- ¿Eh? ¿Por? - Sonrió.
- P-Por la flor, sí por eso... - Rió nerviosa y se llevó la mano a la nuca ahora desviando la mirada a otra parte. - trataré de cuidarla. - Y cuando dijo eso se quiso dar un golpe contra el suelo en toda la frente ¿Qué trataría? - Ósea quiero decir ¡La cuidaré! - Él volvió a reír suavemente, ella se sonrojó de más, y nuevamente perdió la noción de todo.
- Está bien, no te sobre esfuerces en ello. - Pidió con la calma que lo caracterizaba. Liv asintió pesadamente, y trató de sonreír, pero solo conseguía apretarse los labios internos con los dientes. Y al reflexionar lo que había dicho, nuevamente se sintió tan tonta.
Tali observó nuevamente la escena, era verdad, a Liv se le complicaba mucho hablar con Ryan, en un momento se preguntó el porqué si ella sentía que hablar con él era hasta relajante. Y no iba a decir que no comprendía la razón, se notaba, su cara lo estaba gritando. Pero... de todas maneras, nunca creyó que hubieran casos así.
- Ah... Creo que tengo algo que hacer... - Dijo de repente comenzando a dar unos cortos pasos. Los tres jóvenes abrieron los ojos en extrañes.
- Espere señorita Liv, ¿Y el sueño? - Preguntó Fay, alarmado, se había comenzado a preocupar del repentino cambio tan drástico de la chica.
- Ah... Eso... - Quedó pensativa. - Cierto... Eso también tengo que aclararlo... - Rió nerviosa.
- ¿Sueño? - Preguntó Ryan. Liv llevó las manos hacía atrás nerviosa. Parecía no querer contar nada.
- No importa, será luego. - Y salió corriendo.
- Señorita Liv. - Fay caminó siguiendo el rumbo de la muchacha. - No olvide que está de guardia.
- ¡Luego regreso! - Dijo, y se alejó hasta que su silueta se perdió en la oscuridad.
Fay suspiró pesadamente.
- Así no se arreglaran las cosas...
- Tranquilo... Trataré de hablar con ella. - Tali se acercó a él y le topó el hombro, Fay la observó en un estado de decepción absoluta, no solo casi lo mata, sino que no podía nisiquiera mantenerla en un solo lugar. Pero todo gracias al recién llegado. A quién observó después de dedicarle una sonrisa rendida a los ojos verdes que lo observaban.
Ese muchacho... ¿Habría entendido todo eso?
Ryan solo había quedado algo confundido, pero nada más. Quizá, le faltaba entender mejor a alguien como Liv. Esa era la primera vez que hablaba tanto con ella ¿La habría incomodado?
Entonces sonrió extrañado al chico que no conocía, y se acercó a presentarse.
- Ryan Dawson.
Fay suspiró, entendiendo que no, no había entendido.
- Fay Newman.
No pasaron muchos segundos para cuando vieron a la chica de largos cabellos regresar.
- Creo que mejor resuelvo esto... - Entonces ya estaba al lado de ellos, con la mano en la nuca totalmente arrepentida de toda esa escena que había hecho. En realidad había regresado al encontrarse con unos guardias en el camino, y así regresó a la realidad. El porqué estaba allí en primer lugar, si iba a huir de alguien por no soportar más el no saber qué hacer, nunca iba a poder proteger lo que más quería.
▬
- No tenemos que regresar tan pronto ¿O sí? - Preguntó Caesar llevándose las manos a la nuca. Poco era su tiempo con la mayor de las Ruth, quizá por eso siempre estaba impaciente. Y mucho más cuando estaban a solas.
- Siempre es lo mismo contigo. - Lo observó de reojo, si le hacía caso, era nunca regresar.
- ¿Qué? ¿Sabes el tiempo que tendremos de aquí a los siguientes días?
- No es que lo sepas...
- No, pero lo presiento.
- ¿Qué eres un brujo? - Caesar hizo cara de asco, y negó. Lucina esbozó una sonrisa ladeada, hasta había bajado los brazos.
- Ni Dios lo quiera.
- Tu sabes, la vida da vueltas.
- ¡Nunca! - Lucina rió, de vez en cuando no estaba mal ser ella la que lo molestara. - Cuando regresemos lo primero que haré será... - Quedó en silencio un momento, Lucina le dedicó una expresión confusa.
- ¿Qué pasa?
- Nada... - Se encogió de hombros desanimado. - Realmente no sé, hasta antes de unirme al ejército solo pensé en vivir tranquilo. Mira dónde estoy. - Se pasó la mano por los cabellos. Casi empezó a culparse por las recientes muertes.
- Será un largo viaje... - Murmuró ella. Él alcanzó a escuchar gracias al silencio de la noche, y solo asintió. - Es mejor descansar. - Y eso mientras pudieran. Por ser el primer día, quizá los Dioses se habían apiadado de ellos y les dieron una pequeña muestra de lo que era ese mundo. Solo una pequeña vista...
- Lucina... - Él se detuvo, ella miró hacia arriba, le había cortado el paso. - Yo sé que...
- ¡Caesar! - Una voz que reconocían lo interrumpió, el nominado masculló con molestia y giró en esa dirección. Lucina solo giró el rostro. Eran Nazhcar acompañado por el mismo chico que habían visto antes.
Es verdad que habían caminado bastante lo suficiente para aparentar un regreso desde el otro lado. Pero ni así lo evitaron completamente.
- Nazhcar... - Regresó el saludo, con un ánimo menos alegre.
- Señorita Lucina, hola. - Le sonrió amable a la mujer, quien solo asintió. - Me dijeron que el mayor requiere su presencia mañana a primera hora.
- ¿Algo va mal? - Preguntó con deje preocupado, el recién llegado negó.
- No estoy al tanto de ello.
- ¿Por qué hasta mañana y no hoy?
- Bueno, el mayor dijo que iría a descansar temprano... - Se encogió de hombros resignado. - Dijo que puede que hoy sea una de las pocas noches pacíficas que tengamos.
- Comprendo. - Lucina observó hacia el pequeño campamento que habían levantado en cuanto llegaron, es verdad que ya se veían muy pocas personas en los alrededores, siendo el primer día el cansancio, era normal, especialmente para los que no tenía mucho tiempo en el ejército.
- Con ello me retiro. - Dijo, y golpeando levemente el hombro del muchacho para que reaccionase, y así avanzar para continuar con la guardia.
Hubo silencio en ese momento, Lucina solo podía observar el campamento, y Caesar la observaba a ella, como si algo no fuese bien.
- Él nos vio. - Dijo por fin. - Ya sé que mi destino cuando regrese es que me corten la cabeza.
Lucina simplemente negó con una sonrisa apacible.
- Te torturarán hasta la muerte.
Regresó la vista a su alrededor y entonces algo llamó su atención. Y posó su mano en el hombro de Lucina, ella primero lo miró y después desvió su atención a dónde él señalaba.
- ¿Esos no son...?
- Así parece.
▬
Cuando Lucina y Caesar llegaron al lugar, nunca se imaginaron qué podría ser todo eso.
Liv se había sentado en la tierra con toda la calma que sus nervios le pudieron prestar. Mientras que un chico de cabellos blancos sacaba una varita, y comenzaba a recitar, algo que se perdía como melodía más que como rezo.
Ante ello Lucina se apresuró a preguntar a la chica que miraba con atención, haciéndola pegar un brinquito de sorpresa.
- ¡Ah! Señorita Lucina... - Dijo, y después se percató también de la presencia de Caesar, quien se había quedado con los brazos cruzados no muy convencido de lo que veía; la silueta de Liv así como la varita había comenzado a dar un resplandor blanco, tan blanco, que si no fuera tan tenue, estarían en problemas.
- ¿Qué ocurre?
- Bueno.. verá... - Tali explicó la situación lo mejor que pudo, acerca de lo que entendió, a ello el mismo Ryan puso atención pues tampoco le habían aclarado nada.
- Comprendo... - Quedó pensativa, con sus dedos topando su barbilla. Se cuestionó sobre que tan acertado era dejar que eso se extendiese, pero si había sido decisión de Liv, no podía obligarla a lo contrario.
Unos segundos pasaron, para cuando todo se desvaneció.
Liv abrió los ojos, y no iba a negar que se sentía perdida. Era la primera vez que usaban magia sobre ella, pues ni cuando enfermaba tuvo la necesidad de algo como eso. Así que sin duda debía de ser normal.
- ¿Cómo fue? - Preguntó la pelirroja con preocupación, al notar que la chica de cabellos largos seguía observando al suelo.
- Está bien, solo, tuvo que ser cansado para ella. - Fay sonrió levemente. - Al parecer... Cerca de aquí hay un lugar... - Guardó su varita mientras giraba el rostro de un lado a otro. - Pero de eso yo mismo no estoy muy seguro.
- Unas ruinas... - Reaccionó Liv y se levantó apurada, para luego señalar hacia el profundo bosque.
- ¿Ir allá? - La chica asintió.
- Algo allí... Hay algo allí que sacará mis dudas. - Dijo con arrebato, entonces se percató de la presencia de su hermana. - ¿Lucina?
- ¿De qué va todo esto? - Preguntó demandante, es verdad que Tali le había explicado parte de lo que ocurrió. Pero necesitaba el cuento completo.
Liv se mordió el labio nerviosa y después contestó.
- Vi a nuestra madre.
Suficiente (?
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Re: [Roll] La Edad Dorada
- Spoiler:
A veces ser la hermana mayor significaba llevar responsabilidades y eso era cuidar de Liv. Por un momento se preguntó que pasaría si algo le sucediera, y la respuesta que le vino fue que no podría afrontar la mirada de su madre.
Apartó aquellos pensamientos indeseables y siguió caminando mientras iluminaba el camino con la antorcha. Los demás seguían de cerca sobretodo Caesar que le susurró al oído.
- ¿Estás bien? -
- ¿Hm? - Fue lo único que dijo mientras seguía concentrada en lo que tenía delante. Debido a las plantas, había ocasiones en que las tenía que cortar con su espada.
- Ya sabes... Eso. -
- ¿Que cosa? -
Caesar se llevó una mano a la nuca. No quería nombrarlo porque sabía que era un tema delicado. Y mientras se partía la cabeza en como formular de nuevo la pregunta, una risa escapó de Lucina. Aquello le hizo entrar en razón y por supuesto, comenzó a ponerse nervioso, se ha había jugado de nuevo.
- Estoy bien. - Dijo cuando ya estaba a punto de meterse con ella. Desistió una vez quedó embobado observandola. Si había algo que atraía de ella, era aquella decisión y seguridad que daba su mirada. - Tan solo terminemos con esto para irnos a dormir. Y si sigues mirándome así tendré que darte un retrato mío.
- Ah - Se sonrojó. Por suerte era de noche y no lo notaría y aquella sonrisa divertida en el rostro de Lucina, no sabía si expresaba diversión por ello o simplemente era una sonrisa genérica que aun así, amaba de ella.
- Se llevan bastante bien. - Dijo Tali observando a Lucina y Caesar conversar.
- Huh. - Bufó Liv.
- Realmente no te agrada. - Dijo Ryan con una sonrisa apenada. Ante aquello la peliazul no pudo evitar obligarse a responder.
- Es que es tan irritante... -
- ¿Tanto te molesta? - Liv recordó el primer día en que ella y Caesar se habían conocido. De todas la maneras posibles, se conocieron de la peor forma.
- No quieras saber. - Sentenció cansada. Ryan observó atentamente al par.
- Igual deberías intentar a llevarte bien con el. No le desagrada a Lucina. - En ese momento Fay carraspeó.
- Es Lady Lucina. - Los tres observaron fijamente a Fay que enseguida se sintió incómodo. - ¿Q-Que? No hay que faltar el respeto... Dejen de mirarme así. - Dijo tapándose el rostro. -Basta... -
Tras varios minutos de caminata por el bosque, minutos demasiados largos para ser un lugar cercano, llegaron al fin de los árboles revelando un amplio descampado. En el había piedras, construcciones en ruinas de lo que antes podría haber sido un edificio años atrás y que ahora solo quedaban rocas que difícilmente se apoyaban encima de otras.
A pesar de los años, estaba bastante bien conservado, todavía se podría apreciar una forma e incluso la entrada, donde dos enormes estatuas la aguardaban. Ambas tenían las cabezas en una mano mientras que con la otra, sujetaban uno una lanza y otro una trompeta. Los dos tenían alas, como los ángeles y aunque en Sylia eran de tamaño razonal, aquellas dos estatuas eran de tamaño colosal, por lo menos cinco veces mas alto que Caesar y eso ya era hablar mucho.
- Tengo un mal presentimiento. - Confesó Fay.
- Examinamos rápido y nos vamos. - Dijo Lucina. Plantó la antorcha en el suelo pues ya no había tantos árboles y la luz de la Luna por fin podía iluminar el camino, a duras penas pero nada que un soldado no pudiera remediar.
Tali se acercó a ambas estatuas y pudo notar que había una placa en cada peldaño sobre del que posaban. - Lance... y Hermit... - Leyó Tali. El primer nombre estaba debajo del portador de la lanza mientras que el segundo, el portador de la trompeta.
- Realmente creo que nos tenemos que ir. - Volvió a insistir Fay.
- Te recuerdo que fuiste tu quien "ayudó" a Liv para venir aquí. - Amenazó Caesar crujiento los puñitos (?) Pero una mano en alto de Lucina fue suficiente para dejar en alto el tema. La peliazúl se acercó a Liv y le apartó varios mechones del rostro.
- No hay nada. - Sonrió con amargura. - Estás cansada, simplemente eso. - Y recibió como respuesta desánimos de la arquera.
- Supongo que será eso... -
- Imagina la de esfuerzo que habrá sido en trasladar esto aquí. - Dijo caesar apoyándose en un resto de pared. Al hacerlo, no contó con su peso, derribando ya el débil muro a escombros de polvo y rocas minúsculas. Sintió la mirada penetrante de Fay, Ryan y Tali. - Ha sido sin querer. -
Fue entonces cuando las dos estatuas empezaron a moverse con un crujido poco agradable acompañado de una voz profunda, seria e imponente, de tal forma que de solo oírlo, ya infundía miedo en el cuerpo.
- ¿Quien osa interrumpir el sueño de Arun? - Habló Lance.
- ¿Quien osa interrumpir la creación de Shara? - Habló Hermit.
- Deberás ser castigado con templanza. - Lance comenzó a girar la lanza como calentamiento.
- Y juzgado con equidad. - Hermit alzó la alargada trompeta y como un grito de guerra, sopló a través de ella con tanta fuerza que su sonido atronador daba la sensación de haber invadido el mundo entero.
Y ante todo aquello, Caesar ahora recibía la severa mirada de Lucina y Liv. - ¿He sido yo? - Preguntó tontamente.
Digamos que son dos santos en tierra. Lance te acribillará a golpes mientras que Hermit apoyará infinitamente a Lance.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
- Tal vez, podemos arreglarlo como gente civilizada. - Habló rápidamente Caesar, corriendo al encuentro con esas estatuas.
- Espera. - Dijo Lucina, pero no fue escuchada.
- ¡Oigan, Piedras! - Gritó. Haciendo que ambas estatuas miraran hacia abajo. El rubio saludó y comenzó a hablar. - Ha sido un pequeñísimo accidente... ¿Saben? Así que si pudiesen regresar a dor...
Ryan quiso decir algo, pero no tuvo el tiempo para ello. Pero, Un sonido agigantado, acompañado por una fuerte patada y una ráfaga de viento, se interpuso, mandando a volar a Caesar varios metros entre los árboles, lejos de la vista de los demás.
Un silencio de penumbra que se presentó en ese momento, y el tiempo se ralentizó para los presentes.
No había sido a un escuálido al que mandaron a volar, fue a Caesar, alguien que la cabeza la podía tener de adorno, pero no era el caso cuando se referían a fuerza bruta.
- ¿Qué... ? - Liv miró el camino que quedó con espanto, y después a Lucina, nunca esperó ver tal sorpresa en el rostro de su hermana mayor. Y mucho menos esperó ver esa molestia segundos después.
La había soltado y observaba el campo en silencio, la estatua Lance, componía su posición y miró abajo. La luz de la luna no ayudaba cuando sus grandes sombras eran un gran obstáculo.
- Fay. - Llamó la mayor. Él rápidamente prestó atención regresando en sí. - Sé que perteneces a otro escuadrón pero, necesitaremos tu apoyo. - El chico asintió y sacó su varita, como santo su posición era quedarse atrás y trataría de aportar todo lo posible, después de todo, ya estaba comenzando a sentirse culpable.
Claro que no tanto como Liv, quien los había arrastrado hasta ahí por un capricho. Uno que creyó inocente, pero ahora estaba tan arrepentida, que nisiquiera sabía como encarar a su hermana, ni a ninguno de su equipo.
Un estruendoso sonido de aquella trompeta llegó junto de una luz casi cegadora. Ahora todo se veía como si fuese medio día, y se vieron alertados.
Cuando Liv se percató todos estaban preparados para atacar, no solo las estatuas sino también sus compañeros. Era verdad, no había tiempo para razonar lo que había pasado nisiquiera para preocuparse por ese cabeza hueca,
él se había buscado solo aquello.
- Prepárense para lo peor. - Fue lo último que pidió Lucina antes del próximo movimiento de pies de Lance, iba dirigido a ellos, como queriendo pisar cucarachas, pero pudieron dar gracias a que Ryan usó el aire para empujarlos y apartarlos del rango de aquel pie. Pero el polvo que se levantó los hizo cerrar los ojos instantáneamente . Y nuevamente fueron ayudados por el aire, que apartó todas las partículas y las mandó al suelo.
Pero ahora la lanza venía hacia ellos. Rasó la tierra, y otra ventisca con polvo los hizo retroceder por la fuerza.
Una vez despejado Tali ordenó a Lumi atacar y no tardó en congelar el pie de Lance. Pero no mucho después al moverlo la capa de hielo rompió, y sus ojos se abrieron grandes, pero no se desanimó y ahora Pyro quemaba hasta donde su rango le permitía. ´
Esto pareció afectarle a la estatua pues bajó la mirada a su pie, y en cuanto regresó la lanza, tuvo la intención de levantar la pierna para volver a pisar. Pero una voz minúscula desde el empuñe de su lanza la hizo detenerse.
- ¡Hey! Aquí. - Liv había encontrado un pequeño bache que la permitía estar más o menos en pie. Pues era más o menos largo, pero no lo suficientemente grueso para asentar los pies, se sentía en una cuerda floja de que que pronto caería. Pero cuando lo vio realmente no se pensó las consecuencias y simplemente subió.
Tensó su arco, y en cuanto la miró lanzó la flecha a su frente. Consiguiendo una minúscula abolladura, y una flecha rota. Entonces sí entró en pánico. Había sido mala idea. Y como nunca deseaba que un fusilero estuviera entre ellos.
Saltó al hombro de Lance buscando refugio de su mano. Y allí pudo vislumbrar un pequeño brillo en la nuca que le atrajo y la hizo perder de vista todo lo demás.
- ¡Liv! - La voz de su hermana la hizo resollar y observó a su costado.- La mano de Hemmit iba tras ella. Entonces, resbaló y cayó. A Lucina se le dilataron los ojos. Y suerte tuvo, de que la menor, tuviera su aterrizaje en un árbol, dónde pudo sostenerse por las ramas, y a más de unos cuantos cortes y golpes no tuvo más.
No tardó en asomar la cabeza, y entonces gritar:
- ¡Arriba! En la nuca, hay... - Dijo, Hemmit volvió a tocar la trompeta, por suerte alcanzaron a escuchar y ya sabían dónde había que ir.
Lucina observó de abajo a arriba, Eran estatuas, y tenían bastantes salientes por la forma de la ropa y de las misma proporciones humanas, había cómo trepar. La pregunta ahora era cómo sin que la atacasen.
Observo a Ryan y Tali. Si no se equivocaba les había molestado el calor.
Ellos asintieron en cuanto ella observó a la invocación de la pelirroja, y ella les regresó el gesto. Iría por el más problemático Lance, y aunque aún había un enorme peligro (Literal). Ahora, por lo menos había un plan.
- Ahora entiendo porqué esas murallas son tan altas. - La voz de un molesto Caesar llegó a los oídos de todos, regresaba por el mismo camino que había sido expedido mientras sus molestos puños sonaban casi tan alto como aquella trompeta. Tenía la ropa rasgada y varios cortes con sangre rodando, y más que nada estaba sucio, había terminado en una parte dónde la humedad abundaba, y detestaba el estado en que aquello lo había dejado. Para él esa humillación, dolía más que cualquier golpe que hubiera recibido. - Voy a hacerlos migajas.
- ¿Caesar? - Lucina lo observó unos momentos y después de negar rápidamente con la cabeza. Solo asintió. - Que bueno que regresas... Necesitamos un mono.
Si pudiera haría de esa patada un meme, en serio, lo haría (?
Hoy el WiFi murió, así que... bueno (?
- Espera. - Dijo Lucina, pero no fue escuchada.
- ¡Oigan, Piedras! - Gritó. Haciendo que ambas estatuas miraran hacia abajo. El rubio saludó y comenzó a hablar. - Ha sido un pequeñísimo accidente... ¿Saben? Así que si pudiesen regresar a dor...
Ryan quiso decir algo, pero no tuvo el tiempo para ello. Pero, Un sonido agigantado, acompañado por una fuerte patada y una ráfaga de viento, se interpuso, mandando a volar a Caesar varios metros entre los árboles, lejos de la vista de los demás.
Un silencio de penumbra que se presentó en ese momento, y el tiempo se ralentizó para los presentes.
No había sido a un escuálido al que mandaron a volar, fue a Caesar, alguien que la cabeza la podía tener de adorno, pero no era el caso cuando se referían a fuerza bruta.
- ¿Qué... ? - Liv miró el camino que quedó con espanto, y después a Lucina, nunca esperó ver tal sorpresa en el rostro de su hermana mayor. Y mucho menos esperó ver esa molestia segundos después.
La había soltado y observaba el campo en silencio, la estatua Lance, componía su posición y miró abajo. La luz de la luna no ayudaba cuando sus grandes sombras eran un gran obstáculo.
- Fay. - Llamó la mayor. Él rápidamente prestó atención regresando en sí. - Sé que perteneces a otro escuadrón pero, necesitaremos tu apoyo. - El chico asintió y sacó su varita, como santo su posición era quedarse atrás y trataría de aportar todo lo posible, después de todo, ya estaba comenzando a sentirse culpable.
Claro que no tanto como Liv, quien los había arrastrado hasta ahí por un capricho. Uno que creyó inocente, pero ahora estaba tan arrepentida, que nisiquiera sabía como encarar a su hermana, ni a ninguno de su equipo.
Un estruendoso sonido de aquella trompeta llegó junto de una luz casi cegadora. Ahora todo se veía como si fuese medio día, y se vieron alertados.
Cuando Liv se percató todos estaban preparados para atacar, no solo las estatuas sino también sus compañeros. Era verdad, no había tiempo para razonar lo que había pasado nisiquiera para preocuparse por ese cabeza hueca,
él se había buscado solo aquello.
- Prepárense para lo peor. - Fue lo último que pidió Lucina antes del próximo movimiento de pies de Lance, iba dirigido a ellos, como queriendo pisar cucarachas, pero pudieron dar gracias a que Ryan usó el aire para empujarlos y apartarlos del rango de aquel pie. Pero el polvo que se levantó los hizo cerrar los ojos instantáneamente . Y nuevamente fueron ayudados por el aire, que apartó todas las partículas y las mandó al suelo.
Pero ahora la lanza venía hacia ellos. Rasó la tierra, y otra ventisca con polvo los hizo retroceder por la fuerza.
Una vez despejado Tali ordenó a Lumi atacar y no tardó en congelar el pie de Lance. Pero no mucho después al moverlo la capa de hielo rompió, y sus ojos se abrieron grandes, pero no se desanimó y ahora Pyro quemaba hasta donde su rango le permitía. ´
Esto pareció afectarle a la estatua pues bajó la mirada a su pie, y en cuanto regresó la lanza, tuvo la intención de levantar la pierna para volver a pisar. Pero una voz minúscula desde el empuñe de su lanza la hizo detenerse.
- ¡Hey! Aquí. - Liv había encontrado un pequeño bache que la permitía estar más o menos en pie. Pues era más o menos largo, pero no lo suficientemente grueso para asentar los pies, se sentía en una cuerda floja de que que pronto caería. Pero cuando lo vio realmente no se pensó las consecuencias y simplemente subió.
Tensó su arco, y en cuanto la miró lanzó la flecha a su frente. Consiguiendo una minúscula abolladura, y una flecha rota. Entonces sí entró en pánico. Había sido mala idea. Y como nunca deseaba que un fusilero estuviera entre ellos.
Saltó al hombro de Lance buscando refugio de su mano. Y allí pudo vislumbrar un pequeño brillo en la nuca que le atrajo y la hizo perder de vista todo lo demás.
- ¡Liv! - La voz de su hermana la hizo resollar y observó a su costado.- La mano de Hemmit iba tras ella. Entonces, resbaló y cayó. A Lucina se le dilataron los ojos. Y suerte tuvo, de que la menor, tuviera su aterrizaje en un árbol, dónde pudo sostenerse por las ramas, y a más de unos cuantos cortes y golpes no tuvo más.
No tardó en asomar la cabeza, y entonces gritar:
- ¡Arriba! En la nuca, hay... - Dijo, Hemmit volvió a tocar la trompeta, por suerte alcanzaron a escuchar y ya sabían dónde había que ir.
Lucina observó de abajo a arriba, Eran estatuas, y tenían bastantes salientes por la forma de la ropa y de las misma proporciones humanas, había cómo trepar. La pregunta ahora era cómo sin que la atacasen.
Observo a Ryan y Tali. Si no se equivocaba les había molestado el calor.
Ellos asintieron en cuanto ella observó a la invocación de la pelirroja, y ella les regresó el gesto. Iría por el más problemático Lance, y aunque aún había un enorme peligro (Literal). Ahora, por lo menos había un plan.
- Ahora entiendo porqué esas murallas son tan altas. - La voz de un molesto Caesar llegó a los oídos de todos, regresaba por el mismo camino que había sido expedido mientras sus molestos puños sonaban casi tan alto como aquella trompeta. Tenía la ropa rasgada y varios cortes con sangre rodando, y más que nada estaba sucio, había terminado en una parte dónde la humedad abundaba, y detestaba el estado en que aquello lo había dejado. Para él esa humillación, dolía más que cualquier golpe que hubiera recibido. - Voy a hacerlos migajas.
- ¿Caesar? - Lucina lo observó unos momentos y después de negar rápidamente con la cabeza. Solo asintió. - Que bueno que regresas... Necesitamos un mono.
Si pudiera haría de esa patada un meme, en serio, lo haría (?
Hoy el WiFi murió, así que... bueno (?
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Fay llevaba un buen rato susurrando un hechizo que era arrastrado por el eco suave de un siseo, como si un muerto repitiese sus mismas oraciones en lenguas demasiado antiguas como para ponerles fecha.
Tan pronto como terminó, alzó su vara logrando que las armas de Lucina, Caesar y Liv, adquiriesen un tono suave brillante y blanco. Aquellas armas habían sido reforzadas por un hechizo de Fay, endureciendolas decenas de veces y tan mortales como capaz de herir a aquellas dos estatuas andantes.
Tali se encargó de Hermit, quien con su trompeta, poco podía hacer salvo zarandearse por el ardiente calor de Pyro, capaz de derretir hasta el acero si quisiera y mientras tanto, Lucina probó a asestar un golpe circular en el talón de Lance. Aunque ese movimiento solo era indicado para un barrido, también valía para ganar un poco de velocidad y fuerza para aniquilar al insensato que fuera capaz de ponerse en medio.
Consiguió lograr una muesca gracias al hechizo de Fay provocando que la estatua cayese de rodillas. Sorprendentemente comenzó a autorepararse el daño, demasiado lento para permitir a Caesar comenzar a escalar a pasos agigantados pero demasiado rápido como para que el luchador lo lograse. Fue entonces cuando las flechas de Liv aportaron un poco mas de incomodidad para ese talón, permitiendo así a Caesar llegar a la cima.
- Esta va por mi. - Y con el peor de las iras, con el golpe mas fuerte que había dado desde hace muchas semanas e incluso meses, enterró su puño sobre aquel punto débil. Y por si hacía falta, también enterró el otro puño.
Una luz comenzó a surgir del cuello de Lance que comenzó a desintegrarse al igual que Hermit lo que agravaba la luz que poco a poco se intensificaba hasta ser cegadora.
Y entonces, estaban todos en la nada. Literalmente, un lugar blanco, nada arriba, nada abajo, un lugar que ni tenía cielo, ni tenía sombra.
Lucina inspeccionó el lugar y después, miró a Caesar con la misma mirada que cuando las estatuas habían despertado.
- No he sido yo. -
- Yo no he dicho nada. -
- Pero tu mirada lo dice. - Entonces Lucina desvió la mirada exasperando al rubio.
- Ya... - Pidió calma. - ¿Donde estamos? -
- Desde luego, no en el bosque. - Mencionó Fay, - Tampoco creo que sea esto después de la muerte. -
- Creo que veo algo. - Dijo Ryan oteando el horizonte. Había una figura aunque exactamente no se podía ver de que era.
- Entonces vamos allá. - Mandó Lucina.
- ¿Y si es una trampa? -
- Es mejor que quedarse a morir de no hacer nada. - Ryan asintió conforme con la decisión así como los demás.
- Pues vamos. - Dijo Caesar echandose a caminar despreocupadamente haciendo suspirar a Liv.
- Siempre será idiota. -
Lucina la tomó de la mano y le sonrió cuando intercambiaron miradas obligandola a caminar junto a ella. Aquello le recordaba el pasado, la misma sensación cuando solían mantenerse juntas todo el tiempo. Una nostalgia agria le recorrió por el cuerpo, pero no era melancólica, sino como un cálido abrazo que le recordaba que había cosas que nunca iban a cambiar. Y es que eran familia.
No tardaron en llegar a donde estaba la figura, que no era otra cosa que otra maldita estatua solo que tenía un tamaño humano y estaba bastante desgastada, siendo incapaz ya de reconocerse algún tipo de rostro facial.
- Otra maldita estatua. - Dijo Caesar ya dispuesto a hacerlo añicos.
- Espera. - Interrumpió Fay. - Siento algo en esa estatua. -
- Lo secundo. - Dijo Tali y Ryan también aprobó el sentimiento. Había algo tras esa estatua y por supuesto, solo los magos podían sentirlo.
- Hmm. - Caesar se llevó una mano al mentón pensativo para después, dar dos golpecitos suaves con el indice en la cabeza de la estatua.
Aquella voz penetró en la cabeza de todos, no por impactante sino porque sabían que no estaba hablando, era pura telepatía, una voz resonando en la cabeza, un intruso que no necesitaba permiso para ello. Todos se intercambiaron miradas, en busca de decisiones y Lucina evitaba hacer eso mismo salvo mirar adelante. ¿Que era un lider si dudaba?
Aunque no la había nombrado, todos tenían la sensación indudable de que se refería a Liv por haber acudido al lugar. - ¿Por que nosotros? - Preguntó desganado Caesar.
Sin mas, la estatua desapareció poco a poco y lo que era un escenario blanco de fondo, comenzó a revelar de nuevo la realidad, suelo de tierra y hierbajos decorado con árboles. El mismo lugar de antes y donde estaban ambas estatuas de antes, ahora solo quedaba la solitaria estatua de tamaño humaniode desgastada.
- Nunca pensé que sería testigo de la presencia de un Dios. - Dijo emocionado Fay. - Hay que cumplir su voluntad.
Yo que se que he hecho.
Tan pronto como terminó, alzó su vara logrando que las armas de Lucina, Caesar y Liv, adquiriesen un tono suave brillante y blanco. Aquellas armas habían sido reforzadas por un hechizo de Fay, endureciendolas decenas de veces y tan mortales como capaz de herir a aquellas dos estatuas andantes.
Tali se encargó de Hermit, quien con su trompeta, poco podía hacer salvo zarandearse por el ardiente calor de Pyro, capaz de derretir hasta el acero si quisiera y mientras tanto, Lucina probó a asestar un golpe circular en el talón de Lance. Aunque ese movimiento solo era indicado para un barrido, también valía para ganar un poco de velocidad y fuerza para aniquilar al insensato que fuera capaz de ponerse en medio.
Consiguió lograr una muesca gracias al hechizo de Fay provocando que la estatua cayese de rodillas. Sorprendentemente comenzó a autorepararse el daño, demasiado lento para permitir a Caesar comenzar a escalar a pasos agigantados pero demasiado rápido como para que el luchador lo lograse. Fue entonces cuando las flechas de Liv aportaron un poco mas de incomodidad para ese talón, permitiendo así a Caesar llegar a la cima.
- Esta va por mi. - Y con el peor de las iras, con el golpe mas fuerte que había dado desde hace muchas semanas e incluso meses, enterró su puño sobre aquel punto débil. Y por si hacía falta, también enterró el otro puño.
Una luz comenzó a surgir del cuello de Lance que comenzó a desintegrarse al igual que Hermit lo que agravaba la luz que poco a poco se intensificaba hasta ser cegadora.
Y entonces, estaban todos en la nada. Literalmente, un lugar blanco, nada arriba, nada abajo, un lugar que ni tenía cielo, ni tenía sombra.
Lucina inspeccionó el lugar y después, miró a Caesar con la misma mirada que cuando las estatuas habían despertado.
- No he sido yo. -
- Yo no he dicho nada. -
- Pero tu mirada lo dice. - Entonces Lucina desvió la mirada exasperando al rubio.
- Ya... - Pidió calma. - ¿Donde estamos? -
- Desde luego, no en el bosque. - Mencionó Fay, - Tampoco creo que sea esto después de la muerte. -
- Creo que veo algo. - Dijo Ryan oteando el horizonte. Había una figura aunque exactamente no se podía ver de que era.
- Entonces vamos allá. - Mandó Lucina.
- ¿Y si es una trampa? -
- Es mejor que quedarse a morir de no hacer nada. - Ryan asintió conforme con la decisión así como los demás.
- Pues vamos. - Dijo Caesar echandose a caminar despreocupadamente haciendo suspirar a Liv.
- Siempre será idiota. -
Lucina la tomó de la mano y le sonrió cuando intercambiaron miradas obligandola a caminar junto a ella. Aquello le recordaba el pasado, la misma sensación cuando solían mantenerse juntas todo el tiempo. Una nostalgia agria le recorrió por el cuerpo, pero no era melancólica, sino como un cálido abrazo que le recordaba que había cosas que nunca iban a cambiar. Y es que eran familia.
No tardaron en llegar a donde estaba la figura, que no era otra cosa que otra maldita estatua solo que tenía un tamaño humano y estaba bastante desgastada, siendo incapaz ya de reconocerse algún tipo de rostro facial.
- Otra maldita estatua. - Dijo Caesar ya dispuesto a hacerlo añicos.
- Espera. - Interrumpió Fay. - Siento algo en esa estatua. -
- Lo secundo. - Dijo Tali y Ryan también aprobó el sentimiento. Había algo tras esa estatua y por supuesto, solo los magos podían sentirlo.
- Hmm. - Caesar se llevó una mano al mentón pensativo para después, dar dos golpecitos suaves con el indice en la cabeza de la estatua.
"Os estaba esperando."
Aquella voz penetró en la cabeza de todos, no por impactante sino porque sabían que no estaba hablando, era pura telepatía, una voz resonando en la cabeza, un intruso que no necesitaba permiso para ello. Todos se intercambiaron miradas, en busca de decisiones y Lucina evitaba hacer eso mismo salvo mirar adelante. ¿Que era un lider si dudaba?
"Enfrentaste a tu pasado y acudiste a mi llamada... Hijos de Arun... La luz del mundo está por extinguirse, el mundo afronta su muerte. Debéis impedirlo."
Aunque no la había nombrado, todos tenían la sensación indudable de que se refería a Liv por haber acudido al lugar. - ¿Por que nosotros? - Preguntó desganado Caesar.
"Porque así es vuestro destino. Buscad a mis semejantes y recibid nuestra bendición. Aunque me lleve a una gran pena, recibid el deseo de Arun... y el futuro de Shara. Debeis salvar el mundo antes de que desaparezca. Sereis testigos de su crueldad y aunque me pese, tendreis que afrontarlo sin piedad. Resistid... sed fuertes... estad juntos..."
Sin mas, la estatua desapareció poco a poco y lo que era un escenario blanco de fondo, comenzó a revelar de nuevo la realidad, suelo de tierra y hierbajos decorado con árboles. El mismo lugar de antes y donde estaban ambas estatuas de antes, ahora solo quedaba la solitaria estatua de tamaño humaniode desgastada.
- Nunca pensé que sería testigo de la presencia de un Dios. - Dijo emocionado Fay. - Hay que cumplir su voluntad.
Yo que se que he hecho.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Caesar resopló sonoramente, y después de que el silencio reinara y las miradas siguieran sobre él, sabiendo que estaba viajando sobre un mar de pensamientos, los cuales todos compartían, quedaban tantas cosas por aclarar, y a las que no pudieron preguntar.
- ¿Le he dicho maldita estatua a un Dios? - Se llevó una mano a la cabeza, y su aura se ensombreció más que la misma noche. - No solo eso... le golpee en la cabeza. - Se acuclilló en desesperación. Él nunca podría permitir siquiera una pequeña ofensa a los guardianes celestiales, y él había cometido la mayor de la insolencias en presencia de uno.
- ¿Está bien señor Caesar? - Fay se acercó alarmado por aquella reacción.
Lucina dejó que un suspiro saliese de ella, y después observó a Liv, y definitivamente no se encontraba en mejor estado que el rubio, solo que ella era menos dramática. Con la mirada perdida en aquella estatua, como si no hubiese algo más a lo que mirar, como si solo existiese esa imagen. Estaba decepcionada,y lo entendía.
Se acercó a la menor y como un abrazo de compensación tomó su triste rostro entre sus manos. Estaba hecha un desastre, el cabello hecho un lío, y pegándose a su rostro y cuello por el sudor frío de la adrenalina.
- Yo... - Murmuró, solo para ellas dos. - Tuve una pequeña esperanza... - Dejó caer el arco que sostenía su mano derecha. - Cuando, todo se puso blanco... Era casi igual... - Bajó la mirada apenada por lo que estaba confesando e hizo ademán de comenzar a sollozar, pero solo cerró los ojos con fuerza y posó las manos sobre las de su hermana, dedicándole una sonrisa, no tan tranquila y bonita como la de Lucina, pero si como para dar a entender que estaría bien.
- Lo siento.
- No ha sido culpa tuya, además nos has traído a dónde tenías que. No has hecho nada mal. Palmó su cabeza con delicadeza y luego la soltó. Ella recogió su arco y después de tomar un profundo respiro, volvió a su expresión feliz de siempre. Esa noche, el aire gozaba de una sensación bendita.
- Levántate. - Ordenó la peliazul al rubio que seguía mascullando maldiciones contra sí mismo. Éste obedeció inmediatamente. - Regresaremos al campamento, descansaremos, y continuaremos con el viaje. - Explicó de manera general. - Si los Dioses realmente quieren que lleguemos a ellos, nos mostrarán el camino así mismo como lo han hecho esta noche.
Entonces emprendieron el camino de regreso, no tenían la necesidad de mirar hacia atrás, solamente podían avanzar reconociendo que ya no podían estar en algo como la "nada" como antes. Y que ahora sabían, no estaban solos.
Un viento delicado los hizo abrir los ojos con una tanta de sorpresa pues era cálido y lleno de aroma a roble, que no pasaba desapercibido.
Liv miró hacia atrás y entonces pequeños brillos imitando a escarcha volando desaparecieron. Miró a su hermana quien pareció solo detenerse un segundo, para continuar su camino. Lo sabía, aunque no la hubiese visto, sabía que ella aun las cuidaba.
- ¿Pasó algo? - Preguntó Caesar, Lucina solo sonrió melancólica y negó, él quedó unos segundos prendido de esa sonrisa, y cuando cayó en cuenta disimuló y observó ligeramente al cielo, más que nada a las ramas de los árboles. Y con eso solo pedía que las cosas no se salieran de control, y de ser posible, nunca más ver expresiones de preocupación en el rostro de Lucina. Ya no.
no more ideas, no sé, ya me sequé c:
no sé si sea necesario, pues Fay es un personaje que no sé que tanto durará en el roll lol, peor bueno, así se ve:
Y me largo, que se me está partiendo la cabeza
- ¿Le he dicho maldita estatua a un Dios? - Se llevó una mano a la cabeza, y su aura se ensombreció más que la misma noche. - No solo eso... le golpee en la cabeza. - Se acuclilló en desesperación. Él nunca podría permitir siquiera una pequeña ofensa a los guardianes celestiales, y él había cometido la mayor de la insolencias en presencia de uno.
- ¿Está bien señor Caesar? - Fay se acercó alarmado por aquella reacción.
Lucina dejó que un suspiro saliese de ella, y después observó a Liv, y definitivamente no se encontraba en mejor estado que el rubio, solo que ella era menos dramática. Con la mirada perdida en aquella estatua, como si no hubiese algo más a lo que mirar, como si solo existiese esa imagen. Estaba decepcionada,y lo entendía.
Se acercó a la menor y como un abrazo de compensación tomó su triste rostro entre sus manos. Estaba hecha un desastre, el cabello hecho un lío, y pegándose a su rostro y cuello por el sudor frío de la adrenalina.
- Yo... - Murmuró, solo para ellas dos. - Tuve una pequeña esperanza... - Dejó caer el arco que sostenía su mano derecha. - Cuando, todo se puso blanco... Era casi igual... - Bajó la mirada apenada por lo que estaba confesando e hizo ademán de comenzar a sollozar, pero solo cerró los ojos con fuerza y posó las manos sobre las de su hermana, dedicándole una sonrisa, no tan tranquila y bonita como la de Lucina, pero si como para dar a entender que estaría bien.
- Lo siento.
- No ha sido culpa tuya, además nos has traído a dónde tenías que. No has hecho nada mal. Palmó su cabeza con delicadeza y luego la soltó. Ella recogió su arco y después de tomar un profundo respiro, volvió a su expresión feliz de siempre. Esa noche, el aire gozaba de una sensación bendita.
- Levántate. - Ordenó la peliazul al rubio que seguía mascullando maldiciones contra sí mismo. Éste obedeció inmediatamente. - Regresaremos al campamento, descansaremos, y continuaremos con el viaje. - Explicó de manera general. - Si los Dioses realmente quieren que lleguemos a ellos, nos mostrarán el camino así mismo como lo han hecho esta noche.
Entonces emprendieron el camino de regreso, no tenían la necesidad de mirar hacia atrás, solamente podían avanzar reconociendo que ya no podían estar en algo como la "nada" como antes. Y que ahora sabían, no estaban solos.
Un viento delicado los hizo abrir los ojos con una tanta de sorpresa pues era cálido y lleno de aroma a roble, que no pasaba desapercibido.
Liv miró hacia atrás y entonces pequeños brillos imitando a escarcha volando desaparecieron. Miró a su hermana quien pareció solo detenerse un segundo, para continuar su camino. Lo sabía, aunque no la hubiese visto, sabía que ella aun las cuidaba.
- ¿Pasó algo? - Preguntó Caesar, Lucina solo sonrió melancólica y negó, él quedó unos segundos prendido de esa sonrisa, y cuando cayó en cuenta disimuló y observó ligeramente al cielo, más que nada a las ramas de los árboles. Y con eso solo pedía que las cosas no se salieran de control, y de ser posible, nunca más ver expresiones de preocupación en el rostro de Lucina. Ya no.
no more ideas, no sé, ya me sequé c:
no sé si sea necesario, pues Fay es un personaje que no sé que tanto durará en el roll lol, peor bueno, así se ve:
- Spoiler:
La personalidad hagan lo que les de la gana (?
Y me largo, que se me está partiendo la cabeza
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Caesar deslizó una rápida mirada a través de la tela. Con sigilo, entró sin hacer el mas mínimo ruido salvo su propia respiración y se agachó junto a Lucina. Contempló con felicidad el rostro de su bella durmiente hasta que se atrevió a aparte el cabello haciéndola despertar.
Enseguida tuvo la tendencia de protestar pero el rubio se adelantó y puso una mano en su boca nada mas ver aquel rostro de sorpresa.
- ¡Idiota! - Susurró por lo bajo Lucina apartando su mano.
- ¿No puedo? -
- ¡No! - Suspiró. - ¿No eres consciente de lo que haces? -
- Solo vengo a darte buenos días. -
Lucina enterró su rostro en la almohada. Y a pesar de que ya conocía a Caesar, siempre iba un paso adelante para superarse a su yo de ayer. - Sal. - Ordenó. Caesar obedeció, pues no había ni pizca de gracia en su orden.
Caesar esperó pacientemente en la entrada, escuchando el ruido metálico de la armadura de la peliazul. En seguida, su imaginación empezó a divagar y imaginando todo tipo de situaciones poco profesionales con Lucina. Pero detuvo sus imaginaciones a tiempo antes de que pudieran llegar al punto de no retorno y volvió a esperar pacientemente contando las ramas de los árboles. Desde luego, no era fácil esperar a una mujer, pues cuando iba por el número quinientos algo, pudo ver salir a la peliazul.
- Ya estoy. -
- Hola. - Saludó sonriente. Ella lo miró con cierto desprecio.
- Vienes a molestarme tan temprano. Te recuerdo que ayer nos acostamos tarde y tu tuviste cierta culpa. -
- No seas así. Yo solo quería que me curases tú. -
- Fay tiene mas don para ello. No soy enfermera. -
- Igual~ - La abrazó. Lucina puso cara de angustia. No es que no le agradase pero era demasiado temprano o mejor dicho, acababa de despertar y odiaba despertar con prisas. Era de las personas que requerían tiempo para activarse.
- ¿Que te pasa hoy? Estas horriblemente cariñoso. -
- Yep. - Y le arrebató un beso.
La espadachina intentó en vano apartarlo pero la diferencia de fuerzas era clara. De hecho se preguntaba desde cuando Caesar era tan fuerte pues ni siquiera estaba logrando algún resultado, ni un centímetro se movía el rubio.
Para cuando sus labios se separaron, Caesar le miró y ella por supuesto, estaba sonrojada, con una cara de fastidio. A Caesar le divirtió, a Lucina le pareció lo mas odioso del mundo pero aún así, no podía odiarlo del todo.
- ¿Vas a soltarme? -
- Me gustaría que no. -
- Nazhcar volverá a golpearte si nos ve así. -
Con desgana, soltó a la peliazul. Podía ganar a Nazhcar pero no quería problemas. Ya había dado suficiente ayer y hoy no sería otro día mas.
- Voy a asearme si me permites. - Dijo Lucina. Aún tenía que lavarse el rostro.
- ¿Puedo acompañarte? -
- No. -
- Uh... -
- Se un buen chico y espera aquí sentado. -
No es mi conti mas orgulloso xd Supuestamente es la mañana siguiente.
Enseguida tuvo la tendencia de protestar pero el rubio se adelantó y puso una mano en su boca nada mas ver aquel rostro de sorpresa.
- ¡Idiota! - Susurró por lo bajo Lucina apartando su mano.
- ¿No puedo? -
- ¡No! - Suspiró. - ¿No eres consciente de lo que haces? -
- Solo vengo a darte buenos días. -
Lucina enterró su rostro en la almohada. Y a pesar de que ya conocía a Caesar, siempre iba un paso adelante para superarse a su yo de ayer. - Sal. - Ordenó. Caesar obedeció, pues no había ni pizca de gracia en su orden.
Caesar esperó pacientemente en la entrada, escuchando el ruido metálico de la armadura de la peliazul. En seguida, su imaginación empezó a divagar y imaginando todo tipo de situaciones poco profesionales con Lucina. Pero detuvo sus imaginaciones a tiempo antes de que pudieran llegar al punto de no retorno y volvió a esperar pacientemente contando las ramas de los árboles. Desde luego, no era fácil esperar a una mujer, pues cuando iba por el número quinientos algo, pudo ver salir a la peliazul.
- Ya estoy. -
- Hola. - Saludó sonriente. Ella lo miró con cierto desprecio.
- Vienes a molestarme tan temprano. Te recuerdo que ayer nos acostamos tarde y tu tuviste cierta culpa. -
- No seas así. Yo solo quería que me curases tú. -
- Fay tiene mas don para ello. No soy enfermera. -
- Igual~ - La abrazó. Lucina puso cara de angustia. No es que no le agradase pero era demasiado temprano o mejor dicho, acababa de despertar y odiaba despertar con prisas. Era de las personas que requerían tiempo para activarse.
- ¿Que te pasa hoy? Estas horriblemente cariñoso. -
- Yep. - Y le arrebató un beso.
La espadachina intentó en vano apartarlo pero la diferencia de fuerzas era clara. De hecho se preguntaba desde cuando Caesar era tan fuerte pues ni siquiera estaba logrando algún resultado, ni un centímetro se movía el rubio.
Para cuando sus labios se separaron, Caesar le miró y ella por supuesto, estaba sonrojada, con una cara de fastidio. A Caesar le divirtió, a Lucina le pareció lo mas odioso del mundo pero aún así, no podía odiarlo del todo.
- ¿Vas a soltarme? -
- Me gustaría que no. -
- Nazhcar volverá a golpearte si nos ve así. -
Con desgana, soltó a la peliazul. Podía ganar a Nazhcar pero no quería problemas. Ya había dado suficiente ayer y hoy no sería otro día mas.
- Voy a asearme si me permites. - Dijo Lucina. Aún tenía que lavarse el rostro.
- ¿Puedo acompañarte? -
- No. -
- Uh... -
- Se un buen chico y espera aquí sentado. -
No es mi conti mas orgulloso xd Supuestamente es la mañana siguiente.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Se despertó con el canto de los pájaros, ese sonido siempre lo alegraba. Se levantó de su lugar, estirándose para desperezarse, sin poder evitar un amplio bostezo. Se vistió con su sencillo traje y salió, recibiendo la luz del amanecer en su rostro, sonrió suavemente.
Luego de asearse, se permitió un paseo corto a pocos metros del campamento, pues vio que aún las tropas no estaban listas. Al rodear un poco el lugar, su mirada azul dio con una figura que se encontraba sentada cerca de un arbusto, en el claro de unos árboles. Se acercó a paso calmado.
-Buenos días –Dijo Ryan con su habitual tono dulce y respetuoso.
-Oh, buen día, Ryan –El saludo del chico había sido tan sutil que Tali ni siquiera se asustó, lo que sería normal estando sola y que llegase alguien de repente.
-¿Qué hace?... Digo, haces –Se corrigió el muchacho, recordando la petición que ella le había hecho antes, de no hablar tan formalmente. La pelirroja rió dulcemente.
-Recojo algunas plantas, estuve recorriendo el lugar y hay una gran variedad. Lo mejor, es que la mayoría tiene usos medicinales –Soltó la frase con total fluidez y emoción, por su amor a la herbología- Oh, lo lamento, me dejé llevar –Sonrió apenada.
-No, tranquila, no me molesta. En realidad, es interesante –El pelinegro se sentó a su lado.
-Ah, qué bien –Los ojos de Tali se iluminaron de la ilusión.
-Me gustaría aprender más de eso, sabes, es bastante útil. Además, las plantas son muy hermosas e interesantes… Estudiarlas a fondo debe ser aún mejor –Su tono se mantenía calmado, pero se le notaba bastante animado.
-¿Te gusta mucho la naturaleza, no? –La chica se emocionaba cada vez más.
-Por supuesto, me encanta –Sonrió cálidamente- Y el tener estos poderes, me hacen apreciarla aún más, ¿Sabes?
-Por supuesto, me lo imagino –Lo miró alegremente- Debe ser genial controlar los elementos.
-Igual de genial que poder invocar seres mágicos –Dijo con sinceridad el muchacho, devolviendo el cumplido en el proceso.
-Jejeje, ¡sí, lo es!
Así pasaron algunos minutos, en los que Tali se dedicó a explicarle las propiedades variadas de algunas plantas. La mayoría, medicinales, pero también las había venenosas, sólo que en esa parte del campo abundaban más las primeras.
-Y… Me llevaré un poco de estas también –La ojiverde guardó las últimas ramitas en una pequeña bolsa de tela, que metió en un bolso más grande que llevaba con ella.
-¿Y esas que llevas en la mano? ¿Harás un té? –Cuestionó Ryan de repente, la muchacha lo miró algo sorprendida- Oh, lo lamento, no quise ser indiscreto.
-No, no. No es eso –Negó agitando su mano libre- Es que me sorprendió que las identificaras tan rápido.
-Ah –El ojiazul se relajó sabiendo que no la había incomodado- Bueno, no sé tanto como tú, pero ciertas hojas de té las reconozco. Suelo prepararlas bastante –Sonrió dulcemente.
-¡Qué genial! –Exclamó Tali emocionada, poniéndose de pie- Yo haré uno para Liv.
-Entiendo, por todo lo que pasó… Sí, necesita relajarse –Explicó él.
-Exacto –Sonrió ella.
El pelinegro se quedó pensativo, la noche anterior había querido hacer algo por la muchacha Ruth, pues sabía que había pasado unos malos ratos, pero no había dado con alguna buena idea. Caminó en silencio junto a Tali hasta que se le ocurrió una idea.
-Si deseas, puedes adelantarte, iré a buscar algo –Le indicó.
-Oh, bueno, de acuerdo –Tali se despidió con una sonrisa y ambos se separaron.
Luego de asearse, se permitió un paseo corto a pocos metros del campamento, pues vio que aún las tropas no estaban listas. Al rodear un poco el lugar, su mirada azul dio con una figura que se encontraba sentada cerca de un arbusto, en el claro de unos árboles. Se acercó a paso calmado.
-Buenos días –Dijo Ryan con su habitual tono dulce y respetuoso.
-Oh, buen día, Ryan –El saludo del chico había sido tan sutil que Tali ni siquiera se asustó, lo que sería normal estando sola y que llegase alguien de repente.
-¿Qué hace?... Digo, haces –Se corrigió el muchacho, recordando la petición que ella le había hecho antes, de no hablar tan formalmente. La pelirroja rió dulcemente.
-Recojo algunas plantas, estuve recorriendo el lugar y hay una gran variedad. Lo mejor, es que la mayoría tiene usos medicinales –Soltó la frase con total fluidez y emoción, por su amor a la herbología- Oh, lo lamento, me dejé llevar –Sonrió apenada.
-No, tranquila, no me molesta. En realidad, es interesante –El pelinegro se sentó a su lado.
-Ah, qué bien –Los ojos de Tali se iluminaron de la ilusión.
-Me gustaría aprender más de eso, sabes, es bastante útil. Además, las plantas son muy hermosas e interesantes… Estudiarlas a fondo debe ser aún mejor –Su tono se mantenía calmado, pero se le notaba bastante animado.
-¿Te gusta mucho la naturaleza, no? –La chica se emocionaba cada vez más.
-Por supuesto, me encanta –Sonrió cálidamente- Y el tener estos poderes, me hacen apreciarla aún más, ¿Sabes?
-Por supuesto, me lo imagino –Lo miró alegremente- Debe ser genial controlar los elementos.
-Igual de genial que poder invocar seres mágicos –Dijo con sinceridad el muchacho, devolviendo el cumplido en el proceso.
-Jejeje, ¡sí, lo es!
Así pasaron algunos minutos, en los que Tali se dedicó a explicarle las propiedades variadas de algunas plantas. La mayoría, medicinales, pero también las había venenosas, sólo que en esa parte del campo abundaban más las primeras.
-Y… Me llevaré un poco de estas también –La ojiverde guardó las últimas ramitas en una pequeña bolsa de tela, que metió en un bolso más grande que llevaba con ella.
-¿Y esas que llevas en la mano? ¿Harás un té? –Cuestionó Ryan de repente, la muchacha lo miró algo sorprendida- Oh, lo lamento, no quise ser indiscreto.
-No, no. No es eso –Negó agitando su mano libre- Es que me sorprendió que las identificaras tan rápido.
-Ah –El ojiazul se relajó sabiendo que no la había incomodado- Bueno, no sé tanto como tú, pero ciertas hojas de té las reconozco. Suelo prepararlas bastante –Sonrió dulcemente.
-¡Qué genial! –Exclamó Tali emocionada, poniéndose de pie- Yo haré uno para Liv.
-Entiendo, por todo lo que pasó… Sí, necesita relajarse –Explicó él.
-Exacto –Sonrió ella.
El pelinegro se quedó pensativo, la noche anterior había querido hacer algo por la muchacha Ruth, pues sabía que había pasado unos malos ratos, pero no había dado con alguna buena idea. Caminó en silencio junto a Tali hasta que se le ocurrió una idea.
-Si deseas, puedes adelantarte, iré a buscar algo –Le indicó.
-Oh, bueno, de acuerdo –Tali se despidió con una sonrisa y ambos se separaron.
•••
La joven pelirroja había llegado nuevamente al campamento unos quince minutos atrás. Lo primero que hizo al llegar fue invocar a Lumi y Pyro para darles algo de comer, acariciarlos y hablar con ellos. Luego, le pidió ayuda al gato montañés para que formara un pequeño fuego, sobre el cual ella colocó una simple tetera e hirvió un poco de agua. Al rato, incluyó las hierbas y un té fue formándose en el líquido.
Tarareaba una dulce canción, y al poco rato separó la tetera del fuego, ya el té estaba listo. Justo en ese momento, llegó Ryan a su lado.
-Hola de nuevo –Saludó Tali alegremente. Él la saludó con un ligero movimiento de cabeza y una sonrisa- Espero que no suene impertinente pero, ¿Qué fuiste a hacer? –Preguntó curiosa.
-Esto.
Le mostró una bonita corona de flores que, claramente, había hecho él mismo. Las flores que utilizó eran de aspecto delicado, y de un color blanco que recordaba a la pureza y la tranquilidad.
-¡Está hermosa! –Los ojos de Tali brillaron del asombro- Le va a encantar.
-Eso espero… No es mucho, pero quizás ayude a mejorar su ánimo –Habló con calma, aunque algo inseguro de si su gesto funcionaría.
-Seguro que sí –La pelirroja posó una mano en un hombro del muchacho.
Ambos caminaron hacia la pequeña tienda donde la pelinegra dormía, y se dieron cuenta de que ya había salido. De hecho, Liv se devolvía de haberse aseado, y la presencia de ambos esperándola la tomó por sorpresa.
-¡Buenos días! –Exclamó Tali animada.
-Bu… Buenos días –Sonrió Liv aún extrañada. Y su balbuceo se intensificó al ver a Ryan.
-Nosotros… ehm… -Ryan recordó lo difícil que le era expresarse a veces.
-Te hicimos algo, para mejorar tu ánimo. –Completó Tali. La pelinegra abrió los ojos grandes.
-¿En serio? No tenían que molestarse, más bien yo debería ser quien tenga gestos con ustedes, pues los llevé a una situación difícil.
-Está bien, te comprendemos –Habló Ryan.
-Exacto, y sabemos que ayer fue difícil para ti, así que...
Tali le extendió una taza que humeaba suavemente. La pequeña Ruth la tomó en sus manos sorprendida, su nariz captó el dulce aroma del té.
-Muchas gracias, Tali –Sonrió- Este té me gusta bastante.
-Vaya, acerté sin pensarlo –Rió la mencionada.
Ryan se adelantó unos pasos, colocándose al frente de la pelinegra, quien lo notó de inmediato y sostuvo con fuerza la taza, para evitar derramarla por los nervios.
-No es tan gratificante como un té, pero te hice esto –Dijo el ojiazul con una dulzura en la voz, capaz de derretir a alguien, y sobretodo a la chica con la que hablaba.
Le mostró la corona de flores, sencilla pero muy hermosa, que le había realizado. Los ojos cafés de Liv se abrieron aún más y un sonrojo en sus mejillas los adornó. Subió la mirada hacia los ojos azules de Ryan, trató de decir algo pero no pudo articular palabra. El joven le colocó la corona en la cabeza con una sutileza típica en él, y le sonrió cálidamente.
-Se te ve muy bien –Le dijo amablemente sin dejar de sonreír.
-Gra…gracias, está muy muy muy hermosa –Enfatizó varias veces- Me encanta –Cerró los ojos y sonrió con la misma calidez que el muchacho, viéndose de hecho muy tierna- Gracias a ambos, me han alegrado mucho, no tenían por qué hacer estas cosas –Tomó un sorbo del té.
-No te preocupes, somos compañeros, nos apoyamos –Dijo Tali con un tono alegre.
El grupo esperó a que los demás se les unieran y mientras tanto, Liv se miraba en el reflejo que le ofrecía el agua del té, sus ojos fijos en la corona de flores.
Tarareaba una dulce canción, y al poco rato separó la tetera del fuego, ya el té estaba listo. Justo en ese momento, llegó Ryan a su lado.
-Hola de nuevo –Saludó Tali alegremente. Él la saludó con un ligero movimiento de cabeza y una sonrisa- Espero que no suene impertinente pero, ¿Qué fuiste a hacer? –Preguntó curiosa.
-Esto.
Le mostró una bonita corona de flores que, claramente, había hecho él mismo. Las flores que utilizó eran de aspecto delicado, y de un color blanco que recordaba a la pureza y la tranquilidad.
-¡Está hermosa! –Los ojos de Tali brillaron del asombro- Le va a encantar.
-Eso espero… No es mucho, pero quizás ayude a mejorar su ánimo –Habló con calma, aunque algo inseguro de si su gesto funcionaría.
-Seguro que sí –La pelirroja posó una mano en un hombro del muchacho.
Ambos caminaron hacia la pequeña tienda donde la pelinegra dormía, y se dieron cuenta de que ya había salido. De hecho, Liv se devolvía de haberse aseado, y la presencia de ambos esperándola la tomó por sorpresa.
-¡Buenos días! –Exclamó Tali animada.
-Bu… Buenos días –Sonrió Liv aún extrañada. Y su balbuceo se intensificó al ver a Ryan.
-Nosotros… ehm… -Ryan recordó lo difícil que le era expresarse a veces.
-Te hicimos algo, para mejorar tu ánimo. –Completó Tali. La pelinegra abrió los ojos grandes.
-¿En serio? No tenían que molestarse, más bien yo debería ser quien tenga gestos con ustedes, pues los llevé a una situación difícil.
-Está bien, te comprendemos –Habló Ryan.
-Exacto, y sabemos que ayer fue difícil para ti, así que...
Tali le extendió una taza que humeaba suavemente. La pequeña Ruth la tomó en sus manos sorprendida, su nariz captó el dulce aroma del té.
-Muchas gracias, Tali –Sonrió- Este té me gusta bastante.
-Vaya, acerté sin pensarlo –Rió la mencionada.
Ryan se adelantó unos pasos, colocándose al frente de la pelinegra, quien lo notó de inmediato y sostuvo con fuerza la taza, para evitar derramarla por los nervios.
-No es tan gratificante como un té, pero te hice esto –Dijo el ojiazul con una dulzura en la voz, capaz de derretir a alguien, y sobretodo a la chica con la que hablaba.
Le mostró la corona de flores, sencilla pero muy hermosa, que le había realizado. Los ojos cafés de Liv se abrieron aún más y un sonrojo en sus mejillas los adornó. Subió la mirada hacia los ojos azules de Ryan, trató de decir algo pero no pudo articular palabra. El joven le colocó la corona en la cabeza con una sutileza típica en él, y le sonrió cálidamente.
-Se te ve muy bien –Le dijo amablemente sin dejar de sonreír.
-Gra…gracias, está muy muy muy hermosa –Enfatizó varias veces- Me encanta –Cerró los ojos y sonrió con la misma calidez que el muchacho, viéndose de hecho muy tierna- Gracias a ambos, me han alegrado mucho, no tenían por qué hacer estas cosas –Tomó un sorbo del té.
-No te preocupes, somos compañeros, nos apoyamos –Dijo Tali con un tono alegre.
El grupo esperó a que los demás se les unieran y mientras tanto, Liv se miraba en el reflejo que le ofrecía el agua del té, sus ojos fijos en la corona de flores.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
El agua fresca en su rostro le trajo tranquilidad. Lucina secó su rostro con la pequeña tela que llevaba consigo. Ahora se encontraba completamente lista iniciar el día, y lo primero que haría sería ir a ver a su pequeña hermana. Empezó su marcha de regreso a su tienda, cuando unos soldados la interceptaron, pidiendo su presencia en las instancias del mayor, y así lo hizo.
Caesar se mantenía distraído con la rama que había tomado del suelo, se había recostado en la parte del césped fuera de la tienda de la peli azul mientras esperaba su regreso, sin embargo, la espera empezaba a matarlo. Se reincorporó con un suspiro resignado.
-¿Cansado de esperar? – Caesar alzó la vista, encontrándose con el peliblanco.
-Y a ti qué. ¿A qué has venido?
-Estaba buscando a la señorita Liv, pero no he tenido suerte
-¿Qué quieres con la enana? ¿No te bastó con llevarla a ese sitio? – espetó el rubio sin perder la compostura seria y casi autoritaria.
-Quería disculparme por aquello, pensé que… - En ese momento, Caesar se colocó de pie, sin dejar de mirar al peliblanco directamente a los ojos. Fay retrocedió un poco por instinto, a su lado, definitivamente él no tendría ningún tipo de posibilidad.
-¿Pensaste qué? – reafirmó sus palabras, casi como incitándolo a continuar. Fay tragó en seco.
-¿Se puede saber que rayos haces, monstruo? – la voz de la menor de las Ruht se hizo presente. Caesar se volteó y observó a Liv, que venía seguida de Tali y Ryan.
-¿Qué te importa? No es tu asunto. – Liv le dedicó una mirada mortal. Y él la examinó de pies a cabeza -¿Qué se supone que es eso que traes? ¿Eres una princesa o algo así? – Liv saltó, había olvidado que aún llevaba puesta la tiara de flores que Ryan le había colocado. Se sonrojó rápidamente.
-Cállate, tonto – ordenó. El rubio iba a insistir con sus bromas, pero se vio interrumpido con la presencia de la peli azul que llegaba.
-Oh, vaya. Suerte que están todos aquí. Tengo noticias- Todos se giraron hacia Lucina.
-¿Tenemos trabajo? – indagó el rubio.
-Así es. Me acaban de informar que el campamento se dividirá desde ahora, un grupo irá al oeste a explorar y el otro al este. La caravana seguirá la ruta hacia el norte. La idea es abarcar más terreno.
-Y nosotros iremos ¿dónde? –esta vez, la que preguntó fue Liv.
-Iremos al este. Partiremos a medio día- afirmó la joven, cuando reparó en lo que llevaba su hermana en el cabello. Lucina solo sonrío.
-Bueno, creo que debemos prepararnos – la pelirroja estiró sus brazos –Iré por un poco de plantas medicinales.
-¿Puedo acompañarte? – preguntó el pelinegro. Tali le sonrío.
-Claro que sí – se giraron al resto –Nos vemos luego.
-Sí, tengan cuidado. Nos encontraremos aquí a medio día. – afirmó la peliazul.
-Claro –y ambos iniciaron su marcha. Liv se quedó observando como ambos jóvenes se alejaban, mordió su labio. Un enrollo de emociones empezaba a surgir en ella. Ambos habían sido tan gentiles con ella, y ahora se sentía mal al verlos marcharse juntos.
-Bueno, creo que también deberíamos prepararnos y antes que nada…ir a buscar algo de comer- Caesar se colocó de pie inmediatamente.
-Que rápido.
-Tengo hambre – soltó sin más. Lucina soltó un ligero suspiro.
-¿Y cuando no? – y ambos también se empezaron a alejar. Liv hizo el ademán de seguirlos, pero se vio interrumpida.
-Esto…señorita Liv ¿podría hablar con usted? – En ese momento, la pelinegra reparó en la presencia de Fay y asintió. Ambos se retrasaron. Caesar se giró de reojo y observó a ambos jóvenes hablar, tuvo un momento de instinto de hermano mayor de querer ir a separar a la pequeña demonio del mago ese, pero se detuvo ante un comentario de la peliazul y volvió a su asunto.
-----------
-Dime ¿pasó algo?
-Bueno yo… quería disculparme por lo de anoche... yo – Liv lo observó. El muchacho se sentía culpable a pesar, de que la insistencia fue de ella. Había fastidiado a todo el grupo preocupándolos y poniéndolos en riesgo. Bajó un poco la mirada.
-¿Está bien? – preguntó el chico. Ella alzó la cabeza.
-Descuida, no ha sido tu culpa, yo fui quien insistió en ir –
-Pero si no hubiera sido por mí…
- No te preocupes, solo querías ayudar – Liv sonrío. –Así que ya basta de disculpas. Está bien-
El peliblanco se quedó un instante en silencio, casi examinando la reacción de la joven y luego sonrío tranquilo.
-Está bien entonces… - ambos se giraron y empezaron a caminar.
-Por cierto, te queda bien ese nuevo accesorio. Parece que te hace muy feliz – nuevamente un sonrojo arrasador apareció en su rostro. La pelinegra apartó la mirada.
-Gracias…-
---------------
Habían pasado un par de horas, Tali había logrado recolectar todas las plantas que necesitaban y algunas extras. Aprovechó también en ordenar sus pocas pertenencias que llevaba con ella y ya que aún faltaba el tiempo, decidió descasar. Ryan se había disculpado y se había apartado de ella hacía unas horas atrás para organizarse también. Se sentó recostada sobre un gran árbol que estaba cerca del lugar de reunión, para así llegar a tiempo. Sacó una pequeña bolsa de lona desde su maleta y sacó una manzana, tan roja como su cabello. Aquella, junto a otras más, se las había regalado un soldado hacía unos minutos atrás. Ella lo aceptó encantada y a cambio, le había dado un frasquito con una pomada para las heridas. El joven se había ido en un sueño, claro que la pelirroja ni lo sospechaba.
Sacó su libreta de dibujos y su carboncillo, empezando a escribir y a dibujar. Había tanto que quería colocar en esas hojas, que se preocupaba que no sean suficientes. Se perdió en sus anotaciones mientras le daba una mordida extra a su manzana, en verdad que estaba exquisita.
-Hola – Tali solo sonrío. Ya se estaba volviendo costumbre de que el pelinegro apareciera de repente y a ella, no le molestaba en lo absoluto.
-¿Acabaste lo que tenías pendiente? – El joven asintió. Tali apartó la vista de su cuaderno y lo observó con una sonrisa resplandeciente.
-Puedo preguntar ¿Qué estás haciendo?
-Claro, ven. Siéntate – la joven palmó el lugar al lado suyo. Ryan la observó unos segundos pero aceptó la oferta. La joven le pasó su cuaderno para que él lo leyera, mientras ella se giró y rebuscó en su maleta.
-Esto es ¿un diario?
-Sí, podríamos decir eso. Toma – la joven le ofreció una de las manzanas.
-Yo no podría…
-Vamos, insisto. Tómala. Tengo más en la bolsa- Ryan sonrío y aceptó complacido la manzana. Tali volvió su vista al diario que tenía el pelinegro en sus manos y lo tomó con delicadeza.
-Aquí escribo todo lo que puedo. Lo que veo, lo que conozco, lo que aprendo… a veces siento que es tanta la información que puedo olvidarla, así que me aseguro poniéndola en papel, sé que tampoco es imperecedero pero…no sé, me ayuda a recordar.- finalizó sonriente. Había estado tan emocionada hablando, que aquella aura embelesó al pelinegro, quién solo pudo responderle con una sonrisa de igual manera.
En ese momento, un silencio los invadió traído por una brisa, el sonido de las hojas al mover y el cálido clima que se sentía. Era algo único que transformó en ese momento de silencio, en un momento de apreciación. Ambos sabían que hablar estaba demás, se sentían cómodos y relajados allí mismo, uno junto al otro observando el paisaje. Terminaron sus manzanas y luego de un buen rato, decidieron ir a encontrarse con el resto. Ryan se levantó primero y le tendió la mano a la pelirroja, quien lo observó un segundo antes de aceptarlo. Y aquel contacto le transmitió algo que no había sentido antes. Por primera vez, sintió una especie de calidez recorrer todo su cuerpo, originándose desde la palma de su mano y terminando en sus mejillas, que suponía se habían coloreado de un ligero tono rosa. La imagen del pelinegro sonriéndole y tendiéndole la mano, con la luz del sol sobre él y la brisa moviendo su cabello, se impregnó en su mente por un instante. Al ponerse de pie, se soltó delicadamente.
-Vamos- dijo él, ella asintió. Mientras el joven Dawson iniciaba su camino, ella se tomó un instante para soltar un ligero suspiro para recomponerse y seguir su paso. Lo alcanzó en instantes y siguieron su caminar entre conversaciones triviales. Quién podría pensar, que aquella acción, sería el detonante de algo que la joven Tali no entendería tan fácilmente.
-------------------------------------------------
No sé que he hecho, por favor no me maten!!!
Y ya era hora, de un momento Ryali
Caesar se mantenía distraído con la rama que había tomado del suelo, se había recostado en la parte del césped fuera de la tienda de la peli azul mientras esperaba su regreso, sin embargo, la espera empezaba a matarlo. Se reincorporó con un suspiro resignado.
-¿Cansado de esperar? – Caesar alzó la vista, encontrándose con el peliblanco.
-Y a ti qué. ¿A qué has venido?
-Estaba buscando a la señorita Liv, pero no he tenido suerte
-¿Qué quieres con la enana? ¿No te bastó con llevarla a ese sitio? – espetó el rubio sin perder la compostura seria y casi autoritaria.
-Quería disculparme por aquello, pensé que… - En ese momento, Caesar se colocó de pie, sin dejar de mirar al peliblanco directamente a los ojos. Fay retrocedió un poco por instinto, a su lado, definitivamente él no tendría ningún tipo de posibilidad.
-¿Pensaste qué? – reafirmó sus palabras, casi como incitándolo a continuar. Fay tragó en seco.
-¿Se puede saber que rayos haces, monstruo? – la voz de la menor de las Ruht se hizo presente. Caesar se volteó y observó a Liv, que venía seguida de Tali y Ryan.
-¿Qué te importa? No es tu asunto. – Liv le dedicó una mirada mortal. Y él la examinó de pies a cabeza -¿Qué se supone que es eso que traes? ¿Eres una princesa o algo así? – Liv saltó, había olvidado que aún llevaba puesta la tiara de flores que Ryan le había colocado. Se sonrojó rápidamente.
-Cállate, tonto – ordenó. El rubio iba a insistir con sus bromas, pero se vio interrumpido con la presencia de la peli azul que llegaba.
-Oh, vaya. Suerte que están todos aquí. Tengo noticias- Todos se giraron hacia Lucina.
-¿Tenemos trabajo? – indagó el rubio.
-Así es. Me acaban de informar que el campamento se dividirá desde ahora, un grupo irá al oeste a explorar y el otro al este. La caravana seguirá la ruta hacia el norte. La idea es abarcar más terreno.
-Y nosotros iremos ¿dónde? –esta vez, la que preguntó fue Liv.
-Iremos al este. Partiremos a medio día- afirmó la joven, cuando reparó en lo que llevaba su hermana en el cabello. Lucina solo sonrío.
-Bueno, creo que debemos prepararnos – la pelirroja estiró sus brazos –Iré por un poco de plantas medicinales.
-¿Puedo acompañarte? – preguntó el pelinegro. Tali le sonrío.
-Claro que sí – se giraron al resto –Nos vemos luego.
-Sí, tengan cuidado. Nos encontraremos aquí a medio día. – afirmó la peliazul.
-Claro –y ambos iniciaron su marcha. Liv se quedó observando como ambos jóvenes se alejaban, mordió su labio. Un enrollo de emociones empezaba a surgir en ella. Ambos habían sido tan gentiles con ella, y ahora se sentía mal al verlos marcharse juntos.
-Bueno, creo que también deberíamos prepararnos y antes que nada…ir a buscar algo de comer- Caesar se colocó de pie inmediatamente.
-Que rápido.
-Tengo hambre – soltó sin más. Lucina soltó un ligero suspiro.
-¿Y cuando no? – y ambos también se empezaron a alejar. Liv hizo el ademán de seguirlos, pero se vio interrumpida.
-Esto…señorita Liv ¿podría hablar con usted? – En ese momento, la pelinegra reparó en la presencia de Fay y asintió. Ambos se retrasaron. Caesar se giró de reojo y observó a ambos jóvenes hablar, tuvo un momento de instinto de hermano mayor de querer ir a separar a la pequeña demonio del mago ese, pero se detuvo ante un comentario de la peliazul y volvió a su asunto.
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-Dime ¿pasó algo?
-Bueno yo… quería disculparme por lo de anoche... yo – Liv lo observó. El muchacho se sentía culpable a pesar, de que la insistencia fue de ella. Había fastidiado a todo el grupo preocupándolos y poniéndolos en riesgo. Bajó un poco la mirada.
-¿Está bien? – preguntó el chico. Ella alzó la cabeza.
-Descuida, no ha sido tu culpa, yo fui quien insistió en ir –
-Pero si no hubiera sido por mí…
- No te preocupes, solo querías ayudar – Liv sonrío. –Así que ya basta de disculpas. Está bien-
El peliblanco se quedó un instante en silencio, casi examinando la reacción de la joven y luego sonrío tranquilo.
-Está bien entonces… - ambos se giraron y empezaron a caminar.
-Por cierto, te queda bien ese nuevo accesorio. Parece que te hace muy feliz – nuevamente un sonrojo arrasador apareció en su rostro. La pelinegra apartó la mirada.
-Gracias…-
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Habían pasado un par de horas, Tali había logrado recolectar todas las plantas que necesitaban y algunas extras. Aprovechó también en ordenar sus pocas pertenencias que llevaba con ella y ya que aún faltaba el tiempo, decidió descasar. Ryan se había disculpado y se había apartado de ella hacía unas horas atrás para organizarse también. Se sentó recostada sobre un gran árbol que estaba cerca del lugar de reunión, para así llegar a tiempo. Sacó una pequeña bolsa de lona desde su maleta y sacó una manzana, tan roja como su cabello. Aquella, junto a otras más, se las había regalado un soldado hacía unos minutos atrás. Ella lo aceptó encantada y a cambio, le había dado un frasquito con una pomada para las heridas. El joven se había ido en un sueño, claro que la pelirroja ni lo sospechaba.
Sacó su libreta de dibujos y su carboncillo, empezando a escribir y a dibujar. Había tanto que quería colocar en esas hojas, que se preocupaba que no sean suficientes. Se perdió en sus anotaciones mientras le daba una mordida extra a su manzana, en verdad que estaba exquisita.
-Hola – Tali solo sonrío. Ya se estaba volviendo costumbre de que el pelinegro apareciera de repente y a ella, no le molestaba en lo absoluto.
-¿Acabaste lo que tenías pendiente? – El joven asintió. Tali apartó la vista de su cuaderno y lo observó con una sonrisa resplandeciente.
-Puedo preguntar ¿Qué estás haciendo?
-Claro, ven. Siéntate – la joven palmó el lugar al lado suyo. Ryan la observó unos segundos pero aceptó la oferta. La joven le pasó su cuaderno para que él lo leyera, mientras ella se giró y rebuscó en su maleta.
-Esto es ¿un diario?
-Sí, podríamos decir eso. Toma – la joven le ofreció una de las manzanas.
-Yo no podría…
-Vamos, insisto. Tómala. Tengo más en la bolsa- Ryan sonrío y aceptó complacido la manzana. Tali volvió su vista al diario que tenía el pelinegro en sus manos y lo tomó con delicadeza.
-Aquí escribo todo lo que puedo. Lo que veo, lo que conozco, lo que aprendo… a veces siento que es tanta la información que puedo olvidarla, así que me aseguro poniéndola en papel, sé que tampoco es imperecedero pero…no sé, me ayuda a recordar.- finalizó sonriente. Había estado tan emocionada hablando, que aquella aura embelesó al pelinegro, quién solo pudo responderle con una sonrisa de igual manera.
En ese momento, un silencio los invadió traído por una brisa, el sonido de las hojas al mover y el cálido clima que se sentía. Era algo único que transformó en ese momento de silencio, en un momento de apreciación. Ambos sabían que hablar estaba demás, se sentían cómodos y relajados allí mismo, uno junto al otro observando el paisaje. Terminaron sus manzanas y luego de un buen rato, decidieron ir a encontrarse con el resto. Ryan se levantó primero y le tendió la mano a la pelirroja, quien lo observó un segundo antes de aceptarlo. Y aquel contacto le transmitió algo que no había sentido antes. Por primera vez, sintió una especie de calidez recorrer todo su cuerpo, originándose desde la palma de su mano y terminando en sus mejillas, que suponía se habían coloreado de un ligero tono rosa. La imagen del pelinegro sonriéndole y tendiéndole la mano, con la luz del sol sobre él y la brisa moviendo su cabello, se impregnó en su mente por un instante. Al ponerse de pie, se soltó delicadamente.
-Vamos- dijo él, ella asintió. Mientras el joven Dawson iniciaba su camino, ella se tomó un instante para soltar un ligero suspiro para recomponerse y seguir su paso. Lo alcanzó en instantes y siguieron su caminar entre conversaciones triviales. Quién podría pensar, que aquella acción, sería el detonante de algo que la joven Tali no entendería tan fácilmente.
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No sé que he hecho, por favor no me maten!!!
Y ya era hora, de un momento Ryali
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Re: [Roll] La Edad Dorada
La reunión y división de tropas duró más de lo esperado, teniendo a los que serían jefes y responsables de cuadrillas condenados a escuchar las indicaciones más aburridas del mayor.
En un momento hasta parecía que solo Lucina le prestaba completa atención a sus indicaciones de anciano precavido y diablo. Porque según él, habían cosas que solo los líderes podían hacer.
En otro lado aunque Caesar quisiera quedarse embobado viendo al rostro serio de su amada Lucina mientras ella lo ignoraba olímpicamente por prestarle más atención a un saco de huesos parlante. Tenía a ese niño de cabellos blancos frente a él; no estaba seguro de qué quería con él, pero le estaba haciendo perder el tiempo.
Lo peor es que se notaba tan nervioso, pues solo se pasó haciendo gestos mientras intentaba formar una sola palabra. Y él estaba siendo muy amable, pues se había quedado sentado en el tronco de un árbol para que su altura no le fuese un problema para comunicarse, pero estaba empezando a impacientarse, tanto que hasta Fay podía escuchar su pie golpeteando suavemente hacia el suelo en una sucesión que solo lo ponía más nervioso y no lo dejaba terminar lo que necesitaba preguntar.
- Escucha niño... Si no tienes nada que decir...
- Es.. Espere. - Pidió al notar que el rubio hizo gesto de levantarse. El mayor suspiró pesadamente dándole otra oportunidad y se quedó en el puesto, y con un movimiento grácil de la mano, más bien forzado por la desesperación, le pidió que continuase, o más bien que comenzase.
- Quiero pedirle un favor... - Dejó sus nervios a un lado tras respirar hondo y olvidarse con quién estaba hablando.
- No.
- ¿Qué? - Quedó de piedra. - Pero...
- Noooooooooouuuuuup. - Enfatizó.
- Pero no he dicho que es. - Se excusó tratando que le escuchase.
- Pero ya sé de que trata. - Asintió convencido.
- ¿Eh? - él con los ojos como platos y clara sorpresa tenía su varita estrechada contra sí. No entendía nada y su perplejidad era obvia. Hasta para Caesar que solo sonrió con autosuficiencia.
- Quieres que te ayude con el monstruito. Pero no, está prohíbido. - Aseguró poniendo su mano como claro stop, para el muchacho.
- ¿Monstruo...?¿Qué monstruo? - ahora sí estaba confundido. Eso no tenía lógica, no había por el momento un monstruo para vencer.
- La pequeñaja, Liv. No te hagas el tonto ahora, sé que te traes algo... - Decía todo eso distraídamente, sin percatarse siquiera del otro muchacho, pero cuando terminó su frase y reparó en mirarlo, lo notó avergonzado, casi como si quisiera llorar por ser descubierto. - Oye... No es para que te pongas así... - Dijo creyendo que se había pasado quizá, siendo tan directo.
- Yo... - A pesar de que sus ojos caramelo brillaban como un apetitoso postre recién derretido. - Solo quería que me ayudara a cambiarme de cuadrilla... En la mía ya no hay soldados, solo quedé yo, y no quiero que me manden con personas en quien no siento confianza. - Se explicó nervioso. Nunca negó lo anterior, pero Caesar sí que se había equivocado acerca de lo que necesitaba.
- Ah... eso... - Se llevó una mano a la cabeza, ahora él era el nervioso al notar su error. - Puedo hablarlo con Lucina, y el mayor, no creo que se opongan. - Dijo como si nada. Sentía que ahora le debía una. El joven frente a él solo asintió.
- Gracias. - Dijo con sinceridad.Dejando una pausa un poco prolongada. - Y ¿Podría hacerme otro favor? - Caesar hizo el mismo gesto de antes para que continuase. - No le diga nada de esto a la señorita Liv, por favor. - Pidió. - No es mi intención incomodarla más, además yo sé que es imposible que siquiera repare en mí de esa manera.
- ¿Entonces si es verdad? - A esas alturas ya no confiaba en sí mismo. Y aquello salió con incredulidad.
- Mejor olvídelo...
- Ya no puedo.
Los arreglos continuaron con calma, se habló sobre la reagrupación de los soldados que quedaron sin suficientes compañeros. Caesar pudo cumplir el favor, y al mismo tiempo se mantuvo callado cada que la pelinegra se acercaba a dar sus reportes como centinela de a tiempos.
Una vez todo estuvo listo, todos sabían dónde se dirigían, la única que aparentaba decepcionada era Liv, pues si le daban a escoger la dirección habría dicho una y mil veces Oeste. Allá dónde sale el sol y el amanecer es tan cercano como unos cuantos pasos sobre el prado del castillo que había en la longitud desde los pequeños muros hasta la edificación en sí.
Pero no podía hacer nada por ello. Todo estaba listo, y su siguiente destino, eran los misterios que habían más allá de una simple brújula.
En un momento hasta parecía que solo Lucina le prestaba completa atención a sus indicaciones de anciano precavido y diablo. Porque según él, habían cosas que solo los líderes podían hacer.
En otro lado aunque Caesar quisiera quedarse embobado viendo al rostro serio de su amada Lucina mientras ella lo ignoraba olímpicamente por prestarle más atención a un saco de huesos parlante. Tenía a ese niño de cabellos blancos frente a él; no estaba seguro de qué quería con él, pero le estaba haciendo perder el tiempo.
Lo peor es que se notaba tan nervioso, pues solo se pasó haciendo gestos mientras intentaba formar una sola palabra. Y él estaba siendo muy amable, pues se había quedado sentado en el tronco de un árbol para que su altura no le fuese un problema para comunicarse, pero estaba empezando a impacientarse, tanto que hasta Fay podía escuchar su pie golpeteando suavemente hacia el suelo en una sucesión que solo lo ponía más nervioso y no lo dejaba terminar lo que necesitaba preguntar.
- Escucha niño... Si no tienes nada que decir...
- Es.. Espere. - Pidió al notar que el rubio hizo gesto de levantarse. El mayor suspiró pesadamente dándole otra oportunidad y se quedó en el puesto, y con un movimiento grácil de la mano, más bien forzado por la desesperación, le pidió que continuase, o más bien que comenzase.
- Quiero pedirle un favor... - Dejó sus nervios a un lado tras respirar hondo y olvidarse con quién estaba hablando.
- No.
- ¿Qué? - Quedó de piedra. - Pero...
- Noooooooooouuuuuup. - Enfatizó.
- Pero no he dicho que es. - Se excusó tratando que le escuchase.
- Pero ya sé de que trata. - Asintió convencido.
- ¿Eh? - él con los ojos como platos y clara sorpresa tenía su varita estrechada contra sí. No entendía nada y su perplejidad era obvia. Hasta para Caesar que solo sonrió con autosuficiencia.
- Quieres que te ayude con el monstruito. Pero no, está prohíbido. - Aseguró poniendo su mano como claro stop, para el muchacho.
- ¿Monstruo...?¿Qué monstruo? - ahora sí estaba confundido. Eso no tenía lógica, no había por el momento un monstruo para vencer.
- La pequeñaja, Liv. No te hagas el tonto ahora, sé que te traes algo... - Decía todo eso distraídamente, sin percatarse siquiera del otro muchacho, pero cuando terminó su frase y reparó en mirarlo, lo notó avergonzado, casi como si quisiera llorar por ser descubierto. - Oye... No es para que te pongas así... - Dijo creyendo que se había pasado quizá, siendo tan directo.
- Yo... - A pesar de que sus ojos caramelo brillaban como un apetitoso postre recién derretido. - Solo quería que me ayudara a cambiarme de cuadrilla... En la mía ya no hay soldados, solo quedé yo, y no quiero que me manden con personas en quien no siento confianza. - Se explicó nervioso. Nunca negó lo anterior, pero Caesar sí que se había equivocado acerca de lo que necesitaba.
- Ah... eso... - Se llevó una mano a la cabeza, ahora él era el nervioso al notar su error. - Puedo hablarlo con Lucina, y el mayor, no creo que se opongan. - Dijo como si nada. Sentía que ahora le debía una. El joven frente a él solo asintió.
- Gracias. - Dijo con sinceridad.Dejando una pausa un poco prolongada. - Y ¿Podría hacerme otro favor? - Caesar hizo el mismo gesto de antes para que continuase. - No le diga nada de esto a la señorita Liv, por favor. - Pidió. - No es mi intención incomodarla más, además yo sé que es imposible que siquiera repare en mí de esa manera.
- ¿Entonces si es verdad? - A esas alturas ya no confiaba en sí mismo. Y aquello salió con incredulidad.
- Mejor olvídelo...
- Ya no puedo.
Los arreglos continuaron con calma, se habló sobre la reagrupación de los soldados que quedaron sin suficientes compañeros. Caesar pudo cumplir el favor, y al mismo tiempo se mantuvo callado cada que la pelinegra se acercaba a dar sus reportes como centinela de a tiempos.
Una vez todo estuvo listo, todos sabían dónde se dirigían, la única que aparentaba decepcionada era Liv, pues si le daban a escoger la dirección habría dicho una y mil veces Oeste. Allá dónde sale el sol y el amanecer es tan cercano como unos cuantos pasos sobre el prado del castillo que había en la longitud desde los pequeños muros hasta la edificación en sí.
Pero no podía hacer nada por ello. Todo estaba listo, y su siguiente destino, eran los misterios que habían más allá de una simple brújula.
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Re: [Roll] La Edad Dorada
La primera vez que vieron al anciano, se sorprendieron de que alguien de tan avanzada edad estuviera en la comitiva sobretodo porque era incapaz de combatir tanto físicamente como mágicamente. El hombre ya de pelo completamente blanco y de espalda encorvada por vejez, portaba siempre un libro en la mano y si no estaba leyendo, estaba escribiendo pasajes del diario o dibujando en un papiro un mapa del nuevo mundo.
Por supuesto, el hombre no pertenecía a su escuadrón, de hecho era de otra cuadrilla ajena pero que también les iba a compañar parte del camino junto a otra mas. Debido al escaso recurso que tenían, debían compartir parte del carruaje y por mera elección de suerte, el anciano había acabado con ellos sin rechistar mucho.
- ¿Conocéis la historia de nuestros ancestros? - Dijo en un intento de sacar conversación y al mismo tiempo expectante de una respuesta negativa. Tan solo los tres magos le prestaron atención. - Hace mucho, muuucho tiempo, nuestra gente era libre por la tierra, dueño de sus propios destinos. Nuestras ciudades, nuestro conocimiento y nuestro legado fue grande y poco había que pudiera amenazar a nuestros hogares... tan poco que no había necesidad de murallas tan grandes porque después de todo, las murallas son para proteger del mal, y sin mal, no tienen función. -
- ¿Y como es que acabamos tras las murallas? - Preguntó Tali.
- Excelente pregunta. - Dijo satisfecho. - Nadie sabe realmente lo que sucedió, pero sin duda algo tendrá que ver con los monstruos. -
- Pero los monstruos... - Susurró Fay.
- ¿Que pasa con los montruos? - Inquirió Tali.
- Uh... -
- Según nuestras tradiciones. - Explicó el anciano. - A los muertos se les necesita que alguien los guíe al descanso eterno. Normalmente llegan solos pero otros se quedan en nuestro mundo por algún motivo. Al principio es inofensivo pero con el tiempo envidian a los vivos. La envidia se convierte en odio y el odio los convierte en... monstruos de diversas clases. Cuanto mas poderoso la criatura, mas odio posee. -
- Oh - Fue lo único que articuló la chica.
- De hecho cuando invocas tus criaturas, estás rezando a los muertos para que te ayuden, resumiendo la explicación claro. -
- Señor, usted sabe tanto. - Elogió Ryan y el hombre rio con voz ronca.
- Solo soy un viejo historiador que ha vivido demasiado. Estoy contento con ser testigo del inicio de nuestra gloria. -
- ¡Ja! - La voz que interrumpió pertenecía a un caballero ajeno al grupo que estaba justo detrás conduciando el siguiente carruaje - Que el viejo hombre no te engañe, es un mago también y de primera clase. Es ni mas ni menos que el gran mago Maechen. -
- ¿En serio? - Saltaron enseguida Tali, Ryan y Fay.
- Calla mocoso. - Espetó el mayor hacia el caballero. - Estoy demasiado viejo como para lanzar hechizos. -
- Pero es usted el mago mas renombrado de toda la ciudad. - Dijo Ryan.
- Sus plegarias llaman a las campanas del cielo. - Continuó Fay.
- Sus acompañantes son los protectores de la ciudad. - Añadió Tali. - No hay mago en la ciudad que no haya oído de sus grandes logros. -
- Mira lo que has hecho Hans. - Dijo Maechen con hastío.
- Solo digo la verdad, como todo historiador de que se aprecia. -
- Mocoso, respeta a tus mayores. -
- Es tan diferente. - Dijo Liv mirando hacia el cielo. - Ausente del ruido de la ciudad. -
- Yep. - Respondió Lucina. - Aunque con ellos detrás, no lo echarás de menos. - Por un momento miró hacia atrás solo para asegurarse de que Caesar estaba comportándose bien y de hecho lo hacía, pero tan bien que hasta era sospechoso.
- Tal vez. - Sonrió mientras se estiraba. - Llevamos días en este carruaje y ya me duele todo. Nunca pensé que las carreteras eran tan importantes. - Hizo un cálculo rápido mientras miraba la posición del sol. - Uh, aun queda para acampar. -
- Liv, de todos los momentos, ahora es cuando no deberías desear que el tiempo pase mas rápido. Es agradable estar todos juntos y además, pronto hemos de despedirnos de ellos. -
- Lo sé. - Apoyó su cabeza junto al hombro de Lucina. - Me vale con estar contigo. -
- Yo porque conduzco, pero si te ven te van a recriminar por no vigilar el perímetro. -
- Como dijiste, dejame disfrutar de este momento. - Dijo restregando su rostro en el brazo de su hermana. Para su desgracia, solo sentía el frío metal de su armadura.
Oh mira, una conti después de un año
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Había pasado alrededor de una hora para cuando se toparon con un problema en el camino: Una larga muralla de piedra. No era tan imponente pero era un obstáculo difícil para el transporte. Los caballos eran fuertes pero saltar tres metros para arriba no era una opción.
Caesar que había decidido bajar del carruaje de primero, especialmente para aprovechar a estirarse ya que se sentía terriblemente encogido en aquella cosa que era como una caja para él decidió hablar sin siquiera detenerse a saludar o dar algún tipo de señal de respeto a los líderes de las otras cuadrillas.
- Solo hay que derribarla. - Dijo mientras su cuello cabeza y hombros hacían una melodía desesperante y aterradora para las demás personas. Aquellos sonoros y estresantes traqueos no eran normales. Y es que hasta se podría pensar que tenía más músculos que los demás.
Liv que se había cambiado hace minutos del asiento junto al techo del carruaje lo miró feo desde arriba, con clara desaprobación.
- ¿Estás demente animal? Debemos de rodear. - Señaló hacia uno de los costados estirando por completo su brazo derecho, y aquello solo dejó en claro lo interminable que era el muro. De lo que ella misma se percató al notar el rostro de los demás, no parecían muy de acuerdo con eso. - Quizá... ¿Y hay alguna entrada? - Trató de corregirse. Pero ya había hecho la estupidez del día.
- Jooo... ¿Quién está demente ahora eh? - El rubio se cruzó de brazos con claro aire altivo, había ganado. A Liv se le tiñeron las mejillas de rabia. El mayor bajó del carruaje despacio, con aire calmado y sonrisa de poca preocupación.
Demasiado lento según Caesar y alguna otra persona de las demás cuadrillas.
- No joven Caesar. - Dijo una vez llegó a la sombra del rubio. - Lo que ha dicho nuestra pequeña Liv no es del todo descabellado. - El menor solo se mantuvo en su posición pero su sonrisa se perdió. - Es más largo sí, pero nada que pertenezca al hombre es infinito. - Dijo simplemente, Caesar solo quedó confundido y él avanzó hasta el frente. Lucina bajó del asiento, y los magos no habían perdido la oportunidad de bajarse detrás del mayor, era una situación complicada si querían avanzar.
- ¿Qué hacemos mayor? - Preguntó Lucina, en un tono suave, en ese momento el que daba las órdenes era él, y nadie más, por tanto aunque tuviese cualquier idea, siempre se debía de seguir a la voz de la experiencia que no era otro que el hombre que ahora estaba frente a ella mirando aquel muro con tranquilidad.
- Bueno… por desgracia esta vez Caesar tiene razón. - Sonrió mostrando par dientes faltantes.
- ¿Qué? - Eso fue coreado hasta por el mismo Caesar, quien se señaló confundido.
- Si queremos encontrar un lugar para acampar seguro, es lo mejor, además si seguimos el muro, no sabemos si sea una trampa, o peor aún, que sea redondo. - Se expresó.
- Entonces vamos a romper… - El mayor le interrumpió al rubio más alto.
- No comas ansias joven. - Pidió, Caesar se contuvo y el mayor pasó su mirada a los demás. - Necesito que los Brujos e Invocadores hagan uso de sus habilidades, para inspeccionar el área. Los santos ayudenlos a tener un mayor rango de alcance. Vamos a cubrir mínimo un kilómetro a la redonda si hay enemigos más adelante debemos de actuar con precaución, por lo que los invocadores deberán conocer en medida el sigilo de la bestia que mandarán. - Sentenció y pronto bestias invocadas de los invocadores que acompañaban se hicieron presentes. Desde imponentes lobos, hasta las astutas comadrejas.
Tali invocó a Pyro, en ese espacio Lumi era demasiado llamativo, y si querían ser cautelosos lo mejor era algo que pudiese camuflarse, y lo mandó junto a las demás bestias, iban en pequeños grupos de dos o tres, para así poder abarcar terreno más rápido y de manera más precisa.
Por su lado los Brujos de la naturaleza, siguieron los pasos a través de la tierra y se mantuvieron en calma por mayor concentración, de la misma manera que con las bestias todos recorrían diferentes direcciones. Ryan mantuvo sus ojos cerrados y respiró hondo, por alguna razón, mientras más avanzaba y la tierra le contaba sus últimas historias el aire comenzó a hacerse pesado, no donde estaban pero sí a dónde iban, era tal que muy seguramente luego le doliese la cabeza.
-Hay algo extraño mayor. - Comunicó inmediatamente, dejó un momento su trabajo y se acercó al nominado, a veces no escuchaba bien. El mayor le dio permiso de continuar con sus palabras. - Cuando intento avanzar del medio kilómetro, es como si un paso más allá algo se interpusiera, el rumbo cambia rápido y abruptamente, aunque parece ser estático, No son árboles, no siento su energía. - Explicó. El mayor pareció meditarlo, el otro brujo que iba en la misma dirección del joven Dawson lo confirmó con una mirada seria, y pronto las bestias de esa dirección regresaron.
- ¿Alguna amenaza? - Preguntó Tali al gato, este al parecer entenderle, levantó la cabeza y sacudió. Y aunque parecía estar pidiendo mimos, era claramente una negación de su parte. - Al parecer no hay nada que temer. - Sonrió Tali. El mayor simplemente asintió en entendimiento, pero no dejó de tener un aire de sospecha en él. Parecía hasta estar pensándolo de más.
- ¿Ocurre algo Mayor? - Preguntó Lucina preocupada, era verdad que era muy extraño, no solo el muro, sino también los detalles recolectados por los demás, por lo que era necesario no confiarse. Un momento después el mayor hizo un gesto con su mano, Berserkers se acercaron al muro, y sin esperar un segundo más, dieron martillazos que derrumbaron aquella pared que dividía su camino como si no fuese más que las tablas de madera con las que practicaban los pequeños del clan Marcial.
Esperaron al regreso de las bestias y al informe de los brujos, mientras los más fuertes ayudaban a limpiar el camino de los escombros que quedaron.
Hasta el momento la mayor amenaza era al este del muro, donde crecía un jardín de plantas carnívoras.
Avanzaron, algunos alertas y listos para algún ataque sorpresa, mientras que otros solo pensaban que el cielo ese día estaba hermoso, despejado, y azul.
Y así hasta medio kilómetro más allá, donde a más de uno se le cayeron las armas de la impresión.
Lo que veían ante sus ojos era lo conocido como un antiguo pueblo, chozas humildes de madera y paja, algunos hogares hasta parecían solo mantenerse con tela y unos pocos palos de madera. No eran ricos, era una obviedad, mas, de vista parecía bien conservado.
Pero eso no fue lo que los horrorizó, ni la próxima excusa de sus pesadillas. Sino el rededor de estos hogares. Aproximadamente cientos de personas estáticas y con un color gris oscuro recorriendo sus cuerpos, todos estáticos, y con rostros de horror. Reflejaban tanto miedo que a más de uno si le podría espantar al nivel de no olvidarlo en lo que les quedase de vida.
-¿Estatuas? - Preguntó Caesar derrumbando por completo el silencio que se había provocado por la impresión, tenía los brazos cruzados, y lo último que parecía estar pensando era la gravedad del asunto.
En ese momento nisiquiera Liv se atrevió a llevarle la contraria, era tal consternación, que hasta rogó para sus adentros que aquello que había dicho el rubio en completa ignorancia o brutalidad, fuese la verdad.
-Eres un caso Caesar. - Otra vez el maestro lo regañaba, aunque esta vez se escuchaba más apagado, por lo que el menor no dijo nada y solo lo observó pasar con una mirada angustiosa. Tocó con sus arrugadas manos a una de estas estatuas, y descubrió que sin duda era roca normal, una en la que estaba atrapada un alma ¿Desde hace cuanto? El moho y marcas de los años le gritaban que definitivamente no era poco.
- ¿Qué es? - Preguntó Fay, todos se habían dispersado por la zona para descubrir lo sucedido, y ver además si encontraban algo provechoso para el viaje, en ese momento lo que llamarían robo, era más bien no desperdiciar (?.
- ¿Qué crees tú? - Preguntó, el peliblanco apretó su varita nervioso.
- Pues…. - Empezó a tratamudear, pero después de un empujón que casi lo manda al suelo de Caesar se recompuso. - ¿Un hechizo? ¿Una maldición? ¿O alguien los esculpió?
El mayor rió poco, es verdad que no era algo de lo cual reír, pero esa inocencia era refrescante.
-Se llama petrificación, una de las maldiciones más antiguas concedida a seres específicos. - Explicó con una sonrisa, aunque no le quitaba la seriedad. - Deberemos tener cuidado en los alrededores. - Advirtió y continuó caminando, los demás que estaban escuchando se quedaron mirando entre sí.
-Hay que ir con cuidado. - Se cruzó de brazos con los brazos cruzados.
- Pero señorita Liv, son piedra ahora. - Uno de los guardias se acercó hasta una de las víctimas y hasta golpeó como si fuese una puerta, obteniendo el sonido de su armadura contra la roca como gran prueba de lo que decía. - Ya no importa.
- Podrían ser liberados, nunca se sabe. - Pareció enojarse más de lo que los demás quisieran, y solo les quedó suspirar fuertemente, empezando a apartar los cuerpo del camino para poder avanzar, si no hacían eso, rodear sería un suplicio. Además así recolectaban más cosas de utilidad.
Lucina se acercó a la joven y puso una mano en su hombro.
-No exijas tanto, nuestra prioridad son los que están con nosotros, no los que ya no. - Sabía que sonaba cruel, pero lo había dicho lo más suave que pudo para que le entrase a su hermana con la mayor gracia posible.
- Pero…
- Liv… Si ellos por estar haciendo esto les ocurriese algo, sería solo tu culpa y lo sabes. - Le retó, sabía que la joven aún no estaba del todo educada, por lo que a la edad que tenía y en esa situación lo mejor que podía hacer era ponerse fuerte como la mayor.
La menor la miró con ojos vidriosos, y luego solo asintió. La verdad es que no le parecía justo, y el que fuesen rocas le había tocado un punto sensible, y desde que descubrieron eso solo quería salir lo más pronto de ahí, pero a cómo iban las cosas y lo largo de lo que parecía ser aquella ciudad, lo más seguro es que estarían saliendo una vez estuviese a oscuras. Y eso sin tomar descanso. Pero las carrozas eran grandes, y los caballos también son seres vivos, por lo que no le quedaba de otra que comprender.
Me cansé (?
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Caesar que había decidido bajar del carruaje de primero, especialmente para aprovechar a estirarse ya que se sentía terriblemente encogido en aquella cosa que era como una caja para él decidió hablar sin siquiera detenerse a saludar o dar algún tipo de señal de respeto a los líderes de las otras cuadrillas.
- Solo hay que derribarla. - Dijo mientras su cuello cabeza y hombros hacían una melodía desesperante y aterradora para las demás personas. Aquellos sonoros y estresantes traqueos no eran normales. Y es que hasta se podría pensar que tenía más músculos que los demás.
Liv que se había cambiado hace minutos del asiento junto al techo del carruaje lo miró feo desde arriba, con clara desaprobación.
- ¿Estás demente animal? Debemos de rodear. - Señaló hacia uno de los costados estirando por completo su brazo derecho, y aquello solo dejó en claro lo interminable que era el muro. De lo que ella misma se percató al notar el rostro de los demás, no parecían muy de acuerdo con eso. - Quizá... ¿Y hay alguna entrada? - Trató de corregirse. Pero ya había hecho la estupidez del día.
- Jooo... ¿Quién está demente ahora eh? - El rubio se cruzó de brazos con claro aire altivo, había ganado. A Liv se le tiñeron las mejillas de rabia. El mayor bajó del carruaje despacio, con aire calmado y sonrisa de poca preocupación.
Demasiado lento según Caesar y alguna otra persona de las demás cuadrillas.
- No joven Caesar. - Dijo una vez llegó a la sombra del rubio. - Lo que ha dicho nuestra pequeña Liv no es del todo descabellado. - El menor solo se mantuvo en su posición pero su sonrisa se perdió. - Es más largo sí, pero nada que pertenezca al hombre es infinito. - Dijo simplemente, Caesar solo quedó confundido y él avanzó hasta el frente. Lucina bajó del asiento, y los magos no habían perdido la oportunidad de bajarse detrás del mayor, era una situación complicada si querían avanzar.
- ¿Qué hacemos mayor? - Preguntó Lucina, en un tono suave, en ese momento el que daba las órdenes era él, y nadie más, por tanto aunque tuviese cualquier idea, siempre se debía de seguir a la voz de la experiencia que no era otro que el hombre que ahora estaba frente a ella mirando aquel muro con tranquilidad.
- Bueno… por desgracia esta vez Caesar tiene razón. - Sonrió mostrando par dientes faltantes.
- ¿Qué? - Eso fue coreado hasta por el mismo Caesar, quien se señaló confundido.
- Si queremos encontrar un lugar para acampar seguro, es lo mejor, además si seguimos el muro, no sabemos si sea una trampa, o peor aún, que sea redondo. - Se expresó.
- Entonces vamos a romper… - El mayor le interrumpió al rubio más alto.
- No comas ansias joven. - Pidió, Caesar se contuvo y el mayor pasó su mirada a los demás. - Necesito que los Brujos e Invocadores hagan uso de sus habilidades, para inspeccionar el área. Los santos ayudenlos a tener un mayor rango de alcance. Vamos a cubrir mínimo un kilómetro a la redonda si hay enemigos más adelante debemos de actuar con precaución, por lo que los invocadores deberán conocer en medida el sigilo de la bestia que mandarán. - Sentenció y pronto bestias invocadas de los invocadores que acompañaban se hicieron presentes. Desde imponentes lobos, hasta las astutas comadrejas.
Tali invocó a Pyro, en ese espacio Lumi era demasiado llamativo, y si querían ser cautelosos lo mejor era algo que pudiese camuflarse, y lo mandó junto a las demás bestias, iban en pequeños grupos de dos o tres, para así poder abarcar terreno más rápido y de manera más precisa.
Por su lado los Brujos de la naturaleza, siguieron los pasos a través de la tierra y se mantuvieron en calma por mayor concentración, de la misma manera que con las bestias todos recorrían diferentes direcciones. Ryan mantuvo sus ojos cerrados y respiró hondo, por alguna razón, mientras más avanzaba y la tierra le contaba sus últimas historias el aire comenzó a hacerse pesado, no donde estaban pero sí a dónde iban, era tal que muy seguramente luego le doliese la cabeza.
-Hay algo extraño mayor. - Comunicó inmediatamente, dejó un momento su trabajo y se acercó al nominado, a veces no escuchaba bien. El mayor le dio permiso de continuar con sus palabras. - Cuando intento avanzar del medio kilómetro, es como si un paso más allá algo se interpusiera, el rumbo cambia rápido y abruptamente, aunque parece ser estático, No son árboles, no siento su energía. - Explicó. El mayor pareció meditarlo, el otro brujo que iba en la misma dirección del joven Dawson lo confirmó con una mirada seria, y pronto las bestias de esa dirección regresaron.
- ¿Alguna amenaza? - Preguntó Tali al gato, este al parecer entenderle, levantó la cabeza y sacudió. Y aunque parecía estar pidiendo mimos, era claramente una negación de su parte. - Al parecer no hay nada que temer. - Sonrió Tali. El mayor simplemente asintió en entendimiento, pero no dejó de tener un aire de sospecha en él. Parecía hasta estar pensándolo de más.
- ¿Ocurre algo Mayor? - Preguntó Lucina preocupada, era verdad que era muy extraño, no solo el muro, sino también los detalles recolectados por los demás, por lo que era necesario no confiarse. Un momento después el mayor hizo un gesto con su mano, Berserkers se acercaron al muro, y sin esperar un segundo más, dieron martillazos que derrumbaron aquella pared que dividía su camino como si no fuese más que las tablas de madera con las que practicaban los pequeños del clan Marcial.
Esperaron al regreso de las bestias y al informe de los brujos, mientras los más fuertes ayudaban a limpiar el camino de los escombros que quedaron.
Hasta el momento la mayor amenaza era al este del muro, donde crecía un jardín de plantas carnívoras.
Avanzaron, algunos alertas y listos para algún ataque sorpresa, mientras que otros solo pensaban que el cielo ese día estaba hermoso, despejado, y azul.
Y así hasta medio kilómetro más allá, donde a más de uno se le cayeron las armas de la impresión.
Lo que veían ante sus ojos era lo conocido como un antiguo pueblo, chozas humildes de madera y paja, algunos hogares hasta parecían solo mantenerse con tela y unos pocos palos de madera. No eran ricos, era una obviedad, mas, de vista parecía bien conservado.
Pero eso no fue lo que los horrorizó, ni la próxima excusa de sus pesadillas. Sino el rededor de estos hogares. Aproximadamente cientos de personas estáticas y con un color gris oscuro recorriendo sus cuerpos, todos estáticos, y con rostros de horror. Reflejaban tanto miedo que a más de uno si le podría espantar al nivel de no olvidarlo en lo que les quedase de vida.
-¿Estatuas? - Preguntó Caesar derrumbando por completo el silencio que se había provocado por la impresión, tenía los brazos cruzados, y lo último que parecía estar pensando era la gravedad del asunto.
En ese momento nisiquiera Liv se atrevió a llevarle la contraria, era tal consternación, que hasta rogó para sus adentros que aquello que había dicho el rubio en completa ignorancia o brutalidad, fuese la verdad.
-Eres un caso Caesar. - Otra vez el maestro lo regañaba, aunque esta vez se escuchaba más apagado, por lo que el menor no dijo nada y solo lo observó pasar con una mirada angustiosa. Tocó con sus arrugadas manos a una de estas estatuas, y descubrió que sin duda era roca normal, una en la que estaba atrapada un alma ¿Desde hace cuanto? El moho y marcas de los años le gritaban que definitivamente no era poco.
- ¿Qué es? - Preguntó Fay, todos se habían dispersado por la zona para descubrir lo sucedido, y ver además si encontraban algo provechoso para el viaje, en ese momento lo que llamarían robo, era más bien no desperdiciar (?.
- ¿Qué crees tú? - Preguntó, el peliblanco apretó su varita nervioso.
- Pues…. - Empezó a tratamudear, pero después de un empujón que casi lo manda al suelo de Caesar se recompuso. - ¿Un hechizo? ¿Una maldición? ¿O alguien los esculpió?
El mayor rió poco, es verdad que no era algo de lo cual reír, pero esa inocencia era refrescante.
-Se llama petrificación, una de las maldiciones más antiguas concedida a seres específicos. - Explicó con una sonrisa, aunque no le quitaba la seriedad. - Deberemos tener cuidado en los alrededores. - Advirtió y continuó caminando, los demás que estaban escuchando se quedaron mirando entre sí.
-Hay que ir con cuidado. - Se cruzó de brazos con los brazos cruzados.
- Pero señorita Liv, son piedra ahora. - Uno de los guardias se acercó hasta una de las víctimas y hasta golpeó como si fuese una puerta, obteniendo el sonido de su armadura contra la roca como gran prueba de lo que decía. - Ya no importa.
- Podrían ser liberados, nunca se sabe. - Pareció enojarse más de lo que los demás quisieran, y solo les quedó suspirar fuertemente, empezando a apartar los cuerpo del camino para poder avanzar, si no hacían eso, rodear sería un suplicio. Además así recolectaban más cosas de utilidad.
Lucina se acercó a la joven y puso una mano en su hombro.
-No exijas tanto, nuestra prioridad son los que están con nosotros, no los que ya no. - Sabía que sonaba cruel, pero lo había dicho lo más suave que pudo para que le entrase a su hermana con la mayor gracia posible.
- Pero…
- Liv… Si ellos por estar haciendo esto les ocurriese algo, sería solo tu culpa y lo sabes. - Le retó, sabía que la joven aún no estaba del todo educada, por lo que a la edad que tenía y en esa situación lo mejor que podía hacer era ponerse fuerte como la mayor.
La menor la miró con ojos vidriosos, y luego solo asintió. La verdad es que no le parecía justo, y el que fuesen rocas le había tocado un punto sensible, y desde que descubrieron eso solo quería salir lo más pronto de ahí, pero a cómo iban las cosas y lo largo de lo que parecía ser aquella ciudad, lo más seguro es que estarían saliendo una vez estuviese a oscuras. Y eso sin tomar descanso. Pero las carrozas eran grandes, y los caballos también son seres vivos, por lo que no le quedaba de otra que comprender.
Me cansé (?
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Seguían avanzando por el camino maltrecho, paso firme y en completo silencio. Un silencio que se había impuesto tácitamente. Todos con la vista al frente y sin dudar en su caminar. Tali presionó la correa de su bolso con sus puños, sentía que algo no estaba bien, sentía que se había traicionado a sí misma. Honestamente, ella también se había impresionado con aquellas estatuas, ella había apoyado a Liv en silencio, pero no pudo decir más al ver como Lucina misma le revelaba la prioridad en ese momento. Le dolía. Le dolió ver cada rostro de desesperación y miedo. Ella también podía sentir aquellas almas atrapadas pero no podía hacer más. Bajó la mirada hacia el camino de tierra y se centró en él mientras empezaban la marcha. Pyro caminaba frente suyo, atento a cada movimiento.
Sin ninguna orden explicita, todos parecían estar de acuerdo en acelerar el paso lo máximo que la caravana les permitía. Era lógico, nadie quería permanecer mucho tiempo en ese lugar, todos querían abandonar cuanto antes ese pueblo, pero aunque el tiempo parecía avanzar ellos solo se adentraban más a la ciudad sin poder ver el final del camino. Tali se animó a pasear la vista por su alrededor y algo le llamó la atención, una escena desgarradora inmortalizada en piedra, aquella mujer entre las chozas, protegiendo a aquellos niños que parecían huir… Parecían huir ¿Huir de qué? Y allí cayó en cuenta. Todas esas personas convertidas en piedra parecían escapar de algo. Volvió su vista por todo el lugar. La caravana había llegado casi a la mitad del camino, y se percató que no había ningún tipo de estatua por ese sendero. ¿Por qué? Todos parecían haberse encontrado casi a las afueras, todas huían del mismo punto. Sintió como Pyro se detuvo y erizó su pelaje.
Fueron segundos, pero observaron como el cielo se tornó oscuro de un momento a otro.
-¿Anocheció?- preguntó alguien detrás de ella. Pero eso era imposible, según los cálculos aún faltaban para el anochecer, además, esa oscuridad se volvía cada vez más densa. Pyro se pegó a ella.
-¡ATENCIÓN! ¡POSICIONES DE DEFENSA!- gritó Lucina. No sabía que sucedía exactamente, giró hacia sus compañeros. Todos estaban alertas, se habían agrupado, Lucina tenía su espada en mano y parecía estar atenta a cualquier cosa.
-No estamos solos. – escuchó decir al viejo Maechen.
Aquella oscuridad se hacía más densa a cada instante, casi no podían distinguir a su alrededor. Se agruparon por escuadrones como se los habían enseñado, protegiendo cada flanco. En ese momento, un olor similar al óxido empezaba a esparcirse por el lugar, cada vez más fuerte, más intenso. Tali lo reconoció de cuando ayudaba a en la farmacia de sus abuelos, a veces llegaban personas heridas o con cortadas, no podía confundirse, ese olor era…sangre.
-¡aaaaaaaaaaah!- un grito desgarrador proveniente del final de las tropas.
-¡NO SE DESCUIDEN! –
-¡Aaaaaaaah! – otro grito, otro y otro. El olor era demasiado fuerte. Escuchan demasiados gritos, no sabían si eran de los propios soldados o de algo más. De pronto un silencio sepulcral sucumbió en todo el terreno.
-¡Pyro! – llamó Tali y el tigre rugió, encendiendo consigo parte de sus patas, y alumbrando un poco entre tanta oscuridad. ¿En qué momento se habían envuelto en ella? Tali intentó girarse pero no podía ver más allá de lo que Pyro alumbraba. Escuchó un grito justo a su espalda, ella se giró y como reacción, Pyro saltó frente a ella. El rostro de Liv se alumbró.
-¿Estás bien? –cuestionó la pelirroja. Ella asintió pero aun con temor, sus manos apenas y sujetaban su arco y flecha.
-No puedo dejar de temblar. No sé qué pasa…- Tali se giró y logró ver unos cuantos puntos de luz a una distancia. Liv se colocó detrás de ella, espalda con espalda. Pyro estaba a un lado al asecho.
-¿Dónde…?- y la pregunta quedó en el aire. Pyro rugió, Liv se giró hacia Tali justo a tiempo.
-¡Cuidado! – No podía explicarlo, pero estaba segura que había visto una especie de tentáculo tan negro como la noche apunto de golpear a Tali, pero logró jalarla al mismo tiempo que Pyro saltó delante de la maga. El silencio que se había apoderado unos segundos volvió a ser opacado por nuevos gritos, gritos sin cesar y el olor de sangre rodeándolas. Tali sintió como Liv soltó un grito cuando algo estuvo a punto de golpearla pero logró esquivarlo con su arco. Aún en la oscuridad ella podía percibir si algo se le aproximaba, pero aún así era peligroso.
-¡Lumi!- gritó Tali y como un destello de luz, apareció la loba blanca con un aura luminosa. –Protege a Liv- ordenó la maga y sin chistar, la criatura se colocó frente a la peliazul.
Pyro se quedó con ella. Ambas tenían la respiración entrecortada y no podían ver nada más allá de sus narices. Pronto, un grito superior se escuchó a lo lejos, no supieron con exactitud que había dicho, pero sabían quién: Maechen. Un halo de fugo se expandió por el cielo, iluminando todo a su alrededor por un instante. Ambas se encontraban rodeadas de estatuas de piedra, pero no eran las mismas que habían visto… sino, lograron reconocer a algunos de los caballeros que iban en su batallón. Tragaron en seco. Estaban solas, rodeadas. No estaban ni Lucina, ni Caesar, ni Ryan, ni Fay… solas las dos. Ni siquiera se encontraban en el mismo lugar que habían estado en un inicio. Se encontraban en otro lado de la ciudad. ¿Pero qué estaba pasando? No tuvieron tiempo ni de meditar…pronto el halo se desvaneció y volvieron a quedarse en la oscuridad.
Sin ninguna orden explicita, todos parecían estar de acuerdo en acelerar el paso lo máximo que la caravana les permitía. Era lógico, nadie quería permanecer mucho tiempo en ese lugar, todos querían abandonar cuanto antes ese pueblo, pero aunque el tiempo parecía avanzar ellos solo se adentraban más a la ciudad sin poder ver el final del camino. Tali se animó a pasear la vista por su alrededor y algo le llamó la atención, una escena desgarradora inmortalizada en piedra, aquella mujer entre las chozas, protegiendo a aquellos niños que parecían huir… Parecían huir ¿Huir de qué? Y allí cayó en cuenta. Todas esas personas convertidas en piedra parecían escapar de algo. Volvió su vista por todo el lugar. La caravana había llegado casi a la mitad del camino, y se percató que no había ningún tipo de estatua por ese sendero. ¿Por qué? Todos parecían haberse encontrado casi a las afueras, todas huían del mismo punto. Sintió como Pyro se detuvo y erizó su pelaje.
Fueron segundos, pero observaron como el cielo se tornó oscuro de un momento a otro.
-¿Anocheció?- preguntó alguien detrás de ella. Pero eso era imposible, según los cálculos aún faltaban para el anochecer, además, esa oscuridad se volvía cada vez más densa. Pyro se pegó a ella.
-¡ATENCIÓN! ¡POSICIONES DE DEFENSA!- gritó Lucina. No sabía que sucedía exactamente, giró hacia sus compañeros. Todos estaban alertas, se habían agrupado, Lucina tenía su espada en mano y parecía estar atenta a cualquier cosa.
-No estamos solos. – escuchó decir al viejo Maechen.
Aquella oscuridad se hacía más densa a cada instante, casi no podían distinguir a su alrededor. Se agruparon por escuadrones como se los habían enseñado, protegiendo cada flanco. En ese momento, un olor similar al óxido empezaba a esparcirse por el lugar, cada vez más fuerte, más intenso. Tali lo reconoció de cuando ayudaba a en la farmacia de sus abuelos, a veces llegaban personas heridas o con cortadas, no podía confundirse, ese olor era…sangre.
-¡aaaaaaaaaaah!- un grito desgarrador proveniente del final de las tropas.
-¡NO SE DESCUIDEN! –
-¡Aaaaaaaah! – otro grito, otro y otro. El olor era demasiado fuerte. Escuchan demasiados gritos, no sabían si eran de los propios soldados o de algo más. De pronto un silencio sepulcral sucumbió en todo el terreno.
-¡Pyro! – llamó Tali y el tigre rugió, encendiendo consigo parte de sus patas, y alumbrando un poco entre tanta oscuridad. ¿En qué momento se habían envuelto en ella? Tali intentó girarse pero no podía ver más allá de lo que Pyro alumbraba. Escuchó un grito justo a su espalda, ella se giró y como reacción, Pyro saltó frente a ella. El rostro de Liv se alumbró.
-¿Estás bien? –cuestionó la pelirroja. Ella asintió pero aun con temor, sus manos apenas y sujetaban su arco y flecha.
-No puedo dejar de temblar. No sé qué pasa…- Tali se giró y logró ver unos cuantos puntos de luz a una distancia. Liv se colocó detrás de ella, espalda con espalda. Pyro estaba a un lado al asecho.
-¿Dónde…?- y la pregunta quedó en el aire. Pyro rugió, Liv se giró hacia Tali justo a tiempo.
-¡Cuidado! – No podía explicarlo, pero estaba segura que había visto una especie de tentáculo tan negro como la noche apunto de golpear a Tali, pero logró jalarla al mismo tiempo que Pyro saltó delante de la maga. El silencio que se había apoderado unos segundos volvió a ser opacado por nuevos gritos, gritos sin cesar y el olor de sangre rodeándolas. Tali sintió como Liv soltó un grito cuando algo estuvo a punto de golpearla pero logró esquivarlo con su arco. Aún en la oscuridad ella podía percibir si algo se le aproximaba, pero aún así era peligroso.
-¡Lumi!- gritó Tali y como un destello de luz, apareció la loba blanca con un aura luminosa. –Protege a Liv- ordenó la maga y sin chistar, la criatura se colocó frente a la peliazul.
Pyro se quedó con ella. Ambas tenían la respiración entrecortada y no podían ver nada más allá de sus narices. Pronto, un grito superior se escuchó a lo lejos, no supieron con exactitud que había dicho, pero sabían quién: Maechen. Un halo de fugo se expandió por el cielo, iluminando todo a su alrededor por un instante. Ambas se encontraban rodeadas de estatuas de piedra, pero no eran las mismas que habían visto… sino, lograron reconocer a algunos de los caballeros que iban en su batallón. Tragaron en seco. Estaban solas, rodeadas. No estaban ni Lucina, ni Caesar, ni Ryan, ni Fay… solas las dos. Ni siquiera se encontraban en el mismo lugar que habían estado en un inicio. Se encontraban en otro lado de la ciudad. ¿Pero qué estaba pasando? No tuvieron tiempo ni de meditar…pronto el halo se desvaneció y volvieron a quedarse en la oscuridad.
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Yo sé que es chiquito, pensé en poner más cosas, pero en verdad no sé si estarían bien mis ideas xD pero al menos hay conti~
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Advertencia: Me la fumé todita. |
Pronto el aire empezó a espesarse siendo pesado el respirar, provocando tal sensación de encierro imposible de apartar a pesar de conocer que estaban en el exterior, volviéndose más lúgubre con el eco de gritos sin ton ni son que se desperdigaban por todas las direcciones. Tanto Tali como Liv(Quien apuntaba a la nada) miraban de un lado a otro intentando encontrar algo que las guiase obteniendo solo oscuridad, razón por la cual ninguna de las dos se atrevía a atacar. Y aunque la luz de Lumi y Pyro las ayudaban a conocer que estaban una al lado de la otra no ayudaban a pensar que mejoraría. - ¿Será esto lo que atacó al pueblo? - Preguntó Liv entrecortado, la falta de aire empezaba a nublar su vista. - No lo sé... - A penas pudo contestar Tali. - Pero... Hay algo... - Se quedó callada en ese momento, había dejado de sentir la presencia de Liv a sus espaldas, su adrenalina derrapó y cuando giró a buscarla ya no estaba. - ¿Liv...? ... ¡Liv! - Ese grito alarmó a Liv en un estrépito giro a su compañera y le heló la sangre. - ¡Tali! ... No había nadie, Liv había desaparecido sin dejar rastro y así mismo Lumi y Pyro, últimos a los cuales a pesar de haber intentado invocarlos una vez tras otra, era como si se hubiesen esfumado por completo. Era ella sola contra la inmensa y espesa oscuridad, en la cuál atinó a percibir una modificación: el aire circulaba con más ligereza haciendo el el aroma a sangre más penetrante, nauseabundo y putrefacto, imposible de digerir para sus pulmones. Sacó un retaso de tela guardado en su bolsa y lo llevó hasta su nariz como filtro; en una normalidad lo usaría para recoger una que otra planta medicinal en el camino para luego enjuagarlo en el primer riachuelo de agua clara que encontrasen, pese a no ser este el caso, agradecía no haber encontrado ninguna hierba de utilidad desde la última vez que lo lavó, ayudaba a mantenerla consciente porque aunque el olor a sangre se mantenía, éste se mezclaba con el aroma a hierbas medicinales convirtiendo la peste en algo posible de asimilar. - ¿Liv? - Volvió a darle una oportunidad al nombre de su compañera, sin embargo solo reinaron los aparatosos gritos en el fondo, logrando hacerla retroceder al borde de un colapso, entonces algo pinchó en su espalda regresándola a esa realidad al mismo tiempo que el mundo se iluminaba en un escenario de nubes grises y personas petrificadas con rostros de espanto a su alrededor mientras el incontrolable fuego se apoderaba de todas las rústicas casas del lugar. Regresó la mirada a su espalda, era el bastón improvisado de un aldeano petrificado intentando defenderse de cualquier cosa que haya tenido frente suyo, en quien sus ojos mortificados solo reflejaba desesperanza. Se había defendido por acto reflejo pero conocía perfectamente el destino de él y el pueblo: La muerte. "¡No la vean a los ojos!" Aquella orden retumbó en su cabeza con tal fuerza que aun entre las estatuas y el humo incendiado y desperdigado, empezó a buscar al dueño de esa voz: Maechen, sin ningún éxito. Solo estatuas y más estatuas llenas de hollín, y pronto, otra frase que no le era desconocida, mas si olvidada, llenó su subconsciente: "Plantago motus" Esta fijación al intento de desvelar lo que el mayor intentaba decirle la dejó en guardia baja aun al sentir una fuerte y oscura presencia frente a ella que la motivó a levantar la mirada. - ¡Tali! ¡Tali! - Liv se había arrodillado y tomado el desmayado cuerpo de la chica sobre sus piernas aun intentando despertarla con zarandeos desesperados. Lumi y Pyro continuaron su guardia atentos a su alrededor mientras la menor de las Ruth intentaba no echarse a llorar a pesar de su voz quebrada y desesperada. - ¡Despierta! - Estaba asustada y no sabía que hacer, sentía que se podía derrumbar en cualquier momento, a pesar del fuerte gruñido que ambas invocaciones mostraron a un punto equivalente no prestó ni mínima atención, sabía que no encontraría nada. Pasaron tortuosos segundos donde sus oídos se hicieron sordos al exterior, tiempo en el que sus ojos no pudieron contenerse más al ganarle el miedo y sus lágrimas cayeron en dirección al rostro de Tali.
Desde el momento en que no supo nada de su hermana ni el idiota de Caesar ya se sentía perdida, no encontraba una salida, no encontraba protección, nisiquiera compañía. Ella no estaba preparada para eso. Volvió a escuchar los gruñidos de Lumi seguidos de los de Pyro, esta vez más fuerte, se habían colocado más cerca de ambas y crecido de tamaño, como un escudo; recordando lo que su invocadora les había pedido antes. Al ver esto es que recién pudo formular un pensamiento importante: No estaba sola, y tenía que protegerlos. Alcanzó su arco y aun sobre sus tobillos apuntó en la dirección que las almas bestiales consideraban maligno: Frente a ella a su noreste, trató de vislumbrar algo para saber si estaba apuntando a la dirección correcta, sin tener resultado alguno. No se atrevía a mandar una flecha perdida, era muy arriesgado, pero lo vio, un tentáculo que aguardaba en la oscuridad y que en un segundo empezó a moverse en dirección de ellos. No diría que eso no le puso los pelos de punta de lo aterrada que estaba, pero no tenía tiempo para pesar en ello, y lanzó una flecha en su dirección y cargó otras dos para el siguiente ataque, aunque ya se había vuelto a ocultar. Lo que ella no sabía es que cerca de ella estaban todos sus camaradas pasando por el mismo encierro y desesperación, viviendo la misma o una peor pesadilla de la que parecía imposible despertar. Y como si el rezo a los cielos de todos hubiese sido escuchado una luz verde flotó a los cielos junto al retumbar de la una vieja voz conocida. La invocación de Maechen, cual soldado de muchas batallas ganadas y muchas más perdidas se materializaba ante los ojos de todos, regalando la luz que necesitaban para saber en donde y con quiénes estaban. Así mismo dejaba presenciar a quienes no habían logrado contrarrestar la provocación de lo que sea que estaban enfrentando; Maechen entre los últimos, siendo piedras sin color ni movimiento, aun para el espanto de todos. - Geherno es el nombre de su ahora oponente. - Fría y de ultratumba, pero con claridad paternal indicó los roles a tomar. - Son las almas sin descanso del pueblo que intentamos atravesar, su ira y resentimiento contenidos se transformaron en uno con los siglos, provocando un limbo que no los deja abandonar este mundo y que invita a otros a unirse a su desgracia. No tengan miedo, y no dejen que el escenario actual los destruya... aun hay tiempo. Su objetivo los espera. - Y como una burbuja de agua su imagen estalló en dirección de una gran masa oscura y flotante, no solo poseía tentáculos perturbadore (ocupados por soldados misterio no petrificados pero sí inconscientes); sino que sus tres ojos vacíos y gigantes junto a su acuchillada boca dejaba sin aire a más de uno, e inmóviles a todos. - ¡A por él! - La orden de Lucina movió la consciencia de todos, y sin dudarlo los magos santos que quedaban dejaron notar su alcance al regresar a varios inconscientes a la realidad, Tali entre ellos, recibiendo aun para la sorpresa de su húmedo rostro el fuerte abrazo de Liv, que a penas duró unos segundos, porque el segundo efecto de la magia santa comenzó a fortalecer la habilidades de los soldados. Los del clan grulla alzaron sus armas sin dudar, y así mismo los Tigre y Marcial tomaron posiciones de batalla, todos apoyados por invocadores y brujos. - ¡Ahora! Un fuerte alarido de guerra llenó el campo dando comienzo al ataque, primando una lluvia de flechas y balas combinadas con algún elemento mágico que aumentó su efectividad aun más en su intento de no dañar a sus camaradas, o de hacerlo lo menos posible, seguido por cortes de la primera linea de infantería, quienes eran protegidos de los ataques rastreros por golpes marciales, de invocaciones y elementos. Y cuando los secuestrados fueron ya liberados tomaron sus posiciones, lograron por fin la separación abrupta de este monstruo, que partió por todas partes del pueblo a las estatuas antiguas de las cuales un brillante blanco se pudo percibir sobre sus cabezas y desvanecerse hacia el cielo con la misma rapidez, dejando en sus recuerdos una briza susurrante de: "Gracias" antes de que todas las estatuas de las mismas se desmigajaran como arenilla. - ¿Qué hacemos ahora? - Preguntó Nazhcar de brazos cruzados. Después de lo sucedido a penas tuvieron tiempo de armar campamento y hacer una fogata para la estadía. Y por seguridad, mandaron a un grupo de exploración a revisar el perímetro mientras los líderes de escuadrón tomaban la responsabilidad de conocer lo siguiente a realizar. - El mayor es una piedra, así como los del consejo ¿Se supone que debamos de dejarlos? - No es una opción. - Rechistó Lucina. - Los muertos ya no están, y eso nos quedó claro cuando no quedó nada de ellos, pero los nuestros siguen ahí. - ¿Pero que podemos hacer? No sabemos cómo deshacer eso, hasta nuestro mejor santo intentó con todo y nada ha funcionado. La lucha entre los líderes de escuadrón se volvía intensa acerca del siguiente proceder, y todos los soldados no podían hacer más que escuchar aquello. Era una reunión, como nunca, general, donde todos debían de estar presentes por la situación que atravesaban, pero si los líderes no se ponían de acuerdo dejando más confundidos a los demás soldados. Tali se acercó a Lucina y le pidió un momento que la mayor a pesar de pensárselo por el desorden y rivalidad de opiniones, le permitió. - Cuando me desmayé, vi lo que ocurrió aquí hace mucho tiempo, el Gehermo no es lo que convierte a las personas en piedra, es otra cosa. - Comenzó a explicar. - Estaba en ese mismo pasado y es lo que los transformó en piedra. - Tomó aire. - Bueno, no creo que esté ya por aquí, pero el mayor Maechen mencionó el nombre de Plantago motus, la cual es una planta medicinal que según los libros es muy escasa y rara de encontrar, pero se puede probar suerte en cuevas de crisantemo. - ¿Crees que es la solución? - Tali asintió. - No creo que lo haya dicho por nada. Además no es un efecto directo como el que sufrió el pueblo. - Me pasó igual. - Fay que estaba cerca y escuchó la conversación se acercó a ellas. - No sabía que Plantago Motus era una planta creía que era un tipo de hechizo o algo así. - Se explicó. - Si el mayor lo ha dicho definitivamente es algo importante. - Muy bien, gracias. - Lucina asintió y fue hasta los demás líderes a dar la noticia, estos corroboraron los hechos con las demás personas el clan misterio que pasaron por lo mismo; pudiendo llegar a un acuerdo al final. - Nos dividiremos. - Dijo Lucina a su escuadrón, hecho que cada representante debía de encarar. - ¿Qué? ¿Por qué? - Preguntó Caesar arriscando la nariz. - Porque es necesario. - Explicó con la mayor paciencia que le quedaba la mujer. Los demás escucharon. - Tali, irás con un grupo exploratorio en busca del Plantago Motus. Fai y Ryan serán quienes te acompañen de nuestro equipo. - Ambos nominados solo asintieron. - ¿Y nosotros? - Preguntó Liv señalándose a sí misma, dejando en claro que ese "nosotros" era un "yo", Caesar no entraba. - Caesar irá de regreso a Syl. - Yo iré de regreso a Syl y tu no. - Le echó en cara el rubio a la menor en clara burla, pero fue antes de entender lo que había dicho él mismo. - Espera ¡¿Qué?! - Miró a Lucina incrédulo. - Lo que oíste. - Pero ¿Por qué? - Tomó la mano de Lucina casi rogándole con la mirada que no le hiciera eso. - Porque van a ver materiales y a abrir camino. - Todos entonces abrieron los ojos con sorpresa, ella se quitó la mano del rubio y regresó su mirada a los demás. - Sí, ahora este lugar es terreno nuestro, por lo que será reclamado como tal. Y necesitan a Caesar para traer uno que otro material para la ampliación. - Sonrió levemente, Caesar solo resopló. Los demás parecían aun no creérselo. Eso era sinónimo de una guerra ganada, el asombro era tanto que el campamento se llenó de un silencio perpetuo terminado en menor tiempo del necesario: gritos de algarabía habían empezado a vitorear la noticia, era la primer victoria de la humanidad que habían presenciado, algo que guardarían en sus mentes hasta el último día de sus vidas. Y aunque quisiesen celebrar de manera correcta no podían darse ese lujo y volver al silencio para disimular su ubicación de los monstruos de fuera. - Pero ¿Y yo? - Preguntó Liv, no le hubiese molestado que le dijera que vaya con Caesar si eso significaba volver a casa un ratito. - Necesitamos tus habilidades de vigía por aquí Liv. - La tranquilizó su hermana, a lo que ella solo suspiró y aceptó en un asentamiento desganado. - Bien, a dormir, mañana será un arduo día. |
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Re: [Roll] La Edad Dorada
¡He vuelto!~
Aviso: Quedó largo.
Aviso: Quedó largo.
Agudizó sus sentidos en cuanto aquella densa oscuridad absorbió cualquier atisbo de luz presente en el lugar. Su primer instinto fue sostener su bastón enfrente de él, controlándolo con magia para mantener su orbe encendido. Por más que escrutaba su alrededor no podía distinguir nada y los primeros minutos sucedieron en completo silencio, cuando de repente comenzó a escuchar voces ahogadas que se hacían más y más claras cada vez: Eran soldados profiriendo gritos de dolor. Aquello le puso los vellos de punta y dio un paso hacia atrás con cautela.
Al hacer ésto, su espalda chocó con algo sólido y se hubiese asustado de no ser porque reconoció aquella voz de inmediato.
-¿Lucina? -Llamó la voz de Caesar, quien tanteaba a ciegas.
-Soy yo -Corrigió Ryan en voz baja, girándose hacia él.
-¿Y quién es yo? -Preguntó el rubio retóricamente, girándose también.
-Ryan -Aclaró el pelinegro con voz inocente. Caesar se dio una palmada en la frente al ver que el muchacho no había entendido.
-Ya sé.
-Ahh.
-¿Has visto a Lucina? ¿O a alguno de los otros? -La luz del bastón de Ryan le permitía ver el rostro de éste y apenas un corto círculo de la tierra que los rodeaba, pero era mucho mejor que la ceguera en la que había estado sumergido hasta ese momento.
-No, a ninguno -El tono de Ryan denotaba profunda preocupación.
-Maldición -Elevó la voz por encima de los gritos.
Su diálogo se vio interrumpido con la súbita llegada de un intenso y putrefacto olor a sangre. Ambos se cubrieron la nariz con las manos. Aquel hedor caló hasta lo más profundo de los pulmones de Ryan, quien se acuclilló de pronto y dio todo de sí para luchar contra las náuseas que estaba sintiendo.
-¿Qué es ésto? -Alcanzó a decir Caesar, confundido.
Ryan apoyó el bastón en el suelo como pudo e invocó el poder del aire, que se arremolinó a su alrededor con la intención de disipar lo más posible el olor. Ésto permitió a ambos respirar algo más agradable pero su tregua fue muy corta pues unos tentáculos, tan negros como la oscuridad que los rodeaba, surgieron de la penumbra para atacarlos.
-¿Qué es eso? -Exclamó el ojiazul sorprendido.
-No hay tiempo para preguntas -Intervino Caesar adelantándose, Ryan asintió mientras veía como su compañero preparaba sus puños para pelear.
-¡Espera! -Exclamó cuando ambos esquivaban el azote de uno de los tentáculos- Déjame ayudarte. -Y apuntó el bastón hacia las manos de Caesar.
-Eh, alto ahí, nada de magia rara -Se negó como siempre reticente ante la magia, Ryan compuso una cara de reproche nunca antes vista en él.
-No hay tiempo -Citó sus palabras, su molestia era más bien desesperación. Caesar suspiró pesadamente y asintió, prometiéndose a sí mismo que sería cosa de una sola vez.
Ryan invocó su magia y los puños de Caesar se vieron envueltos por unas llamas incandescentes e indoloras. El rubio se miró las manos contrariado, no le gustaba la magia pero… tenía que admitir, eso estaba genial. Claro que no lo dijo.
-¡Ahí viene! -Alertó su compañero y él no lo pensó dos veces para arremeter contra esa cosa, cuyo extremo se destruyó en cuanto el puñetazo de Caesar repotenciado con fuego lo atravesó. Cerca de él, Ryan luchaba con otro de los tentáculos enviando ráfagas de aire tan concentradas que hacían las veces de cuchillos afilados.
Luego de eso, todo ocurrió rápidamente, una cosa después de la otra: Una luz verde que se alzó hasta el cielo iluminó el campo y, sin dejar tiempo para asimilar el shock de ver a muchos de sus compañeros petrificados, con Maechen incluido, éste último pronunció las palabras de guía que necesitaban para saber cómo enfrentarse a tal adversario. Con el retumbante comando de Lucina y varios de los soldados recuperados gracias a los magos santos, todos se lanzaron en estampida a darle fin a aquel encuentro.
-¿Listo? Una vez más -Gritó como rara vez haría el pelinegro, y es que de lo contrario su voz no sería perceptible en el bullicio. Caesar chasqueó la lengua viendo que rompería la promesa que él mismo se había hecho poco antes, pero con aquel espectáculo a su alrededor de la magia de los brujos, la avalancha de invocaciones y objetos brillando repotenciados por los magos santos, era absurdo negarse individualmente a aquella alternativa.
-Bueno -Pronunció secamente, con decisión, y ambos se lanzaron a luchar con el resto.
Al hacer ésto, su espalda chocó con algo sólido y se hubiese asustado de no ser porque reconoció aquella voz de inmediato.
-¿Lucina? -Llamó la voz de Caesar, quien tanteaba a ciegas.
-Soy yo -Corrigió Ryan en voz baja, girándose hacia él.
-¿Y quién es yo? -Preguntó el rubio retóricamente, girándose también.
-Ryan -Aclaró el pelinegro con voz inocente. Caesar se dio una palmada en la frente al ver que el muchacho no había entendido.
-Ya sé.
-Ahh.
-¿Has visto a Lucina? ¿O a alguno de los otros? -La luz del bastón de Ryan le permitía ver el rostro de éste y apenas un corto círculo de la tierra que los rodeaba, pero era mucho mejor que la ceguera en la que había estado sumergido hasta ese momento.
-No, a ninguno -El tono de Ryan denotaba profunda preocupación.
-Maldición -Elevó la voz por encima de los gritos.
Su diálogo se vio interrumpido con la súbita llegada de un intenso y putrefacto olor a sangre. Ambos se cubrieron la nariz con las manos. Aquel hedor caló hasta lo más profundo de los pulmones de Ryan, quien se acuclilló de pronto y dio todo de sí para luchar contra las náuseas que estaba sintiendo.
-¿Qué es ésto? -Alcanzó a decir Caesar, confundido.
Ryan apoyó el bastón en el suelo como pudo e invocó el poder del aire, que se arremolinó a su alrededor con la intención de disipar lo más posible el olor. Ésto permitió a ambos respirar algo más agradable pero su tregua fue muy corta pues unos tentáculos, tan negros como la oscuridad que los rodeaba, surgieron de la penumbra para atacarlos.
-¿Qué es eso? -Exclamó el ojiazul sorprendido.
-No hay tiempo para preguntas -Intervino Caesar adelantándose, Ryan asintió mientras veía como su compañero preparaba sus puños para pelear.
-¡Espera! -Exclamó cuando ambos esquivaban el azote de uno de los tentáculos- Déjame ayudarte. -Y apuntó el bastón hacia las manos de Caesar.
-Eh, alto ahí, nada de magia rara -Se negó como siempre reticente ante la magia, Ryan compuso una cara de reproche nunca antes vista en él.
-No hay tiempo -Citó sus palabras, su molestia era más bien desesperación. Caesar suspiró pesadamente y asintió, prometiéndose a sí mismo que sería cosa de una sola vez.
Ryan invocó su magia y los puños de Caesar se vieron envueltos por unas llamas incandescentes e indoloras. El rubio se miró las manos contrariado, no le gustaba la magia pero… tenía que admitir, eso estaba genial. Claro que no lo dijo.
-¡Ahí viene! -Alertó su compañero y él no lo pensó dos veces para arremeter contra esa cosa, cuyo extremo se destruyó en cuanto el puñetazo de Caesar repotenciado con fuego lo atravesó. Cerca de él, Ryan luchaba con otro de los tentáculos enviando ráfagas de aire tan concentradas que hacían las veces de cuchillos afilados.
Luego de eso, todo ocurrió rápidamente, una cosa después de la otra: Una luz verde que se alzó hasta el cielo iluminó el campo y, sin dejar tiempo para asimilar el shock de ver a muchos de sus compañeros petrificados, con Maechen incluido, éste último pronunció las palabras de guía que necesitaban para saber cómo enfrentarse a tal adversario. Con el retumbante comando de Lucina y varios de los soldados recuperados gracias a los magos santos, todos se lanzaron en estampida a darle fin a aquel encuentro.
-¿Listo? Una vez más -Gritó como rara vez haría el pelinegro, y es que de lo contrario su voz no sería perceptible en el bullicio. Caesar chasqueó la lengua viendo que rompería la promesa que él mismo se había hecho poco antes, pero con aquel espectáculo a su alrededor de la magia de los brujos, la avalancha de invocaciones y objetos brillando repotenciados por los magos santos, era absurdo negarse individualmente a aquella alternativa.
-Bueno -Pronunció secamente, con decisión, y ambos se lanzaron a luchar con el resto.
Unos breves instantes de calma siguieron la ardua batalla que habían protagonizado. Se acercó al resto de sus compañeros cuando Lucina se dispuso a dar indicaciones a todos y se limitó a asentir cuando escuchó la orden que le correspondía. En cuanto la peliazul acabó, él se alejó del resto sin prestar atención a su alrededor, barriendo con su mirada hasta avistar un terreno abundante en vegetación que rodeaba al pueblo, en el cual se adentró tan pronto como pudo.
Tali asintió igualmente al recibir su orden y pudo percibir por el rabillo del ojo a Ryan, quien para su juicio actuaba de manera inusual pues se estaba alejando del resto con un andar algo errante, de hecho, podría jurar que lo había escuchado respirar de manera irregular. La pelirroja ladeó levemente la cabeza y, luego de debatirse internamente, decidió seguirlo a una distancia prudente. Al cabo de unos minutos detuvo su marcha, ocultándose tras las ruinas de una edificación, y lo que presenció la preocupó en medida.
Había estado reprimiendo las náuseas desde aquel momento donde el putrefacto olor a sangre se había colado con tal intensidad en sus pulmones. El enfrentamiento posterior lo había distraído debido a la adrenalina pero tan pronto como ésto acabó la sensación volvió a él con fuerza, ni siquiera él mismo sabía cómo había logrado resistir hasta que los líderes acabaran de pronunciar su decisión.
En cuanto se adentró en la vegetación, dio un toque en el suelo con el extremo de su bastón y abrió una grieta ayudándose con su magia. Acto seguido, se hincó inmediatamente, empezando a vomitar. Ésto no sólo le producía una sensación desagradable sino que también estaba siendo bastante doloroso pues al estar su estómago vacío desde hacía varias horas, lo único que expulsaba era líquido. Cuando terminó, su cuerpo temblaba ligeramente por el esfuerzo, en especial sus manos.
Nuevamente invocó magia con la energía que le quedaba, esta vez de agua para limpiar la tierra y enjuagar su boca, y cerró la grieta con otro toque de su bastón. Seguidamente, se dejó caer al suelo, deslizándose levemente para apoyar su espalda en el tronco de un árbol. En ese momento, Tali se acercó a él desde donde estaba, pues había decidido esperar a que el chico se estabilizara para ir a ayudarlo.
-¡Ryan! Ryan, ¿estás bien? -Se apresuró a agacharse cerca de él, intentando no alzar demasiado la voz para no sobresaltar al pelinegro.
-¿Tali? -Preguntó algo sorprendido, girando el rostro hacia ella- ¿Qué haces aquí? -Continuó con voz débil.
-Noté que te comportabas de manera extraña en el campamento, así que… te seguí -Hizo una pausa en la que retiró un mechón de cabello detrás de su oreja con cierto nerviosismo- Disculpa, mi intención no era entrometerme pero es que me preocupé porque… -Atropellaba un poco las palabras cuando de pronto él hizo un suave ademán con la mano, que aún le temblaba un poco, y ella dejó de hablar.
-No te disculpes -Enfocó su mirada directamente en los ojos de Tali, quien observó cómo sus orbes azules brillaban un poco más de lo usual a pesar de que seguía teniendo una expresión cansada- Muchas gracias, Tali, por preocuparte. En verdad lo aprecio mucho -Expresó con dulzura- No tenías por qué.
-¡Claro que sí! -Tali se percató de que había subido el tono de voz más de lo que pretendía y carraspeó, ruborizándose un poco- Es decir, somos compañeros, lo menos que puedo hacer es preocuparme -Relajó su rostro componiendo una suave sonrisa- Y por suerte, puedo hacer algo más por ti -Ryan la miró sin entender mientras ella rebuscaba en su bolsa, de la cual sacó una botellita que contenía un líquido casi transparente- Por suerte me queda un poco de ésto. Ten. Sé que no es fácil ingerir algo luego de vomitar pero créeme que ésto no te generará molestia, al contrario, te sentirás mejor en poco tiempo -Y amplió su sonrisa.
Ryan estiró la mano para alcanzar el frasco y en cuanto lo tomó los dedos de ambos se rozaron, lo cual provocó que Tali se sonrojase un poco. El pelinegro inhaló brevemente preparándose para el trago pues no sentía a su cuerpo del todo dispuesto a ingerir algo, pero él confiaba en las palabras de la pelirroja así que bebió el contenido de la botellita sin tocar la misma con sus labios para devolverla intacta a su dueña. En cuanto el líquido hizo contacto con su garganta y se asentó en su estómago, sintió cómo el malestar en ambas partes se mitigaba en medida y dejó escapar un suave suspiro de alivio.
-Muchísimas gracias, en verdad -Sus níveas mejillas se habían coloreado sutilmente de rosa, lo que no pasó desapercibido por ella y no pudo evitar preguntarle.
-No es nada… ¿estás bien?
-¿Por qué? -Soltó suavemente, mas al notar hacia dónde miraba la muchacha y él mismo sintiendo una ligera tibieza en sus mejillas, comprendió- Ah -Posó la palma de su mano sobre una de ellas- Es… bueno, es que siempre tienes gestos muy lindos conmigo, y… creo que no supe cómo reaccionar -Cerró sus ojos por un instante y acentuó su sonrisa, con lo cual logró verse aún más adorable que antes.
-Ahh -Esbozó Tali un tanto embelesada aunque lo disimuló. Comprendió que estaba apenado y eso le causó ternura- No ha sido nada, me alegra que te sientas mejor. -Ryan volvió a mirarla y asintió ligeramente.
Al recibir su botellita de vuelta, los dedos de ambos volvieron a entrar en contacto, este gesto nuevamente generó un extraño hormigueo en el pecho de Tali que trató de ignorar.
Tali asintió igualmente al recibir su orden y pudo percibir por el rabillo del ojo a Ryan, quien para su juicio actuaba de manera inusual pues se estaba alejando del resto con un andar algo errante, de hecho, podría jurar que lo había escuchado respirar de manera irregular. La pelirroja ladeó levemente la cabeza y, luego de debatirse internamente, decidió seguirlo a una distancia prudente. Al cabo de unos minutos detuvo su marcha, ocultándose tras las ruinas de una edificación, y lo que presenció la preocupó en medida.
Había estado reprimiendo las náuseas desde aquel momento donde el putrefacto olor a sangre se había colado con tal intensidad en sus pulmones. El enfrentamiento posterior lo había distraído debido a la adrenalina pero tan pronto como ésto acabó la sensación volvió a él con fuerza, ni siquiera él mismo sabía cómo había logrado resistir hasta que los líderes acabaran de pronunciar su decisión.
En cuanto se adentró en la vegetación, dio un toque en el suelo con el extremo de su bastón y abrió una grieta ayudándose con su magia. Acto seguido, se hincó inmediatamente, empezando a vomitar. Ésto no sólo le producía una sensación desagradable sino que también estaba siendo bastante doloroso pues al estar su estómago vacío desde hacía varias horas, lo único que expulsaba era líquido. Cuando terminó, su cuerpo temblaba ligeramente por el esfuerzo, en especial sus manos.
Nuevamente invocó magia con la energía que le quedaba, esta vez de agua para limpiar la tierra y enjuagar su boca, y cerró la grieta con otro toque de su bastón. Seguidamente, se dejó caer al suelo, deslizándose levemente para apoyar su espalda en el tronco de un árbol. En ese momento, Tali se acercó a él desde donde estaba, pues había decidido esperar a que el chico se estabilizara para ir a ayudarlo.
-¡Ryan! Ryan, ¿estás bien? -Se apresuró a agacharse cerca de él, intentando no alzar demasiado la voz para no sobresaltar al pelinegro.
-¿Tali? -Preguntó algo sorprendido, girando el rostro hacia ella- ¿Qué haces aquí? -Continuó con voz débil.
-Noté que te comportabas de manera extraña en el campamento, así que… te seguí -Hizo una pausa en la que retiró un mechón de cabello detrás de su oreja con cierto nerviosismo- Disculpa, mi intención no era entrometerme pero es que me preocupé porque… -Atropellaba un poco las palabras cuando de pronto él hizo un suave ademán con la mano, que aún le temblaba un poco, y ella dejó de hablar.
-No te disculpes -Enfocó su mirada directamente en los ojos de Tali, quien observó cómo sus orbes azules brillaban un poco más de lo usual a pesar de que seguía teniendo una expresión cansada- Muchas gracias, Tali, por preocuparte. En verdad lo aprecio mucho -Expresó con dulzura- No tenías por qué.
-¡Claro que sí! -Tali se percató de que había subido el tono de voz más de lo que pretendía y carraspeó, ruborizándose un poco- Es decir, somos compañeros, lo menos que puedo hacer es preocuparme -Relajó su rostro componiendo una suave sonrisa- Y por suerte, puedo hacer algo más por ti -Ryan la miró sin entender mientras ella rebuscaba en su bolsa, de la cual sacó una botellita que contenía un líquido casi transparente- Por suerte me queda un poco de ésto. Ten. Sé que no es fácil ingerir algo luego de vomitar pero créeme que ésto no te generará molestia, al contrario, te sentirás mejor en poco tiempo -Y amplió su sonrisa.
Ryan estiró la mano para alcanzar el frasco y en cuanto lo tomó los dedos de ambos se rozaron, lo cual provocó que Tali se sonrojase un poco. El pelinegro inhaló brevemente preparándose para el trago pues no sentía a su cuerpo del todo dispuesto a ingerir algo, pero él confiaba en las palabras de la pelirroja así que bebió el contenido de la botellita sin tocar la misma con sus labios para devolverla intacta a su dueña. En cuanto el líquido hizo contacto con su garganta y se asentó en su estómago, sintió cómo el malestar en ambas partes se mitigaba en medida y dejó escapar un suave suspiro de alivio.
-Muchísimas gracias, en verdad -Sus níveas mejillas se habían coloreado sutilmente de rosa, lo que no pasó desapercibido por ella y no pudo evitar preguntarle.
-No es nada… ¿estás bien?
-¿Por qué? -Soltó suavemente, mas al notar hacia dónde miraba la muchacha y él mismo sintiendo una ligera tibieza en sus mejillas, comprendió- Ah -Posó la palma de su mano sobre una de ellas- Es… bueno, es que siempre tienes gestos muy lindos conmigo, y… creo que no supe cómo reaccionar -Cerró sus ojos por un instante y acentuó su sonrisa, con lo cual logró verse aún más adorable que antes.
-Ahh -Esbozó Tali un tanto embelesada aunque lo disimuló. Comprendió que estaba apenado y eso le causó ternura- No ha sido nada, me alegra que te sientas mejor. -Ryan volvió a mirarla y asintió ligeramente.
Al recibir su botellita de vuelta, los dedos de ambos volvieron a entrar en contacto, este gesto nuevamente generó un extraño hormigueo en el pecho de Tali que trató de ignorar.
El canto de los pájaros y los sutiles rayos del Sol anunciaron el amanecer de aquel nuevo día. Los soldados despertaron con buen ánimo gracias a la victoria que habían conseguido el día anterior y muchos de ellos ya se encontraban fuera de sus tiendas al alba, pero no era el caso de otros.
Caesar se agachó un poco, asomando su cabeza por la abertura de la tienda y encontró, como se esperaba, a su compañero enrollado en un revoltijo de sábanas.
-Eh, tú, despierta. -No obtuvo respuesta- Oye. -Nada de nada- Ryan. -Una venita se le marcó en la frente por la impaciencia, ¿por qué lo habían enviado a él como despertador?- Dawson. Ryan. Despiértate. -Alzó la voz y recibió un gruñido cansado como respuesta.
-Cinco minutos más -Balbuceó el pelinegro aún medio dormido. Caesar suspiró pesadamente y se adentró un poco en la tienda para halar de la sábana del muchacho.- Ay -Se enderezó con cierta dificultad, revelando su rostro cuya mitad derecha estaba cubierta por sus largos mechones de cabello.- ¿Quién es? ¿Qué hora es? -Preguntó en un susurro y con ojos achinados de recién levantado. Caesar se llevó la mano a la cara por segunda vez en menos de veinticuatro horas.
-Caesar. Hora de levantarse. -Puntualizó- Rápido. Lucina nos quiere a todos listos en media hora. -Y se retiró de la tienda, lo que hubiese sido una salida triunfal de no ser porque se golpeó en la cabeza con la estaca que sostenía el techo de la tienda.
-Cuidado con el techo -Señaló a destiempo el pelinegro cuando ya el otro había salido. Bostezó cubriéndose la boca, aún cuando no había nadie mirándolo como para decir que si no lo hacía estaría siendo maleducado.
Una vez arreglado y ya espabilado al haberse lavado, salió al encuentro de los demás. Apenas había dado unos pasos fuera de su tienda cuando se topó con Tali, que lo recibió con una sonrisa y le extendió una taza de té que humeaba suavemente.
-Buenos días -Saludó alegremente- Ten, es para ti.
-Buenos días, Tali -Correspondió con una sonrisa. Al analizar la segunda frase abrió un poco más los ojos con sorpresa- ¿Para mí? -Se señaló a la par que recibía la taza con una de sus manos, ella asintió- Tali, no tenías por qué -Desvió la mirada un instante, sobrecogido de nuevo por la amabilidad de la pelirroja.
-No es nada, sólo pensé que lo mejor sería que iniciaras el día con un té después de lo que te pasó ayer, éste es especial para recomponer el estómago -Indicó alegremente.
Ryan hizo el amago de hablar pero parecía no saber qué decir, dibujó una sonrisa en su rostro y, para sorpresa de Tali, se arrodilló suavemente frente a ella, tomando su mano derecha con delicadeza y mirándola a los ojos.
-Has sido muy amable conmigo todos estos días. Y con todos, en realidad. Siento que hemos sido bendecidos con tu compañía, has cuidado de nuestra salud de una manera tan altruista. No sé cómo agradecértelo, pero espero hallar la manera de hacerlo. En verdad, muchas gracias -Al terminar de hablar, se inclinó y depositó un gentil beso en el dorso de la mano de Tali.
La pelirroja se quedó de piedra sin poder pronunciar palabra y su rostro se encendió en las mismas tonalidades que su cabello. Por suerte para ella, Ryan no se había percatado de ello pues en cuanto se enderezó y había soltado su mano, Lucina llamó su atención.
-Ryan, buenos días -Saludó con amabilidad la peliazul, ajena a toda la situación- ¿Estás listo? Será mejor que la expedición inicie pronto, debemos aprovechar la luz del día y necesitamos a nuestros soldados de vuelta.
-Señorita Lucina -El pelinegro se giró hacia ella e hizo una leve reverencia, con lo que sus cabellos se deslizaron hacia adelante- Sí, en un momento estaré listo -Se enderezó.
-Puedes llamarme Lucina -Aclaró ella con una sonrisa- De acuerdo, partirás con el resto en diez minutos -Él asintió.
-Disculpa por eso… -Empezó Ryan girándose de vuelta hacia Tali, cuando se percató de que ella ya no estaba.
Parpadeó confundido, tratando de buscarla con la mirada. Quizá había tenido que ir a hacer algo con urgencia. Asintió para sí y bebió un sorbo del té, disfrutando el delicioso sabor del mismo.
Caesar se agachó un poco, asomando su cabeza por la abertura de la tienda y encontró, como se esperaba, a su compañero enrollado en un revoltijo de sábanas.
-Eh, tú, despierta. -No obtuvo respuesta- Oye. -Nada de nada- Ryan. -Una venita se le marcó en la frente por la impaciencia, ¿por qué lo habían enviado a él como despertador?- Dawson. Ryan. Despiértate. -Alzó la voz y recibió un gruñido cansado como respuesta.
-Cinco minutos más -Balbuceó el pelinegro aún medio dormido. Caesar suspiró pesadamente y se adentró un poco en la tienda para halar de la sábana del muchacho.- Ay -Se enderezó con cierta dificultad, revelando su rostro cuya mitad derecha estaba cubierta por sus largos mechones de cabello.- ¿Quién es? ¿Qué hora es? -Preguntó en un susurro y con ojos achinados de recién levantado. Caesar se llevó la mano a la cara por segunda vez en menos de veinticuatro horas.
-Caesar. Hora de levantarse. -Puntualizó- Rápido. Lucina nos quiere a todos listos en media hora. -Y se retiró de la tienda, lo que hubiese sido una salida triunfal de no ser porque se golpeó en la cabeza con la estaca que sostenía el techo de la tienda.
-Cuidado con el techo -Señaló a destiempo el pelinegro cuando ya el otro había salido. Bostezó cubriéndose la boca, aún cuando no había nadie mirándolo como para decir que si no lo hacía estaría siendo maleducado.
Una vez arreglado y ya espabilado al haberse lavado, salió al encuentro de los demás. Apenas había dado unos pasos fuera de su tienda cuando se topó con Tali, que lo recibió con una sonrisa y le extendió una taza de té que humeaba suavemente.
-Buenos días -Saludó alegremente- Ten, es para ti.
-Buenos días, Tali -Correspondió con una sonrisa. Al analizar la segunda frase abrió un poco más los ojos con sorpresa- ¿Para mí? -Se señaló a la par que recibía la taza con una de sus manos, ella asintió- Tali, no tenías por qué -Desvió la mirada un instante, sobrecogido de nuevo por la amabilidad de la pelirroja.
-No es nada, sólo pensé que lo mejor sería que iniciaras el día con un té después de lo que te pasó ayer, éste es especial para recomponer el estómago -Indicó alegremente.
Ryan hizo el amago de hablar pero parecía no saber qué decir, dibujó una sonrisa en su rostro y, para sorpresa de Tali, se arrodilló suavemente frente a ella, tomando su mano derecha con delicadeza y mirándola a los ojos.
-Has sido muy amable conmigo todos estos días. Y con todos, en realidad. Siento que hemos sido bendecidos con tu compañía, has cuidado de nuestra salud de una manera tan altruista. No sé cómo agradecértelo, pero espero hallar la manera de hacerlo. En verdad, muchas gracias -Al terminar de hablar, se inclinó y depositó un gentil beso en el dorso de la mano de Tali.
La pelirroja se quedó de piedra sin poder pronunciar palabra y su rostro se encendió en las mismas tonalidades que su cabello. Por suerte para ella, Ryan no se había percatado de ello pues en cuanto se enderezó y había soltado su mano, Lucina llamó su atención.
-Ryan, buenos días -Saludó con amabilidad la peliazul, ajena a toda la situación- ¿Estás listo? Será mejor que la expedición inicie pronto, debemos aprovechar la luz del día y necesitamos a nuestros soldados de vuelta.
-Señorita Lucina -El pelinegro se giró hacia ella e hizo una leve reverencia, con lo que sus cabellos se deslizaron hacia adelante- Sí, en un momento estaré listo -Se enderezó.
-Puedes llamarme Lucina -Aclaró ella con una sonrisa- De acuerdo, partirás con el resto en diez minutos -Él asintió.
-Disculpa por eso… -Empezó Ryan girándose de vuelta hacia Tali, cuando se percató de que ella ya no estaba.
Parpadeó confundido, tratando de buscarla con la mirada. Quizá había tenido que ir a hacer algo con urgencia. Asintió para sí y bebió un sorbo del té, disfrutando el delicioso sabor del mismo.
Aquellos destinados a la expedición habían iniciado su misión unas tres horas atrás y a cada minuto que pasaba se adentraban más en un espeso bosque que delimitaba con las murallas del pueblo. Los miembros del grupo se organizaron en equipos más pequeños para explorar el territorio de manera más eficaz. Tali, Ryan y Fay estaban siendo acompañados por otros tres soldados.
-Olvidé preguntarte ayer, ¿cómo es que te enfermaste? -Cuestionó Tali después de unos momentos de silencio en los que se dedicaron a analizar el terreno. La muchacha ya estaba más tranquila que hacía unas horas, al menos en apariencia.
-¿Cómo? -Preguntó Fay sin entender, pues la pelirroja había soltado la pregunta al aire.
-Ah, eso -Ryan se giró hacia ella- Bueno… ¿También percibiste el olor a sangre que se esparció por el lugar durante el enfrentamiento? -Tali arrugó la nariz tan sólo al recordarlo, su espontánea reacción causó que Ryan soltara una suave risa- Perdón. Bueno… Ha sido eso. No pensé que iba a afectarme tanto, pero ya ves… -Contempló.
-Entiendo, ahora tiene más sentido.
-¿Te habías enfermado? -Dijo el peliblanco acercándose más a ellos. Habiendo analizado las actitudes del grupo aquellos días, pudo deducir que ese par era el más amable y apacible, así que pensó que serían un buen comienzo para familiarizarse mejor con todos.
-Sí -Ahora el pelinegro se giró hacia él- Por suerte, Tali me ayudó a tiempo y me recuperé rápido -Le sonrió.
-Ya veo, qué bien -Fay correspondió a la sonrisa- Tienes gran habilidad para la curación -Dijo dirigiéndose a la pelirroja, Ryan secundó la moción con un asentimiento.
-No es para tanto - Tali sacudió las manos frente a ella levemente, algo avergonzada- En todo el caso el crédito se lo llevan mis abuelos, de ellos aprendí -Dijo con orgullo a la par que sonreía, el pelinegro pudo percibir en esa sonrisa un atisbo de melancolía e inclinó levemente la cabeza, pero no tuvo tiempo de preguntar.
-De igual manera la habilidad es tuya, eres muy buena por lo que he visto -Continuó Fay.
-Fay tiene razón -Habló Ryan mientras apoyaba su bastón mágico en el suelo- ¿Puedo decirte por tu nombre? -Preguntó al peliblanco un poco dubitativo, pues incluso aquel tuteo le había costado un poco.
-Claro, no hay problema -Respondió el aludido, Ryan sonrió con entusiasmo y se dispuso a invocar sus poderes de tierra para analizar de nuevo el terreno.
Tali observó la escena alegremente, en lo que iba de viaje había presenciado como su compañero poco a poco se abría más al hecho de tratar a todos sus compañeros de manera más casual, como ella le había sugerido al principio, y eso era un buen avance. Aunque no negaba que su formalidad era un aspecto muy lindo en él.
-Creo que encontré algo -Dijo de pronto Ryan, sacando a Tali de sus pensamientos.
-¿Por dónde? -Preguntó Fay, el ojiazul señaló con su mano un punto hacia el norte.
-Olvidé preguntarte ayer, ¿cómo es que te enfermaste? -Cuestionó Tali después de unos momentos de silencio en los que se dedicaron a analizar el terreno. La muchacha ya estaba más tranquila que hacía unas horas, al menos en apariencia.
-¿Cómo? -Preguntó Fay sin entender, pues la pelirroja había soltado la pregunta al aire.
-Ah, eso -Ryan se giró hacia ella- Bueno… ¿También percibiste el olor a sangre que se esparció por el lugar durante el enfrentamiento? -Tali arrugó la nariz tan sólo al recordarlo, su espontánea reacción causó que Ryan soltara una suave risa- Perdón. Bueno… Ha sido eso. No pensé que iba a afectarme tanto, pero ya ves… -Contempló.
-Entiendo, ahora tiene más sentido.
-¿Te habías enfermado? -Dijo el peliblanco acercándose más a ellos. Habiendo analizado las actitudes del grupo aquellos días, pudo deducir que ese par era el más amable y apacible, así que pensó que serían un buen comienzo para familiarizarse mejor con todos.
-Sí -Ahora el pelinegro se giró hacia él- Por suerte, Tali me ayudó a tiempo y me recuperé rápido -Le sonrió.
-Ya veo, qué bien -Fay correspondió a la sonrisa- Tienes gran habilidad para la curación -Dijo dirigiéndose a la pelirroja, Ryan secundó la moción con un asentimiento.
-No es para tanto - Tali sacudió las manos frente a ella levemente, algo avergonzada- En todo el caso el crédito se lo llevan mis abuelos, de ellos aprendí -Dijo con orgullo a la par que sonreía, el pelinegro pudo percibir en esa sonrisa un atisbo de melancolía e inclinó levemente la cabeza, pero no tuvo tiempo de preguntar.
-De igual manera la habilidad es tuya, eres muy buena por lo que he visto -Continuó Fay.
-Fay tiene razón -Habló Ryan mientras apoyaba su bastón mágico en el suelo- ¿Puedo decirte por tu nombre? -Preguntó al peliblanco un poco dubitativo, pues incluso aquel tuteo le había costado un poco.
-Claro, no hay problema -Respondió el aludido, Ryan sonrió con entusiasmo y se dispuso a invocar sus poderes de tierra para analizar de nuevo el terreno.
Tali observó la escena alegremente, en lo que iba de viaje había presenciado como su compañero poco a poco se abría más al hecho de tratar a todos sus compañeros de manera más casual, como ella le había sugerido al principio, y eso era un buen avance. Aunque no negaba que su formalidad era un aspecto muy lindo en él.
-Creo que encontré algo -Dijo de pronto Ryan, sacando a Tali de sus pensamientos.
-¿Por dónde? -Preguntó Fay, el ojiazul señaló con su mano un punto hacia el norte.
Al llegar a la entrada de la cueva se encontraron con otro grupo de la expedición. Tali les enseñó a todos un dibujo del Plantago Motus que había hecho a memoria, para que tuvieran una mejor idea de lo que estaban buscando. La pelirroja invocó a Lumi para iluminar el camino, decidieron no utilizar fuego para evitar quemar por error las plantas de ese lugar.
Tras un largo rato inspeccionando, no veían nada más que una abundante masa de crisantemos creciendo en toda la extensión del lugar y, aunque era una vista de ensueño, no era lo que estaban buscando, por lo que algunos comenzaban a perder las esperanzas. No fue hasta llegar al fondo de la cueva que uno de los soldados avistó un pequeño racimo de Plantago Motus que se erguía humildemente en su lugar. Tali se acercó animada a recogerlo con Lumi a su lado cuando de pronto el lobo gruñó. Una criatura que parecía estar constituida de raíces vegetales entrelazadas entre sí y cuya apariencia asemejaba a la de un carnero con cuernos más grandes de lo usual, saltó desde atrás del racimo con la intención de embestirlos.
-¡Cuidado, Tali! -Exclamó Ryan, que se puso frente a ella y creó una burbuja de aire con la que encerró a la bestia.
-¿Qué hacemos? -Preguntó ella, que había retrocedido un paso por el susto. Lumi rodeaba la burbuja de aire listo para atacar y el carnero golpeaba la barrera semitransparente amenazando con atravesarla en cualquier momento.
-¡Atacarla! ¿Qué más? -Respondió uno de los soldados.
-No podré contenerla por mucho tiempo -Mencionó el pelinegro que se esforzaba por mantener el conjuro en pie.
-Vamos -Exclamaron algunos soldados del otro equipo, listos para arremeter contra la bestia.
-¡Esperen! No -Los detuvo Fay, a lo que no hicieron caso y, en cuanto la criatura se liberó de la barrera, los soldados y ésta se lanzaron a atacar pero el carnero los derribó fácilmente con una embestida y siguió de largo.
-¿Qué pasa, Fay? -Preguntó Tali presurosa.
-Puedo sentir cierta perturbación en esta criatura, creo que es una especie de guardián de esa planta.
-¿Y qué hacemos? -Intervino Ryan.
-No creo que sea necesario combatirla, sólo hay que comunicarle nuestras intenciones -Dijo el peliblanco, Ryan y Tali intercambiaron una mirada de confusión.- Necesito que se acerque a nosotros -Declaró con tal decisión que no daba espacio a un “no” como respuesta. Tali asintió y se dirigió a su invocación.
-¡Lumi! Atrae su atención, haz que se acerque a nosotros -El lobo hizo un gesto y se giró hacia la bestia para luego lanzar un fuerte aullido, ésto fue suficiente para que el carnero reaccionara y redirigiera sus pasos hacia ellos.
Tali y Ryan observaron con preocupación sin comprender el plan del albino, pero éste seguía mostrándose decidido y blandía su varita mágica hacia el frente con firmeza. La punta de su varita emitió una luz blanca y un segundo después la cabeza del carnero hizo contacto con la misma, quedando paralizado en el acto. Los otros abrieron los ojos con sorpresa cuando la bestia relajó su postura mientras Fay pronunciaba unas palabras ininteligibles para ellos, y lo que le hubiese comunicado en ese momento funcionó pues la criatura hizo una leve reverencia con su cabeza y regresó al lugar del cual había salido en un primer momento.
-¿Qué sucedió? -Preguntó Ryan entre la admiración y la sorpresa.
-Le comuniqué nuestras intenciones a través de un conjuro -Explicó Fay tranquilamente, mientras se acercaba a curar a los otros soldados- Mmm, ¿Cómo explicarlo? Se crea, digamos, una conexión entre ambos seres tal que pueden percibir las verdaderas intenciones del otro. Entendió que nuestra finalidad es noble, pues usaremos la planta para curar a nuestros colegas, y accedió.
-Ahh -Emitieron Ryan y Tali al mismo tiempo, fascinados.
-Sólo me pidió una condición -Ellos lo miraron expectantes- Que no nos llevemos toda la planta -Sonrió.
-Claro -Asintió Tali alegremente- Sólo necesitamos algunas hojas. -Y se acercó a la planta para comenzar a extraerlas.
-Eso fue increíble -Halagó Ryan, tenía una expresión similar al de un niño pequeño que había presenciado algo extraordinario.
-No es para tanto, pero me alegra haber sido de ayuda. -Sonrió Fay.
-Listo -Regresó Tali- Ahora hay que avisarle al resto y volver al pueblo. -Los demás asintieron. Calcularon que llegarían allá poco después del mediodía.
Tras un largo rato inspeccionando, no veían nada más que una abundante masa de crisantemos creciendo en toda la extensión del lugar y, aunque era una vista de ensueño, no era lo que estaban buscando, por lo que algunos comenzaban a perder las esperanzas. No fue hasta llegar al fondo de la cueva que uno de los soldados avistó un pequeño racimo de Plantago Motus que se erguía humildemente en su lugar. Tali se acercó animada a recogerlo con Lumi a su lado cuando de pronto el lobo gruñó. Una criatura que parecía estar constituida de raíces vegetales entrelazadas entre sí y cuya apariencia asemejaba a la de un carnero con cuernos más grandes de lo usual, saltó desde atrás del racimo con la intención de embestirlos.
-¡Cuidado, Tali! -Exclamó Ryan, que se puso frente a ella y creó una burbuja de aire con la que encerró a la bestia.
-¿Qué hacemos? -Preguntó ella, que había retrocedido un paso por el susto. Lumi rodeaba la burbuja de aire listo para atacar y el carnero golpeaba la barrera semitransparente amenazando con atravesarla en cualquier momento.
-¡Atacarla! ¿Qué más? -Respondió uno de los soldados.
-No podré contenerla por mucho tiempo -Mencionó el pelinegro que se esforzaba por mantener el conjuro en pie.
-Vamos -Exclamaron algunos soldados del otro equipo, listos para arremeter contra la bestia.
-¡Esperen! No -Los detuvo Fay, a lo que no hicieron caso y, en cuanto la criatura se liberó de la barrera, los soldados y ésta se lanzaron a atacar pero el carnero los derribó fácilmente con una embestida y siguió de largo.
-¿Qué pasa, Fay? -Preguntó Tali presurosa.
-Puedo sentir cierta perturbación en esta criatura, creo que es una especie de guardián de esa planta.
-¿Y qué hacemos? -Intervino Ryan.
-No creo que sea necesario combatirla, sólo hay que comunicarle nuestras intenciones -Dijo el peliblanco, Ryan y Tali intercambiaron una mirada de confusión.- Necesito que se acerque a nosotros -Declaró con tal decisión que no daba espacio a un “no” como respuesta. Tali asintió y se dirigió a su invocación.
-¡Lumi! Atrae su atención, haz que se acerque a nosotros -El lobo hizo un gesto y se giró hacia la bestia para luego lanzar un fuerte aullido, ésto fue suficiente para que el carnero reaccionara y redirigiera sus pasos hacia ellos.
Tali y Ryan observaron con preocupación sin comprender el plan del albino, pero éste seguía mostrándose decidido y blandía su varita mágica hacia el frente con firmeza. La punta de su varita emitió una luz blanca y un segundo después la cabeza del carnero hizo contacto con la misma, quedando paralizado en el acto. Los otros abrieron los ojos con sorpresa cuando la bestia relajó su postura mientras Fay pronunciaba unas palabras ininteligibles para ellos, y lo que le hubiese comunicado en ese momento funcionó pues la criatura hizo una leve reverencia con su cabeza y regresó al lugar del cual había salido en un primer momento.
-¿Qué sucedió? -Preguntó Ryan entre la admiración y la sorpresa.
-Le comuniqué nuestras intenciones a través de un conjuro -Explicó Fay tranquilamente, mientras se acercaba a curar a los otros soldados- Mmm, ¿Cómo explicarlo? Se crea, digamos, una conexión entre ambos seres tal que pueden percibir las verdaderas intenciones del otro. Entendió que nuestra finalidad es noble, pues usaremos la planta para curar a nuestros colegas, y accedió.
-Ahh -Emitieron Ryan y Tali al mismo tiempo, fascinados.
-Sólo me pidió una condición -Ellos lo miraron expectantes- Que no nos llevemos toda la planta -Sonrió.
-Claro -Asintió Tali alegremente- Sólo necesitamos algunas hojas. -Y se acercó a la planta para comenzar a extraerlas.
-Eso fue increíble -Halagó Ryan, tenía una expresión similar al de un niño pequeño que había presenciado algo extraordinario.
-No es para tanto, pero me alegra haber sido de ayuda. -Sonrió Fay.
-Listo -Regresó Tali- Ahora hay que avisarle al resto y volver al pueblo. -Los demás asintieron. Calcularon que llegarían allá poco después del mediodía.
Cris- .::░ღAdmin~Contest.ღ░::.
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Edad : 27
Cumpleaños!! : 09/07/1997
Mi llegada : 29/11/2009
Mis Mensajes : 2048
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Re: [Roll] La Edad Dorada
Hablando de largo (? No me maten (??
Temprano en la mañana Caesar se aseguró de despedirse de Lucina con un fuerte abrazo que le costó un rodillazo en el abdomen, había sido demasiado público y demasiado fuerte como para que la mujer lo aceptase como si nada. Pero, al contrario de cualquier molestia, Caesar seguía notándose como siempre y hasta más enérgico, aún después del largo recorrido que fue llegar a mitad de camino con un grupo pequeño y vehículos pesados incluyendo recursos considerados como curiosos y valiosos para la encerrada humanidad. Junto a muchas noticias, tantas que la única buena era opacada en su totalidad.
El grupo llegó al Syl un día después de su partida de las ruinas, tardaron más horas de las que predecían gracias a la limpieza de criaturas salvajes que hicieron en el recorrido. Y aun todo eso no predecía el mal tiempo que iban a tener en su ingreso. Al principio todo fue tranquilo, solo habían sido rodeados por ciudadanos curiosos respecto al repentino regreso. Y después comprendieron que por mucho infierno que estuviesen viviendo fuera de los muros, dentro de los mismos se desencadenaba otro tipo de infierno, el de la espera en ignorancia,aun cuando sus seres queridos comunicaron este hecho, aun cuando la formación de las fuerzas advirtieron sobre esa realidad, la esperanza e intranquilidad de los que no luchaban nunca podía morir, causando desesperación en la prolongación del tiempo.
Cuando ciudadanos comunes se acercaban a preguntar por los que habían quedado en la zona segura, podían contestar hasta con gestos alegres, pero cuando preguntaban por alguien que no logró llegar más allá nisiquiera podían formular una frase completa, nisiquiera ellos, personas entrenadas para la supervivencia. No existía un consuelo para ello y nunca lo habría. Dando un mayor golpe psicológico el ver cómo las personas que con ilusión se acercaban, pero terminaban derrotadas en llantos de desesperanza rogando que solo se tratase de un mal sueño.
Estaban entrenados para soportar golpes y algunos cortes, pero ninguno estaba entrenado para soportar el dolor del quebranto. Menos los más jóvenes, que nunca antes habían presenciado la realidad del lado oscuro: El lado de la culpa.
▬
Cuando los grupos de misiones de búsqueda y de regresión partieron, la “Ciudad de Piedra” como decidieron llamarla quedó resguardada por la mitad de todos los guerreros sobrantes. Vigías en las alturas, protectores en las entradas y centros, y trampas alrededor de todo el terreno otorgadas por fusileros y magos.
La atención prestada al exterior era más latente e insistente que la acostumbrada entre el espeso bosque. Estaban a campo abierto sin las ramificaciones de los frondosos árboles haciendo de escudo para depredadores aéreos, los más molestos sin duda, y sin gente suficiente para tratar con alguna estampida.
- ¿Todo bien? - La voz de su hermana mayor hizo a Liv apartar su vista del horizonte del primer día como vigía, el medio día había llegado pronto para ella y todos al sentir la falta de personas más pesada que antes.
- Con hambre. - Respondió junto a un sonido gutural apreciable hasta para su hermana, que estaba varios metros bajo ella. Eso la avergonzó y sus mejillas enrojecieron. La mayor rió de esto, su hermanita nunca dejaría de ser eso, una pequeña.
- Vamos a esperar a los de la misión de búsqueda para comer algo más elaborado, aguanta un poco. - Pidió Lucina con una sonrisa y lanzó una manzana junto a un pequeño racimo de uvas después. Las manos de Liv las atraparon por costumbre, más que por simple suerte.
- Gracias. - Gritó animada. No se lo esperaba, pero tampoco le sorprendió, su hermana sabía las horas en las que el hambre la hacían entrar a la cocina a robar varios bocadillos que le eran arrebatados en cuanto llegaba a la entrada encontrando a su hermana quien la regañaba, dejando que solo se quedase con uno de los tantos que tomaba.
Todo continuó con normalidad hasta la noche, sabían que el equipo de regresión tardaría mínimo otro día, mientras que el equipo de búsqueda estuvo de vuelta antes de lo previsto; que desencadenaba un buen augurio en las mentes de todos.
En cuanto llegaron, Lucina corrió hacia Tali para preguntarle sobre las cosas que necesitaba para el antídoto; la pelirroja sabía que en esa ocasión la cantidad era mayor a la cantidad que normalmente preparaba en medicinas, por lo que además de su bolso tuvo que pedir mayor instrumentaria, aparecida a la que ella misma tenía y personas que pudiesen seguirle el ritmo de su explicación, eso la dejaba con ciertos nervios porque si antes le habían explicado la preparación de algo, nunca había sido al contrario, menos un antídoto tan importante, que tampoco estaban seguros que iba a funcionar, pero ella y muchos más confiaban en el instinto de Maechen por lo que debían de intentarlo al menos. En otras palabras, debía de funcionar o haber puesto en riesgo a tantas personas, habría sido por nada.
Hubieron voluntarios y prepararon todo lo necesario; además de la "Plantago motus" iban a necesitar más elementos, no era una simpleza su cometido, y no debía de tratar el remedio como tal, por lo que supuso el antídoto como medicina para tratar el veneno. Todas éstas medicinas seguían un mismo patrón de preparación con diferencia en el elemento principal, el que ellos ya poseían.
Pasaron unos minutos antes de terminarlo pero no celebraron antes de tiempo pues llegó el dilema que los dejó en blanco: ¿Cómo se daba un antídoto a una piedra?
Un mago santo les resolvió este inconveniente, y la respuesta no era tan complicada, la magia santa se encargaba de introducir el antídoto en los cuerpos de una manera aparentemente etérea y de regarlo en toda la extensión del cuerpo, después de todo, de eso se trataba su magia recobrar dolencias y potenciar aptitudes.
Regresados los guerreros a sus acostumbradas pieles, pero desmayadas almas, fueron recostados en tapetes in situ que tuvieron que tender para evitar maltratar los cuerpos que caían cansados por la inmovilidad de casi veinticuatro horas.
Maechen fue el primero en abrir los ojos a penas para pronunciar un débil gracias que relajó las ansias intranquilas de todos los soldados..
Pasado un tiempo y los pocos ánimos recobrados de los recién curados, celebraron con un pequeño festín acompañado de cháchara relajada, evitando los alborotos y especialmente los ruidos fuertes para evitar atraer cualquier criatura.
Maechen aprovechó para agradecer personalmente a todos los del equipo de búsqueda.
▬
La noche había avanzado y Liv por fin sentía su estómago y ánimo revitalizados gracias a la comida que le fue entregada y que había devorado con gusto.
Ella sabía que era su obligación permanecer ahí, nisiquiera en la celebración se unió por mantenerse alerta y aun dejando pasar eso, cuando vio los cabellos rojos pasando por su puesto solo saltó haciendo un ruido sordo entre la tierra y sus botas de cuero provocando una corriente desde los tobillos hasta la cabeza que la dejó estática y murmurando un suave modismo de dolor.
Tali al escuchar el golpe a sus espaldas se giró por inercia y vio a Liv incorporándose de una caída, que presentía, hizo sentir punzadas a la pelinegra.
- ¿Estás bien? - Preguntó al clavarle la mirada verde, Liv asintió aguantando cualquier otro quejido de dolor que hubiera querido hacer.
- Así enseñan a aterrizar en la clase de salto.. - Respondió con voz adolorida, pero pronto se recompuso y observó a Tali, desde arriba parecía que solo estaba paseando, así que sentía que no interrumpía nada. O eso esperaba.
- ¿Hay clase de salto? - Preguntó Tali intrigada pero con gracia. A Liv se le notaba la mentira, en sus palabras y rostro.
- Para los grulla… - Respondió queriendo ser seria, pero al final negó. - No, solo nos caemos y aprendemos a las malas… - Volvió a mentir.
- ¿En serio?
- No, yo sí aprendí a las malas. - Terminó diciendo la verdad con una pequeña risa. - Disculpa si te perturbé con eso.
- No pasa nada. - Le sonrió y levantó la mirada al puesto de vigilancia que había escogido la pelinegra. - Está bastante alto. -
- ¿Ah sí? A mi me gusta. Tiene buena vista. - También miró hacia arriba. - ¿Quieres subir? - Le sonrió, Tali pareció pensárselo, pero al final accedió.
Habían creado una escalera rústica con palos y clavos, para facilitar el acceso al pequeño puesto vigía que no era más que dos totems, varios metros arriba, unidos por un tronco bien conservado de un roble cortado en vertical.
Liv le indicó a Tali donde pisar para mantener un mejor equilibrio y se sentaron con cuidado de no hacer algún movimiento brusco. Al final, pudieron observar el horizonte nocturno del espeso bosque.
- ¿Siempre ves cosas así? - Liv asintió a la pregunta con emoción. Se notaba que estar ahí de alguna manera la animaba.
- De hecho si apagaran las fogatas se vería mucho mejor. - Aseguró, pero no era una sorpresa, la noche en su estado natural para cualquiera siempre iba a ser más bonita.
- La próxima vez me ofreceré de vigía. - Dijo Tali. Liv hizo un gesto con la cabeza de que era su decisión.
- Por cierto, Buen trabajo con ese antídoto. - Recordó, Tali pareció complicada por ello. - ¿Qué pasa?
- Es que… - Se pensó sus palabras, no quería sonar decepcionada, porque no era el caso. - Si no hubiese sido por el señor Maechen, nunca lo habría hecho, o siquiera se me habría pasado por la mente.
- ¿Y eso es malo?
- No, simplemente es… - Volvió a parecer complicada observando la luna que aún menguante, brillaba como llena. - Te das cuenta de lo mucho que falta. - Volvió a ver a Liv con una sonrisa. - Pero es parte del aprendizaje, nunca es suficiente ¿No? - Dijo y Liv se encogió de hombros.
- No sé para ti, realmente esas cosas no son lo mío. - Hizo una pausa en la que se mantuvo pensante. - No me gusta mucho el estudio, prefiero moverme, y detesto tener un libro al frente mío - Explicó con una risa avergonzada.
- Bueno, es otra manera de aprender; solo que no es la convencional.
- Si tú dices. - Tomó aire y luego suspiró. - Gracias.
- ¿Qué? - Quedó expectante. Liv miró al suelo. - ¿Por? - Prefirió cambiar la pregunta al notar que la chica no parecía muy segura de cómo contestar a su sorpresa.
- Quería decírtelo anoche pero no te encontré, y hoy salieron temprano. - Explicó, Tali solo respondió con un sonido de entendimiento. - Cuando quedamos atrapadas si no me hubieses encontrado, creo que me habría quedado de piedra también o hubiese enloquecido, no sé con certeza. Lumi y Pyro hicieron mucho trabajo protegiéndome además, estaba hecha una niñita. - Se rascó la cabeza, no podía dejar el rubor de pena a un lado, pero era su verdad.
- Habrías hecho lo mismo. - Aseguró, y le palmó el hombro. - Además se podría decir que tu te encargaste de mí cuando desmayé. Así que estamos a mano.
- No es igual. - Negó. - No sé como explicarlo pero no lo es.
- Veo que no te gusta perder. - Se rió de la actitud de su compañera.
- La verdad no. - Rió con ella.
Continuaron platicando de varias cosas con el pasar de las horas, centrándose mucho más en lo que encontraban en el paisaje y compartiendo opiniones de lo mismo; hasta que Tali tuvo que regresar al pequeño campamento provisorio para esas noches. Liv todavía tenía una guardia que mantener, y su turno no cambiaba sino hasta más tarde, algo que fue por decisión propia, por enamoramiento al paisaje y la energía que poseía.
—
Al día siguiente se mantuvieron al tanto de cualquier noticia referente al grupo faltante, no podían partir hasta estar seguros de que el lugar era completamente de ellos. No tuvieron mayores inconvenientes a excepción de unas bestias pequeñas en las entradas por la tarde, lo que se resolvió rápido y sin miramientos. No querían que llegasen en manadas conociendo que aunque prescindian de más personal, muchos aún no se recuperaban del todo y no querían ser tomados por sorpresa. Siendo gran parte de este grupo los que se dedicaron a registrar los interiores del lugar. Obteniendo polvos y cenizas, además de casuchas caídas por el simple hecho de tocar una “pared” comprobando que la antigüedad de ese pueblo era tan vasta como el mismo mundo. Lo extraño de lo mismo es que nunca antes se la haya descubierto en antiguas misiones de reconocimiento, y hasta para el mismo Maechen era un lugar desconocido.
A los curiosos, Maechen se tomó la molestia de explicar la razón del extraño fenómeno; que no era mas que un tipo de escudo espacio-tiempo. Una magia demasiado grande como para ser retenida por un frágil cuerpo humano, por lo que aseguraba, el artefacto que lo haya estado conteniendo tenía las posibilidades de hallarse ahí mismo, o así mismo como el pueblo, haber desaparecido del mapa.
El lugar prácticamente había sido “invisible” e “intangible” para los viajeros que cruzasen por su territorio, hasta ese momento. Y podría ser que desde antes de su llegada. "Es un golpe de suerte o de desfortunio" aclaró el anciano Maechen aun sentado en la planicie de una carretilla de carga abierta. Ese logro podría haber sido de generaciones anteriores o posteriores, a quienes le tocase. Pero al mismo pueblo daba a notar una antigüedad que atraía un mal presagio y lo que sea que escondiera además de un pasado turbulento con ataques de bestias inimaginables, también atrajo el temor de varios soldados, aun en las circunstancias que vivían, todos sabían que nada de eso era normal.
Pasaron unas horas de exploración interna, hasta que algo alarmó a los involucrados.
- ¡Anciano! - El grito fuerte de Nazhcar llamó la atención de quienes se encontraban cerca entre ellos Lucina, Ryan y Fay.
- ¿Qué ocurre? No es bueno para el alma gritar así. - Le dijo Maechan al llegar hasta donde se encontraba el hombre.
- Disculpe señor. - Inhaló fuerte. - Parece que encontramos algo interesante.
- ¿Ah sí? - El viejo solo sonrió. Nazhcar asintió y con su pie tamboreó el suelo, sonaba a metal fuerte, lo que hacía perturbante el sonido contra una bota reforzada como la de él. - Veo que sí. - El anciano abrió los ojos más curiosos esta vez.
- No tiene nada que nos ayude a saber cómo abrirlo, por eso lo he llamado.
- Comprendo, comprendo. - Dijo simplemente. - Sepan que ya no estoy en edad para esto, a penas y me hago abasto para andar.
Aunque dijo eso, nadie le creía tal mentira, ese hombre solo podía contra cien de ellos.
Juntó sus manos y su invocación apareció, como siempre era un soldado imponente, misma que desapareció bajo tierra en cuanto Maechen la envió, unos segundos después el sonido de metal oxidado y pesado se hizo presente bajo ellos, el polvo y tierra se levantaron obligando a todos a tapar sus rostros, y así mismo varios tuvieron que moverse ya que también estaban siendo levantados con la entrada, la que era más grande de lo que podrían haber imaginado. Y una vez abierto, una escalera daba paso a un oscuro subterráneo
.
Al descender bajo tierra, fueron precavidos y cuidando la espalda del otro para así evitar sorpresas.
Lucina, Fay y Ryan se mantuvieron juntos por seguridad del equipo, pero una vez llegaron a una planta y Ryan ayudó a dar luz con fuego, notaron que tanto el piso, techo y paredes estaban cubiertos con madera tan lustrosa que parecía no haber tenido ni un solo día de hecho.
- ¿Qué es este lugar? - Preguntó Lucina esperando la respuesta del mayor. Y el mismo la miró y sonrió.
- Primero, tranquilos, pueden relajarse, no hay nada. - Los demás hicieron lo dicho. - Presten atención, hemos encontrado un escondite sagrado. - Expresó maravillado. - Aquí, no existe el tiempo, o al menos no para su espacio. - Miró a Ryan y le señaló las paredes, las cuales poseían apliques, el joven entendió y los encendió, y aunque con el calor del fuego empezaron a sentir todo más pesado, no quitaba el asombro de aquel espacio. Y así mismo pudieron observar un pequeño altar ocupado por una caja, que pretendía ser de mejor calidad que la madera del rededor y que el metal del exterior. Todos se acercaron. - ¿Curioso no? - Manifestó, los demás se observaron entre sí, era solo una caja. - Esto es lo que mantenía escondido al pueblo.
- ¿Cómo es que esto mantenía oculto a todo un lugar? - Nazhcar se cruzó de brazos. No esa incredulidad al mayor, era simple curiosidad, y la falta de lógica en esas palabras, lo que lo hacían reaccionar así.
- Bueno, posee magia. pero me temo que no es la mejor.
- ¿A qué se refiere, Mago Maechen? - Esta vez Ryan tomó la palabra.
- Bueno, si no me equivoco, esta es la caja de pandora. - Apenas tocó su superficie y el lugar comenzó a temblar, dejando nervioso a más de uno cuando el hombre la soltó. Todos estaban atónitos, según los antiguos manuscritos esa caja había desaparecido de la faz de la tierra hace muchos años. - Y no solo está muy bien resguardada, sino que su interior, es una prision de monstruos. Ustedes saben la historia, esta caja tiene parte de culpa del mundo en el que hoy vivimos. Que la hayamos encontrado… No sé cómo tomarlo. - La quedó observando y estudiando. -
- ¿La vamos a llevar? - Preguntó Nazhcar, Maechen se alejó de la misma y le pidió que lo sigan.
- No nos podemos arriesgar a perder más personas, si la sacamos nosotros, este lugar colapsara.
- Pero señor, si lo logramos, aunque sea por pura suerte…
- No. - Rebatió el mayor. - Así como el pueblo que alguna vez vivió sobre este lugar, solo cuidaremos que se quede dónde está. Este mundo es prueba de lo que ocurre cuando esta caja pasa a manos equivocadas. - Concluyó una vez estuvieron fuera, esta vez pidió a Ryan que apagase las llamas y este así lo hizo, luego el maestro volvió a usar su invocación para cerrar la puerta con cuidado y ocultarla con paciencia. De ser posible, aquella caja no volvería a ver la luz. Razón por la que se dio aviso de su encuentro a los demás, manteniéndolos advertidos de la misma.
▬
Llegó un nuevo amanecer y con este el equipo de regresión llegó junto a los expertos y un pequeño equipo para las fases iniciales de la construcción.
Los expertos no perdieron el tiempo en explicar que las murallas creadas por el pueblo no eran más que piedras inútiles ante la protección demoníaca que ellos poseían en la principal polis. Y tomando su reconstrucción como prioridad no tardaron en organizar a los trabajadores para cada área necesaria, desde mediciones hasta colocación de piedras, de ser necesario, gigantes, que eran reforzadas de a una con magia santa. Lo que los obligó a quedarse otra noche, con el objetivo de salvaguardar a los ciudadanos, y de ayudar hasta por lo menos lograr las cimentaciones planeadas para ese mismo día y así poder partir el siguiente al alba.
La noche cayó, y el Jefe en construcción les pidió a los guerrero ayudantes descansar, entre ellos estaba Caesar que se encargaba de variada indumentaria pesada junto a otros miembros del clan marcial.
Desde su llegada, no solo Caesar, sino todo el equipo de regresión, se mantuvo bastante distraído y callado, en el caso del rubio: no estuvo muy atento a nada. No porque estuviese más torpe que antes, al contrario, se notaba demasiado ensimismado en el trabajo que desatendía a las personas de su alrededor, llegando al punto de recibir un piedrazo en el comienzo de la frente a pesar de las voces de aviso, teniendo que ser atendido por Tali y luego por Fay para conocer si no había quedado alguna contusión interna, pero para su suerte, tenía la cabeza demasiado dura.
Al final del día regresó a su tienda, tenía una venda con una mezcla rara de hierbas en su cabeza qje daban náuseas y ganas de tumbarse para morir ahí mismo. Y lo habría hecho, de no ser por la sorpresiva presencia de Lucina en la entrada. Él enderezó su postura sentado e hizo espacio en la cama improvisada.
- ¿Cómo te va con el golpe? - Preguntó al sentarse a un lado del rubio.
- Si me besas ya no tendré dolor. - Sintió un fuerte pellizco en su brazo que lo hizo quejarse en un agudo inesperado.- Ya, lo siento, me rindo. - Pidió como un pequeño y Lucina lo soltó y se notó preocupada.
- Me da curiosidad, hoy has estado muy callado.
- Siempre soy callado. - Asintió al sobarse el brazo. Ella lo miró con reproche. - Bien, tengo mis momentos. - Sonrió al verla y dejó caer su espalda a las telas y estiró sus brazos en horizontal por comodidad. - ¿Sabes? Es peor de lo que imaginé.
- ¿El qué? - Lucina lo observó apenas ladeando la cabeza.
- El llegar solo con una buena noticia. - Suspiró. Lucina dejó caer su espalda así mismo como él, pero recostó su cabeza en el brazo estirado. Él continuaba hablando así que no le interrumpió.- Cuando era pequeño y mi padre murió no entendía completamente como se sentía mi mamá. Era demasiado joven para entenderlo, aun ahora creo que nunca lo entenderé, - Observó a Lucina y a penas y sonrió. - y espero nunca entenderlo.
- Son cosas que no se predicen.
- No me importa, - Acercó su mano libre a acomodar un mechón azul. Lucina lo dejó y continuó con la plática.
- ¿Qué tiene que ver esto con lo otro?
- Cuando llegamos a Syl, fue devastador comunicar a los muertos, el haber "conquistado" este terreno es prácticamente una maldición para esas familias. Pero lo peor fue la partida.
- ¿Qué pasó? - Eso era extraño hasta para el mismo Caesar, con lo poco delicado que era con su rededor. Él solo se notó más agotado.
- El líder del escuadrón del este, se atrevió a prometer el bienestar de todos los que aún vivimos…
- ¿Y cuál es el problema?
- Que es una mentira. - Se llevó la mano libre a la cabeza y se despeinó con cierta fuerza, suficiente para desacomodar la venda y sentir dolor. Lucina lo detuvo y reacomodo la tela. Él no se movió. - No es que no crea en la capacidad de todos, pero esto no es una práctica dentro de los muros, aquí no conocemos nada. Él mismo me lo dijo: nada es seguro, pero así ahorraba cualquier tipo de alboroto.
- Es difícil controlar las emociones humanas Caesar, no es que haya hecho bien al mentir, pero era lo necesario. Al menos debemos de asegurarnos de la seguridad de la mayoría, y por mucho que nos cueste, la mayoría son ciudadanos comunes. - Explicó con calma, sabía que Caesar comprendía, solo no quería aceptarlo.
- Aunque me digas eso, hacer una promesa falsa para mantener la ilusión solo trae más dolor al final.
- Lo hace, pero fue la solución que él encontró ¿Qué habrías dicho tú? - Caesar enmudeció ante estas palabras, Lucina a penas y le dedicó una corta sonrisa, sabía que más que pensarlo solo se quedó en blanco. - ¿Ves? No es fácil.
- No… - Terminó aceptando. - Serás una gran reina. - Dijo. Lucina rodó los ojos.- ¿Qué? Lo tienes en la sangre.
- No sé si ese sea el caso realmente.
- Tan humilde como siempre. - Aprovechó el pequeño despiste que tuvo Lucina con ese comentario para besarla. - Yo sé que sí. - Murmuró apenas.
- Caesar… - Había aceptado, para sí misma, que los actos imprudentes del hombre con su persona, no eran una molestia, mientras no perdiese el foco de la misión, era hasta lindo; pero no dejaba de ser un acto imprudente. - Te pasaste trabajando todo el día. - Continuó con tono suave. -yY ahora apestas, busca dónde bañarte. -Regañó finalmente para levantarse y salir de ahí, dejando a un Caesar confundido. Él se esperaba más un golpe, o una expresión fea, que nunca llegaron, lo que aunque poco le alentó tampoco evitó que comprobara lo que había dicho la mujer y de ser necesario, no sabía dónde, pero debería de echarse agua al menos.
Al día siguiente marcharon al alba como tenían planificado. Solo un pequeño grupo se quedó resguardando el lugar mientras las construcciones continuaban, sin importar lo que fuesen a poner ahí, las murallas eran la prioridad en el momento.
Guardaron lo necesario para continuar con el viaje e hicieron posesión de un par más de caballos para agilizar la movilidad partiendo a su siguiente destino a ningún lugar en específico.
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